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‘La Mesías’ y la cultura del trauma

En una de las series más exitosa del pasado año, la ayahuasca cumple un papel fundamental en la resolución del conflicto narrativo. La Mesías –dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo, más conocidos por el sobrenombre de Los Javis– ha dado a conocer al gran público español la terapia ayahuasquera, sin el alarmismo o la demagogia habitual de los medios. Sin embargo, según el psicólogo clínico y doctor en Farmacología José Carlos Bouso, el uso de la ayahuasca en la serie se inscribe dentro de una ceremonia basada en las terapias regresivas, unas terapias sin rigor científico cuya popularidad entraña serios peligros y cuya asociación con las prácticas ayahuasqueras, lejos de legitimarlas, las colocan dentro del campo de lo pseudo.

Advierto que voy a hacer algo de spoiler de la serie La Mesías. No mucho. Si leen esto les quitará algo de sorpresa, pero no afectará al eventual disfrute de la serie. Pero si quieren acercarse a la serie completamente vírgenes, pasen página y vayan al siguiente artículo de la revista.

Tras la advertencia, una disculpa. Pido perdón por adelantado por no haberme gustado La Mesías. No discuto la ingeniosa estructura y dinámica narrativa, ni la soberbia interpretación de todos y cada uno y una de los actores y actrices de la serie, y los vídeos musicales de la familia disfuncional de artistas son de lo más original, creativo y divertido. Hasta Albert Pla, de cuya obra artística lo único que me ha gustado ha sido su desternillante novela España en guerra, hace un papel que va a más. Ya en el penúltimo capítulo se adelantan las señales ayahuasqueras. Es precisamente cuando el personaje que Pla encarna se incorpora, en un nuevo vídeo musical, al grupo de jóvenes cantantes en una canción que es una descarada versión de la estructura musical de los himnos de la religión ayahuasquera del Santo Daime.

Me ocurre que, habiendo vivido en Cataluña durante catorce años, disfrutado de esa tierra, siendo un enamorado de ella y habiéndome movido bastante entre círculos, digamos, poco convencionales, la serie me ha parecido, más que una serie de ficción, una serie documental en la que simplemente han hecho desfilar a un personaje por algunos de los escenarios de la Cataluña mágica en su versión más truculenta. Esto, que creo que es lo que ha hecho las delicias de muchos, es lo que a mí me ha producido aburrimiento por la falta de originalidad y, sobre todo, de novedad en los sucesivos escenarios en los que la serie se iba desarrollando. Ya me entró mal la serie con un inicio que considero una exposición a la violencia a menores de mal gusto: una señora gritando a un señor delante de unos niños (me da igual si son actores) cosas como “soy yo quien te hace las pajas” o no sé qué de vídeos porno y otras escenas de violencia verbal con contenido sexual, pero bueno, eso puede ser mi mojigatería. El caso es que, como me habían dicho que la cosa final iba de ayahuasca y que por primera vez salía en una serie popular española y, además, dignificando sus prácticas asociadas, me la vi hasta el final.

‘La Mesías’ y la cultura del trauma

Un fotograma de La Mesías en el que Lola Dueñas, encarnando al personaje de Montserrat Baró, lee un libro titulado La salvación a tu alcance.

Un guion que se hubiera quedado corto en una peli más bien del montón ha tenido que estirarse durante siete capítulos, en al menos cinco de los cuales no pasa absolutamente nada novedoso, para llegar a lo que se preveía que iba a ocurrir al final desde que en el capítulo uno al protagonista principal se le pone en el hombro el brazo de un alien: que ese brazo alienígena sería una metonimia de una agresión sexual que en algún momento el protagonista descubriría en el curso de algún tipo de proceso (una terapia involucrando algún estado alterado de conciencia, una intoxicación con drogas, una sesión de hipnosis, etc.) regresivo. La previsión se convirtió en el peor de los pronósticos cuando resulta que esto ocurre precisamente durante una ceremonia de ayahuasca.

