Un chiste: Hirchs es un callista y recolector de lotería de Hamburgo en el siglo xix. Es un tipo que saca pecho por todo y le gusta que le adulen, por lo que suele contar sus relaciones con el banquero, multimillonario y opulento barón de Rothschild. Dice Hirchs: ‘Tan cierto como que de Dios proviene todo lo bueno, señor doctor, es que una vez me hallaba yo junto a Salomon Rothschild y que me trató como todo lo suyo, muy familionarmente”.
Si no te ha hecho gracia, o bien vas poco colocado o bien acabas de darte cuenta de que el humor es mucho más complejo de lo que se suele pensar.
Este chiste lo recoge Sigmund Freud en El chiste y su relación con el inconsciente; Freud dice sobre él que resulta “excelente”. Para cualquiera de nosotros, en cambio, este nos deja más bien fríos. Lo más que puede suceder es que nos riamos no del chiste sino de las pretensiones de ser gracioso del que lo cuenta. Desde luego, raro es que de ahí salga comicidad. Sin embargo, no dudo que tanto para Freud como para la Viena de principio del siglo xx todos los referentes que encierra el chiste sean captados por los oyentes y, en ese caso sí surja la risa. Porque si el humor tiene un problema es que este depende demasiado de los contextos y las referencias. Así como el humor escatológico tiene algo de facilón pero resulta bastante universal, el humor inteligente tiende a tener fecha de caducidad. Si uno lee las obras de Aristófanes, muchos de los chistes resultan como poco incomprensibles, al igual que sucede con el humor que nos llega de los países de Oriente. Elaborar un humor universal que sea imperecedero es una tarea tan difícil como levantar una tragedia. De hecho, puede que la tragedia de la comedia sea esa.
Estos videojuegos que traemos utilizan el humor como su arma principal. No son los únicos, pues, como puede esperarse, el humor es un recurso valioso y habitual en cualquier formato, especialmente el videojuego. Estos títulos son tanto referentes en el género, como el caso del monumental The Secret of Monkey Island, como recientes incorporaciones que apuntan a un humor refinado que, seguramente, tarde en caducar, como en West of Loathing; todos ellos apuestan claramente por la comedia como una manera adecuada de comunicarse con el jugador y establecer vínculos empáticos.
Sea como sea, y para evitar que la risa se quede dentro de vosotros, uno siempre puede recurrir a la maría para aumentar la experiencia. Con estos juegos y un poco de mandanga, la tarde comedia va a ser inevitable.
‘The Secret of Monkey Island’ (LucasArts, 1990)
“¿Guybrush Tree… qué?”
El videojuego de LucasArts The Secret of the Monkey Island se convirtió en el patrón de oro de las aventuras gráficas. LucasArts estaba entonces en estado de gracia: contaba con los mayores talentos y desarrollaba los mejores videojuegos de principios de los noventa. Aunque haya que agradecer a Ron Gilbert casi todo lo bueno que tiene Monkey Island y su secuela, también colaboraron en su éxito Tim Schafer (Grim Fandango) y Dave Grossman.
Ron Gilbert dijo que se inspiró tanto en la atracción de Disney World de Los piratas del Caribe como en En costas extrañas, el libro de Tim Powers sobre piratas y espíritus. Es bastante irónico que en Piratas del Caribe, el film, se puedan ver más influencias de Monkey Island que de la atracción a la que hace referencia.
Si seguimos hablando de Monkey Island veintiocho años después de su publicación, no es por casualidad: la aventura del aspirante a pirata Guybrush Threepwood es uno de los mejores videojuegos de la historia. Una obra imperecedera que es tanto El Quijote como Ciudadano Kane de los videojuegos. Un monumento que ha logrado calar en la cultura popular tanto por sus situaciones como por sus personajes: el pirata Le Chuck, la gobernadora Marley, Stan, los piratas en huelga, el mono de tres cabezas, los duelos de insultos, los puzles absurdos…
‘West of Loathing’ (Asymmetric Publications, 2017)
Sillas de montar calientes
Uno no debería dejarse engañar por la estética de West of Loathing, más cercana al cómic de Cuttlas que al hiperrealismo de los videojuegos de última generación: detrás (y delante) de sus animaciones infantiles se encuentra una comedia de aventuras de rol envidiable.
El estudio independiente Asymmetric Publications consigue mantener el pulso, y West of Loathing logra ser hilarante de principio a fin. Un universo de salvaje Oeste mezclado con fantasía que nos deja un paisaje polvoriento lleno de vacas que vienen del infierno, payasos asesinos, magos de frijoles, esqueletos, goblins y muchos forajidos.
