Se despedaza España y la despedazan, dicen. Que nadie tiemble en vano. Ocurra lo que ocurra, tiene el actual reino borbónico los días contados. De aquí a doce años, en el 2029, estará desintegrado por completo. Así lo pronosticaba en 1951 Alexandre Deulofeu –¡catalán tenía que ser!–, personaje al que las circunstancias han despojado momentáneamente de la mortaja del olvido.
Publicado en dicho año, en su libro Las matemáticas de la historia, este político y filósofo, entre otras facetas, incluía ese vaticinio en una teoría cíclica del mismo nombre, por la cual Europa y el resto del planeta experimentarán en el presente siglo profundas excoriaciones cuya consecuencia será el nacimiento de una Confederación Universal de pueblos libres. Borren ese rictus sardónico. Deulofeu no era un Rappel del montón, sino un pensador y estudioso que preconizó con éxito la derrota nazi, la descomposición de la URSS, el desenlace de la guerra de Vietnam y la hegemonía alemana en la Unión Europea.
Un consuelo les restará a los nostálgicos de la patria. Llegado el momento de precintar los restos de la exnación en una urna cineraria, podrán enjugar las lágrimas en el apósito de la música popular. Son miríada las canciones que conservarán viva a España en la memoria colectiva como unidad de destino en lo universal. El primer punto del programa de Falange Española y de las JONS permanecerá impertérrito, pues, mineralmente fijado en la cultura pop. Y es que se cuentan a puñados las canciones anglófonas que en un momento u otro han reparado en España, por diversas razones y en dispares contextos.
Almenas en el éter
La primera composición que Bob Weir escribió para Grateful Dead, “The other one”, aludía a una dama española repartidora de rosas explosivas que horadaban un humeante cráter en la mente del narrador, hiperbólica alusión al LSD. El protagonista de “Daniel”, de Elton John, era un combatiente de Vietnam que para olvidar la barbarie se retiraba a España: “El mejor lugar que haya visto nunca”. El de “Never say never again”, de Bee Gees, por el contrario, declaraba la guerra a nuestro país cuando su novia le abandonaba. En “Fools on parade”, The Jayhawks recordaban con nostalgia un viaje a España para actuar en Madrid, donde además de la lluvia disfrutaban de la tenamfetamina y el cannabis. Donovan alteraba la letra de “Coulters candy”, canción folk escocesa, para incluir el verso: “La hija de la reina de España / vino a visitarme”, una fijación realista esta en la que luego ahondaremos. Igualmente obsesiva, la evocación de la Castilla medieval ha sembrado de “castillos españoles” los más insospechados parámetros: “Amazona”, de Roxy Music; “My heart stood still”, canción popular de 1927 interpretada por Bing Crosby, Ella Fitzgerald y Chet Baker, entre otros; “In the arms of cocaine”, de Hank Williams Jr.; “Autumn in New York”, estándar jazz de un musical de Broadway al que recurrieron desde Billie Holiday hasta Louis Armstrong; “Faraway places”, indesmayable éxito en voces tan variadas como las de Sam Cooke o Dean Martin; “Castles in Spain”, de Peter Sarstedt, y naturalmente, “Spanish castle magic”, en la que Jimi Hendrix evocaba un legendario club de Seattle llamado Spanish Castle, cuya arquitectura emulaba la de una de esas fortificaciones.
Plusvalía de sus estudios de guitarra flamenca, Robby Krieger escribía para The Doors “Spanish Caravan”, cuya introducción abrevaba en “Asturias (Leyenda)” de Albeniz, por lo que la banda recibiría una demanda
Son las hasta ahora enumeradas tan solo algunas de las vastas referencias peregrinas que de lo hispano han aflorado en el cancionero de la historia. De mayor concreción disfrutan, precisamente, aquellas piezas basadas en hechos históricos. El pogromo perpetrado por Torquemada con judíos y herejes proporcionaba narrativa a “Fear the great inquisitor”, de la banda austríaca de death metal Pungent Stench. Procol Harum trazaban en “Conquistador” el decadente perfil de un indeterminado saqueador de las Américas. Más preciso, y recriminador, Neil Young evocaba el genocidio azteca en “Cortez the killer”, vetada por la censura franquista. Igualmente maculado resultaba el Duque de Alba en “Arch Enemy Spain”, de los holandeses God Dethroned, ya que dispensó proterva represión a los Países Bajos durante la guerra de los ochenta años.
