El pasado mes de marzo (ver Cáñamo núm. 279) me comprometí desde las páginas de esta revista a contar la historia de la primera fumada colectiva reivindicando la legalización de la marihuana celebrada en el Estado español, concretamente en Barcelona. Y como lo prometido es deuda… allá vamos.
Para empezar, diremos que fue convocada por la autoproclamada Sociedad Alternante para el 12 de mayo de 1978, a las diez de la noche, en la Plaza de Catalunya. Una pésima elección, pues ese mismo día, media hora más tarde, estaba programado un concierto del grupo sevillano Triana —una de las bandas con más tirón y éxito de público en aquellos momentos— y cabe pensar que muchos fumetas prefirieron liarse los porros en el Palacio de los Deportes de la Ciudad Condal, donde tuvo lugar dicha actuación.
En fin, fuera como fuera, con la intención de desvelar todos los entresijos de aquella iniciativa pionera en España conversamos con Xavier Cot, personaje clave en aquella Barcelona underground de finales de los 70.
Para quienes no lo conozcan, diremos que en 1974, con 18 años recién cumplidos y bastante escéptico ante las escasas expectativas que ofrecía Barcelona bajo una dictadura castrante, y con muchas ganas de explorar el mundo que existía allende las fronteras españolas, Xavier Cot se marchó a Londres. Allí sobrevivió gracias a trabajos irregulares, mal pagados, sin contrato alguno, pero disfrutando y alucinando con todo lo que le rodeaba. En la capital británica tuvo la oportunidad de deleitarse con la representación de la obra Jesucristo Superstar y de ver la película Oh! Calcutta!. Asistió a conciertos de Led Zeppelin, Chuck Berry, The Ginger Baker Gurvitz Army, Rick Wakeman, Gary Glitter, Grand Funk Railroad, Slade y un largo etcétera. Además, durante su fascinante periplo londinense entabló relaciones con anarquistas y nacionalistas catalanes exiliados y en 1975 se implicó en la organización de una fiesta con la actuación estelar de Joaquín Sabina, anunciado como prohibido en España… Y, por si fuera poco, asistió como testigo privilegiado al nacimiento del movimiento punk.
A su regreso a Barcelona, en compañía de otros amigos, fundó el colectivo Cuc Sonat, una organización que estuvo detrás de algunos de los eventos más interesantes acontecidos en Barcelona a partir de 1976, desde proyecciones de películas, hasta importantes hitos musicales, pasando por míticos viajes organizados por diferentes ciudades europeas. De todo ello da cuenta detallada en su libro Xavi Cot/Cuc Sonat, publicado por el Ayuntamiento de Barcelona en la colección “Biblioteca Secreta” en 2017 (el libro está subido íntegramente y se puede leer gratis). Un texto muy divertido, que recomendamos encarecidamente a todas las personas interesadas en los acontecimientos de la cara B de la denominada Transición.
Como la pandemia del Covid-19 no facilita los encuentros personales, nos vemos obligados a mantener nuestro particular tête à tête a través del ordenador.
La organización
Soy consciente de que te voy a preguntar por algo que sucedió hace ya más de cuarenta años: ¿qué era La Sociedad Alternante? ¿cómo se formó?, ¿quiénes la componían?
