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El hechizo transtornado de Simon Hanselmann

Una conversación sobre drogas cotidianas, travestismo, amistades tóxicas, brujas que también lloran, la depresión como una de las bellas artes y el infierno, que está en todas partes.

Como es costumbre en el Reino de las Españas, la reina tiene a bien pasear entre la plebe durante la Feria del Libro de Madrid. Este 2016 no iba a ser menos, aunque nos dio una sorpresa de más. El campechano acercamiento a la calle de Letizia Ortiz la llevó hasta la caseta de Fulgencio Pimentel editores.

¡Cuán enorme fue el pasmo de los villanos congregados en torno a tan ilustre figura cuando Letizia marchó del encuentro agasajada con el cómic de Simon Hanselmann (Launceston, 1981) Hechizo total! Hanselmann es uno de los más destacados autores actuales del cómic contracultural, conocido por sus historietas de la bruja Megg, el gato Moog y el búho… Búho. Un trío peculiar de tirados que viven en un suburbio pauperizado donde gastan su tiempo consumiendo todo tipo de estupefacientes. ¿De qué se está contagiando la Corona con tanto meterse entre el populacho? ¿Le sedujo el botafumeiro de la Santísima Trinidad Megg, Mogg y Búho? ¿Querrá dar buen uso a los sillones de la Zarzuela mediante largas tardes locas de pizza y pipa de agua? Ahora que termina el verano, ¿dejará flotar Letizia su psicotrópica majestad junto a las hojas otoñales?, ¿atravesará a la luz de la luna el velo de la realidad?

Alentados por el misterio de la atracción real por Hanselmann, nos atrevimos a abordar al autor de las desventuras de Megg, Mogg y Búho con unas cuantas preguntas. A ver si aclaramos un poco la humareda.

Cero orgullo local

Launceston es un pueblo de la isla australiana de Tasmania. Tiene escaso interés turístico: se levanta en la confluencia de dos ríos y tiene esas vistas exóticamente inmejorables de los continentes del sur, pero sus problemas locales, la forma de conducirse de la ciudadanía y los tejemanejes de los gobiernos lo asemejan a casi cualquier ciudad dormitorio del sur de Madrid. Simon Hanselmann nació y creció en este ambiente postindustrial. Su infancia fue poco agradable. Su padre le abandonó cuando él era muy pequeño –se suele decir que fue un “motero”, sin más explicaciones– y su madre, una adicta a la heroína, se ocupó de él con el dinero de pequeños hurtos y de la ayuda social. Por si esta precariedad familiar no bastara, el profundo acoso escolar que sufrió le marcó para toda la vida. No es de extrañar que sea de las personas que desde muy jóvenes sufren depresión crónica. Lo cual no le ha impedido, desde que aprendió a valerse por sí mismo, hacerse cargo de su madre y de sus múltiples y variadas recaídas. A pesar de todo, conserva la virtud de reírse de sí mismo.

En el 2009, poco antes de que le llegase el reconocimiento internacional con Megg, Mogg y Búho, se trasladó a Londres, donde vive con su esposa. No parece que se arrepienta del cambio. Pese a su pesadumbre y humor negro, Hanselmann se empeña en hacer poesía de un vertedero de basura.

 

Estuve viendo algunas fotos de Launceston y me pareció un lugar muy bonito. Tan bonito que creo que es necesario drogarse para poder soportar vivir allí. ¿Me equivoco?

Sí, es bonito. Pero en Launceston es endémico el abuso de drogas y el desempleo. Allí las drogas son necesarias para bloquear el intenso aburrimiento causado por la falta total de cultura o entretenimiento. En realidad, no lo soporto. Por desgracia, mi orgullo local es cero.

¿Qué siente un chico de Tasmania cuando su cómic se traduce a más de doce idiomas?

En realidad es muy raro. Nunca esperé que me pasase. A veces creo que estoy colocado o soñando… O ambas cosas.

Dado todo lo que produces como autor, me da la sensación de que eres de esas personas que no quiere trabajar pero que trabaja mucho para no tener que trabajar.

Nunca he estado en un trabajo por más de seis meses. Joder, ¡los odiaba! El trabajo es como la mayor pérdida total de una vida. No puedo agotar el tiempo en un puto McDonald’s o en un supermercado. Lo que he querido toda mi vida es que me dejen en paz y hacer lo que me dé la gana. Me parto el culo con mi trabajo para evitar un trabajo de verdad. Dibujar cómics es muy placentero. No me resulta difícil centrarme en hacer esto todo el día. Es la única cosa que me hace feliz.

