“Nathan parece un tipo normal, tal vez uno de esos tipos normales aburridos, de esos que, si te toca sentarte a su lado en un avión, te fastidiaría. Pero no te puedes fiar”. Así de abierto se pronunciaba el mítico presentador televisivo Jimmy Kimmel sobre Nathan Fielder (Vancouver, 1983), el cómico canadiense que ha revolucionado los estándares del género con una nueva vuelta de tuerca de lo que ha venido a conocerse como ‘humor incómodo’, ese que, a fuerza de mostrarnos las torpezas de nuestras interacciones cotidianas, acaba por revelarnos las dificultades para relacionarnos en las cada vez más complejas sociedades actuales.
A este canadiense, hijo de una pareja de trabajadores sociales de Vancouver, se le relaciona con el humor de Sacha Baron Cohen (Borat) y John Wilson (How To with John Wilson) en la denominada “nueva comedia de la realidad”, en la que se pone el foco en el comportamiento humano a través de unos parámetros estéticos ligados con la telerrealidad. Hace ya mucho tiempo que las risas enlatadas fallecieron y que la ficción cómica del siglo XXI se ha reconvertido en un terreno que experimenta con el concepto de humor, ya sea a través del tono, el tema o las formas. Y en la era de la hipervisibilidad y del engaño algorítmico que proporcionan las redes sociales, Fielder y compañía declinan el humor al límite de maestros como Andy Kaufman o Larry David para recordarnos, una vez más, que no somos más que animales absurdos y desubicados. Con el estreno de la segunda temporada de Los ensayos, en MAX desde el pasado 21 de abril, repasamos la trayectoria de este payaso del extrañamiento.
La construcción de Fielder

“Dicen que mi personalidad puede hacer que la gente se sienta incómoda”, adelanta Fielder en el primer episodio de Los ensayos.
Todo empezó con Nathan al rescate (Nathan For You), emitida en Comedy Central entre 2013 y 2017. En esas cuatro temporadas, Fielder, interpretándose a sí mismo en tanto que licenciado en empresariales y consultor, trataba de ayudar a empresas con dificultades económicas. La segunda línea narrativa, y probablemente la principal, es que Fielder fue construyendo capítulo a capítulo un personaje arquetípico que va a ser constante en sus siguientes producciones: neurótico, torpe socialmente, de gestos robóticos y distantes y bajo el signo del sempiterno carácter judío. Un autorretrato ficcional que le va a servir para llevar al límite las interacciones sociales, entre la ficción y la realidad, y el humor de risa congelada que se deriva de estas.
"Fielder fue construyendo capítulo a capítulo un personaje arquetípico: neurótico, torpe socialmente, de gestos robóticos y distantes y bajo el signo del sempiterno carácter judío"
Citamos las premisas de algunos episodios de Nathan al rescate a modo de ejemplo: en el S01E02, Fielder la lía intentado ayudar a un Santa Claus desempleado y a un zoo de mascotas con apenas visitantes, mientras se hace viral un vídeo en el que un cerdito salva a una cabra de ahogarse en un lago. En el S01E08, un enjambre de dobles de Fielder huyen de un molesto detective a sueldo. En el S02E02, intenta darle un empuje a una tienda de souvenirs de Hollywood montando una producción cinematográfica en el interior del establecimiento. En el S03E05, organiza una producción teatral llamada Smokers Allowed para relanzar un bar de mala muerte ya que, según una hipotética ley del Estado de California, se puede fumar en público en espacios cerrados solamente si se participa en una obra de teatro.
Una serie de situaciones que a todas luces podrían ser tachadas de surrealistas y alocadas, pero la presencia de Fielder, genio y loco incómodo, tan amable como prepotente, reconduce la serie hacia un terreno hasta el momento inexplorado y especialmente divertido. No solo el público apoyó esta propuesta desde su estreno, sino que la crítica se rindió ante el cómico: al premio a la mejor serie de sketches de comedia/variedades en la 71ª edición de los WGA de 2019, los premios del sindicato de guionistas, se le sumó que el serial fuera incluido en las listas de la década de 2010 publicadas por los principales medios estadounidenses.
Simulacros

