¿Cómo se entretiene un músico las horas muertas en sus viajes? ¿Dónde pasa el rato hasta que empiece el concierto? ¿Qué visita Joe Crepúsculo cuando actúa fuera de casa?
“Las dos próximas horas vamos a tocar gratis para ustedes, porque nos encanta tocar, y nos encanta que les guste nuestra música, pero nos gustaría cobrar por las dieciocho horas que hemos pasado en el autobús para llegar aquí”. Esto lo dijo Count Basie, en un concierto, antes de abalanzarse sobre las teclas del piano. Viene a decir que el trabajo de un músico es en realidad todo lo que hace para que el concierto sea posible. Que el verdadero trabajo es ayudar a que las cosas sucedan. Y que, a partir de entonces, lo que suceda pertenece a otro ámbito de la vida.
Las palabras de Count Basie las podrían suscribir muchos músicos. Sin ir más lejos, Joël Iriarte (para el registro de los hoteles) o Joe Crepúsculo (sobre los escenarios), que durante años ha recorrido la península, sin contar algunos saltos transatlánticos, para presentar en directo las canciones de sus discos. Estos días saca el octavo de su carrera en solitario: Disco duro.
Para soportar una carrera artística no basta con el talento para el arte que se ha elegido (o que nos ha elegido a nosotros, como el cine al personaje de Eusebio Poncela en Arrebato). Nos sirve aún el ejemplo del músico: debe ser capaz de pasar mucho tiempo solo y también mucho tiempo con gente recién conocida, a menudo lejos de casa. Esa es la experiencia de cualquiera que se gane la vida con los conciertos. Para un bolo de hora y cuarto fuera de tu ciudad, no sólo están las 18 horas del autobús de Count Basie. Hay que contar también con las esperas hasta la prueba de sonido, las horas entre la prueba y el concierto (los últimos que tocan son los primeros que prueban: tienes muchas más horas colgadas en medio), el tiempo entre el check-out del hotel y la hora de volver a casa… Minutos vacíos que hay que rellenar.
La lectura, la fotografía y la visita a bares y mercadillos te salvarán las horas solitarias. La labia, la curiosidad y la variedad humana harán que puedas relacionarte estrechamente con gente a la que no volverás a ver. Ser músico es una de las mejores maneras de conocer mundo.
¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de los viajes que haces para tocar?
Lo más pesado son siempre las esperas, los desplazamientos, hacer tiempo hasta la prueba de sonido… A lo mejor preferirías estar visitando una iglesia, o comiendo bien en lugar de a toda prisa… Pero en general me gusta moverme porque me encanta conocer sitios en los que nunca he estado, me gusta comer comida exótica, descubrir bares, especialmente antiguos, de los que cada vez quedan menos… Me gusta tener algo que hacer en el lugar al que voy, me encanta conocer cosas nuevas y disfruto mucho cuando me cuentan historias de cada sitio.
Aparte de lo que te cuenta la gente, cuando vas a un país extranjero también te gusta prepararte...
Siempre. Últimamente estoy yendo a tocar a América. Antes de ir a México me puse a leer sobre la cultura precolombina, y con ciertos conocimientos disfrutas más una vez allí, ves cosas que quizá se te hubiesen escapado. Recuerdo la visita al Museo de Antropología mexicano, que me dejó alucinado. Me impresionaron mucho las representaciones de los animales, las serpientes, los coyotes, todo aquello tan antiguo pero que sigue vivo. Cuando estuve en Perú me llevé Las cartas de la ayahuasca que se mandaban William Burroughs y Allen Ginsberg, y también leí los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega, aparte de Los dioses tutelares de los Wankas, una recopilación de Carlos Villanes sobre leyendas míticas peruanas. Con libros así, que son muy dispares, te haces una idea. Para un viaje a Paraguay leí La tierra sin mal, de Hèlène Clastres, sobre el paraíso que imaginaron los guaraníes, y luego allí me compré algunos libros sobre mitos guaraníes y también sobre costumbres. Me gusta ese tipo de libros, como en España también me interesan cosas sobre lugares especiales y muy cargados, como Montserrat, o Mallorca, que tienen unas leyendas muy fascinantes, o las que cuenta Álvaro Cunqueiro sobre Galicia y sus misterios, por ejemplo. El verano pasado toqué en un festival en Burela, en Lugo, y a la vuelta paramos en Mondoñedo, de donde era Cunqueiro, para hacer una visita a su pueblo.
También te gustan los mercadillos.
