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Judaísmo, justicia y psicodélicos

Entrevista a Natalie Lyla Ginsberg

Es una de las cinco mujeres psicoactivas más influyentes, según Double Blind, la revista especializada en psicodélicos, que en el 2019 la incluyó en una lista junto a figuras míticas como Ann Shulgin. Natalie Lyla Ginsberg (Nueva York, 32 años) estudió Historia y Trabajo Social y participó activamente en el proceso de regulación del cannabis medicinal en su estado natal. Actualmente vive en Los Ángeles (California), donde dirige el área de Política y Defensa de la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS). Sus intereses van más allá de las sustancias psicodélicas y basta escucharla para contagiarse de su desbordante entusiasmo. Apasionada y afortunada –no deja de recordar la suerte que la acompaña a cada paso–, Ginsberg es, a pesar de su juventud, una mujer clave para la transformación social y política de la escena psicoactiva. El encuentro con ella se produce pocos días después de haber organizado la primera Cumbre Psicodélica Judía. De ello y de mucho más hablamos en esta placentera conversación.

Empecemos por el principio, ¿quién es Natalie Lyla Ginsberg?

Nací en el hospital Monte Sinaí de Nueva York y me gusta decir que es donde ahora la Dra. Rachel Yehuda está iniciando un centro de investigación psicodélica. Crecí en Manhattan. Mi padre trabajaba en Wall Street y mi madre también, pero lo dejó para poder pasar más tiempo con nosotros. Tuve una infancia muy privilegiada; teníamos recursos y recibí una buena educación. Fui a una escuela privada solo para niñas, cuya misión era desarrollar niñas con un intelecto aventurero, con amor por aprender a través del intercambio apasionado de ideas. Era una escuela muy especial que me permitió tener tiempo y espacio para hacer muchas preguntas y explorar. Crecí siendo judía y desde muy joven empecé a leer libros sobre el holocausto. A los ocho años mi libro favorito era Cuando Hitler robó el conejo rosa. Ahora pienso que quizá era demasiado pequeña para leer historias de niños que iban a campos de concentración, pero en aquel momento me interesaba mucho la historia. De hecho, acabé estudiando Historia porque creo que dio forma a muchas de las preguntas que me hacía, preguntas del tipo: ¿cómo es posible que un gobierno mate a miles de personas y lleve a cabo todo este horror? La historia del holocausto me ayudó a darme cuenta muy pronto de algunos paralelismos, como, por ejemplo, la manera en que nuestro gobierno trataba a la población negra, lo que me llevó más tarde a trabajar en el sistema penitenciario, donde pude ver muchas injusticias. Así que me gradué en la secundaria y me fui a Yale a estudiar Historia, una experiencia maravillosa. Por supuesto, en Yale hay muchos privilegios y también otros problemas, pero hice amigos formidables de todo el mundo, que mantengo a día de hoy. Aprender con gente de diversos países me ayudó a ampliar la mirada, porque en Estados Unidos creemos que somos el centro del mundo. He tenido la suerte de viajar mucho con mis padres y conocer lugares muy diferentes, lo que me ha permitido darme cuenta de que Estados Unidos no es el mejor país del mundo. Es cierto que tiene mucho poder, recursos, grandes pensadores, el mundo de Hollywood... Pero hay cosas que me gustan mucho más de otros países, como la forma de tratarse las personas entre sí o el sistema de salud pública o la educación. Los americanos hablan mucho sobre la educación, pero tienen un nivel muy bajo, la mayoría de estadounidenses no saben situar Estados Unidos en un mapa. Yo siempre he sabido que era muy afortunada, y no tardé en pensar que vivía en una burbuja de la que debía salir.

Te licenciaste en Historia en la Universidad de Yale en el 2011. Pero ¿cuándo y por qué te empiezas a interesar en el tema de las drogas?