West of Loathing es un título imprescindible para los amantes de la comedia. No deja ni un solo elemento sin que esté pensado por y para la diversión del jugador. Un juego de rol de mundo abierto bastante peculiar que solo pretende que pases un buen rato. West of Loathing es uno de esos complementos ideales para una tarde de canutos.
‘Borderlands 2’ (2K Games, 2012)
Más Mad que Max
La sombra de los films de Mad Max es alargada. La película de George Miller de 1979 y su continuación de 1981 ya tenían un claro referente en el western. Sin embargo, su estética salvaje y la violencia malsana de estas dos primeras partes dieron un vuelco significativo a la imagen que se proyectaba de un escenario postapocalíptico. Desde entonces, las representaciones del futuro se iban a parecer tanto a Mad Max como a Blade Runner, otro éxito estético de los ochenta. No exagero si digo que Mad Max ha tenido tanta influencia estética (si no más) en el cine sobre el porvenir que la película de Ridley Scott.
Borderlands 2, la más y mejor secuela de Borderlands, es un hijo tardío de los films de Mad Max que enfatiza el carácter de western del neocapitalismo, donde los chistes de humor negro se suceden entre rápidos tiroteos. Interpretamos a un saqueador de bóvedas que busca fortuna en el planeta Pandora, un mundo dominado por multinacionales que se enriquecen explotando los deseos de los habitantes del lugar. Una historia de miserias y miserables repleta de personajes esperpénticos e inolvidables.
Borderlands 2 es un juego de disparos en primera persona que tiene mucho que ver con Diablo II (Blizzard, 2000) por la forma en la que está elaborada tanto la progresión de tu personaje como la manera en la que los objetos que encuentras se generan. Algo fundamental si lo que pretende trasmitir el juego es la sensación de constante descubrimiento. Su villano, Jack, el guapo, pasará a la historia como uno de los malos más divertidos y ridículos que se han hecho. Pero Jack es inquietante: es un ejemplo de lo que puede llegar a hacer un político corrupto si se le da carta blanca para planear lo que le venga en gana.
‘Goat Simulator’ (Coffee Stain Studios, 2014)
Hacer el cabra
De entre los videojuegos tontos hasta la médula que tienen un éxito inesperado y popular, Goat Simulator es, casi seguro, la mayor broma. Como su nombre indica, en Goat Simulator se toma el papel de una cabra en un entorno urbano en el que tendrás libertad para decidir qué haces. No engaña: es un simulador de hacer el cabra.
Lo que comenzó como una broma en Coffee Stain Studios durante un periodo de descanso logró ser un videojuego viral que ha dado pingües beneficios y secuelas de todo tipo con cabras zombis, cabras en el espacio o cabras que viajan en el tiempo. La elección de una cabra no es casual: por aquel momento, tanto los vídeos de gatos como los de cabras arrasaban en YouTube; esto llevó a pensar que, tal vez, lograrían el mismo efecto… Y así fue.
Pese a no haber mayor historia en el juego que correr, darle topetazos a la gente o lamer objetos, mantiene un sistema de puntos por los cuales cuantas más trastadas hagas combinando habilidades, más puntos recibes, como si fuese un videojuego de skateboard del tipo Tony Hawk. Lo peor de todo es que Goat Simulator es bastante divertido.
‘Thimbleweed Park’ (Terrible Toybox, 2017)
Retronostalgia 3000
Ron Gilbert, la cabeza tras el genial The Secret of Monkey Island, regresa al mundo de los videojuegos después de un parón considerable. Y vuelve con lo que mejor sabe hacer: una aventura gráfica de corte tradicional plagada de autorreferencias que tiene más de nostálgica que de innovadora. Sin embargo, Thimbleweed Park, más allá del autobombo de Gilbert por sí mismo, es una excelente y divertidísima aventura.
Lo que comienza como una investigación de un asesinato por dos agentes del FBI que se parecen sospechosamente a Mulder y Scully, los personajes de Expediente X, acaba por ser un análisis (divertido) sobre las consecuencias de la crisis, el cambio de milenio y las promesas incumplidas del sueño americano.
Un payaso, un fantasma, una empollona y los dos agentes tendrán que averiguar qué es lo que está pasando en el pueblecito de Thimbleweed Park con herramientas de la vieja escuela, interface incluido. Thimbleweed Park es un milagro del mecenazgo salido de Kickstarter, una celebración del humor en el que Ron Gilbert demuestra que a sus cincuenta y cuatro años aún le queda músculo para el videojuego.