Carl Hart (Miami, 54 años), neuropsicofarmacólogo, profesor en la Universidad de Columbia (Nueva York) y una de las figuras más conocidas internacionalmente por su lucha a favor del fin de la guerra contra las drogas, se halla inmerso en una gran polémica desde la reciente publicación de su último libro. Hablar abiertamente en Drug use for grown-ups: Chasing the liberty in the land of fear (‘Drogas para adultos: persiguiendo la libertad en el país del miedo’) sobre su propio consumo de sustancias ha dado pie a titulares sensacionalistas que han aireado con escándalo el uso de heroína por parte del autor afroamericano, eclipsando el resto de su valiosa aportación. Más allá de esta polémica mediática, distorsionada y llena de prejuicios sin fundamento, basta poner en el otro lado de la balanza las valoraciones y reseñas de sus lectores, que destacan en muchos casos experiencias de lectura reveladoras y profundamente transformadoras, para darse cuenta de la importancia de este libro, que la editorial Temas de Hoy publicará en breve traducido al español.
La honestidad, audacia y compromiso con que Carl Hart desmonta la retórica prohibicionista y la histeria que rodea las drogas explican de sobra el impacto y la influencia que tienen sus palabras. Para su tranquilidad, le he prometido en esta ocasión no abundar en la polémica actual y dejar a un lado las preguntas relativas a su uso de heroína, o a temas tan recurrentes como drogas y menores o la realidad de la adicción, a las que ya contestó en la anterior entrevista que publicamos en Cáñamo.
Empecemos por el título, ‘Persiguiendo la libertad en la tierra del miedo’, casi un oxímoron. ¿Es posible encontrar la libertad en un país con una larga tradición de esclavitud y racismo estructural?
No tengo la suerte de saber si lo veré con mis propios ojos, pero no tenemos otra opción que presionar para lograrlo y me aseguro de hacer mi parte, que es impulsar el cambio.
El núcleo del libro es el derecho fundamental a la búsqueda de la felicidad que se supone que el gobierno debe proteger. Thomas Jefferson dijo que quien sacrifica la libertad por la seguridad no se merece nada, pero la realidad es que todas las libertades civiles protegidas constitucionalmente han sido socavadas por la guerra contra las drogas y, en nuestro mundo actual, la gran mayoría renuncia a derechos fundamentales como la privacidad y la confidencialidad por seguridad o por cualquier motivo. En este escenario, ¿hay esperanza de luchar y proteger el derecho a la búsqueda de la felicidad?
La única forma en la que hemos ganado derechos, tanto en Estados Unidos como en cualquier parte del mundo, es luchando por ellos, incluso por aquellos que se supone que están garantizados. Los gobiernos siempre intentarán restringir tus libertades y la ciudadanía deberá luchar por protegerlas. Y gracias a esta lucha gozamos de ciertas libertades. Pensemos en los derechos civiles de la comunidad afroamericana en este país o en la comunidad LGTBI; en ambos casos hablamos de colectivos que no tenían ciertos derechos y que no eran tratados como seres humanos. Tuvieron que luchar, y nos hicieron ver, a la sociedad en general, que son tan humanos como cualquier persona y que merecen estos derechos. Por eso la primera promesa de la Declaración de Independencia de Estados Unidos recoge los principios rectores de “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Que esté en los principios rectores de la fundación de nuestro país no quiere decir que haya de facto benevolencia para otorgar estos derechos a todo el mundo. No funciona así, y por eso nos conviene luchar. Y es especialmente importante que la clase privilegiada luche por asegurar los derechos de las clases más desfavorecidas. Así que no puedo pensar si “esto sucederá o no”. Lo único que puedo pensar es en mi responsabilidad y en tener un comportamiento acorde.
En la Constitución de Cádiz de 1812, nuestra primera constitución, también se recogía que la finalidad del Estado es la felicidad de la nación. En la de 1978 no se dice expresamente, pero, en cualquier caso, tú retratas en tu libro a España como un ejemplo de libertad; “Esto debe de ser la libertad”, dices sobre tu visita a Barcelona. Desde luego, aunque la costumbre hace que se nos olvide, si nos comparamos con países de los que hablas en tu libro como Filipinas, Brasil o el mismo Estados Unidos, esto es el paraíso.
