Mujeres en el mundo del Cannabis
De infiltradas a lideresas
Luchadoras, pioneras, curiosas, aventureras, independientes... De todo menos apocadas. Así son y así se describen las mujeres que están liderando los diferentes sectores del mundo cannábico. Salvo contadas excepciones, no se las reconoce, no ganan premios, no salen en los medios... Sin embargo, si el mundo cannábico ha cobrado el impulso que tiene actualmente, ha sido gracias a ellas.
Las quince mujeres entrevistadas en este reportaje tienen cargos de responsabilidad en los diferentes ámbitos relacionados con el cannabis: la gestión de empresas y asociaciones, el cáñamo industrial, las ferias, los bancos de semillas, los grow shops, las distribuidoras, el cultivo, los bufetes de abogados, la investigación, la docencia y las drogodependencias. Algunas de ellas, para garantizar su libertad de palabra, han preferido preservar su anonimato.
“No me parece adecuado generalizar acerca de cómo son las mujeres cannábicas: hay mujeres de todo tipo. Por suerte, yo me he encontrado a las que son fuertes, luchadoras, con un par de ovarios bien puestos a la hora de lidiar en este sector aún machista. Por desgracia todavía quedan muchas que no solo están a la sombra de los hombres cabezas visibles de los negocios, sino que además parece que se conforman”. Aunque a las entrevistadas les cuesta trabajo dar con un perfil reconocible de las mujeres en el mundo cannábico, la opinión de esta voz anónima resume muy bien lo que piensa la mayoría.
En este sector hay de todo, desde mujeres con una clara conciencia feminista hasta las que nunca se han sentido discriminadas por ser mujeres. Sin embargo, son capaces de hablar y llegar a puntos de encuentro. Como el de vincular “hombre” con “mundo cannábico”. Algunas lo describen como un mundo muy masculino, la mayoría hablan de machismo directamente, “como la sociedad misma”. Unas pocas como la psiquiatra y psicoterapeuta Tre Borrás, incluso ven que se utilizan “estereotipos que en algunos ámbitos ya están un poco en crisis y en cambio aquí parece que están en pujanza”. Es decir, machismo del rancio: “Es lamentable que un sector que presume tanto de la reivindicación de las libertades tenga tanto camino aún por recorrer con respecto al sexismo”, añade con rotundidad una gran conocedora del sector tanto asociativo como empresarial.
¿Qué harías tu?
Los estands de las ferias cannábicas son un buen escaparate de lo que definen Patty Amiguet y Gema Lago, de REMA, como “cosificación del cuerpo de la mujer y uso sexista de la publicidad”. Patty denuncia a las empresas que “deliberadamente deciden que su producto no es lo suficientemente bueno como para poder venderlo sin ese tipo de publicidad, como si dijeran: ‘no confío en mi producto y necesito a dos tetas para venderlo”. Otra de las entrevistadas lamenta que “por desgracia no existe ninguna normativa aplicable para prohibir este tipo de acciones, y que hay muchas, demasiadas mujeres, que se prestan a hacerlo”.
En todo caso, no se trata de criminalizar a mujeres que, como explica Zoe Molino, mánager de Kannabia Seeds Company: “Lo hacen porque son chavalas que no tienen esa información”. Y que, en muchos casos, no están en condiciones de elegir: “Yo, con dieciséis años, y sin un puto duro, si lo hubiera tenido que hacer para pagarme los estudios lo hubiera hecho”, añade. Tampoco es cuestión de criminalizar a los hombres. Anna Obradors, directora de We’Canna, parafrasea a una de las mujeres que cogió el micro durante la presentación de REMA: “No los creo tan imbéciles como para comprar un fertilizante en base a las tetas que hay detrás”. Aunque, según Rebeca Reyes, del banco de semillas Positronics, no se puede negar que existe un nicho de mercado: “Yo en la oficina no me arreglo, pero a la feria vas a vender. Como sé que los hombres son muy básicos y que con un poquito de escote y un poquito más de color voy a vender más, lo hago”.
