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Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Una entrevista a Mathieu Kassovitz sobre su reciente documental ‘Cannabis’, la legalización y su propia experiencia.

Al revisar la hemeroteca y echar un vistazo a las noticias sobre Francia de los últimos meses, encontramos una serie de avances en materia de derechos sociales que sugieren una progresiva equiparación del país al nivel de sus vecinos más progresistas. Entre estos avances se encuentran la reciente inclusión del derecho al aborto en la Constitución, el anuncio de un proyecto de ley de eutanasia y el debate en torno a la inclusión del consentimiento como elemento fundamental en las leyes que penalizan los abusos sexuales o a la baja médica menstrual.

Una segunda lectura más atenta revela, sin embargo, que hay un tema en el que Francia parece estar quedándose atrás respecto a los países de su entorno: la despenalización o legalización de las drogas, en concreto del cannabis, está totalmente ausente del debate público.

Con entre cinco y seis millones de consumidores de cannabis, lo que equivale aproximadamente a una décima parte de su población total, Francia se sitúa a la cabeza de Europa en términos de consumo de esta sustancia. Paradójicamente, a pesar de esta realidad, el país mantiene una de las legislaciones más restrictivas del continente en lo que respecta al cannabis. Mientras que naciones vecinas como Alemania y otras con afinidades culturales y lingüísticas como Canadá han optado por la legalización, Francia continúa imponiendo severas penas por su consumo, amparándose en la Ley Mazeaud, una normativa que data de 1970.

Romper el tabú

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Cannabis, una investigación de Mathieu Kassovitz y Antoine Robin que fue emitida el 2 de abril en la televisión pública francesa.

“Cada año hay un nuevo país que legaliza el cannabis”, observa Kassovitz. Ante este panorama, surge la pregunta inevitable: ¿a qué se debe la inmovilidad francesa en este tema? Cuando Antoine Robin, vecino, amigo y productor de documentales, le preguntó a Kassovitz qué tema le gustaría investigar, la respuesta no se hizo esperar: “la legalización del cannabis”.

Juntos, y con el firme propósito de romper el “tabú” que existe en Francia sobre este tema, decidieron producir de forma independiente un documental que planteara una pregunta sencilla: ¿es la legalización la solución?

Para su sorpresa, la cadena pública francesa France 5 decidió respaldar el proyecto, en el que han trabajado durante los últimos dos años. Finalmente, aprovechando la legalización del cannabis en Alemania, la cadena programó la emisión del documental para su estreno en Francia el martes 2 de abril a las 21:05, tan solo horas después de que el periódico Die Bild recibiese la aprobación de la ley en el país vecino con un sensacionalista titular:¡Se aprobó la Ley Fumeta!”.

¿Podemos permitirnos en Francia, además de ser un país de alcohólicos, dejar que la gente se fume un porro?, se pregunta el director.

Aprovechando el estreno del documental, converso con Kassovitz. Entre caladas pausadas y jugueteos con su mechero Bic color lima, el director y actor me habla de la producción, de la legalización del cannabis y, por supuesto, de su relación personal con esta sustancia.

Las cifras no mienten: el documental ha sido un éxito de audiencia. La noche de su estreno, la emisión alcanzó 7.400.000 espectadores, y el debate posterior en el programa Ce Soir de France 5 batió récords de audiencia con 675.000 espectadores. Sin embargo, ante la mención de estos buenos resultados, que podrían indicar un interés del público en la legalización, Kassovitz se muestra pesimista: “El éxito es agradable, pero hasta que los políticos no tomen cartas en el asunto...”.

Para Kassovitz, este documental tiene como objetivo abrir y fomentar el debate sobre un tema “muy candente en Francia, sobre el que la gente se hace muchas preguntas y del que conoce poco”. “En Francia estamos realmente atrasados, así que cualquier pequeño paso puede ayudar a avanzar el debate. Ya veremos. Espero que este documental contribuya en ese sentido”.

Un porro en un país de bebedores

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Mathieu Kassovitz muestra durante el documental una bolsa vendida en la periferia de París.

¿Por qué ese silencio, esa ausencia de debate? Para Kassovitz, se trata de “una cuestión moral que va más allá de la legislación o de la salud pública. Es una forma muy francesa de juzgar a la gente, de no aceptar que los demás pueden pensar de manera diferente. ¿Podemos permitirnos en Francia, además de ser un país de alcohólicos, dejar que la gente se fume un porro?”, se pregunta el director.