Aspirantes al trono
También escamoteado al público español como “Cortez”, el título “Espagna si, Franco no”, de la banda progresiva alemana Embryo, quedaba reducido aquí a “Espagna si”, sin que por ello la censura reparara en aquello de que la revolución era el único medio capaz de extirpar al caudillo. De las consecuencias del levantamiento encabezado por este, la guerra civil y posterior dictadura, versan abundantes piezas. La más popular, sin duda, “Spanish bombs”, de The Clash, pintoresca evocación del Frente Popular. Lo propio hacían Manic Street Preachers con las Brigadas Internacionales en “If you tolerate this your children will be next”. Pete Seeger y Woody Guthrie rescataban “Jarama valley”, escrita por un miembro del Batallón Británico de dichas brigadas. Mientras durante la guerra fría Estados Unidos concedía ayudas al régimen franquista por intereses geoestratégicos, en “Spanish civil war song” el cantautor Phil Ochs recordaba a sus compatriotas los sangrientos antecedentes del beneficiado; por su parte, la banda experimental francesa Heldon homenajeaba a una de las más notorias víctimas del franquismo en “Ballade pour Puig Antich (Révolutionnaire assassiné en Espagne)”.
Sangre no derramada, la azul, irriga del mismo modo los vericuetos monárquicos de la españolidad pop. En el 2003, la banda irlandesa Future Kings of Spain debutaba con un álbum de título homónimo. En el quinto trabajo de Tears for Fears, Raoul and the Kings of Spain, Roland Orzabal, hijo de un descendiente de vascos, celebraba sus orígenes españoles con una foto de portada tomada durante los Sanfermines y canciones como “Los reyes católicos” y la que titulaba al disco. En la cara B de su primer single, Galaxie 500 alojaban el tema “King of Spain”; lo propio hacía el cantautor sueco Saras Per Kristian Matsson, de nom de plume The Tallest Man On Earth, en su segundo álbum con “Kings of Spain”, tema autobiográfico donde expresaba sus deseos de reinventarse en rey de España, provocar verbalmente a los toros en Pamplona, dormir la siesta con señoritas y perderse en un tablao flamenco con, guiño a Dylan, sus botas de piel española. Surrealista situación la proyectada por el tejano Joe Ely en “Locked in a boxcar with the Queen of Spain”, donde un viajero coincidía en el tren con la reina de España, a quien rogaba que le permitiera sentarse en su trono y ceñirse su corona.
Guirinterrail
La contracultura hizo de las Baleares parada obligada en la hippy trail. A cargo de Pink Floyd, la banda sonora de la película More comprendía segmentos como “Ibiza bar” y el aflamencado “A Spanish piece”. King Crimson incluían en su LP Islands el tema “Formentera lady”. Los alemanes Can bautizaban el más celebrado de sus álbumes, Tagomago, con el nombre de una microínsula limítrofe con Santa Eulalia. El rapsoda punk John Cooper Clarke relataba en “Majorca” cómo contraía una infección intestinal en Palma y prometía vengarse tomando la ciudad con ayuda de las Brigadas Internacionales. Mejor se lo pasaba el cantante americano Mike Posner según podía deducirse de “I took a pill in Ibiza”, relato de una francachela bajo los efectos del éxtasis, proscrita por la BBC en su día.