En diciembre de 1977 los de Cuc Sonat montamos el primer festival de punk de España en la Alianza de Pueblo Nuevo (Barcelona) y en los meses siguientes varios festivales punk más. Además organizábamos viajes a distintas ciudades europeas (Londres, Ámsterdam, etcétera). En mayo del 78 yo estaba un poco decepcionado de cómo iba lo del punk. La idea de que todos los grupos se movieran como un bloque o movimiento no funcionó y cada uno fue por su cuenta. Aun así con Cuc Sonat organizamos el festival-verbena de La Tortuga Ligera que se haría el 23 y 24 de junio con la actuación de 24 grupos en 24 horas y la asistencia de unas 23.000 personas, incluidas las que se colaron. Yo me dediqué a organizar la publicidad del evento, los carteles... Como era algo bastante mecánico al mismo tiempo pensaba en hacer otras actividades como lo de la ocupación de casas vacías, la organización de conciertos y espectáculos gratuitos en la Plaça del Pi de Barcelona, la fumada colectiva de marihuana, etcétera. Todas esas actividades alternativas, decidí que fuesen organizadas bajo el nombre de La Sociedad Alternante de modo que ese nombre englobara a gente indefinida entre los que organizaran más los que participarían, un intento más de unir a la organización con la gente que disfruta de lo organizado (el público) en un mismo nivel. En cada una de esas actividades me ayudaron diferentes personas en cosas concretas, pero yo era el que las planeaba y las llevaba adelante.
Todavía no habían transcurrido ni tres años de la muerte de Franco, de modo que el nuevo régimen de libertades todavía se encontraba en una fase muy incipiente. Por otra parte, los autoproclamados Guerrilleros de Cristo Rey y otros grupos ultra campaban a sus anchas. Además, las redadas contra los consumidores de hachís, como la efectuada en la calle Libertad y en el barrio de Peñagrande, de Madrid, que se saldó con casi 200 detenidos, no eran infrecuentes. En tales condiciones, organizar una fumada de porros colectiva podía resultar una actividad de alto riesgo y los organizadores fácilmente podrían haber sido acusados de pushers, es decir, de inductores al consumo de droga...
En aquel momento creo que la droga más perseguida por la policía era el hachís o marihuana. Se producían constantes redadas en bares, pubs, discotecas… y también, aunque no tenía nada que ver, se fijaban mucho en lo de la “incitación a” o en lo del “apoyo a”, sobre todo en el caso del terrorismo, así que como mi idea era pegar los carteles que anunciaban la fumada en sitios públicos, bares, la calle, etcétera, me asesoré sobre lo que podría pasarme. Hablé con dos abogados, uno era muy conocido entre la gente del rollo y había defendido casos por drogas, otro era del equipo de la CNT. La conclusión que saqué era que me la jugaba, así que les pregunté que qué pasaría si añadía al cartel lo de que era un simulacro. En seguida me dijeron que eso no “colaría” pero que suavizaría... Así que me arriesgué poniendo la palabra “simulacro” de un modo discreto, en pequeño y entre paréntesis en el cartel. Como se puede observar a simple vista fue un añadido a última hora ya que el cartel ya estaba hecho y se nota la diferencia de trazo con el resto.
¿Por qué decidiste celebrar la fumada en la Plaza de Catalunya, un sitio tan visible y concurrido, y no en cualquier otro lugar emblemático, más discreto, de Barcelona?
Mi idea era que fuese un acto multitudinario al que pudiera asistir gente que estaba de paso por Barcelona, del resto del país o extranjeros, por eso lo de la plaza más grande y más céntrica. Además, también quería una plaza grande para que la gente que viniera a la fumada pudiese mezclarse —o camuflarse si fuese necesario— con la gente que estuviese allí por otros motivos. Lo de emblemático nunca me ha interesado mucho, es más, creo que lo interesante y divertido es hacer las cosas en los lugares menos apropiados. No quería dar una sensación de hacer algo “a escondidas” más bien lo contrario, pero tomando precauciones.
¿El hecho de convocar la fumada a las diez de la noche era una precaución más?
Creo que entonces la mayoría de nosotros “vivíamos” de noche, ¿no? Por otra parte también respondía a la idea de separarnos de la gente que va de día a la Plaza de Cataluña, ya sabes, niños, tercera edad, personas ociosas, etcétera.
La convocatoria
En 1978 no existía Internet, faltaba mucho para que se inventaran los teléfonos móviles, no existían las llamadas redes sociales… ¿cómo publicitaste el acto?