En Francia, un “país de bebedores” para Kassovitz, se cultiva “esa imagen del placer, del exceso, pero el fumar marihuana no forma parte de nuestra cultura, de nuestra concepción de la libertad”. “Cuando hablas de Francia en Estados Unidos, cuando le preguntas a un americano qué es un francés, te dirá: el vino, el cigarro”, dice gesticulando nerviosamente como si fumase. “Tenemos esta reputación, pero el porro no forma parte de la foto”, sentencia. 

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Con Caroline Janvier, diputada de Renaissance, el partido de Macron.

Para romper con este tabú, Kassovitz y Robin inician su viaje en Francia entrevistando a diversos actores sociales: abogados, médicos expertos en adicciones, enfermos crónicos, traficantes y camellos, representantes políticos y miembros de las fuerzas de seguridad como Eric Henry y Rudy Manna, portavoces de Alliance Police Nationale, que presentan la política “Place nette” –plaza limpia–, criticada por amplios sectores por su ineficacia y enfoque mediático. Hay algo en Kassovitz que hace que todos hablen sin tapujos.

Paradójicamente, a pesar de haber sido recibido por el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, el documental no cuenta con la participación de ningún miembro del gobierno francés. Ante la pregunta de qué le diría al ministro del Interior si tuviera ocasión, Kassovitz es claro: “No aspiro a cambiar la mentalidad del ministro del Interior, del ministro de Salud... no tenemos más que decir que lo que el documental ha dicho. Nosotros presentamos una investigación meticulosa, actualizada y al día…” Eso sí, puntualiza girándose en la silla y con tono esperanzado, “Lo que veo hablando con los entrevistados es que sus convicciones son cada vez más débiles. Se dan cuenta de que es una batalla perdida”.

Marruecos, España, Países Bajos, Tailandia y Canadá

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Kassovitz se reúne con personalidades del sector cannábico. Arriba, en Tailandia con Tom Kruesopon, fundador de la empresa de cannabis Golden Triangle Health.

El formato de diez episodios de veinte minutos permite dedicar un espacio considerable a cada país visitado, aunque hay algunos que inevitablemente se han quedado por el camino como Portugal, Suiza o Uruguay, que fue el primer país del mundo en legalizar el cannabis. Tailandia, que no aparece en la versión documental, tiene su propio episodio online. 

Tras presentar la situación en Francia, el dúo de realizadores se dirige a Marruecos, primer productor mundial de hachís que en 2021 promulgó una ley que autoriza la planta para usos medicinales e industriales. En las montañas de Ketama se encuentran con Abdellatif Adebibe, “el rey del Rif”, quien defiende la creación de una denominación de origen para la ‘beldía’, la marihuana autóctona, algo impensable hace apenas unos años. 

"En los Países Bajos la fiesta se ha terminado, el cannabis ya no hace reír a nadie”, escuchamos decir a kassovitz en el documental"

De ahí pasan a España, donde exploran la paradoja legal de que se pueda consumir dentro de los clubes sociales (“donde para entrar hay que ser socio, como un socio del Barça, salvo que aquí no es el balón el que rueda, sino el cannabis”, dice con humor Kassovitz en el documental). Sin embargo, no se puede transportar el cannabis a los clubs ni llevarlo a tu domicilio. Una vez más, las zonas grises, el ya famoso backdoor que implica que el cannabis llegue a los clubs de manera ilegal.

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

En la aduana de Algeciras, el documental muestra el hachís incautado en un camión.

Especialmente relevante es la entrevista con Lisardo Capote, jefe del Servicio de Vigilancia Aduanera del Campo de Gibraltar, quien reconoce que es imposible erradicar el tráfico con medidas represivas: “Es imposible ganar. Resistir ya es una victoria. Hay tanto dinero en juego que no los puedes parar. Un buen piloto puede ganar hasta 120.000 euros”. Sin embargo, Lisardo Capote se muestra en contra de la legalización: “Si aplicas impuestos al consumo, habrá igualmente un mercado negro sin impuestos. Siempre habrá un mercado negro”. “Tienes que poner límites, si no, hoy es hachís y mañana será cocaína”.

Kassovitz, por su parte, se confiesa un firme defensor de la legalización. “Yo creo que hay que legalizar por tres motivos fundamentales. En primer lugar, por la salud pública: es necesario permitir a los adolescentes acceder a información veraz sobre qué es el producto y sus efectos. En segundo lugar, para la descriminalización de toda esta industria, que es enorme y genera una gran cantidad de dinero, lo que permitiría ingresar fondos en las arcas del Estado. Por último, por el libre albedrío de cada uno para saber lo que es bueno para sí mismo, lo que le conviene o no”.