Fue un viaje de conexiones diversas. En la universidad trabajé como tutora en una prisión, así que ya me interesaba el sistema de justicia criminal, un término ridículo porque no creo en los criminales ni tampoco en la justicia. Como en aquel momento quería ser abogada, pedí una pasantía para ver cómo era estar en el otro lado, y me pasé un verano trabajando en la oficina del fiscal del distrito de Brooklyn. Veía a mis amigos de Yale y nos fumábamos un porro en el parque el mismo día que en la oficina del fiscal nos habían traído a un chaval negro de trece años arrestado por una minucia de marihuana. Un arresto que tendría un impacto brutal para el resto de su vida: no podría solicitar becas ni acceder a una vivienda pública ni conseguir algunos trabajos. A mí, en cambio, una vez me pilló la Policía fumando marihuana y me dijeron: “Cariño, apaga eso, ¿no tienes que ir a la universidad?”. Incluso si me hubieran puesto una multa, mi padre habría contratado a un abogado y nos habríamos deshecho de ella, sin mayor impacto en mi vida. Estas diferencias me perturbaban. No podía estar fumando marihuana y al mismo tiempo llevar casos de marihuana en la oficina del fiscal. Así que me negué a llevar estos casos y me dediqué a delitos violentos. Y vi que el tema abogacía no era para mí y que me interesaba más el trabajo social. Tuve además una clase muy interesante en la universidad que se llamaba “Negros y ley”, a cargo de Chesa Boudin, que ahora es el fiscal del distrito de San Francisco, uno de los más progresistas de Estados Unidos. En aquella clase me di cuenta de que estaba muy decepcionada con el sistema y las leyes, que quería cambiar el sistema no trabajar para él.

Entrevista a Natalie Lyla Ginsberg

¿Y el siguiente paso fue estudiar un máster en Trabajo Social de la Universidad de Columbia?

Sí, me fui a Trabajo Social y el primer año hice una pasantía en una escuela de secundaria en el sur del Bronx, uno de los barrios más pobres de Estados Unidos, orientando a chavales de diez a catorce años. No tenía ninguna experiencia y sufría de ansiedad al ver que los problemas de estos chavales vienen del sistema, de las políticas o de cómo la Policía los trata cada día cuando caminan tranquilamente hacia la escuela. Sentía que mi papel allí era ser una simple tirita, cuando a mí lo que me interesaba era conocer las causas de los traumas. Mis pendientes de perlas, los títulos de Yale y Columbia, los contactos en Washington DC eran privilegios, conexiones y recursos que podía utilizar para ayudar a cambiar el sistema de manera más efectiva. Y entonces, un día en la universidad, escuché a Kassandra Frederick, ahora directora de la Drug Policy Alliance (DPA), una mujer que habla con una rapidez y energía desbordantes y que me cautivó al instante porque abordaba la raíz de los problemas con los que yo trabajaba. ¡Fue como encajar todas las piezas! Quedé entusiasmada y aceptó mi petición de prácticas en la DPA.

Así que en el 2014 entras en la Drug Policy Alliance, una de las principales organizaciones que luchan por el cambio de las políticas de drogas en Estados Unidos, y allí realizas tus prácticas participando en el proceso de regulación del uso médico del cannabis.

¡Fue increíble! Imagina, mis tutores fueron Kassandra Frederick y Jules Netherland. Trabajamos en la campaña “Atención compasiva en Nueva York” con muchos abogados defensores de pacientes para ayudar a contar la historia y sensibilizar a la sociedad. Teníamos a todas estas madres valientes dando vueltas alrededor de sus hijos con epilepsia y personas con cirrosis múltiple que estaban teniendo convulsiones y tenían que salir a fumar para calmarse. Fue un trabajo de años, pero justo el año que llegué se aprobó la legislación. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, por aquel entonces había dejado de fumar, por lo que abogó para que fuera marihuana medicinal para no fumadores, aunque en esto también tuvo mucho que ver el hecho de que el lobby de los vaporizadores presionara alertando sobre lo peligroso que era fumar. Esta decisión tuvo sus problemas, por ejemplo, para personas con esclerosis múltiple, en las que fumar cannabis tiene un impacto beneficioso inmediato. Es uno de los muchos ejemplos de cómo la maximización de beneficios en un marco capitalista puede no estar al servicio de la salud pública. Otro hándicap fue que las licencias eran muy limitadas y de difícil acceso. Aunque no estábamos del todo contentas con el resultado final, sin duda era mejor que lo anterior y se ha continuado trabajando en estos años para mejorarlo. Es divertido ver la situación del cannabis ahora en Nueva York y cuánto ha cambiado el gobernador Cuomo.

