Desde arriba, Crime Scene V, 10x8 cm; Crime Scene VI (Nina Simone Birthplace), 7x7 cm; Crime Scene XVI (Adams Family House), 10x7 cm y Crime Scene VII, 10x8 cm. Todos son oleo sobre lienzo del año 2024Dicen ahora que la gente joven está huyendo de las redes sociales y apelan de nuevo a la materialidad de lo analógico. Incluso hay un libro llamado The revenge of the analogue: real thing and why they matter, de David Sax, que viene a poner en valor que, aunque el reinado de lo digital es imparable, se han establecido ciertos cortafuegos de resistencia en la cultura de lo material. El ejemplo del vinilo es de sobra conocido. Pero hay más, por ejemplo, cuando ahora las plataformas de streaming son el modelo de consumo de ficción, ha habido un repunte considerable en la venta de Blu-ray; la muchachada compra cámaras de fotos para volver a la mesa de revelado, y también están poniendo la vista en los juegos de mesa como forma de ocio. Aunque el juego de mesa sigue siendo un territorio vacío para ese espacio que se sitúa entre los quince y los treinta años, parece que el mercado del juego analógico está maduro y este segmento de población está viniendo a interesase. Pequeñas resistencias para un mundo en el que el flujo de información marca nuestros ritmos vitales.
Las tres adaptaciones que traemos son de juegos que están entre los mejor valorados de la Board Game Geek (BGG), la página de referencia para cualquiera que esté interesado en los juegos de mesa. Irónicamente, aquí estamos haciendo el camino contrario: en lugar de recomendar el juego de mesa, presentamos su versión digital. Pero hay trampa, claro: esperamos que con esta metadona digital acabes por ir a tu tendero de confianza para conseguir una copia física. Por muy buenas adaptaciones que sean, nada supera a la experiencia de mover las piezas, sentir el tacto de las cartas en la mano o la presencia en mesa del bodegón que montamos cuando el juego está listo para empezar.
Dune: Imperium (Dire Wolf, 2024)
‘Sand power’

Dune: Imperium es uno de los mejores juegos de mesa que han salido en los últimos años. Tal vez no sea el mejor captando la esencia del mundo de las novelas de Fran Herbert, pero entrega el punto justo de narrativa, siendo su dinámica una de juego de gestión de recursos. Es tan relevante dentro del nicho de los juegos, que hasta el famoso youtuber Mr. Beast montó un torneo privado (que no promocionó en su canal) de Dune: Imperium para competir contra los campeones del mundo de este juego. Y ganó el torneo. En realidad, para ser justos, hay que decir que lo hizo con la secuela, Dune: Uprising, de la que tuvo una copia del juego mucho antes que sus competidores, y que entre los jugadores del torneo estaban los miembros de su equipo, lo que no garantiza una victoria limpia. En fin, es un juego muy popular y con merecido reconocimiento.

La editorial que publica la versión digital de Dune: Imperium es la misma que desarrolló el juego de mesa, y la adaptación es bastante buena. Como podrán imaginarse, en Dune: Imperium tomamos el papel de uno de los personajes tanto de las novelas como del universo expandido de Herbert. El objetivo será ganar los suficientes puntos de influencia como para declararse ganador de la partida y regente de Arrakis. Para que esto suceda, mandaremos a nuestros agentes a diferentes localizaciones, tanto de Dune como de las distintas facciones (las Bene Gesserit, el emperador, la cofradía…), de forma que podamos ir consiguiendo recursos (especia, agua, dinero) que nos permitirán acceder a mejoras sustanciales de nuestro estilo de juego. Además de ser un “colocador de trabajadores”, Dune: Imperium es un juego de construcción de mazos, en el que iremos comprando cartas que mejorarán nuestras acciones y proporcionarán bonos en momentos importantes como las batallas o para poder comprar la carísima carta “La especia debe fluir”, la única que ofrece puntos de victoria. Los combates por Arrakis también son fundamentales, pero se resuelven de manera rápida y elegante, lo que permite que el juego se mueva ligero.
El diseño gráfico, eso sí, tiene su influencia en las películas de Villeneuve, por lo que Leto Atreides tendrá la cara de Timothée Chalamet. Si podéis superar eso, todo lo demás entra como el buen vino. Desde nuestra perspectiva, un diez.
Spirit Island (Handelabra Games, 2020)
Turistas, ‘go home!’