Básicamente con los carteles que puse en varios sitios: por la calle, en paredes y farolas. Recuerdo algunos que puse en la misma Plaza de Cataluña, que seguramente al día siguiente ya no estarían. También junto a los locales por donde se movía gente enrollada, como el Zeleste, en el Barrio de La Ribera, en Gràcia, bares de moda, etcétera. No recuerdo el porcentaje de garitos donde no me dejaron poner el cartel en su interior, pero por lo que recuerdo fue alto. Incluso en los que a menudo se fumaba no querían tener el cartel expuesto, por lo de la “incitación a”. ¡Eso no me sorprendió! Claro que repartí carteles a los amigos y no sé por dónde los hicieron circular. En todo caso no fue una propaganda potente como las que hacíamos con Cuc Sonat, sino selectiva y yo diría que deficiente… tampoco quería que se me escapase de las manos.
El cartel, comparado con los medios actuales, se ve como muy naíf y artesanal.
Yo tenía en la cabeza la idea del cartel y cuando me encontré en La Rambla a Quico Palomar —un crack del dibujo— se ofreció a hacerlo. Quedé muy sorprendido de lo rápido que lo hizo y lo trabajado que está, como todos sus dibujos. Hice las copias en offset rápido con papel de diferentes colores. El de color verde quizás era el que quedó mejor (Risas).
Además, el cartel incluía una especie de invitación a la reflexión, más que una declaración de principios: “La ley prohíbe: el comercio, la tenencia e incluso el consumo de la marihuana y nos preguntamos, ¿a quién favorecen estas prohibiciones?, ¿por qué se cataloga a la marihuana de droga y no a la televisión o la Coca-Cola, por ejemplo?, ¿qué pasaría si la ley prohibiera el comercio, tenencia y consumo de bebidas espirituosas o del tabaco?, ¿puede la ley prohibir que una persona se masturbe? Ahora se habla de democracia, de respeto a la vida privada de las personas, nosotros hablamos de razón, de un mínimo de sentido común, de...” Aunque la parrafada se comenta por sí sola, insto a que haga una valoración.
Sí, es el eterno debate sobre qué hay que prohibir y qué no. El tabaco está demostrado que es más dañino que la maría y entonces estaba permitido y la maría no, puede que pronto sea al revés. ¿A quién favorece que una cosa esté prohibida o que no lo esté? Las prohibiciones o leyes solo tendrían que existir cuando algo puede afectar a dos personas o más, y aun así sería discutible, pero en ningún caso se tendría que prohibir que una persona haga consigo misma lo que quiera si no afecta a nadie más.
El acto
¿Cuántas personas calculas que se congregaron para fumar aquel día en la Plaza Cataluña?
El fallo fue que ese mismo día y a la misma hora había un festival de rock andaluz con grupos como Triana, que entonces triunfaban en el país. Muchos amigos me dijeron que no habían podido venir por ese motivo. Como a mí esa música no me decía gran cosa no tuve en cuenta esa coincidencia. No sabremos nunca qué hubiese pasado si hubiera venido toda la gente que fue a ese concierto. Yo calculé unas 150 personas. La mayoría en grupos y algunos solos. Me baso en la hora que era, el aspecto que tenían, en que fumaban y en que se notaba que miraban a su alrededor un poco con expectación. Aunque también había personas que estaban allí por otros motivos, como cada día. De hecho, en aquella época, a esas horas, y más en el mes de mayo, había mucha gente por las calles.
¿Recuerdas que se dejara ver por allí algún famosete o alguna celebridad, vaya, algún rostro conocido, en apoyo de la causa?
No lo sé, porque miré a la gente desde una cierta distancia. Si te hubieses acercado mucho te hubieran tomado por un policía de paisano (Risas). Por otra parte, no se trataba de un meeting, ni una manifestación, ni una reunión, ni tan siquiera de una convocatoria. De hecho, por la radio dije que la idea era que en cada pueblo se estableciera como una costumbre social un día a la semana para fumar maría en la plaza del pueblo, pero una vez allí cada uno a su bola. No se trataba de reclamar ese derecho o protestar, sino simplemente de hacerlo, de fumar como si fuese algo normal que no tendría que incumbir a nadie más que al que fuma.