Hay otras localidades españolas musicalmente universalizadas, empezando por la antigua Hispalis en la ópera de Rossini El barbero de Sevilla. Bertolt Brecht y Kurt Weill integraban en el musical Happy End la romántica “Bilbao’s song”, luego adaptada al francés por Boris Vian y retomada por Yves Montand. Guitarrista de The Stranglers, Hugh Cornwell también conocía el amor en “Cadiz”. Otra población andaluza ponía escenario a “Córdoba”, una de las canciones del disco que grabaron conjuntamente Brian Eno y John Cale. En “Torremolinos”, los belgas Sttellla pedían ser enterrados en “una ciudad de la Costa del Sol / donde hay más belgas que españoles / para mí es el paraíso / creo que moriré allí”. Destinado al mercado español, el EP Los Shadows contenía adaptaciones de “Granada” y “Valencia” grabadas en Barcelona. Afincado en la capital del Turia, el cantautor de Nebraska Josh Rouse le dedicaba a esa ciudad su propia canción en el álbum El turista, amén de componer la BSO de La gran familia española.
Ubicua donde las haya, Barcelona parece ser la urbe española más cortejada por músicos foráneos. La olímpica “Barcelona” de Freddie Mercury y Montserrat Caballé supone tan solo la cresta del iceberg: “Barcelona” del británico George Ezra; “Adiós Barcelona”, de la californiana Alyson; “Barcelona blues”, de la sueca Anna Bergendahl; “Barcelona boogie”, del nuyorican Bobby Rodríguez; “Barcelona nights”, del alemán Ottmar Liebert; “Drinking in Barcelona”, de los también germanos Ngobo Ngobo; “We’re from Barcelona”, de I’m from Barcelona, multitudinaria formación sueca. Por haber, hasta hay una banda de indie rock de Seattle llamada Barcelona. Y ya que transitamos por territorio sedicioso, no hay que olvidar “Catalan”, tema perteneciente al segundo álbum de Psychic TV, la banda post-Throbbing Gristle de Genesis P. Orridge.
Rumbo al sur
Apadrinada por Bowie, Marc Bolan y Bryan Ferry, la banda Carmen, fundada en Los Ángeles por un músico de origen mexicano adiestrado en guitarra española, irrumpía en el Londres glam con el LP Fandangos in Space, barroca ensalada de flamenco-prog-glitter. Entre sus canciones se hallaban “Bulerías”, “Bullfight” (‘Corrida de toros’), “Por tarantos”, “Zorongo” y “Tales of Spain”. En su segundo trabajo incluían “Viva mi Sevilla”. Naturalmente, antes ya se habían dado otros casos de fusión flamenca. Lionel Hampton lanzaba en 1957 Jazz Flamenco. Miles Davis y Gil Evans también interactuaban musicalmente con España; primero en “Flamenco sketches”, un corte del álbum Kind of Blue en el que participaba John Coltrane –quien a su vez grababa el álbum Olé Coltrane, con una adaptación de “El quinto regimiento”–, y seguidamente en Sketches of Spain, donde se abordaba el segundo movimiento del Concierto de Aranjuez y una pieza de El amor brujo, así como adaptaciones folclóricas inspiradas en las grabaciones realizadas en su día por Alan Lomax en Andalucía y Galicia. Ni siquiera el colosal Charles Mingus pudo resistirse al duende, poniendo música al ballet Ysabel’s Table Dance.
Uno de los intentos primigenios de fusión flamenco-rock lo copilotaban los guitarristas Sabicas y Joe Beck, músico de estudio el segundo que laboraba a las órdenes de Miles Davis, Duke Ellington y James Brown. El producto resultante, Rock Encounter, era escenario de fallidas hibridaciones como “Zapateado”, “Flamenco rock” y “Bulerías”. En Paris 1919 alojaba John Cale la hermosa “Andalucia”; los krautrockers Ex-Magma bautizaban una de las piezas de su debut “Interesante Olé”; The Trashmen, Dick Dale y otros surfers llevaban a su terreno “Malagueña”, segundo movimiento de la Suite Andalucia, compuesta por el cubano Ernesto Lecuona. La tauromaquia tampoco escapa a este escrutinio. Machito & his Afro-cubans registraban el instrumental “Torero”; Mike Oldfield rescataba “Don Alfonso”, canción cómica del vodevil británico de los años veinte del pasado siglo, retrato de un prolífico matador que extrae rendimiento alimenticio a los astados lidiados. Defensor de los animales, Morrisey se ocupaba de vengar a los cornúpetas en “The bullfighter dies”: “Hurra, hurra / el torero muere / y nadie llora / porque todos queremos que el toro sobreviva”.