Modelos de regulación capitalista

En una plantación de cannabis en Tel Aviv.
En una plantación de cannabis en Tel Aviv.

En estos años, el estatus legal del cannabis en todo Estados Unidos ha cambiado radicalmente. ¿Cómo valoras la regulación del cannabis en tu país?

Algo interesante en Estados Unidos es que tenemos la oportunidad de probar cosas diferentes en cada estado y aprender unos de otros. Sabemos que hay cosas que han funcionado bien y otras no. La gente tiene claro que es inevitable y que ya está sucediendo, pero siente frustración porque ven a grandes empresas y hombres de negocios que se están enriqueciendo. Al mismo tiempo, al gran mercado estadounidense le encanta el marco capitalista, que satisface sus necesidades de forma fácil y rápida. De alguna manera, este marco capitalista también ha contribuido al cambio cultural y a la normalización. Políticos, celebridades y gente mainstream que da a conocer su uso o las pelis o series televisivas que visibilizan el consumo y lo normalizan con una imagen diferente al estereotipo del fumeta perezoso que se sienta en el sofá a comer Cheetos y jugar a videojuegos.

"Si hablamos de despenalizar, es imprescindible hablar de las sustancias por las que la gente está en la cárcel o pierde la vida. Y no son precisamente las psicodélicas"

Hablas de diferentes modelos, pero la percepción desde fuera es que en Estados Unidos el modelo de regulación es uno: capitalista puro y duro.

¡Me encanta hablar con gente de fuera! Sí, es obvio que el modelo capitalista está en cualquier rincón del país y el objetivo es maximizar las ganancias. Es curioso porque si aquí lo cuestionas te preguntan si eres socialista, como si fuera lo peor. Y cuando hablo con gente de fuera, intento no utilizar la palabra capitalismo porque en seguida genera rechazo y se ponen a la defensiva. La situación del cannabis en Estados Unidos es muy confusa, porque la marihuana sigue siendo ilegal a nivel federal, aunque diferentes estados han cambiado las políticas. Y aquí está una de las diferencias en la forma de regular: algunos estados lo han hecho por votación popular y en otros se ha hecho a través de los representantes electos. Otra diferencia es que hay modelos, como el de California, que tienen un sistema mucho más equitativo. Por ejemplo, se animaba a solicitar licencias a las personas con antecedentes en un intento de reparar los daños generados por la prohibición. Mientras que en otros estados tener antecedentes penales te excluye de participar en la industria. Lo que es muy loco porque tenemos unas leyes tan racistas que si eres una persona negra o una persona de color es muy probable que tengas antecedentes penales, la mayoría por consumo de marihuana. Otra diferencia es que en algunos estados es necesario que las personas que solicitan una licencia vivan en el vecindario, una medida para evitar monopolios que no se da en otros estados, donde solo otorgan cuatro o cinco licencias a empresarios blancos. También existen diferentes regulaciones sobre el cultivo, que afectan, por ejemplo, a los productos químicos que se pueden utilizar. Es un tema preocupante porque sabemos que el cannabis no causa cáncer, pero algunos pesticidas sí pueden causar cáncer y otras enfermedades. A veces, intentando solucionar un problema, se generan otros nuevos. En algunos estados, por ejemplo, solo se permite el cultivo en interior, lo que además de caro es terrible para el medio ambiente… Hay diferencias, pero es cierto que no son significativas desde la perspectiva “capitalista”. De hecho, a menudo hablo de los clubes sociales de cannabis de Cataluña, pero nadie cree que sea un modelo que vaya a suceder en Estados Unidos.

Natalie en el festival Burning Man (Nevada, EE UU).
Natalie en el festival Burning Man (Nevada, EE UU).

¿Cuáles serían los elementos fundamentales para implementar una mejor política de drogas?

