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Sexo no convencional

Rompiendo los corsés de la norma

La cultura en la que nos hemos criado nos enseña que las relaciones sexuales deben enmarcarse en una relación de pareja, heterosexual, monógama y para toda la vida. Es lo que desde algunos ámbitos se denomina heteropatriarcado. De la misma forma que en el sistema prohibicionista de drogas solo se pueden consumir un determinado tipo de sustancias recetadas por médicos y producidas por empresas farmacéuticas, en el sistema heteropatriarcal las relaciones deben girar en torno al ideal del amor romántico. Y en el ámbito sexual, a la genitalidad e, incluso en algunos entornos, a la “preparación para la penetración, la penetración y el orgasmo masculino”, tal y como se definía el acto en la primera mitad del siglo xx. Pero, al igual que ocurre con el prohibicionismo, el sistema heteropatriarcal fue construido en terreno pantanoso, y sus cimientos no dejan de tambalearse bajo el peso de la disidencia.

La cultura en la que nos hemos criado nos enseña que las relaciones sexuales deben enmarcarse en una relación de pareja, heterosexual, monógama y para toda la vida. Es lo que desde algunos ámbitos se denomina heteropatriarcado. De la misma forma que en el sistema prohibicionista de drogas solo se pueden consumir un determinado tipo de sustancias recetadas por médicos y producidas por empresas farmacéuticas, en el sistema heteropatriarcal las relaciones deben girar en torno al ideal del amor romántico. Y en el ámbito sexual, a la genitalidad e, incluso en algunos entornos, a la “preparación para la penetración, la penetración y el orgasmo masculino”, tal y como se definía el acto en la primera mitad del siglo xx. Pero, al igual que ocurre con el prohibicionismo, el sistema heteropatriarcal fue construido en terreno pantanoso, y sus cimientos no dejan de tambalearse bajo el peso de la disidencia.

Para conocer las excepciones es preciso enmarcar la norma. Coral Herrera nos explica que “el patriarcado determina nuestra forma de amar porque nos impone una heterosexualidad, que más que una opción sexual es un régimen político, lo mismo que la monogamia o el dúo. En la relación heterosexual se perpetúan los estereotipos y los roles de género a través de los mitos románticos: el patriarcado nos ha hecho creer que los hombres y las mujeres somos dos grupos de personas radicalmente diferentes, y se nos impone una forma de relacionarnos que perpetúa la diferencia sexual”.

Roma Al Revés Es Política, autora del blog El bosque en el que vivo, define la heterosexualidad como una estructura social, cultural y económica, que nos marca desde la infancia: “Te educan mucho antes de que puedas construir una relación íntima con alguien, desde que te están contando que la princesa va a encontrar al príncipe. Y cuando vemos en nuestro entorno la distribución sexual del trabajo entiendes que es una relación económica: las mujeres crían, cuidan, los hombres trabajan. Y las mujeres, que hacen los trabajos no remunerados, no visibilizados, también trabajan fuera de casa”.

La tradición judeocristiana y los cuarenta años de dictadura nacionalcatólica han contribuido al afianzamiento de ese sistema en nuestro país. Para muchos hombres, y bastantes mujeres, de nuestro territorio, las mujeres seguimos siendo o putas o esposas. No cabe término medio. Y eso no concierne solamente a las personas adultas. Yolanda Toral, orientadora en un instituto de secundaria, comprueba a diario que el concepto de amor que tienen nuestros adolescentes “es el más estereotipado del mundo, con todos los mitos del amor romántico: el vínculo eterno del amor, la media naranja, la cuestión de los celos, el amor todo lo puede...”. Para esta profesional, en el modelo de amor romántico se encuentra el germen de la violencia de género: “Esa idea de que el amor es posesión, celos, y más ahora con el tema de las redes sociales, hay mucha violencia solapada, que se concreta en ‘dame la clave de tu Facebook, si me quieres’, o en el hecho de que muchas niñas no van de viaje de estudios porque tienen novio”.

Francisca Martín-Cano demuestra, en su documentado y didáctico estudio Sexualidad femenina en diversas culturas, que la unión sexual entre los humanos prehistóricos era iniciada por las mujeres, para satisfacer el placer sexual de manera inmediata y promiscua y sin perseguir la fecundidad ni la estabilidad de la pareja a largo plazo.