Al menos en España se permite que las personas vivan como adultos.
Una ciencia libre de dogmas
Hablemos del papel de la ciencia en la prohibición. Dirigiste un estudio que mostraba claramente que el cannabis no producía efectos disruptivos en las capacidades mentales complejas de consumidores habituales y que incluso mejoró el rendimiento en los test de vigilancia, además de mejorar el estado de ánimo. Sin embargo, reconocías que tus propios sesgos te cegaban ante las evidencias.
Sí, en general nos centramos fundamentalmente en buscar los efectos negativos porque creemos que así hallaremos la manera de resolver el problema. Por supuesto, el problema son los efectos negativos asociados al consumo de drogas, pero nos cegamos en su búsqueda. Porque cuando buscas problemas los encuentras, pero ignoras todo lo demás, incluso si todo lo demás es positivo.
También hablas del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA) casi como de una secta, con su directora, Nora Volkow, en el papel de líder despiadada, con su cohorte de acólitos y con castigo para los disidentes. También criticas el uso partidista que hacen de la ciencia con el fin de adoctrinar, ¿no debería estar la ciencia libre de ideología?
Por supuesto, la ciencia debería estar libre de dogmas y de tiranías y se debería garantizar que así fuera. Pero, en el ámbito de la investigación sobre drogas, está claro que no hemos hecho un buen trabajo para evitar que ocurran este tipo de tiranías.
¿Cómo se puede entonces conseguir financiación para estudiar las drogas en su conjunto sin centrarse en los efectos negativos?
"Dicen que se preocupan por las personas que consumen drogas y tienen problemas, pero, en el momento en el que alguien dice que consume drogas, se encargan de arruinarle la vida. Entonces, ¿te preocupas por ellos o quieres arruinarlos? Es inconsistente y contradictorio"
Otros científicos deberían ser honestos y denunciar esta situación. Tenemos un enfoque de sesgo neurológico y deberíamos protegernos para evitarlo. Debemos asegurarnos de que, cuando interpretamos los datos, estamos hablando de todos los datos y no solo de una parte. Los editores de revistas científicas también deberían tomar medidas para evitar que ocurra y garantizar que las conclusiones o interpretaciones de los estudios no se centren casi exclusivamente en los efectos negativos. Además, como sociedad debemos saber que la ciencia puede ser distorsionada y mal utilizada. Por ello, uno de los objetivos del libro es justamente mostrarle al público cómo ocurre la manipulación en la ciencia.
Con tantos intereses involucrados, ¿cómo se puede cambiar esta situación desastrosa? Porque, al final, junto a policías, servicios de tratamiento o prisiones, los científicos también formáis parte de la industria de la adicción y, como dijo Upton Sinclair: “Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
Debemos cambiar los incentivos y asegurarnos de que el NIDA, por ejemplo, otorgue financiación para investigar la amplia gama de efectos de las drogas, no solo los negativos. Hasta que el NIDA no se vea obligado a ello, los incentivos no cambiarán y todo seguirá igual. De hecho, una buena parte de las críticas a mi libro viene de la comunidad médica y científica, porque lo ven como una amenaza contra su poder y su autoridad. Así que, hasta que no seamos capaces de darles nuevos incentivos, como financiación para estudiar las drogas en su conjunto, van a seguir en contra y resistiéndose al cambio.
¿Y qué me dices de los políticos? Con independencia del partido que sean, todos buscan ganar votos demostrando que son los más duros contra las drogas.
Sí, aunque una de las cosas que están haciendo los políticos ahora es mostrarse a favor de la despenalización, a pesar de que no tienen ni idea de lo que eso significa. En el libro explico el caso de Baltimore, que despenalizó la marihuana en el 2014 y, sin embargo, los arrestos continúan; siguen arrestando a miles de afroamericanos por posesión de marihuana. La policía todavía tiene el poder, la adulteración sigue estando presente… Así que despenalización en Estados Unidos no significa apenas nada. Debemos ir más allá y aspirar a una regulación legal de todas las sustancias de manera que la policía no pueda seguir cometiendo abusos y no haya más arrestos. De lo contrario, es la misma retórica que se traduce en los mismos resultados.