Un factor clave para implementar una mejor política es conocer quiénes son las personas más afectadas por la guerra contra las drogas, tenerlas en cuenta e involucrarlas en el proceso, además de construir alianzas y dar a conocer los múltiples impactos en diversas comunidades. Por último, se debe asegurar que nuestras políticas no causen más daños a medida que intentamos arreglar las cosas.

En el 2014 te unes a la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), donde fundas el área de política de drogas.

En la DPA me sentía conectada con el trabajo de políticas de drogas, pero también extrañaba el trabajo de terapia y quería hacer ambas cosas. Y descubrí la investigación psicodélica. Me gusta fumar marihuana, pero nunca había tomado psicodélicos. De hecho, una vez tomé setas, pero no sentí nada. Y cuando empecé a leer sobre el uso terapéutico me sorprendió encontrarme con algo que en tres sesiones puede sacar a la gente de su depresión o de su adicción; problemas para los que en el máster de trabajo social decían que no había cura y que eran enfermedades de por vida. Pensé que debía abordar la raíz del trauma en lugar de dedicarme solo a los síntomas. Acabé contactando con MAPS, que me respondieron que solo necesitaban pasantes. Yo me estaba graduando y necesitaba un trabajo remunerado. Afortunadamente, en ese momento Rick Doblin, el director de MAPS, necesitaba ayuda en el trabajo de políticas para poder investigar con cannabis, lo que en Estados Unidos resulta incluso más difícil que con MDMA. Doblin vio que con la DPA estaba trabajando la marihuana en Nueva York y me propuso trabajar en el tema del cannabis, pero también con la formación de terapeutas. ¡Imagínate! Fue increíble. Así que me gradué y me trasladé a Santa Cruz (California), donde MAPS tiene su sede. Es una ciudad preciosa, relativamente pequeña, surfera, hippie y psicodélica. Vivía en un lugar espectacular, a dos cuadras del mar, y había secuoyas, unos enormes árboles milenarios. Además, tuve mucha suerte con MAPS de inmediato. Durante los primeros meses estuvimos haciendo formación en Londres, así que viajé mucho y me dio la oportunidad de conocer gente muy diversa, hacer preguntas y establecer conexiones. Y pronto me di cuenta de que nadie estaba hablando sobre política y psicodélicos, así que se lo propuse a Rick, que me apoyó desde el inicio. De hecho, en aquel momento estábamos con el doctorado de Rick sobre políticas para convertir la MDMA en un fármaco recetado, y había una oportunidad de pasantía. Ahí conocí a Ismael Ali, mi querido colega, cuando estaba en la Facultad de Derecho de Berkeley. Conectamos desde el primer momento y, cuando acabó Derecho, se unió a MAPS para construir el equipo de políticas. Así que, en realidad, ambos somos cofundadores del área de políticas y somos un equipo en crecimiento. Desde el inicio teníamos claro que, aunque trabajamos en MAPS, la organización de investigación psicodélica, teníamos que implicarnos en poner fin a la guerra contra todas las drogas y no podíamos simplemente hablar de despenalizar solo los psicodélicos. Desde el comienzo tuvimos este enfoque compartido, por lo que nuestra prioridad y gran parte de nuestro trabajo ha sido tratar de educar a personas del mundo psicodélico que creen que no se deben regular otras drogas como la heroína. En este sentido, la labor de figuras como el Dr. Carl Hart, el modelo de referencia en lo que respecta a la educación, los datos y la investigación sobre drogas en Estados Unidos, tiene un gran impacto en el cambio de opinión de la sociedad.

Con Ismael Alí en su visita a Energy Control en Barcelona, tras la World Ayahuasca Conference de Girona (2019).
Con Ismael Alí en su visita a Energy Control en Barcelona, tras la World Ayahuasca Conference de Girona (2019).

Ya que lo mencionas, Carl Hart critica a menudo el excepcionalismo psicodélico, la creencia de que las sustancias psicodélicas son más seguras o deseables y deben diferenciarse del resto de drogas.

