Genaro García Luna encabezó la guerra contra el narco que desató el expresidente mexicano Felipe Calderón entre el 2006 y el 2012 y que regó de muertos el país. Al frente de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), García Luna vivió rodeado de sospechas, dado que apenas capturaba a integrantes del cártel de Sinaloa. Sin embargo, el funcionario gozaba de un trato privilegiado por parte de la DEA. Los rumores, al parecer, tenían sustento, y en diciembre pasado lo detuvo la DEA en Dallas. Lo acusaron de recibir sobornos del cártel de Sinaloa y por narcotráfico. Su detención y juicio amenazan con desvelar los entresijos de la relación entre el narco y el Estado.
García Luna nació en la ciudad de México en 1968 en una familia de clase media. Estudió Ingeniería Mecánica, y al poco tiempo de graduarse ingresó al Centro de Investigación y Seguridad Nacional, el Cisen, el equivalente al CNI español. Permaneció una década con los espías ascendiendo escalafones. En el año 2000, cuando el PRI perdió la presidencia por primera vez en setenta y un años, el funcionario terminó encabezando la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), un órgano recién creado que debía ser “el FBI mexicano” en el combate contra el crimen organizado. Y, de hecho, recibió entrenamiento y asesoría del buró estadounidense, del Mossad y de varias policías europeas –entre ellas, la española–. García Luna creó una de las bases de datos más completas, que presuntamente utilizaba para combatir el crimen (o a los enemigos del Chapo). Por ello, Calderón lo definía como “un cerebro informático contra el crimen”.
La periodista Anabel Hernández es, posiblemente, una de las primeras en denunciar los vínculos de García Luna con el narco. En su libro Los señores del narco sostiene que la primera vez que se fugó el Chapo, en el 2001, no lo hizo escondido en un carrito de la ropa sucia como sostiene la versión oficial. Además de combatir el crimen organizado, la AFI eran quienes vigilaban las cárceles y las cámaras del área de la que se fugó el Chapo. Ese día los agentes recibieron una orden: dejar sus puestos frente a los monitores para barrer. Mientras esto ocurría, Guzmán desapareció. A las pocas horas llegaron sesenta agentes de la AFI a investigar. Según Hernández, de la prisión salieron sesenta y un agentes, y uno de ellos era el Chapo disfrazado de agente con pasamontañas. A raíz de la publicación del libro, Hernández se tuvo que mudar a Estados Unidos. Sostiene que García Luna la quiere matar, una versión que, según la autora, le fue confirmada por la propia DEA.
Las sospechas de que García Luna trabajaba para el cártel de Sinaloa se intensificaron con la llegada de Calderón, que lo puso al frente de la SSP. Durante la guerra contra el narco se volvieron frecuentes las narcomantas: los sicarios dejan un cadáver (o partes) con un mensaje escrito en una cartulina al lado. La “moda” fue evolucionando y los sicarios empezaron a utilizar imprentas con distintas tipografías e ilustraciones. Al menos desde el 2008, empezaron a proliferar narcomantas que lo señalaban con mensajes como este que dejaron en Monterrey: “Sr. Presidente, por medio del presente le hacemos de su conocimiento que, por fuentes muy cercanas a Genaro García Luna, las cuales nos vendieron información que él y su grupo de sicarios, que están en la corporación de la PFP y que se hacen llamar Grupo de Reacción GOPES, son sicarios al servicio del cártel de Sinaloa”.
Secuestro
"El hermano del Mayo declaró que él personalmente se vio al menos en tres ocasiones con García Luna y que le dio maletines con entre tres y cinco millones de dólares"
El periodista Ricardo Ravelo narró un siniestro suceso en el que García Luna fue protagonista. Ocurrió hacia el 2003, cuando conducía con su escolta cerca de Tepoztlán, a cincuenta kilómetros de la ciudad de México, cuando los detuvo un nutrido comando armado. García Luna ordenó a sus agentes no disparar. Bajó del coche y se montó en una de las camionetas de los sicarios que lo llevaron ante Arturo Beltrán Leyva, un importante socio (y primo) del Chapo Guzmán. Como si se tratara de una película de la mafia, Beltrán Leyva le advirtió lo fácil que era llegar hasta él y después le conminó a cumplir los acuerdos que tenían. Ravelo supo de este incidente cuando los guardaespaldas de García Luna enviaron una carta a la comisión de seguridad de la Cámara de Diputados narrando el suceso para advertirles de que el funcionario estaba a sueldo del narcotráfico. Los diputados, sin embargo, archivaron la carta y no se inició ninguna investigación.
A pesar de todas estas pruebas en contra de García Luna, el presidente Calderón siempre lo defendió a capa y espada. En el 2009 lo llegó a definir como el “superpolicía”. Fue el único integrante de su gabinete de seguridad que duró todo el sexenio (en contrapartida, desfilaron cinco ministros del Interior en esos años). Tras la detención de su “supersecretario”, sin embargo, el expresidente se apresuró a aclarar que ignoraba por completo lo que hacía García Luna. Una de las grandes incógnitas es si el expresidente también será investigado o si podría ser llamado a declarar.
El juicio se realizará este 2020, y se celebrará en el mismo juzgado en donde sentenciaron al Chapo Guzmán. De hecho, es el mismo fiscal que acusó al líder del cártel de Sinaloa, quien ordenó la detención de García Luna. Durante el proceso contra Guzmán, el nombre de García Luna salió a relucir en un par de ocasiones. Dos de los testigos de la Fiscalía eran parientes del Mayo y aseguraron que lo sobornaron. Jesús, hermano del Mayo, declaró que él personalmente se vio al menos en tres ocasiones con García Luna y que le dio maletines con entre tres y cinco millones de dólares. También declaró que el funcionario cobró cincuenta millones de dólares de otros cárteles para brindarles protección.
Cuando terminó el sexenio de Calderón, en el 2012, García Luna se mudó a Miami, donde obtuvo el estatus de residente permanente. Y en el 2018 inició los trámites para su naturalización. Investigaciones periodísticas revelaron que vivió en un par de residencias tasadas en dos y tres millones de dólares. Aunque vivía de alquiler, ciertamente, no parecía corresponderse con las ganancias de alguien que fue funcionario público casi treinta años. Y si los gringos sabían de los nexos de García Luna, ¿por qué le brindaron protección hasta ahora?
El diario Dallas Morning News ha publicado algunas entrevistas con personal de la embajada estadounidense, entre los que hay agentes de la DEA que lidiaban con García Luna. Lo describen como alguien con mucha labia con los diplomáticos y funcionarios estadounidenses. Ofrecía lujosas cenas en su casa de la Ciudad de México, y a pesar de ser tartamudo (de ahí el apodo “Metralleta”) terminaba las veladas cantando en karaoke canciones de Juan Gabriel, Vicente Fernández y los Rolling Stones, ¿Conocían los estadounidenses los vínculos del secretario con el narcotráfico? La respuesta parece ser afirmativa. En declaraciones al diario texano, el exagente del FBI Art Fontes reconoció: “Nosotros estábamos al tanto de todas las acusaciones en torno a él, como la de sus vínculos con los cárteles. Pero tenemos que hacer nuestro trabajo, y a veces es necesario hablar y bailar con el diablo”.
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