“La cara visible de los negocios suelen ser hombres, aunque las mujeres estén en el anonimato y lleven la parte más dura del trabajo”
Del prostíbulo a la peluquería
Los ejemplos de machismos y micromachismos son múltiples y diversos. Desde organizar reuniones en prostíbulos hasta invitar a una mujer a una mesa redonda para equilibrar la cuestión de género. Una de las mujeres que prefiere refugiarse en el fresquito de la sombra nos cuenta que al invitarla a una mesa redonda: “Me dicen, ‘es que en la mesa ya hay tres hombres y para compensar’… Está bien que se tenga en cuenta la paridad, pero si me invitan a un acto, que sea porque puedo aportar algo interesante y no por mi condición de mujer”.
Uno de los micro o macromachismos (dependiendo de la intensidad) es acusarnos de emocionales o histéricas cuando planteamos críticas o posiciones contrarias a la hegemónica en reuniones de trabajo. Según Anna Obradors: “O te dicen que eres bruja o que eres manipuladora, o que como mujer tus capacidades psicológicas se ven afectadas en el desarrollo de tu práctica profesional, o bien te dicen que eres fea, gorda, que no te vistes apropiadamente, que no cumples los cánones y los estereotipos de belleza que como mujer se supone que debes de cumplir”.
Las cosas se complican cuando salimos de la oficina y nos metemos en el cultivo. “Cuando yo trabajaba en la finca – relata Hanka Gabrielová, de la empresa de cáñamo industrial Hempoint–, al principio los hombres me miraban. Después de tres años, cuando vieron que cultivaba cáñamo cada año, que sabía cómo cosechar, vender y todo eso, me aceptaron, pero tardaron”. Si en lugar de cáñamo, es cannabis, y se trata de celebrar una copa cannábica, aunque sea de clubes, entramos en terreno prohibido: “Para nada es una fiesta en la que como mujer te vayas a sentir cómoda, porque, desde que llegas, a lo mejor eres una o dos mujeres en toda la fiesta. Es una fiesta de cultivadores, y parece que no hay cultivadoras, que sí las hay, y muchas, yo misma las conozco”. Quien habla es Alba Sánchez, presidenta de MADFAC.
Claro que hay mujeres, pero están detrás, haciendo el trabajo invisible. Una de nuestras entrevistadas nos cuenta: “La cara visible de los negocios suelen ser hombres, aunque las mujeres estén en el anonimato y lleven la parte más dura del trabajo, la parte que tiene que ver más con la organización, el orden y el buen hacer empresarial”. Otra mantiene que esto ocurre incluso en los entornos con mayoría de mujeres en las filas: “El ámbito de las ONG es mayoritariamente femenino. Otra cosa son los puestos de dirección, que quizá sí recaen más sobre hombres, a pesar de ser minoría”. Marisa Fernández, presidenta de FAUDAS y veterana activista, concluye: “Queremos hacer algo más que escribir un acta. Queremos liderar también”.
Cuando esta posición se hace visible, y ocupan cargos de poder, su autoridad se encuentra cuestionada, como le ha ocurrido a una de nuestras voces anónimas: “No solo he sentido que no se respetaba mi autoridad, sino que en ocasiones me he sentido tratada como una niña mona en lugar de como la profesional que soy”. Otra mujer añade: “Si un tío no va a la oficina un día, es porque estará en una reunión superimportante; si no vas tú, parece que estás en la peluquería; no se plantean que puedas estar en una reunión igual de importante”. También son conscientes de que “para llegar al mismo lugar tienes que ser treinta veces más buena que un tío, y a veces tienes que decir las cosas varias veces”. Especialmente si tienen responsabilidades familiares, como relata Marisa Fernández: “Llegar a donde he llegado ha sido a base del doble de trabajo y esfuerzo y de mucha constancia, que al querer compaginar con mi papel de madre de familia monoparental a veces ha sido una locura”.
Sin embargo, no todas piensan igual. Nerea Larrañaga, de CSC Gest, nunca se ha sentido discriminada por ser mujer. “Creo que si tú la sientes, eres tú misma la que te provocas esa discriminación. Si vas de igual a igual no tienes por qué sufrir esa discriminación. Yo me considero igual que un hombre, ni más ni menos”. Rebeca Reyes, por su parte, va más allá, además de no sentirse discriminada: es que “estoy en un banco de semillas que es una familia, no es que sea una más, es que me he sentido integrada en una familia”.