Comparto la crítica totalmente. Los psicodélicos han despertado interés y existe mayor apertura al tema. Podemos ver en la portada de The New York Times que los psicodélicos revolucionarán la psiquiatría y, aunque Doblin menciona el tema de la guerra contra las drogas, no es lo que la gente se lleva del artículo. Por eso es tan importante llamar la atención sobre los psicodélicos para contar la historia de manera más amplia. El excepcionalismo psicodélico es dañino. Muchas personas que consumen psicodélicos consumen otras drogas y se podrían crear sinergias estratégicas más que crear distancias. Por ejemplo, tenemos una crisis de sobredosis con fentanilo, por lo que hay mayor apertura a poner en marcha servicios de análisis, algo en lo que España nos lleva mucha ventaja y que aquí, en algunos estados, se considera parafernalia y es delito. ¿Por qué poner en marcha estos servicios solo para esta población y este contexto? Porque es mucho más fácil abogar por un servicio de análisis para atender la crisis de opiáceos, que hacerlo destinado a personas que están de fiesta tomando MDMA. Pero si los que estamos trabajando en el ámbito de los psicodélicos colaboramos en la implantación de servicios de análisis para los opiáceos, podría asegurarse más tarde el análisis de otras sustancias en otros contextos. Me gusta lo que dijo Mitchell Gómez, director de DanceSafe (organización de Estados Unidos similar a Energy Control): “Los psicodélicos son excepcionales, pero no exigen excepcionalismo”. Todas las sustancias tienen aspectos valiosos y potencial terapéutico. Y si hablamos de despenalizar sustancias y evitar muertes, resulta imprescindible hablar de las sustancias por las que la gente está en la cárcel o pierde la vida. Y no son precisamente las psicodélicas. Así que tenemos una plataforma enorme y un micrófono que debemos aprovechar para contar toda la historia y no permitir que la gente se distraiga con lo llamativo de una portada o un titular.

MDMA a la venta en farmacias

Natalie, porro en mano, sale del armario psicoactivo. La foto pertenece a una sesión hecha para la publicación MJ Lifestyle por su fundadora y fotógrafa Jennifer Skog
Natalie, porro en mano, sale del armario psicoactivo. La foto pertenece a una sesión hecha para la publicación MJ Lifestyle por su fundadora y fotógrafa Jennifer Skog

Esta semana, Nature Medicine publicó el artículo que detalla los resultados del primer ensayo clínico de fase 3 de la terapia asistida por MDMA para el trastorno por estrés postraumático (TEPT) y, como has mencionado, The New York Times se ha hecho eco de ello en su portada. ¿Qué significa la fase 3?

Para que una sustancia se convierta en un fármaco aprobado por la Food and Drug Administration (FDA), debe superar tres fases. Estamos en la fase final, por lo que nos encontramos muy cerca de su aprobación, si todo sale bien, en el 2023. Esta fase es un ensayo riguroso, con un gran número de participantes y que utiliza el mismo fármaco y marco metodológico que utilizaremos una vez aprobado. Los resultados son espectaculares, obteniendo un nivel de efectividad mucho mayor que cualquier otro fármaco psiquiátrico usado hoy en día. Por eso The New York Times, la psiquiatría y tantas personas que trabajan con el trauma están prestando atención. Es difícil ignorar los resultados cuando proceden de estudios rigurosos. Lo estamos consiguiendo cumpliendo con los mismos estándares que cualquier compañía farmacéutica, pero, al mismo tiempo, lo hacemos de forma muy diferente. En primer lugar, las farmacéuticas patentan los compuestos para que nadie más pueda elaborarlos y ser de su propiedad para siempre. Nosotros, en cambio, estamos desarrollando una estrategia para asegurar que nadie pueda patentar la MDMA y sea accesible para quien quiera fabricarla una vez sea legal. Otra diferencia es que MAPS es una organización sin fines de lucro, al contrario que las farmacéuticas. Ahora, debido a que la MDMA será aprobada como medicamento, no podemos vender MDMA como organización sin fines de lucro, así que tuvimos que iniciar otra entidad, MAPS Public Benefit Corporation (MAPS PBC), lo que nos ha permitido crecer. En el 2014 éramos quince personas trabajando en MAPS, ahora junto a la empresa, hay ciento cincuenta personas investigando. Es una empresa especial por muchas razones, pero una de las que la hace única es que se la llama “corporación de beneficio público”, y eso significa que, en lugar de priorizar el maximizar las ganancias, nuestra prioridad es la salud y el beneficio común. Así que el dinero que se obtiene se devuelve a la organización sin fines de lucro para hacer más investigaciones, más educación y apoyar el trabajo en curso.

