Hace unos años, en su última entrevista con Cáñamo, decía que las políticas públicas de drogas no estaban basadas en la evidencia científica: ¿ha cambiado algo en los últimos años?, ¿la revolución psicodélica ha llegado a las administraciones?
Depende en qué país. Ha cambiado bastante en Australia, donde ahora se usa la psilocibina como medicina para la depresión persistente, o el MDMA para Síndrome de Estrés Postraumático resistente a otros tratamientos. Hace poco, en República Checa se votó para que los psicodélicos estuviesen disponibles para usos médicos, y eso es un gran progreso. Ha habido progresos en algunos países, pero no es el caso de Reino Unido. También Canadá autoriza la psilocibina para algunos casos que no responden a otros tratamientos. En Estados Unidos muchos estados han despenalizado las setas mágicas, y quizás el mayor avance esté en el estado de Oregón, que las ha legalizado para terapias de bienestar.
“Los partidos políticos acabarán teniendo que aceptar la evidencia científica sobre las drogas”
También se quejaba de las trabas y obstáculos que encontraban los científicos para investigar con psicodélicos, ¿ha habido algún progreso al respecto?
No. Quizás en Australia y República Checa sea más sencillo el acceso para la comunidad científica por los recientes cambios legislativos. Pero, en general, esas reformas legales están más centradas en las terapias que en la investigación. En Sudamérica sí es más sencillo acceder a setas y ayahuasca para estos fines, aunque no en todos los países.
¿Cree que el giro conservador, en Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo, puede complicar aún más el acceso a estas sustancias?
Es difícil saber cuál es la ideología política dominante en América… La mala noticia es que están recortando becas para investigación. La buena es que han puesto a RFK como secretario de Salud, que es muy favorable a la psicodelia, así que es posible que facilite la investigación. La situación en Estados Unidos es muy cambiante y no sé en qué va a terminar. Pero creo que las cosas van a cambiar, ojalá para mejor.
Psicodélicos contra la adicción

Bajo su punto de vista, ¿cuáles son los desarrollos y descubrimientos más prometedores en materia de investigación psicodélica en los últimos tiempos?
Creo que lo primero que hay que decir es que las cosas se pondrán más sencillas para estudiar estos temas. La ketamina es cada vez más aceptada como un psicodélico. No se está usando de forma apropiada como un psicodélico, pero donde se está usando como tal está mostrando buenos resultados. Pero ciñéndonos a los psicodélicos, en los desarrollos más excitantes vemos que claramente están funcionando para la depresión, y no solo la psilocibina o el DMT. La segunda cosa es que ha habido un estudio muy interesante sobre sus efectos en el tratamiento del alcoholismo con muy buenos resultados. La Universidad John Hopkins también ha presentado un buen estudio sobre cómo estas sustancias ayudan a dejar de fumar. Ahora estamos empezando un estudio sobre la adicción a la heroína, a ver si logramos que se deje de tomar a través de los psicodélicos, y otro sobre los juegos de azar y las apuestas. Esas son las áreas de investigación con resultados más impresionantes, además del uso del MDMA para el trauma.