Hispanidades surtidas
De la poliédrica variedad con que desde el exterior se ha glosado España y lo español da cuenta el hecho de que lo mismo dispone de un panegírico Eleuterio Sánchez, “el Lute”, a cargo de Boney M., que el ingenioso hidalgo de Cervantes de un musical de Broadway, The Man of La Mancha. Por cierto, Don Quijote, en ocasiones junto a Sancho, ha sido objeto de cuantiosas menciones, incluso a ritmo de discoteca, caso de “Don Quichotte”, de Magazine 60: “The great peacemaker”, de Blue Meannies; “The last Picasso”, de Neil Diamond; “Soap box preacher”, de Robbie Robertson; “You’re the one”, de John y Yoko; “Roll on”, de Son Volt; “Friendship song”, de Céline Dion; “Looking for the next big thing”, de Warren Zevon; “King of New York”, de Fun Lovin’ Criminals; todas ellas mencionan al Quijote. Gordon Lightfoot publicaba un álbum a nombre del senil hostigador de molinos, y Nik Kershaw, una canción.
De todos los lugares posibles, era en la bahía de Vizcaya, en realidad el Golfo, donde una mujer le enseñaba a bailar “el pasodobles” a Ringo Starr, o así lo ficcionaba este en “Pasodobles”. Esa óptica turística con regusto a souvenir y postal ha sido prevalente en muchos enfoques. Acompañando a Cliff Richard, los Shadows volvían a grabar en Barcelona el LP When in Spain, aunque el grueso de sus canciones pertenecía a autores sudamericanos. El protagonista de “Holiday in Spain”, de Counting Crows, soñaba con volar a España y dejar atrás una irritante relación en México. El de “I’m going to Spain”, de The Fall, vendía el coche, plantaba su trabajo y se largaba a España, pues según le habían dicho allí nunca llovía. Celebraban los progresivos británicos Gentle Giant en “Two weeks in Spain” que dos semanas en nuestro país hacían olvidar el resto del año; con sol y vino la vida aquí era un perpetuo carnaval. Idéntico lema esgrimía la celebérrima “Eviva España”, pasodoble pop de origen holandés que acababa traducido a doce idiomas, incluido el español, “Que viva España”, un hit en voz de Manolo Escobar, con la letra sustancialmente modificada.
Obra de Hoyt Axton pero popularizada por los superventas americanos de los setenta Three Dog Night, “Never been to Spain” lamentaba que España restara asignatura pendiente: “Nunca he estado en España / pero me gusta su música / dicen que allí las mujeres están locas / seguro que saben cómo sacarle partido a eso”. Entre otros se la apropiarían Elvis, Cher, Ike & Tina Turner y Waylon Jennings. Menos predispuesta a visitarnos se mostraba la banda Oi! británica The Business en “Spanish jails”: “España va a hacerte daño / a ponerte de rodillas / te encerrará para siempre y tirará las llaves”.
Amor español, español, español
Para patriotismo adoptivo el de Spain, banda de rock formada en Los Ángeles. Pero han sido caterva los propagandistas de las bondades de un país donde enamorarse se diría preceptivo. Empleada en anuncios de los Juegos Olímpicos del 92, en “Letter from Spain”, de Electric Light Orchestra, alguien se lo pasaba de miedo en España y así se lo relataba a un antiguo amante en una carta. En similar tesitura, “In a little Spanish town”, canción popular americana escrita en 1926, un éxito en la batuta de Paul Whiteman and His Orchestra, recordaba con añoranza la estrellada noche española y un efímero romance que bajo ese techo se vivía. Otro tema popular, este británico e interpretado por Mario Lanza, Eddie Fisher, Louis Prima y así hasta llegar al tropel, “Lady of Spain”, recogía un flechazo análogo, transcurrido en la nocturnidad madrileña mientras “ardientes caballeros” entonaban una serenata. También de ambientación matritense, en “Snot love in Spain”, de los holandeses Golden Earring, le salía el tiro por la culata a un bisoño baranda que viajaba hasta allí huyendo del frío y la lluvia: la camarera de la que se enamoraba y su hermano lo emborrachaban para robarle el pasaporte.
