Hasta que lo pillan. Desde la cárcel donde cumple condena empieza a escribir las aventuras de su vida, llenas de épica barriobajera y también de una tierna humanidad. Es una historia de atracos, pero también de la difícil relación que le une con un padre violento al que admira, y el desafío que supone hacer frente a su propia paternidad cuando el nacimiento de su hijo coincide con la detención que lo tendrá a la sombra cuatro años. La voz honesta del narrador, bien encauzada por un cuidado trabajo de edición, consigue una eficacia narrativa digna del mejor thriller cinematográfico. Una historia auténtica que da alas a ese sueño común de robarle a un banco, porque ya se sabe que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Lamentablemente el mundo real no tiene piedad ni justicia poética, y estas memorias de un butronero no juegan a minimizar las consecuencias represivas y vitales que traen consigo el dinero fácil conseguido en contra de la ley. Sin embargo, como la aventura está contada con detalle y buen ritmo, una llega a meterse en el pellejo de ese atracador, a sentir el hedor a aguas fecales y a suavizante que tiene el alcantarillado madrileño y a celebrar con euforia ese porro que se fuma el padre frente al botín, mientras cuenta los fajos de billetes. Como dice la contraportada: “Esa maldita pared discurre entre los bares de Vallecas y los bancos del barrio de Salamanca, suena a banda sonora de Bambino y Los Tigres del norte, y se lee como una novela negra de neorrealismo castizo”. La editorial Libros del K.O., dedicada con esmero a la no ficción, se marca otro tanto a su favor con este título.
Esa maldita pared que separa la mierda del oro
Alijo Selecto
1 de Mayo de 2019actualizado el 29/11/2023 - 18:35
Esta es la historia de un butronero vallecano que atracaba bancos accediendo a ellos desde las cloacas. Hijo de atracador, Flako –ese es el pseudónimo con el que firma su autobiografía–, hereda los conocimientos de su padre y desarrolla un enorme talento para orientarse en el laberinto de las cloacas madrileñas, lo que le permite liderar su propia banda –“el clan de las alcantarillas”– y pegar varios palos importantes.