Gaspar Fraga González nació el 3 de abril de 1944 en casa de su abuela, en un pueblo de Salamanca, porque su madre le parió allí, pero se consideraba del barrio madrileño de Narváez. Se matriculó en Filosofía pura en la Sorbona, y al cabo de unos años decidió no matricularse más, sino vivir la filosofía en el barrio latino, la universidad peripatética, donde aprendió mucho, también con todas sus lecturas. Sus principales ocupaciones fueron editor, corrector y periodista freelance, además de fotógrafo, pero sobre todo director de la revista Cáñamo, puesto al que consagró su vida. Más allá de eso, Gaspar fue sobre todo un hombre libre y un rebelde, siempre dispuesto a luchar por el punto de vista minoritario y la opinión contraria.
Como buen hijo de mayo del 68, Gaspar era un amante de la libertad en todos sus ámbitos, pero sobre todo de la libertad de expresión, desde la libertad de imprenta, hasta la libertad de tomar la palabra y contar sus vivencias. También respondía por todas las vías de comunicación, desde el correo electrónico hasta el teléfono o mensajes privados de un forero cualquiera. Esa pasión por comunicarse le acompañó hasta su última intervención pública durante una cena homenaje del foro CannabisCafé. Allí, días antes de su muerte, el 21 de octubre del 2009, comenzó su discurso de agradecimiento con estas palabras:
“Quiero hablaros de la rebeldía, porque la rebeldía es lo que me ha llevado hasta aquí; sin la rebeldía no hubiera existido la tierra siquiera, sin la rebeldía del adolescente, del niño que empieza de forma natural sin que nadie le enseñe. La rebeldía es la que hace derrotar barreras y es la que transforma la sociedad; han sido las revoluciones las que nos han llevado a mejor. Para ello os contaré entonces la vida de un rebelde que ha llegado hasta aquí”.
Durante mi tesina sobre el periodismo cannábico, dirigida por Antonio Escohotado, tuve el placer de entrevistar a Gaspar en su despacho de la redacción de Cáñamo, lleno de libros y documentación de su amplia biblioteca sobre drogas. Hablamos durante horas de muchas cosas. Sobre las obligaciones deontológicas del periodismo, me aseguró: “Veo tres: la documentación, la documentación y la documentación. También es importante saber usar una terminología adecuada, un léxico correcto, una ortografía cuidada. Pero lo más importante es la documentación y una buena selección de las fuentes, siempre hay que contrastar las fuentes”. Quizás para acercarnos a una figura fundamental como la de Gaspar, lo mejor sea oír su voz. Entresaco de aquella entrevista realizada una tarde del año 2004 algunas citas escogidas que dan una idea cabal del personaje.
Principios con el cannabis
“Un amigo mío muy golfo me dijo: ‘Oye, vamos a comprar pitillos de la risa al barrio de Lavapiés’. A la salida del metro había una cervecería muy grande que debe existir todavía y que por un duro te daban un pitillito de la risa. Era muy grueso, y limpiándolo de palitos y semillas te podías hacer un par de porros puros de grifa. Un par de veces fui con Juanele, que así se llamaba este chico. Eso debió de ser con quince, dieciséis años, aún estaba estudiando en el colegio. La segunda vez que probé, ya probé marihuana californiana con Juan Erasmo ‘Mochi’, el cantante mallorquín, que era amigo mío y habíamos alquilado un apartamento en la Torre de Madrid. Nos habían dado un apartamento en el piso veinticuatro y nos subieron al piso último, al treinta y cuatro, es el culmen de la Torre de Madrid, en la plaza de España. En el apartamento de al lado vivía un tipo llamado Antonio del Amo, que nos dio a probar marihuana californiana. Luego ya hasta llegar a París no volví a fumar sino hachís; no había marihuana. Hay una tesis doctoral del catedrático Oriol Romaní; hizo su tesis con seis informantes, uno de ellos era yo, en 1980”.
Cárcel por cannabis
“Puedo decir que soy un mártir; no me fastidies, no conozco a nadie con un caso como el mío: la primera aplicación de la ley de seguridad social y delincuencia me la hicieron a mí, en 1969. Me enseñaron fotografías mías donde yo estaba en chilaba, con un sebsi fumando en el café Sport de Tánger junto a mi amigo. A mi amigo le habían pillado en una fiesta que hizo con los amiguetes en su casa en la plaza Quevedo de Madrid, le había denunciado el vecino por bronca, había llegado la policía, había intervenido, habían pillado tripis, de todo lo que había en aquel momento, sobre todo chocolate. Y, claro, le vieron las fotos y le dijeron: ‘¿Y este otro quién es?’. Y ese otro era yo. No tenía nada, pero estaba en las fotos”.
“Me encontré en la cárcel de Carabanchel, en octubre de 1969. A las ocho de la tarde, todos los presos de la tercera galería teníamos la costumbre de ponernos a ver los ingresos que llegaban a esa hora. A ver si venía algún amigo, conocido o algún adversario, con el que hubiera vendetta. Los cuadraban en fila desde el centro hasta la galería. Un día veo en esa hilera de presos recién ingresados a un negrata, mulato, alto, con un abrigo de piel hasta los pies. Cuando llega a la oficina de ingresos donde los distribuyen celda a celda, le reconozco y le digo: ‘coño, si es Henry Stephen’, y se queda así. En ese momento era conocido porque tenía en el top ten ‘Mi limón, mi limonero, entero me gusta más’. Me pongo a cantarlo, toda la galería se pone a cantarlo, entonces el tío sale de la fila, se despoja del abrigo de pieles y se pone victorioso a cantar con nosotros: ‘Mi limón, mi limonero’. Fue de puta madre”.