La responsabilidad de los medios
Solemos culpar a los medios de comunicación por la información que transmiten y, sin negar que son una parte poderosa en el engranaje, lo cierto es que en ocasiones solo son los mensajeros de un contenido que viene ya adulterado.
Decir que son meros mensajeros es demasiado generoso por tu parte. Incluso gente de los medios que consume drogas participa en transmitir este tipo de mensajes manipulados. De algún modo, se aprovechan de las personas en situación de vulnerabilidad presentándolos de manera sesgada como imagen paradigmática del consumidor de drogas, mientras ellos se distancian y se creen lejos de ese retrato mediático. Creen que pueden manejar el consumo de manera distinta a estas personas vulnerables y, de algún modo, se sienten superiores. Necesitan a “los pobres consumidores de drogas” para crear historias sexis como gancho para conseguir clics, pero, en realidad, no les importan un carajo. Si se pararan a pensar en la vida de esas personas tendrían una perspectiva diferente. Esta es una de las razones que explica por qué encontramos todas esas historias terribles en los medios. Por lo tanto, los medios de comunicación no son solo un mensajero pasivo, sino los que crean la historia desde su propia perspectiva. Lo estoy viviendo ahora con mi libro. Hay muchas personas en los medios que usan psicodélicos, pero le tienen miedo a la heroína, a la cocaína y a otras drogas, y preguntan por ellas de una manera muy tendenciosa. Incluso a pesar de que hablo en el libro de este “excepcionalismo psicodélico”, ¡lo están haciendo! Además, es significativo el hecho de que en Estados Unidos los medios de comunicación están compuestos principalmente por gente blanca de clase media que está alejada de la realidad de la mayoría de las personas de este país. También es parte del problema que debe corregirse. Así que debemos denunciar tanto a los medios de comunicación como a los científicos y a los políticos que mantienen la guerra contra las drogas. Quizá resulta fácil señalar a la policía, pero pocas personas saben cómo enfrentarse a los médicos de clase media. Una de las cosas que hago en el libro es señalar a toda esta gente que mantiene la guerra contra las drogas en funcionamiento.
En Drugs for Grown-Ups denuncias también el caso de Laquan McDonald, que recibió dieciséis disparos a manos de la policía. Creo que fue el primer caso donde se disponía de una grabación en vídeo y, aun así, la sentencia del juicio y su tratamiento mediático fue decepcionante. El año pasado pediste los resultados toxicológicos de George Floyd y publicaste un artículo en The New York Times, ¿por qué lo hiciste?
En realidad, ya teníamos vídeo del asesinato de Rodney King en 1991, una grabación en la que se podía ver a la policía golpeándole de forma salvaje. Dijeron que estaba bajo los efectos de la PCP [droga disociativa, conocida también como polvo de ángel], ese fue el argumento para justificar la violencia que emplearon. Antes de King, en 1980, cuando yo era un chaval y vivía en Miami, la policía mató a golpes a Arthur McDuffie tras pararle en su moto. La policía dijo que posiblemente escondía drogas, que hubo una persecución y se estrelló. Pero el informe forense era contundente al afirmar que las lesiones no se correspondían con un accidente de moto. No había vídeo, pero estaba claro que lo golpearon hasta la muerte. Y este fue el motivo de los disturbios de Miami de 1980; la ciudad explotó de rabia. Y en el 2014 tuvimos el asesinato de Laquan McDonald, en el que, de nuevo, la policía utilizó la PCP como argumento a su favor. Cuando vi el vídeo de George Floyd supe que, tarde o temprano, iba a ser una cuestión de drogas. Es lo que siempre ocurre cuando la policía mata a alguien. Por eso examiné su informe toxicológico, para mostrar que era improbable que los niveles presentes de drogas fueran la causa de la muerte. A pesar de que vimos el vídeo, la policía intentaba decirnos: “No crean en sus ojos ciegos, sino en nosotros”. Y, sorprendentemente, hubo personas que cuestionaron lo que todos pudimos ver y que apoyaron a la policía. Así que era fundamental revisar cada una de las drogas y señalar la falta de evidencia de los argumentos que sostenían como defensa. Aunque sé que sigue sucediendo, que probablemente ahora mismo, mientras hablamos, esté pasando, mi propósito es que en el futuro la policía no vuelva a utilizar las drogas como argumento de confusión para escaquearse y quedar impune.