La premisa de Spirit Island es exquisita: los conquistadores llegan a una remota isla con la sanísima intención de colonizarla, explotar los recursos y, a ser posible, exterminar a los nativos. Sin embargo, no contaban con que esa isla está protegida por antiguos espíritus a los que esto de que vengan a destruir y contaminar no les parece lo adecuado. Los jugadores de Spirit Island toman el papel de estos espíritus, con poderes y saborcito asimétrico, y deberán acabar con la invasión colonizadora antes de que sea demasiado tarde y los precios de los alquileres se disparen. Bueno, esto último no es cierto, pero podría serlo en realidad, porque si dejas que estos conquistadores se expandan, pronto construyen ciudades, infectan las tierras e impiden conservar sus tierras a los habitantes de la isla. El resultado es un juego cooperativo, absorbente y difícil, pero que permite ajustar la dificultad tanto para arriba como para abajo. Aunque tarda en hacerle clic en la cabeza a mucha gente, pues en las primeras partidas los invasores suelen pasarnos por encima y se produce un efecto de análisis parálisis fuerte, una vez comprendido cuáles son los elementos clave, Spirit Island demuestra por qué tiene una legión de fans.

La adaptación es correcta en tanto que uno debe ajustarse a cómo se ha distribuido la información necesaria para jugar. Pese a esto, no es tan fino como podría ser. Requiere un proceso de adaptación que, si lo sumamos a la dificultad natural del juego, puede llegar a ser frustrante para un jugador casual que, aunque quiera comprometerse con la propuesta, aún no tenga claro si debería. Es un trago amargo que hay que pagar si uno quiere entrar, igual demasiado amargo. Siempre se puede probar la versión gratuita en móviles, que permite jugar de manera limitada con los espíritus más básicos (los ideales para aprender, pero algunos son muy sosos) y comprobar si este es nuestro tipo de juego. Insistimos que no suele funcionar en las primeras partidas, es necesario repetir unas cuantas veces hasta que se comprende el flujo del juego y en qué debe uno prestar atención para expulsar a los turistas, perdón, conquistadores.
Lo mejor, como dijimos antes, es la cantidad de niveles de dificultad y variabilidad de espíritus, pues cada uno obliga a buscar estrategias diferentes. Además, si compramos la expansión Jagged Earth, que trae una longaniza de espíritus, nuevas reglas y eventos aleatorios, la rejugabilidad es casi infinita. Lo peor es que, aunque el escenario del juego es muy interesante, las dinámicas tampoco transmiten una narrativa que se ajuste a lo que se supone que el juego representa. Se trata de un juego que es más parecido al determinismo del ajedrez. Un juego de información perfecta, por lo que uno puede calcular con cierta precisión sus movimientos con turnos de antelación. Cuando uno se acostumbra a él, se puede estar expulsando a los conquistadores o haciendo cualquier otra cosa, porque el tema no acaba de sentirse plenamente cuando estamos en faena.
Gloomhaven (Flaming Fowl Studios, 2021)
Estrategia y mazmorras

Gloomhaven, que ha estado como número uno de la BGG durante unos cuantos años, fue uno de los primeros juegos monstruo. Ahora, prácticamente cada mes, sale un juego de este tipo: miles de componentes, campañas eternas, con un público hobbista experto en mente y que se vende no con la esperanza de que alguien termine la narración que se propone, sino que se fascine con la materialidad del juego y, atrapado por tener una caja con plástico y cartón que pesa doce kilos, acabe por meterlo en casa. El problema de los juegos monstruo es que toquen mesa. Gloomhaven, por ejemplo, tiene un tiempo de preparación de entre quince minutos y media hora, si no más. Esto alarga cualquier tiempo de la partida, siendo un escenario normal de unas dos horas si hay entre tres o cuatro jugadores. Si sumamos que Gloomhaven cuenta con unos setenta escenarios de campaña, estamos hablando de que es muy difícil terminar el juego con el mismo grupo. Son demasiadas horas para cualquiera. Por no mencionar que solo debes dedicarte a Gloomhaven, porque no vas a tener momentos para otros juegos.

Es una pena, porque Gloomhaven es uno de los mejores juegos de mesa si te gusta la estrategia, pues su sistema de progresión de personajes, combates muy ajustados y su mecánica principal de gestión de cartas para determinar tus acciones por turno fue una revolución dentro del género del mazmorreo. Para los que quieran una versión de tablero más asequible en cuanto a tiempo y dinero, Jaws of the Lion es muy recomendable: toda la experiencia de Gloomhaven pero en pequeñito y con una campaña que se puede terminar.
La adaptación de Flaming Fowl es la solución para los que quieren tener Gloomhaven pero no quieren pagar los precios que hay que abonar por jugar al juego: es multiplataformas, se puede jugar en línea y mantiene con muchísimo rigor las reglas oficiales del juego; no necesitamos montar los escenarios, la gestión es suave en PC (en consolas, menos) y permite abandonar a la mitad sin el remordimiento de “hemos estado tres horas aquí y no hemos podido terminar la partida”. Todo lo bueno de Gloomhaven, que es mucho.