La prensa del corazón se mostraba contrariada a finales de febrero por un percance que había sufrido la princesa Leonor a bordo del buque Juan Sebastián Elcano. Para los que no están enterados –sospecho que será una amplia mayoría de los lectores de esta ilustre revista–, la heredera al trono realizará, entre enero y junio, su formación naval a bordo del citado buque. El percance en cuestión es que, al llegar a Brasil, la prensa observó que la princesa tenía tres moratones en el brazo derecho. Tras mucha tinta y segmentos de la prensa del corazón, se estableció que Leonor se resbaló y “acabó dándose un golpazo con una de las barandillas del barco”, como narró el Semana en su crónica. No es el primer percance que se sufre a bordo; hace once años ocurrió otro incidente que atañe más a los lectores de estas páginas y que tiene que ver con un cargamento de ciento cincuenta kilos de farlopa.
El buque escuela de la Armada española fue construido en 1927 y tiene capacidad para transportar a ciento ochenta y ocho tripulantes. La historia que nos atañe se remonta al 2014, cuando el buque atraca en el puerto de Cartagena de Indias, en Colombia, para una escala de cinco días. Cuando el buque hace escala, los marineros pueden ir a la ciudad y entrar y salir del barco sin ningún tipo de control. Al buque, además, se permite la entrada de visitantes que quieran conocer las entrañas del barco más famoso de la Armada. Al llegar a Colombia, varios marinos contactaron con un taxista local apodado Mondonguito, quien les transportó por la ciudad, les ayudó a encontrar alojamiento y les ofreció cocaína y prostitutas durante su estancia, una práctica que, según los testimonios que se dieron en el juicio celebrado por un Tribunal Militar en el 2014, era bastante frecuente en las escalas de Elcano.
El tripulante que puso a los marinos en contacto con Mondongo era el cocinero, un civil que navegaba en el buque desde 1995 y, presuntamente, era el cabecilla de la trama. Mondongo, según la sentencia, convenció a seis marinos para transportar cerca de ciento cincuenta kilos de cocaína para venderlos en Manhattan, una de las futuras escalas de Elcano. A cambio, les pagaría tres mil seiscientos euros por cada kilo. Antes de partir de Cartagena, una camioneta descargó unas cajas de café en donde el juez sospecha que estaba la cocaína, dado que se realizó en un día y hora poco frecuentes para suministrar un buque.
"Encontraron vídeos en los que uno de los tripulantes hacia un tutorial con los mejores lugares de Elcano para esconder droga, fotos de marinos con fajos de billetes y de otro utilizando una placa conmemorativa del buque como bandeja para hacerse unas rayas"
Elcano paró primero en Santo Domingo, en la Republica Dominicana, y posteriormente atracó en Manhattan entre el 10 y 15 de mayo de 2014, donde los marinos descargaron parte del alijo. La trama habría funcionado a la perfección si no hubiera sido porque la policía detuvo en Nueva Jersey a dos narcos colombianos con treinta y un kilos de cocaína. Al interrogarles, aseguraron que la droga se la habían suministrado unos marinos españoles. Lo mismo ocurrió unos días después cuando detuvieron a unos narcos con un alijo de heroína. Al reconstruir sus pasos a través de cámaras de seguridad, captaron a seis marinos destinados a Elcano que daban ropa y mochilas a los camellos colombianos en diversos puntos de la gran manzana: el Bronx, un McDonald’s en Times Square y una bolera en Hell’s Kitchen.
La fiscalía estadounidense dio aviso a la Guardia Civil, que detuvo a los seis marineros que aparecían en los vídeos en cuanto llegaron a Galicia. A pesar del registro, no encontraron droga. Cuando el buque culminó su itinerario en Cádiz, sin embargo, los perros de la Guardia Civil encontraron que en el lugar donde se guardan las velas del barco (el pañol) habían escondidos más de ciento veinte kilos de cocaína, con un valor de mercado de cuatro millones de euros. Según la justicia estadounidense, los marinos además introdujeron diez kilos de heroína con una pureza del setenta por ciento (valorada en tres millones de euros). Cuatro de los seis detenidos se declararon culpables de inmediato, incluso reconocieron que habían escondido algunos kilos en sus camas o en el tanque de aguas fecales del buque.
Ocultando el alijo
La investigación se centró en las cuatro operaciones que los seis marinos realizaron en Nueva York. La instrucción solo se centró en esos treinta y un kilos decomisados por las autoridades estadounidenses en Manhattan y Nueva Jersey, y en los que el eslabón común era el taxista Mondongo. Nadie quiso ir al fondo del asunto: ¿cómo llegó la droga al barco? De hecho, los ciento veinte kilos encontrados en el pañol, entre las velas de Elcano, ni siquiera formaron parte del juicio, dejando muchas incógnitas. Como, por ejemplo, saber desde cuándo se utilizaba como mula el buque en el que, además de Leonor, el rey Juan Carlos y su hijo Felipe realizaron sus prácticas navales. Por lo que se atisbó en el juicio, lo que pasó en Nueva York no fue un incidente aislado. La justicia colombiana, por ejemplo, tenía una causa abierta desde el 2011 sobre el uso de buques militares –como Elcano– para traficar con drogas que no fue perseguida por la justicia española. Uno de los investigados por esa trama era el taxista Mondongo. Tampoco indagaron una línea de investigación en la que Mondongo reclutó a marinos españoles para transportar droga hasta Nueva York a través del río Hudson.
Los agentes interrogaron a buena parte de la tripulación, que explicaron que no había ningún registro sobre cuándo entraban y salían del buque. “La seguridad en Elcano era inexistente –aseguró uno de los acusados, que añadió–: El consumo era evidente”. Otro de los detenidos dijo: “El personal de guardia iba colocado”. Cuando los agentes accedieron a los móviles de la tripulación encontraron vídeos en los que uno de los tripulantes hacia un tutorial con los mejores lugares de Elcano para esconder droga, fotos de marinos con fajos de billetes y de otro utilizando una placa conmemorativa del buque como bandeja para hacerse unas rayas. En uno de los móviles encontraron mensajes en los que el taxista amenazaba a uno de los militares por diferencias sobre el dinero que les iban a pagar: “Te habla Mondonguito, hijo de puta. Tengo mucha gente en Elcano”. Los mensajes también mostraban cómo discutían hacer un cargamento posterior con más de trescientos kilos de droga, mismo que se rechazó, pues los marinos consideraban que era demasiado arriesgado.
La justicia militar tenía prisa por cerrar el caso, que se saldó con penas de uno a tres años de cárcel y con el pago de entre setenta mil y doscientos cuarenta mil euros; también fueron expulsados de la Armada y se les inhabilitó para desempeñar cargos públicos. Prácticamente ninguno de ellos entró a la cárcel, dado que carecían de antecedentes y ya habían permanecido once meses en prisión preventiva. Sin embargo, dos de los acusados que habían sido condenados a tres años de cárcel recurrieron la sentencia al Supremo, que, en octubre del año pasado, terminó confirmándola. Tres meses después del veredicto, la heredera al trono, Leonor, se embarcó en el mismo buque en el que sufrió su propio percance, también en un puerto sudamericano.