Regulación, salud y felicidad
Antes ya has mencionado que eres partidario de la regulación de todas las sustancias. Sin embargo, en tu primer libro, High price, abogabas por la despenalización. ¿Qué te pasó entre el 2013 y el 2020 para promover ahora este cambio?
Hice lo que los humanos se supone que hacemos: seguir aprendiendo y evolucionando. Me di cuenta de que la despenalización tiene muchas limitaciones a la hora de lidiar con mis principales preocupaciones, que son la adulteración y la policía. La regulación sí daría soluciones para evitar algunas muertes debidas a sobredosis por adulterantes y también quitaría a la policía el poder de joder a la gente simplemente porque consume drogas.
¿Qué tipo de modelo de regulación apoyas?
Estoy abierto a cualquier modelo, tal y como ya estamos haciendo con la marihuana en este país. Tenemos diferentes estados con diversos modelos y debemos aprender de cada uno de ellos. Con suerte, cuando llegue el momento de hacerlo a nivel federal, habremos aprendido lo suficiente para implementar el mejor sistema en funcionamiento. Así que estoy abierto a cualquier modelo que funcione.
¿Estás de acuerdo con el modelo comercial y liberal?
"Quería mostrar que, en materia de drogas, nos han engañado. Nos han mentido sobre los efectos y nos han mentido sobre la adicción. Hay problemas relacionados con las drogas, pero también hay soluciones simples, y espero que los lectores extraigan del libro algunas de las soluciones que propongo, como el análisis de sustancias que en España lleváis implementando desde hace años."
Siempre es necesaria alguna intervención estatal para sopesar los beneficios y los riesgos y regular adecuadamente el mercado. Si nos preocupan determinados grupos, como los menores, debemos controlar la publicidad. En Estados Unidos, por ejemplo, no permitimos la publicidad electrónica de tabaco o la publicidad de alcohol de alta graduación en televisión. Y hay intervención estatal para la dosis unitaria del alcohol y el control de calidad. En cualquier caso, en el capitalismo estadounidense el dólar es lo más importante. A veces, tenemos que decidir qué es más importante, si el dólar o nuestra gente, y la mayoría de las veces decidimos que el dólar es más importante. La discusión sobre modelos de regulación me parece una pérdida de tiempo. Me centro en promover el cambio hacia la regulación del mercado. Sabremos cómo hacerlo, somos seres inteligentes, hemos enviado gente a la Luna y hemos hecho cosas mucho más complicadas que esto.
En un momento en el que la expresión reducción de daños sigue estando censurado en los documentos oficiales de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), sugieres como alternativa hablar de “salud y felicidad”.
No sé qué término debería usarse, solo era una propuesta. Mi propósito era reflexionar sobre el hecho de emparejar continuamente la palabra daño con drogas, porque el lenguaje da forma a lo que pensamos, a cómo nos comportamos y a lo que decimos sobre las drogas. Planteaba como alternativa a la reducción de daños, hablar de “salud y felicidad” porque es más amplio e inclusivo. Si la gente tiene mejores términos, genial.
La guerra contra las drogas no es la causa del racismo y es solo otra herramienta para oprimir. Alrededor de cuatro millones de esclavos fueron liberados en 1865 y, actualmente, hay más de 2,3 millones de personas en prisión, en su mayoría afroamericanas, a las que se les niega la posibilidad de obtener empleo, vivienda, beneficios públicos o el derecho al voto. Los argumentos y las herramientas del racismo cambian y evolucionan, pero el resultado es el mismo. Si ponemos fin a esta guerra, ¿cuál será el próximo Jim Crow?