“Entró también el actual Miguel Ríos, entonces Mike Ríos. Todos por fumar, todos por fumar hachís. Al mismo tiempo estaban en el talego Marcelino Camacho, varios de la ETA; estaba uno del movimiento MPAIAC canario. De modo que la cárcel era muy divertida, y era divertida en todos los sentidos. Era más universidad que la calle”.
Editor pionero
“De mi propio bolsillo me puse a editar la colección Rock Comix, cuyo primer número fue Frank Zappa, bajo Franco todavía. Eran canciones ilustradas, por Max, por Nazario, por Martí, por Ceesepe, los del underground que decíamos. Costaba 75 pelas y saqué siete u ocho números: King Crimson, Pink Floyd, Rock Duro, Rock Californiano, Rock Catalá, Lou Reed and The Velvet… Lou Red plagió la portada de Nazario de este número que yo edité, y borraron su firma para hacer Take No Prisioners. Así que en 1976 me metí en un pleito con la filial de RCA. Me busqué un abogado de Nueva York que era al tiempo abogado de la fundación Wilhelm Reich, alumno maldito de Freud, descubridor del acumulador de orgones. Yo le había llevado de motu propio las ventas del Take No Prisioners en Australia, Japón, Europa, Estados Unidos y Sudamérica y la demanda solamente del 10% por plagio me hacía millonario para toda la vida. Pequé de avaricia, el Nazario me azuzaba porque era un pastón. Al final, muchos años después, y tras muchas idas y venidas, Nazario gano el juicio, pero las recompensas económicas en mi caso no cubrieron ni de lejos el dinero que me gasté”.
“Metidos en esas ediciones y a pesar de esos avatares, monté mi propia imprenta editorial enfrente de donde estaba otro informante de Oriol Romaní, Jaume Fargas, que tenía la tienda Zap Comix y bajaba con tripis de puta madre y con cómics underground americanos, los Furry Freak Brothers los conocí allí.
Entonces paralelamente a lo de Rock Comix se me ocurrió hacer una colección que titulé Laflamma. Los dos primeros títulos son un relato inédito de William Burroughs y una recopilación inédita de textos cortos de Castaneda, con ilustraciones del chicano Spain Rodríguez. Como tercer título publiqué ¿Marihuana fuera de la ley?, extraído y traducido por mí de Licit and Illicit Drugs, de Edward Brecher y los editores de Consumer Reports, la unión de consumidores y usuarios americanos, de 1972. En ese momento sacó Ajoblanco el primer número dedicado a la marihuana. Yo tenía una imprenta que era una máquina de ciclostil: hacía la paginación, llevaba a picar los textos a IB, a un taller que tenían entonces, los recortaba, los pegaba, las ilustraciones también las recortaba y las pegaba. Así está hecho. Lo hacía todo del principio al final, incluso lo escribía: editor y autor”.
Fundación de ‘Cáñamo’
“Después de ir a Alemania y ver la segunda Cannabusiness y el conglomerado mercantil del cannabis que se estaba gestando en toda Europa, volví a la ARSEC y dije: ‘No vamos a estar siempre en esta cueva. Hay que salir y normalizar’. Inicié una serie de reuniones en el Hotel Jardín, delante del Makoki, con socios e interesados, en plan speech. Les enseñaba la revista alemana, los folletos, les enseñaba esto y lo otro. Al cabo de unas cuantas reuniones de estas me di cuenta de que pasaban, fumetas y no fumetas. Entonces en una asamblea que hicimos en el salón de actos de Comisiones Obreras, multitudinaria, a la que asistieron más de quinientos socios de la ARSEC, yo propuse la edición de una revista para salir de ese periodo panfletario de boletines fotocopiados y de poca difusión. La idea fue muy bien acogida”.
Dedicación a ‘Cáñamo’
“Soy el director editorial, el que imagina los contenidos, los aporta o los remoza o los discute con la redacción. Recibo cada día boletines de todo el mundo, tanto del TNI, como del ARDA, del Plan Nacional, y todo eso ha de articularse de algún modo. Ahora llego aquí, analizo todo el correo, respondo a todos. Ahora estoy con el monográfico de final de año, que hacemos cada año. Este año se titulará ‘Guerras, terrorismo y drogas’. He conseguido la colaboración de Alain Labrousse, Belén Boville, Christian Rätsch y otros expertos en el tema. Estoy más liado que la pata de un romano. Todo esto significa monotema, siempre en relación con las drogas; sin quererlo acaba plantándosete en la cabeza. Escribo artículos con mi nombre, como aquel de “En busca del rojo del Líbano”, uno de mis preferidos, y otros con pseudónimo, cuando escribo algo de ficción, y sobre todo al principio de Cáñamo, cuando necesitábamos contenidos y los firmaba como Freaky. Siempre llego a casa cargado de artículos que me llegan de aquí y de allí, los leo tranquilo en la cama con mi mujer, mientras ella ve la televisión o lee El País. Cuando me levanto, de resaca, sigo, y eso ya es una adicción al trabajo, ya no es al cannabis, sino al trabajo. Esa función es full time; no hay otra función en mi vida que esta dedicación a la Cáñamo”.
‘Cáñamo’: orgullo de padre
“No voy a ponerme modesto porque no lo soy. Y porque en ferias, bautizos, congresos y comuniones, de todas las que he conocido, no han sido sino felicitaciones y escuchar que es la mejor revista cannábica del mundo, hasta por encima de High Times, que es la que se edita en el vientre de la bestia. Puedo decirlo con todo orgullo, por los colaboradores que tenemos, que son de valor”.