Sin embargo, la monogamia heterosexual es un fenómeno relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Francisca Martín-Cano demuestra, en su documentado y didáctico estudio Sexualidad femenina en diversas culturas, que la unión sexual entre los humanos prehistóricos era iniciada por las mujeres, para satisfacer el placer sexual de manera inmediata y promiscua, tanto con personas del mismo sexo como de otro sexo, y sin perseguir la fecundidad ni la estabilidad de la pareja a largo plazo. Este tipo de comportamiento ha seguido vigente a lo largo de la historia en lo que, dependiendo de la fuente, se denominan sociedades maternales, matriliniales, matrísticas, ginecogrupales, etc. Se trata de sociedades en las que la libertad sexual se encuentra ligada a la independencia y autosuficiencia económica de las mujeres.

Incluso en el mismo seno de nuestra civilización patriarcal, al igual que la prohibición de las drogas no ha impedido que las personas alteren su conciencia con diferentes sustancias, siempre han existido reductos de resistencia en los que se experimenta con otras formas de relacionarse, tanto sexual como afectivamente: desde las disidencias semiencubiertas del siglo pasado, hasta la anarquía relacional, en la que se propone una transformación estructural de la sociedad, pasando, por supuesto, por el poliamor, el último grito en relaciones abiertas. Hagamos una gira.

Adulterios consentidos

Una de las formas más tradicionales de relación extramarital ha sido el adulterio consentido en parejas que por alguna razón no quieren separarse pero que ya no se sienten ligadas sexual o afectivamente. Generalmente han sido las mujeres las que han consentido que su cónyuge mantenga relaciones sexuales fuera de la pareja.

Teresa tiene 80 años. Hace 33 años, cuando ella tenía 47 años, disfrutaba de un pacífico divorcio y sus hijos ya eran mayores e independientes, e inició una relación con un hombre casado. “Al principio era puro sexo, nos íbamos debajo de los aguacateros y allí... Yo no sabía lo que era el sexo anal ni el sexo oral. Para mí era todo igual. Él había conocido todo tipo de mujeres. Estaba informadísimo”, nos cuenta. El amante francés de Teresa y su mujer hacía años que no mantenían relaciones sexuales, pero por intereses económicos no querían separarse, y tenían un acuerdo tácito por el cual cada uno tenía plena libertad, siempre y cuando no afectara a su patrimonio.

Todo iba bien hasta que las mentes biempensantes decidieron que la situación personal de Teresa era incompatible con su trabajo de maestra, amonestándola por retozar en el campo con su enamorado. Al mismo tiempo, la mujer de este descubrió las facturas de un viaje de ambos por costas alicantinas y decidió vigilar a Teresa contratando un detective privado “con gabardina y todo”. Teresa pidió plaza en Elche, su amante redobló la paga a la mujer, y ambos, Teresa y su amante, se fueron a vivir juntos a la costa levantina.

Así estuvieron dieciséis años juntos, hasta que Teresa se jubiló y se mudaron a Francia. Tras una temporada en la costa francesa, se mudaron al Pirineo francés, donde su pareja tenía una casita. Pero Teresa no se adaptaba: “Cuando vi aquello, lleno de abuelitos hablando de quiénes se habían muerto, le dije, yo creo que nos hemos equivocado, esto es la tumba de los ricos”. Finalmente, tras una discusión que él zanjó con un puñetazo en la mesa, Teresa hizo las maletas y marchó a la mañana siguiente dejando la siguiente nota: “Nadie me va a decir a mí dónde voy a vivir. Muchísimas gracias por todo, pero te has equivocado, no te voy a dar un cheque en blanco”.

 

El mito de la promiscuidad gay

Si existe un colectivo con tanta fama de promiscuidad como ataques desde los torreones patriarcales, ese es el colectivo gay. Para Fernando, homosexual con pareja abierta estable desde hace dieciséis años, no es que los gais sean más promiscuos, sino que tienen menos presión social sobre los roles que hay que cumplir en la pareja. “Para mí la relación cerrada es algo tan artificial, y tan difícil de llevar. A mí me apetece de vez en cuando..., no es que esté todos los días. Piensan que estamos todo el día follando como conejos y con cualquiera. Pues no, en absoluto”.

Fernando mantiene una relación abierta con normas, de las cuales la principal es la comunicación: “Contarlo todo, todo lo que es significativo, las cosas trascendentes, importantes. Los pequeños detalles, sobre todo las cosas que te pueden hacer mucho daño y no aportan nada, pues... ¿para qué?”. Otras reglas son no repetir, o no quedar con otras personas si están juntos, aunque sí pueden hacer tríos o montárselo con otras parejas.