Una vez que la MDMA esté aprobada, ¿será eliminada de la lista I?

Es una buena pregunta para la que no tenemos certezas. Mi instinto me dice que no sucederá de forma automática. Debería, porque significa que tiene valor médico y, por lo tanto, no debería estar en esa lista, que no reconoce ningún valor terapéutico. Es una gran contradicción, ¿cómo se puede mantener un fármaco oficialmente aprobado como una sustancia sin reconocimiento de su uso médico? Pero lo hemos visto con el cannabis. Pueden reclasificar algunos compuestos, como el CBD, como excusa para desarrollar el Sativex. Por otro lado, el gobierno estadounidense tiene patentes de cannabis para tratar el cáncer de cerebro, pero sigue manteniendo que el cannabis no tiene valor médico y es ilegal. Es lamentable, pero al mismo tiempo, nos genera un margen de maniobra que nos permite tener más opciones. ¡Qué aterrador si todos los estados hubieran hecho lo que decía Trump! Así que, a pesar de que pueda resultar conflictivo, ese margen nos permite que el cannabis sea ilegal a nivel federal, pero legal en los estados que lo deciden. Es un tema que esperamos trabajar con la DPA. Lo que realmente nos gustaría es que no existieran las listas de fiscalización, pero podemos empezar trabajando eliminando la MDMA de la lista I.

¿Y qué hay de la aprobación de la MDMA en Europa?

Después de la aprobación de la FDA, esperamos que llegue la aprobación de la Agencia Europa de Medicamentos. En estos momentos seguimos recaudando fondos para investigar en Europa. Estamos tratando de encontrar subvenciones gubernamentales en Europa porque la filantropía allí es diferente. Las personas tienen cubiertas las necesidades básicas y de atención médica, por lo que hay menos cultura filantrópica. Pero ya tenemos ubicados puntos en diversos países como Reino Unido, Alemania y Portugal.

El judaísmo psicodélico

Cartel de la Primera Cumbre Psicodélica Judía celebrada el pasado mayo.
Cartel de la Primera Cumbre Psicodélica Judía celebrada el pasado mayo.

Has realizado un estudio con israelíes y palestinos que han tomado juntos ayahuasca. Explícanos cómo ha sido esta experiencia.

Entrevistamos a dieciocho judíos israelíes y trece palestinos sobre sus experiencias bebiendo ayahuasca en ceremonias conjuntas con la hipótesis de que las experiencias psicodélicas pueden desempeñar un papel para generar procesos de paz en la comunidad. No es que se juntaran con ánimo expreso de reconciliación, sino que lo hacían por razones personales. Para el pueblo palestino es difícil el acceso a la ayahuasca, por lo que se daba a través de “un amigo de un amigo, que es israelí”. También hay un sesgo porque las personas, tanto judías como palestinas e israelíes, que eligieron ir a estos círculos se sienten desde el principio más seguras unas con otras. Es tan tremenda la segregación en estos momentos, que este tipo de círculos suponen grupos de personas especiales. Y lo que más encontramos eran relatos de unidad y conexión y de transformación de la ira en compasión. Ahora estamos desarrollando un proyecto diferente en España, donde se unirán en una ceremonia con una intención de reconciliación. Es un contexto diferente, puesto que no es lo mismo acudir con la intención de un trabajo de curación personal que para la reconciliación en un proceso de conflicto comunitario. Sabemos que se pueden cambiar dinámicas y generar formas diferentes de pensar que podrían facilitar el acercamiento y el trabajo conjunto. Lástima que la pandemia frenó el proyecto y no sabemos bien cuándo podremos retomarlo. Pero hay gente increíble trabajando en ello y seguimos presentes tanto en Palestina como en Israel.