Resulta que lo único de ficción que aparece en el documental, que es la recuperación de un recuerdo reprimido, tiene que ver precisamente con una de mis principales áreas de trabajo como científico: la ayahuasca. Y que justamente llevo un par de años analizando este fenómeno de las terapias regresivas asociadas a las prácticas ayahuasqueras. Luego entiendan que no me haya gustado la serie: se presenta como una serie de ficción estando absolutamente todo basado en la realidad –en algunos casos sin ni siquiera haber disimulado o cambiado nombres, aunque solo hubiera sido por el detalle de no exponer a ciertas comunidades sin su consentimiento previo–, y resulta que lo único que hay de ficción es lo que pretenden colar como verdadero y bien documentado: el proceso por el que cura la ayahuasca.

La ficción del trauma sexual como origen

‘La Mesías’ y la cultura del trauma

Distintos momentos de la ceremonia ayahuasquera en la serie La Mesías.

La idea de que los problemas, conflictos psicológicos, desadaptaciones funcionales y demás desajustes grandes o pequeños de nuestra vida cotidiana actual se deben a situaciones traumáticas, principalmente de naturaleza sexual, sufridas durante periodos de la primera infancia y reprimidos que están fuertemente blindados y almacenados en nuestro inconsciente, de los que por tanto no tenemos conciencia pero que son los responsables de nuestros problemas presentes, formó parte de las primeras fases del pensamiento sobre la noción de la psicopatología humana de Freud. Es lo que se conoce popularmente como la teoría de la represión, y solo por medio de la asociación libre y el análisis esos recuerdos se van actualizando hasta que, por fin, una vez que se hacen conscientes y por tanto se recuerdan, ¡tachán!, todo se resuelve.

Fue la primera guerra mundial la que le puso a Freud delante de las narices la evidencia de que las consecuencias de un trauma no se deben a cuestiones reprimidas en la infancia, sino a eventos presentes que desbordan la capacidad de manejo de la persona. Sin embargo, como la teoría de la represión es muy intuitiva y permite explicar absolutamente cualquier problema actual, por muy complejo que sea, de una forma muy simple (digamos que se trata de una Explicación Total), ha prevalecido como sustrato narrativo en buena parte del arte y como práctica terapéutica en muchas psicoterapias que yo denomino naif, por no estar basada la explicación de los orígenes de lo psicopatológico en la evidencia científica. La cantidad de terapias regresivas son a día de hoy incontables, incluyendo algunas terapias transpersonales que ya no ven el síntoma siquiera en la infancia, sino en el supuesto trauma del nacimiento, en vidas pasadas o incluso en cosas que ni te han pasado siquiera a ti en esas vidas pasadas sino a tus antecesores. A saber qué consecuencias seguimos pagando por los desvaríos de los Homo habilis de hace dos millones de años. Pero es solo desde hace unos años, y popularizada por el famoso médico canadiense Gabor Maté, cuando la teoría de la represión empezó a colonizar la cultura de la ayahuasca.

"Lejos de transmitir un reflejo realista de cómo cura la ayahuasca, lo único que hace es situar el trabajo de la ayahuasca dentro del cajón de sastre de las pseudoterapias, instalándolo dentro del pantanoso terreno de las terapias regresivas"

No conozco a nadie del mundillo de la ayahuasca que no esté supersatisfecho con cómo Los Javis han abordado el tema de la ayahuasca en La Mesías. Después de unos años en los que la ayahuasca ha sido perseguida en España, primero judicialmente como sustancia psicótropa (persecución que no ha prosperado en ninguna causa judicial) y, últimamente, como elemento central de organizaciones sectarias, el abordaje respetuoso y ajustado a la realidad que se hace en La Mesías venía a ser un contrapunto a tanta propaganda alarmista y desinformada. No puedo estar más en desacuerdo.