Al preguntarle cómo gestionan los celos, afirma que no es celoso: “Me parece una infidelidad mucho mayor que me mires el móvil a que hagas no sé qué con alguien en un momento dado. Para mí la fidelidad es la confianza y la lealtad”. Con su pareja, un poco más celoso, lo que les funciona bien “es explicar las cosas muy bien”. Aunque su relación es abierta, Fernando no se considera poliamoroso: “Yo básicamente estoy feliz con mi pareja, y ojalá fuera para siempre, el amor romántico, ese que es el amor de tu vida. Firmaría por eso ya”.

 

Poliamor: la moda que llega

Dibujo poliamor con conversaciones y mensajes.

En España, en los últimos años, el término poliamor se está convirtiendo en sinónimo de modernidad, habiendo pasado de ser utilizado en blogs y publicaciones alternativas a aparecer en reportajes de medios convencionales. Ahora ya no se amplía únicamente el concepto de relación sexual, sino el de relación amorosa. Miguel Vagalume entiende el fenómeno como un paso más en un proceso de apertura: “En los años sesenta era colocar el sexo fuera de la relación, el rollo swinger, el rollo hippy... Ahora también puedo colocar los vínculos afectivos fuera, y tampoco se cae nada”.

Aunque reciente en España, en el mundo anglosajón el colectivo poliamoroso lleva décadas organizado. Frances y Bárbara vivieron en primera persona el desarrollo del fenómeno en Inglaterra. “Vivíamos en Londres, en una comunidad cerca de otras mujeres lesbianas, donde los niños se criaban juntos y había mucho contacto entre todas. Era un barrio de Londres, muy barato, con muchas mujeres feministas”, nos cuenta Frances. Bárbara añade: “Las mujeres se conocían como amigas pero también como amantes. Había una relación política, personal, feminista, pero también teníamos relaciones entre nosotras”.

Desde su retiro en el sur de España, Frances y Bárbara recuerdan aquella época con cariño. “Mereció la pena hacerlo, intentarlo”, dice Frances. Bárbara añade: “Y aprendimos mucho. Aprendíamos mucho sobre nosotras mismas. Era un poco como una psicoterapia. A gestionar los celos, la posesión”.

En la práctica, el poliamor, si funciona, puede ayudar mucho a colectivizar tareas de cuidado. Silvina nunca ha puesto normas en sus relaciones, y tampoco ha permitido que la controlen. La pareja con la que tuvo la relación más larga contrajo una enfermedad degenerativa que requería mucha atención. En el momento de contraer la enfermedad, aunque Silvina era su pareja principal, esta persona mantenía relaciones afectivo-sexuales con otras mujeres desde hacía más de veinte años. Ella, por su parte, también mantenía relaciones fuera de la pareja. Durante el proceso de la enfermedad y muerte de su pareja, Silvina pudo contar con el apoyo de todas las mujeres de su entorno: “Ha sido un cuidado colectivo donde han participado la mayoría de sus amantes. Todas han estado hasta el final, y una de ellas ha sido mi mejor amiga hasta el último momento; no hubiera podido llevar eso adelante si no hubiera sido por ellas”.

Coral Herrera: “La generosidad, la comunicación, la sinceridad, la honestidad, la igualdad, los celos” como los principales retos de las relaciones poliamorosas. “Son casi los mismos problemas que los que tienen las parejas monogámicas, en realidad. La dificultad estriba en que en lugar de mentirse y engañarse, las parejas abiertas tienen el reto de tener que hablar las cosas, de convivir con la realidad sin negarla u ocultarla”

Precisamente, Coral Herrera describe “la generosidad, la comunicación, la sinceridad, la honestidad, la igualdad, los celos” como los principales retos de las relaciones poliamorosas. “Son casi los mismos problemas que los que tienen las parejas monogámicas, en realidad. La dificultad estriba en que en lugar de mentirse y engañarse, las parejas abiertas tienen el reto de tener que hablar las cosas, de convivir con la realidad sin negarla u ocultarla”.

Valentina, que ha vivido diferentes relaciones poliamorosas a lo largo de su vida, menciona también el trabajo que implica construir relaciones de las que existen muy pocos referentes y que cuentan con escaso reconocimiento social: “Creo que tenemos miedo a hablar del amor, que no sea el amor enorme, gigante, y para mí el amor, sinceramente, es mucho más; son prácticas cotidianas de amor. El problema es la energía que hay que ponerle, porque esto es cuestión de tiempo, de espacios. Para mí el gran trabajo es justamente reconocer dónde está la otra persona en tu vida y darle esta seguridad. Que el hecho de que yo tenga otras relaciones no significa que la nuestra se está acabando”.