Los mercadillos me gustan mucho. Procuro enterarme de los que hay en cada ciudad y reservarme un tiempo para visitarlos. Me atraen los puestos en los que hay de todo, rebuscar y fijarme, y traerme recuerdos de allá donde voy. Me gustaron mucho el mercado de Sonora, en México, y el Mercado 4 de Asunción, que es un sitio laberíntico lleno de toda clase de cosas y en el que tienes la sensación de que te puedes perder en cualquier momento. Además, colecciono postales de los sitios donde voy, antiguas o nuevas. Ahora que vivo en Madrid voy al Rastro casi todos los domingos. En Barcelona iba a Los Encantes, antes de que lo cambiaran de sitio. En los mercadillos encuentro cosas que me van acompañando, o que a veces regalo al cabo de un tiempo.
¿Te gusta coincidir con otros grupos?
Sí, al final acabas conociendo a todos los grupos, siempre coincides, en festivales o donde sea. Algunos son más amigos, y te vas por ahí a tomar algo, te vas a dar un paseo. Te vas haciendo amigos a fuerza de encontrarte. Sí, está bien eso.
¿Crees que de los viajes se pueden sacar ideas para seguir trabajando?
Sí. Cualquier cosa nueva es buena. Conocer, leer, aunque sea ver una película, y por supuesto viajar, te da otro punto de vista. Yo paso mucho tiempo encerrado en casa, cuando estoy componiendo, pero luego llega una época de conciertos y ya no sé ni cuál es mi maleta. Todo lo nuevo es bueno para la creatividad.
¿Qué opinas de las posibilidades recreativas de las drogas?
A mí me parece bien. El ser humano, desde siempre, desde que vivía en una cueva, se ha colocado, con el fuego o lo que sea, son escapes, y los animales también se colocan. Los renos polares comen setas, y los perros comen cosas para colocarse… Lo hacen todos los animales y si el ser humano lo lleva haciendo desde siempre, no entiendo la cuestión moral con respecto a eso. Hasta el mismo alcohol, que está bien visto, también es una droga. No entiendo el problema moral.
¿Qué te parece el prohibicionismo?
Un poco hipócrita. Parece claro que en realidad responde a intereses económicos. Hay que ver si las prohibiciones de cultivar cáñamo no se han hecho para beneficiar a las empresas algodoneras. No me creo que los motivos no sean económicos, y los efectos ya los conocemos. Ya se ve quiénes fueron los beneficiados del prohibicionismo abolicionista en los años veinte: los mafiosos.
¿Qué opinas de sus posibilidades médicas?
Es que aquí sí que no hay ninguna discusión, porque no veo que haya mucha diferencia entre la morfina y otras drogas. Por ejemplo, la morfina es una droga, pero a la vez es una medicina. No sé qué diferencia hay entre droga y medicina. Me imagino que la diferencia está en que una cosa se receta y la otra se autorreceta. Me parece bien que una persona que tiene mucho dolor tome algo que se lo quite, ¿cómo me va a parecer mal eso?
¿Qué opinas de sus posibilidades visionarias?
Ahí hay algo bastante importante, sobre todo para la gente creativa. Yo estoy muy interesado en los efectos de la psilocibina. Creo que tiene un aspecto de expansión y una función oracular que pueden ser muy importantes para la apertura mental y de otras clases, y así se ha utilizado durante siglos y en muchas culturas. Parece que ahora se le empieza a hacer más caso a este tipo de caminos; para mí es algo bueno.
¿Dónde te gustaría dar conciertos?
No sé si es un sueño: me gustaría tocar en Japón. Creo que mi música podría tener buena aceptación en Japón por el baile, por el pop. Y por otro lado también me gustaría tocar en Extremadura, porque es la tierra de donde viene la familia de mi madre y aunque he dado conciertos por toda la península, nunca he tocado allá. ¡Japón y Extremadura! Qué combinación.
Al lanzarse a la carretera, uno se interna en mundos nuevos. Todo hay que hacerlo muy rápido y a veces no te da tiempo a comprenderlo, pero te sumerges en ello. También tienen algo de carrusel soñado las giras o los conciertos de fin de semana. Hay algo inasimilable en el frenesí de kilómetros, técnicos de sonido, maletas sin deshacer, selfies sudorosos, camerinos abigarrados, pulpos a feira, entrevistas erráticas, micrófonos prestados, manos que chocan, vapores nocturnos, amistades fulmíneas, vueltas con resaca, camerinos desangelados, favores desinteresados, camas consecutivas, camaraderías insospechadas, promesas de volver, todo lo que rodea a la hora y cuarto de concierto que justifica el viaje, mil postales en pocas horas que forman parte de la vida del músico. Todo eso está en la música y entre escenario y escenario hay cosas importantes que se ofrecen durante un segundo antes de perderse. Lo canta Joe: “Ritmo, ritmo, ritmo mágico, nunca estamos preparados para ti”.
Pero sabemos que estás ahí.