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Kassovitz golpea con dos varas para sacar el polen de la flor de cannabis en Marruecos.

No compra, desde luego, el argumento del efecto llamada de la legalización. “No porque se legalice la venta de un producto, todo el mundo va a consumirlo. El caso de Canadá nos demuestra que no hay un aumento en el número de consumidores después de la legalización. Hoy hay seis millones de consumidores en Francia. Si legalizamos la marihuana, mañana habrá seis millones igual. La única diferencia es que estarán descriminalizados, el dinero volverá al Estado y entrará en un sistema que es un poco más virtuoso que dárselo a no se sabe quién”.

¿Cuánto tiempo lleva pasar del ‘va a ser un infierno’ a esta legalización?’”, pregunta Kassovitz, intrigado, a Trudeau. “Quince minutos”, responde Trudeau con esa sonrisa traviesa que lo caracteriza.

Ámsterdam, un icono del cannabis durante décadas, es una de las paradas más relevantes –y amargas– del documental. Allí, Kassovitz se interroga sobre los riesgos que representa despenalizar el consumo sin descriminalizar la producción, a través de charlas con distribuidores como Arjan Roskam de Green House Seeds o periodistas como Wouter Laumans, autor de Mocro Maffia, una investigación sobre la organización criminal que controla el narcotráfico en los Países Bajos. “En los Países Bajos la fiesta se ha terminado, el cannabis ya no hace reír a nadie”, escuchamos decir a Kassovitz en el documental.

Es precisamente para preguntarse cómo se gestiona la legalización de la producción que Kassovitz y Robin viajan a Canadá, “un país que tiene una cultura que está a medio camino entre Estados Unidos y Francia, lo que facilita la comparación”, dice Kassovitz. Allí visitan, entre otros, Cannara Biotech, que produce 1300 toneladas de marihuana por año, o la Société québécoise du cannabis (SQDC), que tiene como mandato gestionar la venta del cannabis en todo el territorio de Quebec, además de gestionar los impuestos derivados de esta industria, que alcanzan los 220 millones de dólares.

¿Qué hacer con el dinero?

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

En una granja de cultivo en Canadá.

Los números son impresionantes: resulta evidente que la industria del cannabis tiene el potencial de generar muchos ingresos para el Estado. Como recuerda en el documental la diputada de Renaissance, el partido de Macron, Caroline Janvier, “frente a los mil millones que cuesta el modelo francés de prohibición, la despenalización del cannabis y el control de su mercado podrían reportar al Estado tres mil millones”.

¿Qué hacer con todo ese dinero? Esa es la cuestión. Kassovitz lo tiene claro: la educación y la prevención son clave. “Se hacen cursos de educación sexual, de consentimiento, de todo... y también deberíamos hacer cursos de drogas, no solo de cannabis, sino de todas las drogas, y de los riesgos que conllevan: el tabaco, los antidepresivos, el alcohol, la heroína”.

Padre de tres hijos, resulta evidente que a Kassovitz le preocupan especialmente los jóvenes. “Está claro que si fumas con quince años, es probable que no vayas a la escuela, es algo que hay que saber manejar. Si estás mal psicológicamente, estarás peor... Yo lo he aprendido solo, pero estaría bien enseñárselo a los jóvenes de una manera más concreta para que sepan a qué atenerse cuando entran en ese mundo”. En su rol de director de cine, me recomienda un video de prevención vial del Gobierno francés como ejemplo de cómo no hacer las cosas: “Fumar cannabis es ilegal. En la carretera puede ser fatal”. “Míralo en YouTube, de verdad. Es tan dramático, anticuado, que de hecho no aborda el tema”, critica indignado.

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Uno de los momentos cumbre del documental es el encuentro con Justin Trudeau, el presidente que legalizó el consumo de cannabis en Canadá.

El momento cumbre del viaje a Canadá es sin duda la entrevista con el Primer Ministro Justin Trudeau. Conversan durante una hora sobre las dificultades y los efectos positivos de la legalización: “El dinero se dirige cada vez más hacia un mercado regulado y el consumo es más seguro (...). También observamos impactos positivos en nuestro sistema judicial y penal. Hay menos arrestos (...) y menos discriminación contra las minorías, que siempre han sido las más afectadas”, afirma convencido el politico.

“¿Cuánto tiempo lleva pasar del ‘va a ser un infierno’ a esta legalización?’”, pregunta Kassovitz, intrigado, a Trudeau. “Quince minutos”, responde Trudeau con esa sonrisa traviesa que lo caracteriza. Imposible para Kassovitz contener las risas.