El travesti heterosexual

Hanselmann es todo un personaje. Como suele pasar con los artistas obsesionados con su trabajo, las fronteras entre la creación literaria y la autobiografía son difíciles de trazar. Esta ambigüedad entre ficción y realidad se plasma en uno de los rasgos más reconocibles: su afición por el travestismo. Suele ser habitual que se vista como la bruja Megg en sus apariciones en público. Sus fans saben de esta afición y les encanta, pero la prensa no comprende por qué se declara abiertamente heterosexual una persona a la que le gusta travestirse.

Que se destaque sobre ti tu gusto por el travestismo, ¿crees que dice más del periodismo y del mundo en que vivimos que de ti?, ¿no te parece que debería ser algo que a nadie le importase un carajo?

Nah, la gente va a preguntarme siempre. He sido yo el que lo ha provocado. Además, sería extraño que nadie dijese nada sobre esto. Creo que uno debe ser algo más que su trabajo, aunque sea convertirse en un puto perdedor, aburrido y reservado. Tienes que tener algo más de empaque, como una personalidad, un gancho. Necesitas hacer que la gente quiera saber sobre tu vida personal ¡Que te hagan preguntas invasivas, insensatas o hirientes! ¡Así me sentiré exitoso!

Dime entonces, ¿es el travestismo una forma de evasión?

Sí, puede que sí. En ocasiones te hace que te sientas como una persona completamente diferente. Una entidad artificial ficticia. Me doy cuenta de que suelo hacerlo habitualmente en cuanto tengo dificultades serias o en los momentos de estrés.

¿Has tenido la oportunidad de ver a tu padre desde que os abandonó a tu madre y a ti?, ¿te gustaría haber tenido la oportunidad de conocerle mejor o para ti todo esto es agua pasada?

No he visto a mi padre más o menos desde 1995. Tratamos de llamarnos hace un par de años, pero nos dimos cuenta de que no tenemos nada en común, así que lo dejamos. En realidad creo que nunca le he conocido, por eso creo que no echo de menos nada. Desde luego que no ando por ahí con un rollo llorón de no-tengo-papi. Que le den por culo a esa mierda. Lo que hago es centrarme en los problemas de mi madre, que esos sí son muy, muy reales.

Sufriste acoso escolar durante tu época de estudiante. Tengo la impresión de que la forma en la que usas la violencia en Megg, Mogg y Búho se parece a la manera en la que actúa un acosador: una violencia arbitraria, dirigida a una persona específica y con el claro propósito de humillar. ¿Qué coño te ha hecho Búho, Simon?

Pues sí, fui acosado; muchísimo. Era un puto empollón. Un rarito, torpe y desaliñado. Estas mierdas pasan porque la gente es muy cabrona. Si esto te pasa, escribe un cómic que se haga popular y ríete de ellos mientras siguen atrapados en su pueblo de mierda trabajando en una gasolinera, o están encerrados en la cárcel o con un montón de niños chillones; niños feos chillones, además. Pero sí, en realidad siempre va a haber alguien que esté dispuesto a acosar para sentirse mejor o para echarse unas risas. En esos años fui testigo de algunas mierdas impactantes y crueles en los grupos con los que salía. Aunque en ocasiones también puede resultar muy divertido, si te digo la verdad. Para que te pase solo tienes que ser el eslabón más débil de la pandilla. Búho es el perdedor. Así que se lo ha buscado. Es culpa suya. El infierno está en todas partes. Es inevitable. ¡Salve, Satán!

“No me gusta el arte feliz. Creo que es falso y una gilipollez. Escribo sobre la vida real. El horror de la existencia diaria. Nadie es feliz. Y si lo somos, joder, no dura mucho”

Simon Hanselmann

Te hechicé

Para crear Megg, Mogg y Búho, Simon se inspiró de forma muy libre en una serie de cuentos infantiles británicos de los años setenta de una bruja y su gato, que se llamaba Meg y Mog. Acusarle de plagio carece de sentido: ambas obras se parecen lo que un porro a Arturo Pérez Reverte. El cómic de Hanselmann es una reinterpretación de un universo en el que las brujas, hechiceros y alguna que otra criatura sobrenatural son parte de la cotidianeidad; ser magos no les salva de la soledad, la depresión o del vacío existencial. Hanselmann ve la vida como una comedia muy negra, supongo que para evitar la desesperación.

La historieta en la que Búho abandona a la bruja y al gato después de mil humillaciones tiene mucho del portazo de Nora en Casa de muñecas. Me da que pensar que en muchas ocasiones te identificas más con Búho que con Megg.