¿Algún medio se hizo eco del evento?
Creo que no, tampoco lo miré. No había la suficiente gente ni se montó ningún follón, así que no fue noticia. Eso es lo que yo quería, que fuese algo normal, que no despertara ni temor, ni indignación, ni curiosidad, ni la atención de la gente que no fumaba. Bueno, ahora que recuerdo, después de celebrarse la fumada el productor y periodista radiofónico Jordi Vendrell nos entrevistó —a Salvattore Picarol y a mí— para Radio Juventud, y también María Gorges para otro programa de radio. En ambos casos hablamos de la fumada realizada y otras actividades que llevábamos entre manos. Todavía conservo aquellas grabaciones.
El consumo
¿Qué se fumaba más entonces en Barcelona, hachís o marihuana?
Hachís siempre había, la marihuana iba a rachas, a veces no había. Por lo que creo que se fumaba más hachís.
¿Y la calidad?
De hachís había diferentes calidades, los de más calidad eran más difícil de encontrar. De maría igual, aunque muchas veces la había muy mala, proveniente de cultivos locales, diseminados por la región.
Según las investigaciones del antropólogo Oriol Romaní, hacía pocos años que los tradicionales grifotas del subdesarrollo (legionarios, ex legionarios, prostitutas, proxenetas, carteristas, asiduos del Barrio Chino, etcétera) habían cedido el testigo a los jóvenes fumetas del desarrollo que formaban parte de la contracultura o cultura underground. Me consta que en aquellos años el menudeo de hachís se concentraba en lugares como el Barrio Chino y la Plaza Real o, al menos, allí era donde íbamos a buscarlo los jóvenes de provincias cuando nos desplazábamos hasta Barcelona, pero tengo curiosidad por saber cómo se abastecían los freaks del Rollo de boca de un actor tan directo y cualificado como tú.
Había amigos que compraban y les decías que comprasen para ti. A veces conocías a alguien que vendía directamente. Yo creo que mucha gente que fumaba compraba más cantidad para revender a sus amigos y así al menos le saliese gratis su parte. Debería de ser una escala, desde el que lo importaba hasta el fumador final iba pasando por manos que compraban de más a menos. Aparte de amigos y conocidos también había pequeños vendedores que merodeaban por ciertos bares o locales, conciertos, plazas, etcétera.
El movimiento
Esas observaciones, Xavier, me parecen muy interesantes, pues reflejan una realidad que policías, fiscales y jueces no suelen tener en consideración, y es que en la calle las diferencias entre usuarios y camellos tienden a difuminarse. Para ir finalizando, te ruego que nos expliques —a partir de tu dilatada experiencia personal— cómo has visto la evolución del movimiento cannábico y antiprohibicionista desde entonces.
Antes era un movimiento alternativo sobre todo fuera de este país, aquí me da la impresión que en esos años creer que algún día sería semilegalizada como ahora, era una utopía y se aceptaba que era algo que mejor "a escondidas". Ahora todo es diferente, se va camino de legalizarla e incluso de normalizarla, aunque a paso lento, y con ciertas resistencias de todo tipo.
Por último, te invito a que añadas lo que te plazca a modo de conclusión.
Me gustaría aclarar que, en todo caso, no me siento ni me sentí nunca como un activista en pro de la legalización del cannabis, hice aquello más bien por “torear” una prohibición que me parecía injusta. Estuve fumando durante 40 años así que esa prohibición no me afectó demasiado. No aconsejaría a nadie que fumara ni tampoco le desaconsejaría. Información y decisión individual en todas las cosas.
UN TESTIGO CUALIFICADO
Y San Canuto tomó el relevo