El señor de los cielos
El capo de la droga más poderoso del mundo, tras la muerte de Pablo Escobar, desapareció el 4 de julio de 1997 en un quirófano. Ese día Amado Carrillo, líder del cártel de Juárez, se sometía a una cirugía plástica de ocho horas que le rediseñaría su rostro y estilizaría su figura con litros y litros de liposucciones.
El capo de la droga más poderoso del mundo, tras la muerte de Pablo Escobar, desapareció el 4 de julio de 1997 en un quirófano. Ese día Amado Carrillo, líder del cártel de Juárez, se sometía a una cirugía plástica de ocho horas que le rediseñaría su rostro y estilizaría su figura con litros y litros de liposucciones. Tenía cuarenta años y la policía le pisaba los talones, por lo que le urgía una nueva cara. Su cuerpo no aguantó la agresiva intervención, quizás por la mezcla de anestesia y cocaína en su organismo. Cuatro meses después de su muerte, los cinco médicos habían sido asesinados, tres de ellos aparecieron dentro de bidones rellenos con cemento.
Carrillo Fuentes tenía cuarenta y seis alias, aunque es más conocido por su apodo El Señor de los Cielos. Tenía cerca de mil avionetas y aviones (entre ellos, treinta Boeings 727), con los que creó una especie de puente aéreo para transportar droga de México a Estados Unidos. Sus cargamentos aterrizaban en pistas clandestinas y siempre volaban a menos de mil quinientos pies para evitar los radares. La DEA estimó su fortuna en veinte mil millones de dólares, con los que –junto a su extensa red aérea– pudo eludir a las autoridades. Además, era discreto, a diferencia de muchos de sus colegas de profesión. Su fama dice que prefería pactar antes que matar.
Amado creció en la miseria. El mayor de catorce hermanos nació en 1956 en una pequeña ranchería de Navolato, en Sinaloa. No terminó la primaria, como muchos niños de la zona, y en vez de eso se dedicó a la agricultura, como su padre. Harto de la pobreza, a los veinticuatro años dejó el rancho y se puso a trabajar con su tío, Ernesto Fonseca, un poderoso narcotraficante sinaloense. A mediados de los ochenta, Fonseca lo envió a Ojinaga, una ciudad en la frontera con Texas, para hacerse con la plaza que controlaba Pablo Acosta Villarreal. En lugar de matarlo o echarlo a balazos, Carrillo se asoció con él y pronto empezaron a transportar cinco toneladas de cocaína a Estados Unidos todos los meses.
En abril de 1987, Acosta murió en un tiroteo con policías mexicanos que intentaban detenerle; su lugar lo ocupó Rafael Aguilar Guajardo, un expolicía mexicano con una enorme capacidad para corromper a otros policías, con quien continuó la sociedad. A Carrillo lo detuvo el ejército el 21 de agosto de 1989. Pasó dos años preso y al salir de la cárcel empezaría a cimentar lo que sería el cártel de Juárez, del que tomaría las riendas en abril de 1993, cuando ordenó el asesinato de Aguilar Guajardo mientras el expolicía estaba en Cancún de vacaciones con su familia.
Casi tan extensa como su red de avionetas, el Señor de los Cielos tenía en nómina una enorme red de funcionarios, policías y soldados. Cada semana gastaba veinte millones de dólares en engrasar la maquinaria de protección, que también incluía a periodistas para evitar que publicaran nada sobre el capo. En ese entonces trabajaban para él personajes como el Chapo Guzmán o el Mayo Zambada. El cártel de Juárez inició una dura guerra con el de Tijuana, que se recrudeció cuando estos intentaron asesinar a Carrillo el 24 de noviembre de 1993. El Señor de los Cielos salió ileso, a pesar de que los sicarios dispararon mil balas y mataron a cinco comensales que compartían restaurante con Carrillo y su esposa.
Carrillo tampoco escatimaba en gastos a la hora de repartir dinero, sobre todo en su Sinaloa natal, donde construyó escuelas, iglesias, hospitales e, incluso, intentó comprar un estadio de fútbol en Querétaro, donde se instaló su esposa, Sonia Barragán, y los seis hijos de la pareja, a mediados de los noventa. El Señor de los Cielos fue el primer narco que decidió comprar la cocaína a los colombianos en su país. Hasta entonces, los mexicanos eran únicamente contratados como transportistas por los capos colombianos que les entregaban la carga en la frontera sur. Comprando directamente en Colombia, pagaba un precio menor y multiplicaba sus ganancias.