¡No tengo ni idea! Soy experto en drogas y sé cómo se han utilizado en mi campo para perpetuar el racismo. Y vemos que ocurre lo mismo con otras áreas como la vivienda, la educación y la salud. Intento quedarme en mi ámbito de conocimiento y espero que otras personas hagan lo mismo y podamos hablar e intercambiar visiones sobre el tema de forma conjunta. Pero suele ocurrir que, cuando se señala un problema como la guerra contra las drogas y su papel en la perpetuación del racismo, aparecen personas que se presentan como expertas y, aunque sepan mucho de racismo, no saben de drogas. El racismo es un término que abarca muchas áreas temáticas, así que sería mejor que se especializaran en una y no intentaran dar respuesta a todas cuando no tienen suficientes conocimientos.
Estados Unidos inició esta guerra contra las drogas a nivel interno para oprimir a determinadas comunidades y la impulsó a nivel internacional para dominar a otros países. ¿Por qué Estado Unidos tiene esta necesidad de oprimir a otros y demostrar su poder?
Ojalá tuviera la respuesta a esa pregunta. Obviamente es un país dominante con un falso sentido de superioridad, con esa necesidad de demostrar que “somos mejores”. No soy parte de ese nosotros porque estamos hablando de nuestra sociedad de hombres blancos. En cualquier caso, sí que algunas personas en nuestro país piensan que son superiores y que eso les otorga el derecho a controlar a los demás y a decirles cómo deben comportarse. Si además hay bienes de por medio, se añade el interés de explotarlos al máximo. Digo esto, pero, en realidad, no tengo una respuesta completa.
Un americano psicodélico
En Drugs for grown-ups: Chasing the liberty in the land of fear hablas de lo que significa ser americano y quizá sea precisamente esto: el orgullo de ser de ese país y demostrar su superioridad.
En el libro trato de que el público norteamericano entienda que ser estadounidense significa que, siempre y cuando no dañes a nadie, puedes vivir tu vida como quieras, sin prohibir a los demás que hagan lo mismo. Así que nos conviene luchar por la libertad de todas las personas, tal y como apunta nuestro documento fundacional. Por eso animo a la audiencia a que conozcan la Declaración de Independencia, aunque, lamentablemente, nadie se la lee.
Cuando escribiste este libro, ¿qué esperabas lograr?
Que las personas consideren su propia libertad, que vean cómo no estamos cumpliendo nuestra promesa de libertad en lo que respecta a las drogas y que asuman su responsabilidad individual para cambiar la situación. También quería mostrar que, en materia de drogas, nos han engañado. Nos han mentido sobre los efectos que son más probable que ocurran y nos han mentido sobre la adicción. Hay problemas relacionados con las drogas, pero también hay soluciones simples, y espero que los lectores extraigan del libro algunas de las soluciones que propongo, como el análisis de sustancias que en España lleváis implementando desde hace años.
¿Qué acogida ha tenido el libro por el momento?
Las críticas más duras provienen de personas que no lo han leído, que solo leen los titulares. La principal crítica es que estoy promoviendo el consumo de drogas y el consumo diario de heroína. Por supuesto que no es verdad, y es una crítica que además de doler me fastidia porque me obliga a responder y me quita tiempo de otras actividades placenteras, como escribir.
De hecho, la primera frase del libro advierte: “No es un libro que promueva el consumo de drogas” y “Con más de treinta millones de americanos que consumen alguna droga ilegal, las drogas no necesitan ningún promotor”.
¡Exacto! Pero insisto en que estas críticas proceden de personas que no han leído el libro y se han dejado llevar por los titulares. La gente no puede evitar sentirse atraída por los titulares sensacionalistas y las críticas, lo que, a pesar de todo, ha impulsado el interés y las ventas del libro. Después de leerlo se dan cuenta de que mis argumentos tienen sentido y de que lo que planteo es razonable. Así que las ideas están ya presentes en el debate público y resulta cada vez más difícil que nos sigan mintiendo.