En tu reciente artículo, “Preocupaciones éticas sobre la propiedad intelectual de la psilocibina”, cuentas que hay al menos veinticuatro procesos de patentes registrados de compuestos de psilocibina, pero no hay noticias sobre acuerdos legítimos con los mazatecos o cualquier otra comunidad indígena. ¿Qué está pasando?

Tengo más preguntas que respuestas. El objetivo del artículo era crear conciencia sobre la historia de la psilocibina: cómo la gente en el mundo médico occidental llegó a conocerla y la forma en que mintieron y se aprovecharon de María Sabina. El icono con su imagen es muy conocido, pero no se habla de cómo su privacidad fue violada y el impacto negativo del turismo posterior en su comunidad. Hay declaraciones de la ONU que mencionan la medicina sagrada como un derecho intelectual de la comunidad indígena, pero no sabría cómo honrar esto. Lo que sí sabemos es que ninguna de las empresas que desarrollan psilocibina está pensando en ello, y es preocupante. Por ejemplo, hay unos fondos conocidos como “fondos conscientes”; apenas se sabe de ellos más allá de que están invirtiendo en compañías “poco conscientes” en el espacio psicodélico. Desgraciadamente, vivimos en un sistema en el que está totalmente normalizado que las empresas farmacéuticas extraigan diferentes plantas medicinales de las comunidades indígenas y las desarrollen sin ninguna reciprocidad ni reconocimiento, algo que me gustaría que Estados Unidos cambiara. No tengo la solución, pero hay mucho que podemos aprender del cannabis. Los programas de equidad del cannabis en Estados Unidos tratan de compartir la investigación o de crear asociaciones conjuntas, buscando también entre otros objetivos gustar, ofrecer su cara más amable. Y para ello, es habitual que las empresas visibilicen que aportan un porcentaje de sus beneficios a determinada organización para poner fin a la guerra contra las drogas. En el espacio psicodélico no estamos hablando solo de financiación, sino de exigir responsabilidad y reciprocidad a las empresas y cuestionarlas: ¿están dañando a la comunidad indígena?, ¿de qué manera podrían ayudar a la comunidad? Espero que se sientan inspiradas para innovar y encontrar maneras de honrar y proteger estas tradiciones y medicinas sagradas. Los procesos de patentes también me preocupan. Por eso creo que es muy importante poder cultivar en casa, sean hongos, cannabis o cualquier otra sustancia. Sería una forma de ayudar a equilibrar el riesgo de las patentes.

Me sorprendió encontrar al micólogo Paul Stamets entre los dueños de las patentes de psilocibina.

Me alegra de que lo menciones porque es importante señalar que no todas las patentes son diabólicas por sí mismas. Hay patentes que permiten a las personas proteger el trabajo que llevan años desarrollando y que otras personas no se enriquezcan a su costa. No conozco lo suficiente sobre las patentes de Paul Stamets, pero sé que ha hecho un trabajo increíble y me merece respeto y confianza.

A principios de mayo organizaste la primera Cumbre Psicodélica Judía, ¿cuál es la conexión entre los psicodélicos y el judaísmo?