Tampoco existe resentimiento contra los hombres en sus relatos. De hecho, todas coinciden en que la situación mejora en las distancias cortas, sintiéndose a gusto en su entorno profesional o militante más cercano, aunque siempre hay algún pero, como el que pone Beatriz Macho, abogada: “Aunque en las relaciones individuales me he sentido muy aceptada, siempre hay conductas que siendo mujer me resultan violentas e intento reeducar a los compañeros o hacerles conscientes de que ciertos comentarios y actitudes sobran”. Un caso paradigmático se encuentra en el ámbito académico. Cristina Sánchez, investigadora de la Universidad ComplutenComplutense, afirma: “Nunca he percibido un tratamiento diferente por el hecho de ser mujer en los trabajos de investigación sobre drogas que he realizado. Pero soy consciente de que soy una afortunada por trabajar en un nicho profesional que es posiblemente una excepción a la situación laboral general de las mujeres en este país”.
Además, tenemos claro que el necesario cambio no llegará sin la participación de los hombres. Anna Obradors lo resume bien: “Yo los veo muy capaces de reflexionar en este sentido y de ser artífices del cambio que todos necesitamos, porque al final del camino estamos nosotras con ellos y nuestras familias, y nuestros hijos e hijas, y sus hijos e hijas, con lo cual esto es una tarea de todos”.
Maternidad y cannabis: la ecuación imposible
La maternidad se vive con angustia y culpa en muchas ocasiones. Conciliar la vida laboral y militante con la vida familiar no es fácil. Un problema es el que describe Nerea Larrañaga: “Muchas veces las reuniones, o momentos decisivos, no se hacen de nueve a cinco, sino que se hacen de ocho a diez de la noche. La desventaja de la mujer, en este caso, es la conciliación”. Aunque las madres entrevistadas reconocen que cuentan con la complicidad de sus parejas para poder asumir todas sus responsabilidades laborales y militantes, entienden que no todas las mujeres tienen esa posibilidad. Además, el precio que pagan sigue siendo más alto, como el que ha pagado Nerea: “Nunca me he cogido una baja de maternidad, me he llevado a mis hijos en el avión con dos semanas para darles el pecho. ¿Por qué? Porque si no lo hago, no puedo seguir el ritmo”.
Los problemas comienzan desde el embarazo. El consumo de drogas ilegalizadas en gestantes se considera maltrato prenatal infantil. Según la Ley de Protección a la Infancia y la Adolescencia, “se entenderá por situación de riesgo prenatal la falta de cuidado físico de la mujer gestante o el consumo abusivo de sustancias con potencial adictivo”. A la hora de definir el consumo abusivo de sustancias, la ley nos remite a la Organización Mundial de la Salud (OMS) o a la American Psychiatric Association (APA).
La OMS no recoge el término abuso de drogas en su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) debido a su ambigüedad y a que “se utiliza a veces con desaprobación para referirse a cualquier tipo de consumo, particularmente, de drogas ilegales”. La APA sí define el abuso de sustancias cuando se consume al menos durante un año y la persona que consume incurre en actitudes como: ser incapaz de cumplir con sus obligaciones (laborales, educacionales, etc.), debido al consumo; consumir en condiciones físicamente riesgosas; tener problemas legales recurrentes debido al uso de sustancias o seguir consumiendo a pesar de problemas persistentes de tipo social o interpersonal. Ninguna de las dos organizaciones aclara cuáles serían las consecuencias para el feto del “potencial adictivo” del cannabis. De hecho, en su último informe sobre cannabis, publicado en 1997, la OMS tan solo describe bajo peso al nacer, y afirma que no se han encontrado “evidencias de déficits neuroconductuales, con independencia de la toxicidad de la madre”.
Sin embargo, escudándose en la Ley de Protección de la Infancia y la Adolescencia, algunos hospitales han establecido protocolos según los cuales “tras ‘confesar el crimen’, eres interrogada en cada cita por el ginecólogo”. El crimen es consumir drogas ilegales, las legales como alcohol o tabaco no activan el protocolo. Una mujer que lo vivió en carne propia nos explica que “te realizan controles de orina en cada revisión del feto. En el momento de nacer, pretendían cogerle orina también (a lo que me negué y empezó el show). Si hubieran cogido orina y hubiera salido positivo, el bebé se mantendría en observación hasta dar negativo (más de los dos días reglamentarios tras el parto). Además, te hacen un seguimiento desde Servicios Sociales durante un tiempo y te niegan la posibilidad de dar el pecho”.