Cannabis, ¿por qué tanta polémica? (2022) y ¿Cuánto bebes? El alcohol y tu salud (2022), editados por Yonki Books.
¿Por qué buena parte de estos avances tienen que ver con el tratamiento de conductas adictivas?
Hay muchos desordenes en los que las personas quedan encerradas en patrones de pensamiento que no pueden romper. Los psicodélicos cambian la forma en la que piensas, y te permiten pensar de forma diferente sobre tu enfermedad y salir de tu adicción.
“La criminalización del cannabis comienza cuando termina la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Entonces, la agencia de control de drogas, la DEA, necesitaba otro enemigo para mantener a sus 35.000 empleados. Como el alcohol ya era legal, se centraron en otra droga muy usada: el cannabis”
Hace unos años, usted se mostraba muy ilusionado con el campo de investigaciones que se abría en torno a la neuroplasticidad, y la posibilidad de que el cerebro pudiera ser entrenado para ser más eficiente: ¿ha habido alguna revelación significativa al respecto?
Todavía no tenemos pruebas reales de plasticidad en humanos, pero creemos que posiblemente exista. Sabemos que hay cambios duraderos en el cerebro, en materia de flexibilidad cognitiva, al menos hasta un mes después del viaje psicodélico. Por otro lado, hay farmacéuticas produciendo moléculas que promueven la plasticidad, pero que no son psicodélicos, y ese es un desarrollo interesante. Pero pasarán años hasta que tengamos datos definitivos.
Quería preguntarle por la lectura mística o religiosa en torno a la experiencia psicodélica: ¿cree que sería conveniente actualizar estas interpretaciones y sustituirlas por una aproximación materialista?
Esa es una pregunta interesante en la que hay mucha división en nuestro campo. Hay quien piensa que, simplemente, le suministras a una persona una dosis de algo y eso tiene un efecto en el cerebro y le cambia. Pero hay cada vez más evidencia de que la experiencia tiene influencia en el resultado: cuanto más mística o trascendental sea, mejor es el efecto que causa en la persona. Como mínimo, parece que ese misticismo aporta un valor adicional. Puede no ser vital, pero sí parece aportar una mejor recuperación. Yo creo que es posible una interpretación sin esa noción religiosa, y me gusta el término peak experience (“experiencia cumbre”) para aludir a una experiencia que no es ordinaria. Pero, sencillamente, hay gente que es religiosa.
Un mensaje para Ayuso

A principios de verano, la presidenta de la Comunidad de Madrid hizo un comentario reprochándole a la oposición su defensa de la legalización del cannabis, acusándoles de criminalizar el consumo de alcohol. Como científico experto en drogas, ¿qué tiene que decir sobre estas declaraciones de Ayuso?
“Hay evidencias de que cuanto más mística o trascendental sea la experiencia psicodélica, mejor es el efecto que causa en la persona”
Que no ha leído mis papers (Risas) En la escala de daños que hicimos hace unos años establecimos dieciséis daños de las drogas: 9 para el usuario y 7 para la sociedad. Hace alrededor de una década hicimos un análisis estadístico comparando los daños del alcohol y los del cannabis, y resultó que el alcohol era peor en quince de los dieciséis parámetros, e igual en el restante. No hay lugar a dudas: en la sociedad occidental, el alcohol es más dañino que el cannabis.
¿A qué cree que se debe esa resistencia a aceptar lo dañino que es el alcohol?
A que nos gusta beber. Es algo que está muy presenta en nuestra cultura desde la misma Iglesia, con el concepto de que el vino es la sangre de Cristo. Económicamente es un negocio muy poderoso que influye en los políticos, que no quieren interferir en la industria. También hay mucha ignorancia sobre los daños del alcohol. Hay que tener en cuenta que la criminalización del cannabis comienza cuando termina la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Entonces, la agencia de control de drogas, la DEA, necesitaba otro enemigo para mantener a sus 35.000 empleados. Como el alcohol ya era legal, se centraron en otra droga muy usada: el cannabis. Desde entonces, el cannabis ha sido entendido más desde un ángulo político y económico que científico. La prohibición ha hecho que el cannabis se vuelva más peligroso, dando lugar a unos cannabinoides sintéticos más potentes.

El gráfico muestra las conclusiones del artículo “Los daños causados por las drogas en el Reino Unido: un análisis de decisión con criterios múltiples”, publicado por David Nutt en la revista The Lancet en 2010.
¿Tiene esperanza de que, en los próximos tiempos, nuestra relación con las drogas este más basada en la evidencia científica que en los prejuicios?
Poco a poco vamos hacia allí. En el caso de los psicodélicos, las pruebas demuestran su seguridad y utilidad clínica. En Australia y República Checa ya se han dado cuenta de que su prohibición no tenía sentido. La gente se estaba suicidando sin acceso a tratamientos eficaces, y las autoridades solo respondían que se trataba de una droga demasiado peligrosa para los consumidores. La gente poco a poco lo está entendiendo, pero el problema es que no hay presión política para lograrlo. Tenemos que ganar la batalla política, y lo conseguiremos. Los partidos políticos acabarán teniendo que aceptar la evidencia científica.