Empezando por lo básico, la Torá menciona el cannabis y otras sustancias que se mezclan para hacer incienso en el cofre sagrado. Así que las sustancias vegetales han formado parte de nuestra tradición. Luego hay una gran cantidad de prácticas místicas judías profundas de la Cábala, muchas procedentes de España. Por eso fue, por cierto, tan especial para mí acudir a la Conferencia Mundial de Ayahuasca del 2019, celebrada en Girona, ciudad donde estuvieron durante el siglo xiv muchos de los principales pensadores cabalistas. Otra de las conexiones interesantes es el chamanismo judío, que posiblemente tenga su origen cuando el judaísmo era una religión indígena basada en la tierra y las estaciones en Israel. En la cumbre tuvimos un panel increíble con Ethan Nadelman, fundador y director de la DPA; Mitchell Gómez, de DanceSafe, y la artista y activista Paula Graciela, que hablaron sobre por qué poner fin a la guerra contra las drogas es un imperativo judío. Hablamos de la criminalización del pueblo judío durante la Inquisición española, hablamos de los españoles que llegaron al Nuevo Mundo y también criminalizaron otras religiones indígenas y sus prácticas. Así que la criminalización y prohibición de las sustancias psicoactivas en América tiene mucho que ver con la colonización religiosa de España. Otra conexión es la búsqueda de espiritualidad. Nos preguntábamos por qué tantos israelíes van a la India después del ejército, una tradición que empezó después de la primera guerra mundial. Tras el horror del holocausto, mucha gente se preguntaba “¿dónde está Dios?”, e iban allí en busca de espiritualidad. El pueblo judío ha sido durante miles de años oprimido, obligado a vivir en países bajo ciertas reglas, a vivir en guetos, a ser expulsado, violado y asesinado. Es un trauma intergeneracional que arrastramos para el que la terapia psicodélica puede ser muy útil. Y esto está en sintonía con mi labor en MAPS, donde desarrollé el plan de equidad en salud para asegurar que trabajamos con personas de diferentes orígenes. Por ejemplo, tenemos unas becas que priorizan la formación de terapeutas negros e indígenas, trans y otros géneros no binarios, porque así se garantiza una comprensión profunda de las personas con las que trabajamos. Sin embargo, no fue hasta hace poco que nos preguntamos: ¿qué pasa con los judíos? Entonces me di cuenta de que hasta la capacitación que hacemos en MAPS está en sabbat, por lo que ni siquiera pueden acudir los judíos para formarse.

Caminando por las calles de Belén, con Atwan I. Saca y Leor Roseman, compañeros en el proyecto de psicodélicos para la resolución de conflictos en Israel y Palestina.
Caminando por las calles de Belén, con Atwan I. Saca y Leor Roseman, compañeros en el proyecto de psicodélicos para la resolución de conflictos en Israel y Palestina.

¿Cuánta gente participó en la primera Cumbre Psicodélica Judía?

Asistieron más de mil personas y esperamos que la próxima pueda ser presencial. Ha sido un encuentro muy especial por muchos motivos. Tuvimos gente de todo el mundo y asistieron muchos rabinos interesados en cómo los psicodélicos pueden desempeñar un papel en la espiritualidad de las personas. En el judaísmo hay mucha más tolerancia para hacer preguntas, y estaban los interesados, que mostraban mucha curiosidad, y los experimentados, que tenían mucho que compartir. Y también tuvimos personas que nacieron judías pero no eran religiosas y que conectaron con el judaísmo por primera vez. Fue maravilloso, porque uno de los muchos problemas con la colonización y la supremacía blanca es que borra la conexión con nuestro linaje y nuestra cultura, así que la cumbre me ha permitido aprender más sobre mis tradiciones.

Recomiéndanos un libro.

The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness (‘El nuevo Jim Crow: encarcelamiento masivo en la era del daltonismo’), de Michelle Alexander.

¿Qué esperas conseguir los próximos años?

Creo que los próximos diez años me dedicaré al cambio de la narrativa en el imaginario colectivo. Ahora estoy en Los Ángeles y espero trabajar con guionistas, artistas y personas que nos ayuden a crear una imagen diferente a la habitual. Las nuevas narraciones deberán incluir la guerra contra las drogas, las tradiciones, las comunidades indígenas y todos esos elementos que nunca vemos en la gran pantalla. El arte es una herramienta poderosa para el cambio social que conecta personas de orígenes y perspectivas diferentes. Otra tarea para el futuro es seguir con la Cumbre Judía Psicodélica. Es algo reciente, pero abre muchas líneas de trabajo. Por ejemplo, creo que es importante que, entre los terapeutas psicodélicos, no solo haya terapeutas sino también líderes religiosos, para que las personas puedan tener experiencias más holísticas. Y, por último, tengo mucho interés en el trabajo grupal con psicodélicos para la reconciliación y la sanación en procesos de conflicto comunitario. Me encantaría usar MDMA con republicanos y demócratas en Estados Unidos. ¡Hay tantas formas diferentes en las que estos medicamentos pueden ayudarnos a ser creativos y compasivos!

Síguela en:

@Natalie_Lyla 

https://maps.org/ 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #283

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