Abstinencia y recato como norma
Si encima eres madre sola y pobre, tienes muchas posibilidades de verte inmersa en una pesadilla de la que resulta difícil salir. El Protocolo Unificado para Detección Precoz y Tratamiento del Maltrato Infantil en el Hospital de Sabadell, por ejemplo ejemplo, incluye entre los factores de riesgo el hecho de ser familia monoparental “con cargas económicas y responsabilidades familiares no compartidas”, o el de tener una “conducta anómala: alcoholismo, drogadicción, delincuencia, prostitución”, o, lo que resulta más sangrante, la insuficiencia de recursos. No hay que olvidar que el ochenta y tres por ciento de las familias monoparentales están encabezadas por mujeres. Y que las familias con dos progenitores también tienen cargas económicas. Un claro ejemplo de cómo se utiliza desde las instituciones públicas la defensa de unos derechos (los de los menores) para violar otros (los de las mujeres vulnerables por su condición de madres solas, consumidoras y pobres).
“Aunque en las relaciones individuales me he sentido muy aceptada, siempre hay conductas que siendo mujer me resultan violentas e intento reeducar a los compañeros de que ciertos comentarios y actitudes sobran".
También nos muestra el escaso conocimiento que se tiene desde las instituciones del cada vez más frecuente uso de cannabis entre las mujeres para reducir las dosis de drogas legales prescritas por sus médicos. Marisa Fernández lo relata: “He tenido problemas de consumo problemático, como policonsumidora, y para mí el cannabis es mi medicina estabilizadora, sin él no creo que hubiera podido sobrevivir a una serie de problemas personales muy grandes, y ha permitido que no haya tenido que estar sujeta a las benzodiacepinas, teniendo que subir su pauta con el tiempo y acabando enganchada. Eso sí que es una muerte anunciada”.
Y es que, tal y como afirma Tre Borràs, en el aparato institucional “impera la ideología prohibicionista y, por tanto, el desarrollo y la aplicación de estos protocolos vienen absolutamente influidos por esta ideología”. Esta ideología también se percibe todavía en la sociedad general. Las vivencias difieren en función del contexto sociocultural del que proceden nuestras mujeres, pero sí hay ejemplos, incluso utilizándolo como medicina. Ha sido el caso de Alba Sánchez: “Comencé a consumir cannabis con el cáncer y con la quimio, y cuando empecé, recomendada por mis médicos para las náuseas, lo hacía a escondidas de mi familia, aun sabiendo que me iba a sentar muy bien. Siempre me he sentido, y me sigo sintiendo, discriminada, incluso por personas de mi propia familia, que han visto cómo me ha ayudado o cómo me sienta el cannabis, y lo tachan como una megadroga malísima que me va a llevar a la heroína”.
En los tribunales esta discriminación se torna en paternalismo. Beatriz Macho comenta que siempre ha recibido “un trato muy cordial y suavizado, hasta de intentar entender el por qué estamos ahí y usamos cannabis”. O en castigos más duros por salirnos del rol tradicional, como le pasó a Marisa Fernández: “El juez consideró que con las cantidades incautadas, que eran las mismas que las de los hombres, el daño causado contra la salud pública era más grande que si lo hubiera realizado un hombre. Vamos, que me cayó la del pulpo, una auténtica burrada”.
La Red de Mujeres Antiprohibicionistas
Sin embargo, algo está cambiando. Las mujeres cannábicas están uniendo fuerzas para visibilizar y cambiar los patrones patriarcales actuales. En marzo pasado se organizó el I Encuentro de Mujeres Cannábicas en Barcelona.
En este encuentro se plantó la semilla de lo que quiere convertirse en la Red de Mujeres Antiprohibicionistas, con el espíritu de hacer las cosas de manera diferente, quizás porque “tenemos desarrollado un sentido de solidaridad y empatía que ayuda en el trabajo colectivo de cualquier grupo”, tal y como afirma Beatriz Macho.
En el encuentro se presentó la propuesta y se anunció la organización de una asamblea en la que se debatirán objetivos y actividades. La carcasa, como la definió una de las organizadoras, ya está creada. Ahora falta darle contenido. Mientras tanto, miles de mujeres siguen trabajando en su entorno para construir un mundo, el cannábico, cada vez más plural y dinámico.