Aquí Nathan, en Los ensayos, tratando de ayudar a una serie de personas a afrontar sus conflictos sociales.
“Dicen que mi personalidad puede hacer que la gente se sienta incómoda”, adelanta Fielder en el primer episodio de Los ensayos. La serie, que navega de nuevo entre el formato documental y la ficción, sigue a Nathan tratando de ayudar a una serie de personas a afrontar sus conflictos sociales. ¿Cómo? Pues recreando esos problemas e interpretándolos en la ficción una y otra vez, como si esa serie de ensayos les ayudara a controlar el conflicto y así poder salir airosos del enfrentamiento.
Por supuesto, en esa recreación se pone mucho más en juego que las inquietudes de la persona que contrata a Fielder, porque, si por una parte implica la construcción de varios sets de decorados enormes –que calcan el apartamento de una persona o el bar en el que se reúne con sus amigos– gracias a los fondos de HBO MAX, por la otra se transforma en un turbador juego abisal en el que el ansia de control parece no acabar nunca. A lo largo de seis episodios que conjugan una trama autoconclusiva con otra continuista, Fielder va volviendo la mirada sobre sí mismo y la serie se convierte en el ensayo autoficcional de un creador que lleva casi una década interpretándose a sí mismo y, por tanto, controlando la imagen que la gente tiene de él.
En Los ensayos, así pues, cabe todo: desde la exposición de los límites morales de la telerrealidad al uso de la ficción para huir de la realidad o el poner a prueba a participantes y espectadores. Veremos hacia dónde nos lleva esta simulación, de profundas consecuencias filosóficas, en su segunda temporada.
La maldición y la incomodidad

The Curse es la ficción con la que Fielder ha logrado estirar más los límites del formato televisivo.
Fielder lleva más de una década encadenando trabajos, desde los guiones para la ficción satírica Who Is America? (2018), emitida en España en MovistarPlus+, hasta la producción How To with John Wilson (HBO Max), otra serie cómica sobre cómo saber hacer cosas en el extraño mundo que nos ha tocado vivir.
Sin embargo, The Curse, emitida en SkyShowtime y todavía disponible en su catálogo, es la ficción con la que ha logrado estirar todavía más los límites del formato televisivo. Creada por Fielder y Benny Safdie (Diamantes en bruto) y protagonizada por el propio Fielder y Emma Stone, la serie gira en torno a una pareja que está intentando sacar adelante una empresa de reformas/venta de casas con el objetivo de transformar un área deprimida en una zona moderna. A ese subrepticio propósito gentrificador se le añade el hecho de que protagonizan un reality show, por lo que las fronteras entre los distintos ámbitos en los que se mueven y las diferentes facetas de los protagonistas rizan un rizo narrativo que se complicará aún más cuando un personaje les lance una maldición que parece afectarles.

Nathan Fielder y Emma Stone, empresarios inmobiliarios gentrificadores en The Curse.
Ese ítem aleatorio de la maldición parece que tiene su origen en algo que le pasó al propio Fielder: “La primera vez que me mudé a Los Ángeles, que es un lugar raro, y tenía que conseguir un móvil porque me mudé desde Canadá y fui a la tienda y una mujer me pidió dinero y no tenía nada y le dije ‘perdona, no tengo nada’ y ella me dijo: ‘te maldigo’. Así que fui a la tienda pero no dejé de pensar sobre el hecho de que ella dijera eso y yo no creo en esas cosas pero me fui rayando. Así que después fui a un cajero, saqué 20 dólares, se los di y le pregunté ‘¿se ha ido la maldición?’ y ella sonrió y me contestó que sí”.
Así las cosas, la trama laberíntica de The Curse se expande tentacularmente hacia muchos otros temas, pero si algo define la serie por completo es la sensación de incomodidad constante con la que va avanzando. Los momentos de silencio dilatado, el montaje entre los distintos formatos (el de la trama principal y el del reality) y unos protagonistas absolutamente deleznables –y todo el potencial cómico que de ellos se deriva– son algunos de los elementos que se ponen en escena con el fin de no dejar títere con cabeza. Si tuviéramos que elegir una ficción para explicar cómo es el mundo de la nueva normalidad pospandémica, sin duda escogeríamos este perverso chiste que nos lanza Fielder tan certera como cruentamente.