Tenía en nómina una enorme red de funcionarios, policías y soldados. Cada semana gastaba veinte millones de dólares en engrasar la maquinaria de protección.
El general
Entre las personas que estaban en la nómina del Señor de los Cielos estaba el general Gutiérrez Rebollo, el mismo que había detenido a Carrillo en 1989 y que seguía siendo jefe de una región militar que incluía zonas del Pacífico fundamentales para el tráfico de drogas. No está claro cuándo empezó a trabajar para Carrillo, pero en diciembre de 1996 Rebollo fue nombrado jefe del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas. La principal labor que le había encomendado el presidente era detener, cuanto antes, al Señor de los Cielos.
“Este es un hombre de absoluta e incuestionable integridad”, dijo el zar antidrogas estadounidense, el general McCaffrey, sobre su contraparte mexicana el día de su nombramiento. McCaffrey lo invitó a Washington para enseñarle las últimas novedades sobre la forma en que los estadounidenses se organizaban en la frontera para detectar cargamentos de droga y detener narcotraficantes. En cuanto regresó a México, el general Rebollo compartió esa información con el Señor de los Cielos. También le alertó de un operativo que llevaron a cabo soldados mexicanos en enero de 1997, cuando la hermana de Carrillo se casó en el rancho familiar y huyó antes de que lo pudieran agarrar.
El general duró poco en su puesto, y tres meses después de su nombramiento, el 18 de febrero de 1997, fue detenido por el ejército mexicano. Unas semanas antes, el chófer del general había hecho una llamada anónima alertando de que su jefe vivía en un piso propiedad de Carrillo. Rebollo siempre defendió su inocencia, y en una entrevista en el 2003 destacó su carrera deteniendo narcos y se definió como “narcopendejo, porque no tengo dinero”. El general no volvió a salir a la calle, y en diciembre del 2013 murió a causa de un cáncer cerebral.
Tras la caída de su protector, los gringos se sintieron humillados y exigieron a los mexicanos que detuvieran a Carrillo Fuentes cuanto antes. Las autoridades mexicanas, ahora sí, hicieron todo lo posible por detenerlo, y Carrillo se sintió acorralado. Allí se le ocurrió la idea de reconstruirse el rostro y viajó a Brasil para operarse, pero las autoridades de ese país estuvieron a punto de detenerle y tuvo que abortar la misión. Cuando regresó a México contrató a un equipo de cirujanos para la fatídica cirugía que le costó la vida.
La sospecha rodeó su muerte desde el primer minuto, y todavía hoy muchos creen que vive y que el cadáver era de un primo suyo o de un policía, apodado El Chiquilín, que se le parecía físicamente. La conspiranoia dice que vive en Cuba o que es informante de la DEA. A las sospechas no ayudó que la policía mexicana y la DEA tardaron siete días en confirmar que era el cadáver de Amado Carrillo y que el cuerpo hizo tres viajes en avión antes de darle sepultura. El 4 de julio la familia se llevó el cuerpo del DF a Culiacán en un vuelo de una compañía aérea comercial, pero al llegar fue detenido por la policía, que lo llevó de vuelta a la capital para hacerle las pruebas de ADN. Una semana más tarde, un tercer vuelo privado lo devolvió a Sinaloa, donde se celebró un enorme funeral por todo lo alto en el rancho familiar. Un final digno para el Señor de los Cielos.
Algunos de los hermanos e hijos del Señor de los Cielos siguieron en el negocio familiar.
Vicente Carrillo Fuentes, “El Viceroy”: este hermano de Amado asumió el control del cártel tras su muerte. Pronto encabezó la lista de los narcos más buscados por México y Estados Unidos, aunque vivía en el rancho con su mamá. Lo detuvieron, finalmente, en el 2014.
Rodolfo Carrillo Fuentes, “El Niño de Oro”: lideraba, junto con Vicente, el cártel de Juárez. El apodo le viene porque era el menor de los hermanos y quien se encargaba de mediar con los otros cárteles sin necesidad de recurrir al plomo. En el 2004 lo asesinaron, presuntamente, pistoleros del Chapo Guzmán, lo que desató una guerra entre los cárteles de Juárez y de Sinaloa.
Vicente Carrillo Leyva: hijo del Señor de los Cielos, fue detenido en la ciudad de México mientras corría en un parque frente a su casa. Con estudios universitarios, era el encargado de lavar el dinero de la organización.