“Con Eliseo no se jode, hijos de puta”. Si tuviéramos que resumir la serie El encargado, creada y desarrollada por la pareja creativa formada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, ¿qué mejor que utilizar las palabras de su protagonista, Eliseo, el portero y oficial de mantenimiento de un edificio de lujo, interpretado por Guillermo Francella?
Puede que Eliseo sea el rostro de la supervivencia a toda costa en la jungla bonaerense, puede que tan solo sea otro sociópata más en un mundo cada vez más deshumanizado, pero de lo que apenas hay dudas es de que es uno de los mejores personajes nacidos de la prolífica mente de la dupla argentina.
Desde que su Televisión abierta sacudiera el panorama catódico en los últimos compases del siglo XX, Cohn y Duprat no han parado hasta convertirse en el dúo creativo más conocido y premiado de Argentina. Su obra, conjunta o cada uno por su lado al amparo de la productora Televisión abierta –cuyo nombre rinde tributo a su debut en el mundo de la industria audiovisual–, se despliega en trece películas, otros tantos programas televisivos y una decena de obras experimentales, campo, por cierto, en el que comenzaron a despuntar.
En los últimos dos años, han facturado las siguientes series: Limbo (2022), El encargado (2022), El galán (2022), Horario estelar (2023), Nada (2023), El rey de los machos (2023), Desejos S.A. (2024), y Bellas Artes (2024). Algunas de estas ficciones han tenido continuación en diversas temporadas; otras todavía no han llegado a nuestro país; pero, desde luego, su ritmo de trabajo es avasallador y no deja prisioneros.
Además, en España, su sentido del humor negro está gustando. Ahora que la tercera temporada de El encargado recién aterrizó en Disney+, donde también puede verse la miniserie gastronómica Nada, y con el también reciente estreno de Bellas Artes en MovistarPlus+, vale la pena detenerse en las constantes de esta pareja experta en confeccionar comedias oscuras que bordean la misantropía.
Hay quien señala que la dupla practica esa misma misantropía de sus ficciones en la vida real, pero a ellos les da igual no gustar a todo el mundo y defienden la incorrección y sus contradicciones como brújula vital. No les importa siquiera quedar bien con los compañeros del gremio, contra quienes lanzan dardos envenenados incluso ahora, en un momento fragilísimo para el cine argentino.
“Los artistas son infumables con su supuesta superioridad moral. Que son frágiles, que son necesarios, que hay que protegerlos… No entiendo por qué piensan que son más importantes que un farmacéutico, un cocinero o un delivery”, decía Duprat en una reciente entrevista en la revista Seuil al hilo de la motosierra del presidente de la República, Javier Mileil, contra los fondos para el cine y el INCAA, el organismo que supervisa y organiza el desarrollo de la industria cinematográfica del país.
Contra las élites culturales
Sin duda, las declaraciones de Cohn y Duprat por momentos eclipsan su obra y es fácil interpretar sus producciones como un comentario extendido de su visión sobre su país y sobre las instituciones que lo sustentan, especialmente las culturales. Sobre todo, porque todas sus series y películas poseen como denominador común a un protagonista odioso, un hombre maduro ya sea un triunfador (El ciudadano ilustre) o una sanguijuela (El encargado), en un entorno, si cabe, más irritante. Un misántropo en la corte de la misantropía, esto es, en el reino de las élites culturales.
Aunque no sea su serie más lograda, la reciente Bellas Artes es un claro ejemplo de la filosofía que practican. En emisión en MovistarPlus+ desde el pasado mes de abril, esta coproducción hispano-argentina de seis episodios sigue a Antonio Dumas (Óscar Martínez), un historiador del arte que gana el concurso para dirigir el Museo Iberoamericano de Arte Moderno de Madrid frente a propuestas más supuestamente innovadoras y políticamente correctas. Entrado en años, por decirlo correctamente, Dumas es uno de esos tipos habituales en los mundos de Cohn y Duprat, en cuya construcción ha colaborado un guion también firmado por Andrés Duprat, hermano de Gastón y vinculado al ámbito cultural, ya que actualmente es el director del Museo de Bellas Artes de Argentina.