“Fascinante, poderoso, transforma tu mente, inspirador, abre tus ojos, expande tu mente, revelador, un soplo de aire fresco, te desprograma, cambia tu perspectiva”..., son algunas de las expresiones que se repiten en las valoraciones de los lectores de tu libro. Cualquiera diría, leyendo esas palabras, que tú mismo eres un psicodélico para la sociedad. ¿Alguna recomendación de “salud y felicidad” para reducir el riesgo de un mal viaje?
¡Ser como un psicodélico me parece alucinante! [risas]. El mejor consejo que puedo dar para lidiar con posibles malos viajes es leer el libro completo y con la mente abierta.
La polémica heroica
A pesar de que en el libro hablas del uso que haces de varias sustancias, los titulares se han centrado en el consumo de heroína. En el Reino Unido existe un medicamento de heroína intranasal para niños y no ha levantado críticas. Por otro lado, podemos ver a gente como Michael Pollan o a todos los que desde Silicon Valley hablan sobre las bondades de los psicodélicos y nadie los desprecia. En tu caso, ¿por qué crees que te están difamando? ¿Es, como dice la canción, “Because I’m black” o porque hablas de un consumo por mero placer?
Creo que la reacción tiene mucho que ver con la forma en que menospreciamos el uso recreativo de heroína en nuestra sociedad, en nuestras películas, en nuestros medios de comunicación... Añade al cóctel que soy una persona negra con rastas que dice lo que estoy diciendo y ya tienes una buena mezcla explosiva para la histeria colectiva.
Cuando ves estas reacciones en tu contra, ¿puedes imaginar cómo sería tu vida si hubieras salido del armario psicoactivo en tus primeros años de carrera?
Si lo hubiera hecho en los inicios, se hubieran asegurado de que no tuviera ninguna oportunidad de tener una carrera. Y es muy significativo porque dicen que se preocupan por las personas que consumen drogas y tienen problemas, pero, en el momento en el que alguien dice que consume drogas, se encargan de arruinarle la vida. Entonces, ¿te preocupas por ellos o quieres arruinarlos? Es inconsistente y contradictorio.
Sin embargo, tú mismo mencionas que las opiniones sobre drogas del escritor y activista por los derechos humanos James Baldwin, en las que abogaba por la regulación, te parecían irresponsables. Te tomó mucho tiempo llegar a la conclusión de que tenía razón. Le rindes un homenaje comenzando tu libro con una cita suya: “Si quieres llegar al corazón del problema de la droga, legalízala… [La prohibición es] una ley que solo puede utilizarse contra los pobres”. Pero antes no lo veías tan claro, así que, supongo, puedes entender las reacciones que despierta tu discurso actual.
Absolutamente, cada persona tiene su proceso. Lo único que espero es que la gente escuche con la mente abierta y evalúe las evidencias. Que se plantee la posibilidad de la duda y piense: “Espera, este tipo es una persona respetable, voy a escucharle incluso si no estoy de acuerdo”. Y cuando se trata de que otras personas salgan del armario psicoactivo, también entiendo que no lo hagan por el miedo a las consecuencias. Pero, en mi caso, incluso ahora que estoy lidiando con los insultos y otras reacciones negativas, siento que debo hacer lo que es correcto. Porque si sé lo que es correcto y no lo hago, entonces no puedo mirarme a mí mismo. Y aunque sé que es jodidamente horrible, no tengo elección.
Más allá de estas reacciones, ¿salir del armario ha tenido otras consecuencias?
Sé que en la Universidad de Columbia se está discutiendo sobre si deberían publicar alguna declaración aclarando que se trata de uso y no de abuso o si deberían manifestar abiertamente su desacuerdo. Veremos con qué nos sorprenden.
Recomiéndanos un libro sobre drogas que haya cambiado tu perspectiva.
Realmente no hay libros de drogas que hayan cambiado mi perspectiva, pero si es sobre drogas recomendaría Tras el grito, de Johann Hari. Y si hablamos de un libro revelador para mí: The fire next time, de James Baldwin.
¿Tus próximos planes?
Solo quiero relajarme y tomarme un tiempo para pensar, disfrutar de mi vida y de las sustancias como mejor me parezca.