Legalizar solo lo natural

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

Una camioneta de Zaza Medical en Bangkok y un momento del proceso de secado en una granja tailandesa.

Volviendo al tema de la legalización, Kassovitz matiza su postura: “Yo hago una distinción fundamental entre lo que es químico y lo que es natural. La marihuana es una planta: siembras una semilla, la riegas y crece, obteniendo el mismo resultado en cualquier parte del mundo. Si la naturaleza te da algo, debería ser accesible para todos, independientemente de si se desea consumir o no. Todo lo natural debería ser legalizado, como los hongos. La decisión final debería recaer en las personas”. Sin embargo, reflexiona, “considero que todo lo que es cocaína, heroína, metanfetamina, crack... debería seguir siendo ilegal. Si empezamos a abrir la puerta a las drogas sintéticas, significa que ya no hay límites”. 

Kassovitz destaca, sobre todo, el aspecto cultural a favor de la marihuana: “Hay que tener en cuenta que el cannabis, además de ser una droga, es una cultura. Es cierto que hay otras drogas ligadas a la cultura de la música electrónica o del techno, pero el cannabis no es una simple tendencia pasajera, sino una Cultura con mayúscula que se remonta a la Biblia, a nuestros ancestros, y que ha tenido un impacto mucho más amplio que simplemente ir de fiesta”.

La mención a la cultura hace inevitable preguntar por su activismo. ¿Se considera Kassovitz un activista del cannabis? “Soy un activista de la cultura, no del consumo. Estoy a favor de la flor, de la hoja. Amo el logo, amo lo que representa, la conexión que despierta entre las personas. Cuando ves a alguien que lleva esa hoja, sabes que tiene una mente abierta”, afirma enfáticamente. “Por el contrario, estoy en contra de presionar a la gente para que consuma; eso es un asunto personal que cada individuo debe decidir por sí mismo”.

Una forma de vida diferente

Kassovitz: el cannabis sin tabúes

En Canadá, durante una visita a un instituto de secundaria durante un taller de prevención.

Es poco habitual ver a una celebridad como él hablar tan abiertamente del tema. ¿Por qué es tan difícil que la gente “salga del armario” cannábico?, le pregunto. “Hay cierta vergüenza”, opina Kassovitz. “La gente piensa que cuando fumas te drogas, te ríes y no trabajas. Pero todo depende de qué fumas, cómo lo fumas, a qué edad lo fumas; si lo fumas o lo consumes de otra manera, con qué otras sustancias lo consumes... son muchos factores”. “Yo fumo mucho”, afirma, “pero si durmiese todo el día me daría vergüenza, si hubiese perdido mi casa... pero fumar no me impide hacer deporte, educar a mis hijos, limpiar mi casa, pasear al perro, ganar dinero, levantarme a las ocho...”.

Con tanto debate sobre la legislación, es fácil olvidarse del aspecto recreativo. ¿Qué le aporta el cannabis a alguien que siempre ha declarado ser fumador? “Es la única manera que tengo de no estar todo el tiempo pensando en si debería estar haciendo algo más”, dice mientras lía y bebe un trago de Coca Cola. “Es una manera de pausar, de apreciar la vida, de mirar los árboles, de vivir la vida con más placer en general, de no estar solo enfocado en el trabajo, en el consumo o en la productividad”, reflexiona. Tras una pausa, continúa: “Es otra manera de ser productivo, de ver la vida, de acercarse a las cosas. Es verdaderamente una forma de vida diferente”.

Kassovitz gana mucho cuando llegas a lo personal, y está claro que este tema toca la fibra sensible. “Cuando fumas haces mucha meditación, pasas muchos tiempo contigo mismo. Creo que es beneficioso si encuentras tu manera de fumar y te sirves del cannabis para alejarte un poco de la sociedad, para ser un poco creativo, para liberar tu mente y pensar de otra manera”, afirma, antes de recomendarme una marihuana que le dieron en Los Angeles para escribir: “Escribí 24 horas seguidas, luego dormí una semana”, dice entre risas, antes de despedirnos.

Si el objetivo del documental era generar debate, desde luego lo consigue. Un primer paso necesario, para poder, quizás, dejar algún día de debatir sobre el tema. Como afirma Trudeau, siempre sonriente, durante su entrevista: “Me acuerdo bien de todos los debates intensos que tuvimos, decían que iba a ser el fin del mundo... lo aprobamos [la legalización] y ya casi no hablamos más del tema”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #317

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