Dejando de lado los detalles donde se produce concretamente la toma de ayahuasca –que para comprenderlo se necesitaría un contexto que es imposible transmitir en un rato de filmación y que solo quien lo conoce puede entenderlo–, la escenificación de la ceremonia y la experiencia que debe confrontar el protagonista, lejos de transmitir un reflejo realista de cómo cura la ayahuasca, lo único que hace es situar el trabajo de la ayahuasca dentro del cajón de sastre de las pseudoterapias, instalándolo dentro del pantanoso terreno de las terapias regresivas. Como ficción, la de acceder a lo que se llama un recuerdo traumático recuperado para resolver cuestiones presentes es un recurso muy manido que asombra que se recurra a él tan reiteradamente. Como realidad, se trata de una forma simplemente falsa de cómo funciona la memoria humana y la recuperación psicoterapéutica.

¿Recuerdos recuperados o inventados?

‘La Mesías’ y la cultura del trauma

Pese a carecer de respaldo científico, el fenómeno parece estar muy presente últimamente y es algo que veo con relativa frecuencia cuando me rodeo de ayahuasqueros y ayahuasqueras. Es curioso que no lo veo tanto en terapeutas psiquedélicos underground (vean sino, por ejemplo, la película Secaderos, como contrapunto, donde en un momento también aparece incluso un atisbo de himno daimista). Por alguna razón, la popularidad de las terapias regresivas está colonizando más el mundillo ayahuasquero y, es posible, como digo, que tenga algo que ver la influencia de las facilonas teorías de Maté acerca de la psicopatología humana, herederas de esas primeras concepciones de Freud que posteriormente rechazó. Por eso he acuñado un nombre para ello: la cultura del trauma. He llamado la cultura del trauma a la popularización entre la población general, y también entre una parte de psicoterapeutas y otros agentes de la relación de ayuda y, más recientemente, entre facilitadores y facilitadoras ayahuasqueras (no todos ni todas, que conste), de esa noción de que los problemas y conflictos psicológicos presentes se deben a experiencias ocurridas en la infancia y que, para resolverlos, se debe volver a ellas y recuperarlas.

La forma de recuperación de recuerdos se denomina terapias regresivas, o de recuerdo recuperado, y tienen en común tres ideas: 1) las personas reprimen las experiencias traumáticas de la infancia; 2) el contenido reprimido tiene un potencial psicopatológico, y 3) es necesario recuperar el contenido traumático para generar el alivio de los síntomas. La cultura del trauma no es nada nuevo, se refiere a las terapias regresivas. Se convierte en una cultura cuando este pensamiento se torna generalizado. Que en La Mesías se haya abordado la cura con ayahuasca desde la perspectiva de las terapias regresivas es un indicador claro de hasta dónde la cultura del trauma ha penetrado en la cultura ayahuasquera, incluso en directores, como son Los Javis, que dicen haberse documentado a fondo, que conocen a ayahuasqueras de verdad y que ellos mismos han declarado haber tomado ayahuasca. Así es una cultura, un tipo de ideología que se impone sobre las propias percepciones de realidad misma.

Los peligros de la cultura del trauma

Los Javis durante el rodaje de La Mesías.

Los Javis durante el rodaje de La Mesías.

Lo malo de la cultura del trauma no es que sea una idea equivocada (o no basada en evidencia) sobre la generación, el mantenimiento y la resolución de la psicopatología humana. Lo malo de la cultura del trauma es que es peligrosa. Acceder a algo que no se recuerda tiene una alta probabilidad de que a lo que se accede no sea a un recuerdo, sino a una invención. Los recuerdos a los que se suele acceder además en un porcentaje altísimo son de abusos sexuales causados por el padre. El impacto que esto supone para alguien que bajo los efectos de la ayahuasca accede a este tipo de contenido, lejos de ser terapéutico, es demoledor. Pónganse ustedes en la situación. Invito a quienes estén interesados en las consecuencias de este tipo de fenómenos a la lectura del capítulo correspondiente del libro Durmiendo con extraterrestres, de Wendy Kaminer (Alba Editorial, 2001).

La memoria no funciona reprimiendo traumas. La naturaleza de la memoria funciona precisamente en dirección opuesta: la propia naturaleza traumática inunda la conciencia con el recuerdo persistente del o de los sucesos traumáticos no dejando descansar a la persona. Lo que en psicología se llaman pensamientos intrusivos. Las memorias traumáticas son lo contrario a la represión. Es cierto que para superar esas memorias traumáticas hay que revisitar los traumas y que la ayahuasca, efectivamente, parece una herramienta interesante para hacerlo. Pero sobre recuerdos que se recuerdan, si no, se corre el riesgo de que esos recuerdos no sean recuerdos, sino invenciones.