La gestión del tiempo y los celos son temas recurrentes en las charlas y talleres sobre poliamor y relaciones abiertas. Precisamente, uno de los retos que se plantean a la propuesta poliamorosa es su encaje en contextos económica o socialmente vulnerables. Valentina, por ejemplo, confiesa: “Por lo menos en esta fase, es algo que pueden hacer personas muy jóvenes, que no tienen familia, que no tienen hijos e hijas, que estudian..., y pueden invertir tiempo y energía en esto. O de gente con dinero. Porque si no tienes dinero, tu vida diaria te absorbe completamente”.

Roma critica también la ficción de la elección: “Por una cuestión de clase, económicamente, no puedo elegir con quién voy a vivir o con quién no. Puedo decidir si quiero sacrificar más una cosa o sacrificar más la otra”. De hecho, ese es uno de los problemas que tienen muchas personas a la hora de salir del armario: “En el norte de Europa no tienes relación con tu familia y siempre cuentas con una cobertura del estado, y aunque tengas una mínima pensión medio sobrevives y puedes haber renunciado a toda esa red. Pero aquí, ¿quién se atreve? Al final, la última red es la familia, entonces por eso no puedes salir del armario, porque tienes que llevarte bien con toda esa red”, explica Miguel Vagalume, impulsor de Golfxs con Principios.

 

Anarquía relacional: eliminando jerarquías

La anarquía relacional da una vuelta de tuerca a la propuesta poliamorosa y el resto de relaciones sexoafectivas, y propone poner en el mismo lugar todo tipo de relaciones importantes en nuestra vida. Roma lo explica así: “Lo que hace la anarquía relacional es poner en cuestión la separación y la jerarquía que hay entre las relaciones románticas y las no románticas en nuestra sociedad. La anarquía relacional no jerarquiza las relaciones porque tengan o no un contenido sexual o romántico”.

El anarquismo relacional cuestiona la fantasía de poder elegir una forma de vida independiente. Roma aclara: “Queremos vivir la fantasía de que somos una pareja de gente independiente, pero al final tenemos que trabajar las dos personas porque es imposible con un sueldo español, o con dos, sostener un proyecto de vida, y entonces todas las tareas de sostenimiento de la vida las está haciendo la gente de nuestro alrededor. Hay un montón de gente que está haciendo un montón de tareas, y que está sosteniéndote, económica, material, emocionalmente, lo que sea, pero que no está reconocida”.

La anarquía relacional “pretende desplazar la centralidad del amor romántico para hacer una constelación de relaciones importantes”, puntualiza Valentina. Lo que hace es, como nos explica Roma: “Poner sobre la mesa que todos esos vínculos están ahí”, y reconocerlos y visibilizarlos, dándoles la importancia y el espacio que se merecen. Roma no se refiere solo a los vínculos sanguíneos, sino a “la familia elegida, porque la hemos necesitado, porque es la que nos ha sustentado”.

Se trata, finalmente, de ampliar los horizontes del amor, superando los límites culturales, sexuales y familiares; de construir sociedades más conscientes de las necesidades materiales y emocionales de sus habitantes, y de establecer mecanismos para satisfacerlas.

Golfxs con Principios
Corazón cosido con aguja e hilo.

Un colectivo que ha conseguido aglutinar a todas las sexualidades no convencionales y convertirse en referente para personas iniciadas o interesadas en iniciarse es Golfxs con Principios. Miguel Vagalume, impulsor del colectivo, nos relata sus inicios: “Empezó en el 2008. Mi pareja principal y yo fuimos conociendo a mogollón de gente del ambiente BDSM, del swinger, de amigos de toda la vida, colegas de trabajo, y se nos ocurrió hacer fiestas en casa juntando a todo el mundo a la vez, y diciendo: ¿será posible mezclar todo esto?”. Hoy en día cuentan con una web con materiales traducidos e información valiosa para quienes quieran iniciarse o profundizar en el tema; organizan fiestas, charlas, talleres..., todas las herramientas posibles para “mejorar nuestras habilidades”. Tal y como describen en su web: “En realidad es como una red prosexualidad no convencional,” explica Miguel.

El nombre viene de la traducción libre de Ética promiscua, el libro escrito por Janet Hardy y Dossie Easton y traducido al castellano por Miguel, que se ha convertido en libro de cabecera de muchas personas interesadas en profundizar en el “poliamor, las relaciones abiertas y otras aventuras”, como dice el subtítulo original. Además de aglutinar y ofrecer herramientas, Golfxs con Principios ha conseguido visibilizar la amplitud y diversidad de las sexualidades no convencionales. “La principal idea política que hay detrás es que toda la sexualidad no convencional se vea como un frente común, que no somos cuatro aquí, ocho allí, sino que vas sumando todo y lo no convencional, que parece la excepción a la regla, de repente es la hostia de grande”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #228

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