A través de los ojos de Dumas, así pues, somos testigos de la decadencia del Imperio Romano de las artes, en una narrativa que va desde los líos en la gestión de la institución a problemas como la vandalización de obras de arte a causa de la “cancelación”, la separación entre obra y autor, el nepotismo constante que se da en las instituciones públicas o la preponderancia del discurso frente al pírrico talento artístico.
Esa sátira alrededor de las pedanterías de la cultura también protagoniza Competencia oficial (2021), quizá la película más conocida de la pareja. La cinta es la historia de un rodaje de una película financiada por un millonario de la industria farmacéutica con cero sensibilidad artística y muchas ganas de dejar un legado por el que ser alabado. De ahí que contrate a Lola Cuevas (Penélope Cruz), una cineasta con una Palma de Oro a sus espaldas decidida a realizar la película más moderna y conceptual posible. Siempre perfecta, puntillosa y estricta, su pedantería es tal que es capaz de pedirles a sus dos actores (Antonio Banderas y Óscar Martínez, cada uno acertadísimo en lo suyo) que ensayen sus diálogos debajo de una roca enorme que pende sobre sus cabezas.
El juego del poder
Aunque en esa película –y en muchas de las obras de Cohn y Duprat– la crítica a menudo roce la autoindulgencia, es cierto que la pareja describe y se ríe como nadie del esnobismo y del juego de apariencias tan arraigados en la cultura contemporánea. Las formas, al fin y al cabo, son sinónimo de lo civilizado, y sobre esa idea también pivotan de manera diametralmente opuesta las series Nada y El encargado.
En la primera, el carismático Luis Brandoni encarna a Manuel Tamayo Prats, un crítico gastronómico que vive muy bien hasta que la muerte de Celsa, su asistenta durante 40 años y quien le organizaba el frigorífico y la vida, deja al tipo frente al espejo y la inutilidad más absoluta. Narrada a través de la presencia de un Robert de Niro en el papel de Vincent Parisi, un gastrónomo neoyorquino ganador del Pulitzer y amigo del protagonista, la serie de apenas cinco episodios de media hora de duración cuenta el renacer de un hombre al que, como a muchos de nosotros, solo le gusta que le dejen en paz y no le vengan con boludeces.
Más perverso es el personaje de Eliseo, uno de esos malvados de película capaz de salir airoso en el más hostil de los entornos: un inmueble en el barrio de Belgrano, Buenos Aires. “Es un depredador. Pero tiene la austeridad de un monje tibetano”, decía Cohen sobre el protagonista de El encargado. “Me gusta mucho que no desee nada de lo que tienen los propietarios del edificio, nada de lo material, ni de lo suntuario. Lo único que le interesa es tener poder y usarlo para divertirse, ahí reside todo. Eso, y que asusta a la gente que pasa caminando, son las cosas que más disfruto del personaje”.
Pero, además de depredador, tiene algo camaleónico. “El personaje es el yin y el yang, va de un lado a otro sin transición”, contaba Francelli en una nota de El observador. Y polémico, porque el éxito de la serie en su estreno en Argentina a final de 2022 vino con las quejas del gremio de porteros. “Yo no sabía que era un gremio muy estigmatizado. Tenían miedo, pensaron que mi presencia podía afectar su fuente laboral”, comentaba el actor en una entrevista en La Nación.
Sea como fuere, el personaje ha sobrevivido a esas controversias; al plan de Zambrano (Gabriel Goity), uno de los vecinos, de construir una piscina en la terraza que él estaba ocupando; y a Lucila Morris, una nueva vecina que llega al edificio para controlar los movimientos del consorcio y de Eliseo, interpretada por María Abadi. En la tercera temporada, estrenada en julio pasado, el mayor desafío que tendrá que resolver es sobrevivir a su propio éxito. ¿Se saldrá una vez más con la suya? El anuncio de una cuarta temporada del serial parece confirmarnos que sí.