La luna española a la que se referían Little Feat en “Spanish Moon” no respondía sino al nombre de un hotelucho de Baton Rouge que en los años setenta frecuentaban prostitutas, buscavidas, borrachos y cocainómanos...: “Si el whisky y la mala cocaína / no te matan pronto –aseguraba la letra–, las mujeres lo harán en el Spanish Moon”. Stevie Winwood se enorgullecía de sentir el ritmo “como un bailarín español” en “Spanish dancer”. Reconstrucción de “Moon over Naples”, de Bert Kaempfert, “Spanish eyes” la adoptaban Elvis, Julio Iglesias a dúo con Willie Nelson y Faith No More, por citar unos pocos; en ella unos azules ojos españoles lloraban despidiendo a su amante, aunque, cosas de la dislexia geográfica, “eran los ojos más lindos de México”. Gary Moore tañía la guitarra española en “Spanish Guitar”, y eso le retrotraía a unas vacaciones durante las que conocía a una “Spanish señorita”. Tomando préstamos de Joaquín Rodrigo, Chick Corea y Al Jarreau componían “Spain (I can recall)”, luego recuperada por Manhattan Transfer; otra rememoración romántica al arrullo de “Spanish fiesta” y corazones “que laten como castañuelas”.
Banda electrónica de Nashville, Venus Hum hacía alusión en “Beautiful Spain” a los tórridos veranos peninsulares y otros encantos españoles: “Tu música es mi hogar / y la bailo en tu sonrisa”. Por el contrario, en “Spain”, Kristin Hersh, cofundadora de Throwing Muses, pasaba cuatro agobiantes días en la “humeante” y “fantasmal” España, exorcizando paranoias de pareja. Plusvalía de sus estudios de guitarra flamenca, Robby Krieger escribía para The Doors “Spanish Caravan”, cuya introducción abrevaba en “Asturias (Leyenda)” de Albéniz, por lo que la banda recibía una demanda; Morrison fantaseaba en la letra con trigales de Andalucía, galeones zozobrantes y un tesoro de oro y plata escondido en “las montañas de España”. Montañas en las que nunca llovía, según “The Rain in Spain”, pieza del musical My Fair Lady donde se relatan los ejercicios de dicción con que se intenta limar el acento cockney de la protagonista: “La lluvia en España cae sobre todo en la llanura”.
Excelente promoción la proporcionada a la marroquinería nacional por Dylan en “Boots of Spanish leather”: un hombre navega hasta España dejando atrás a su amante y quiere enviarle un detalle para que le recuerde; ella rechaza joyas hechas en “las montañas de Madrid o la costa de Barcelona”, ya que prefiere “botas españolas de cuero español”. El de Minnesota sería también uno de los muchos artistas –Marianne Faithfull, Emmylou Harris– que grababan “Spanish is the Loving Tongue”, poema de un vate cowboy al que ponían música en 1925. Una historia de amor interracial, “era ella mexicana, y yo blanco”, en la que él quedaba derretido por la lengua del amor. Dadas las actuales circunstancias, acaso lo más adecuado para concluir este recorrido sea “Spain”, de The Stranglers, quienes luego grabarían en español el tango “Adiós”. Como a todos, les encantaba el clima y paisaje local, pero al contrario que el resto sumaban una reflexión: “Míralos dirigirse hacia el futuro / tienen mucho por hacer todavía / esperemos que aprendan de sus vecinos / eso les enseñará lo que no deben hacer / tendrían que haberlo logrado en los años treinta / pero el placer quedó atrapado en el dolor”. Para ilustrar la sombra de ese pasado, en “Spain” una voz femenina suplantaba a Carmencita Franco declamando aquel mensaje navideño dirigido a la infancia del Tercer Reich, que deseaba en plena hambruna de posguerra: “Que todos los niños españoles tengan una casa alegre con cariño y con juguetes”.