En el diagnóstico de estrés postraumático, que es la expresión más extrema de haber padecido un suceso traumático y no haberlo resuelto, no se contemplan recuerdos recuperados, ya que los recuerdos que emergen por primera vez en el curso de un proceso de trance tienen muchas posibilidades de ser falsos, de haberse creado y no recreado. En el libro Cuerdos entre locos, de Lauren Slater (Alba Editorial), se puede encontrar también un capítulo dedicado al tema.

"La cultura del trauma no trabaja solo con falsas memorias, las verdaderas también le sirven. Para ello toma cualquier experiencia desafiante de la infancia y la convierte en una experiencia traumática que debe ser revisitada y resuelta"

La propia naturaleza de una cultura genera experiencias propias de esa cultura. Una cultura que basa la explicación de los problemas actuales en abusos sexuales de la infancia es más proclive a generar experiencias de abuso, aunque estos no hayan ocurrido. Después de todo, quien se siente mal quiere sentirse bien, y si eso pasa por recordar un tipo de experiencia concreta esa experiencia concreta, si no se recuerda, se construye. Es un círculo vicioso. Perniciosamente vicioso.

Además, la cultura del trauma banaliza las consecuencias psicológicas del trauma. Después de todo, lamentablemente, los abusos sexuales y físicos infantiles existen. Y sus consecuencias son devastadoras. Sin ir más lejos, en España tenemos el dramático ejemplo de los colegios de curas. La cultura del trauma sitúa en el mismo lugar el recuerdo real del recuerdo recuperado, de la falsa memoria, ya que en sus postulados está que todos estamos encadenados a nuestro pasado, todos necesitamos de terapias regresivas para acceder a recuerdos blindados, desblindarlos y curarnos. Y todos necesitamos, por tanto, de gurús y terapeutas.

La cultura del trauma no trabaja solo con falsas memorias, las verdaderas también le sirven. Para ello, la cultura del trauma toma cualquier experiencia desafiante de la infancia y la convierte en una experiencia traumática que debe ser revisitada y resuelta. Como decía antes, de acuerdo con la cultura del trauma estamos encadenados al pasado. Niega la agencia de los sujetos, desempodera. Y destierra los procesos evolutivos de resiliencia, que son los que permiten el crecimiento de los seres humanos.

Habrían hecho bien Los Javis en consultar a algún experto o experta en estrés postraumático y en psicología de la memoria si verdaderamente querían reflejar cómo cura realmente la ayahuasca. Cuando el protagonista sufre el abuso sexual, su sistema cognitivo está perfectamente maduro para almacenar eventos. La ficción está en pensar que dicho suceso puede reprimirse y esconderse en el inconsciente y que emerge simbólicamente en forma de brazo alienígena en momentos de ansiedad existencial. Y que hasta que no se toma ayahuasca no se conoce qué es lo que verdaderamente ocurrió. En una terapia real con ayahuasca, la persona habría efectivamente revisitado lo que realmente ocurrió, pero para resolverlo, no para descubrirlo.

Se me puede decir que tampoco es para tanto, que por qué tanto lío por un simple recurso narrativo. Y tienen ustedes razón. Mi argumentación no va en contra de ese recurso narrativo (o sí, porque en realidad me parece poco original), sino en contra del pensamiento de que ese recurso narrativo es lo que necesitaba el mundo de la ayahuasca para salir del estigma al que se le viene sometiendo. En mi opinión, si seguimos por ahí estaremos saliendo de Guatemala para meternos en Guatepeor. Porque no hay nada peor, en mi opinión, que instalar a la ayahuasca dentro del ignominioso grupo de las terapias regresivas, incorporándola así a la cultura del trauma. Es lo que popularmente se llama dar un giro de trescientos sesenta grados. Pero no se alarmen, esto es solo una opinión.

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