Oh, soy un Búho total. El más Búho de todos. Soy muy estirado, limpio y ordenado. Aunque también soy al mismo tiempo una Megg total. Y por desgracia también soy muy Werewolf Jones… Y un viejo y sucio Mogg.

Tus personajes ven Friends o Seinfeld en la televisión, que son un retrato amable de la amistad, pero la forma en la que se vinculan afectivamente parece más una relación de dependencia y de adicción que lo que solemos entender por amistad. ¿Cómo es que Megg puede estar con Werewolf Jones, un amigo que es capaz de rasgarse los testículos con un rallador de pan?

En realidad, Werewolf Jones es una bella persona en su interior. Cuando muera el año que viene le lloraremos, y recordaremos todas las cosas que hizo y olvidamos. Anidado junto a su barbarie está un pequeño y dulce corazón roto. Aunque Megg y Werewolf se tratan fatal, también hay algo de amor genuino. Por eso Megg no puede estar sola, perdería la puta cabeza.

Se dice de ti que tus cómics son como si Peter Bagge hubiese tenido un hijo con Los Simpson. Cuando termino de leer una de tus historias se me queda siempre cuerpo de mal viaje. Estoy seguro de que no estoy solo en esto. ¿Por qué no te propones con tus personajes hacer un Peanuts y así todos contentos?

No me gusta el arte feliz. Creo que es falso y una gilipollez. Quiero decir, si te gusta esa mierda entonces de acuerdo, pero cuando leo o veo o hago algunas cosas quiero revolcarme en experiencias reales. Quiero la inmundicia. Quiero empaparme de esto. Tratar de imaginarme cómo es, dejar que eso me produzca alguna emoción. Quiero que Megg y Mogg parezcan reales. Llegar a ese punto significa para mí mezclar varias capas de depravación y tristeza. Escribo sobre la vida real. El horror de la existencia diaria. Nadie es feliz. Y si lo somos, joder, no dura mucho.

¿Crees que parte de la fuerza de Megg, Mogg y Buho está en que combinas humor trash, cotidianeidad, experiencias psicotrópicas y momentos loquísimos con otros muy íntimos, tristes e incluso tiernos?

Sí. Solo trato de ponerlo ahí e intentar abrirme a la gente que lo lee. Trato de enseñar lo mejor y lo peor de mí. La gente suele reaccionar a lo que es honesto desde un punto de vista visceral.

En los sesenta del siglo pasado, además de como escape o simple placer, las drogas se revistieron de un halo de resistencia frente al poder. En tu caso ni siquiera planteas que la droga sea, para bien o para mal, una forma de resistencia, sino solo un elemento más de la cotidianeidad, como ir a comprar al supermercado, ver la tele o tratar de vivir de la ayuda social.

Megg y Mogg toman drogas como una herramienta de evasión. Piensan que su vida es muy dura y carece de sentido; por eso les gustaría que nada les afectase y vivir en sus burbujitas de egoísmo perdiendo el tiempo. Ahora las drogas molan, hasta el gobierno las ama. Yo compro mi hierba en un sitio que parece el puto Mercadona.

 

Simon Hanselmann

Espíritus interdimensionales

Cuando hicimos esta entrevista hacía poco que Alvin Buenaventura se había suicidado. Buenaventura fue uno de los editores con mayor reconocimiento en la industria del cómic underground, del que siempre se ha destacado su buen ojo para captar nuevos talentos. Alvin sacó de la corriente del anonimato a autores como David Clowes (Ghost World), Sammy Harkham (Pobre marinero) o al propio Simon. Su pérdida no es solo un golpe tremendo al mundo del arte, sino que también ha dejado huérfanos a muchos de sus protegidos. Tenía treinta y nueve años. Para Simon es un duro golpe, y se deja entrever en algunas de sus palabras. Para suavizar la cuestión buscamos algún momento divertido. Pero los fantasmas siempre acechan.

¿Cuál ha sido tú mejor viaje?

Estuve en casa de mi amigo Alvin Buenaventura en Oakland y me guió por una sesión de dimetiltriptamina (DMT). En ese momento, y lo digo muy en serio, me vi cruzar el velo de la realidad y perderme en el tiempo. Eso pasó. Conocí a un montón de espíritus interdimensionales muy amables. Conocí a una mujer en la luna. También vi algún demonio, pero aparté la vista. En todo momento se arremolinaban alrededor de mí el tiempo y el espacio: estaba en el centro de la tormenta. Todavía lo estoy. Finalista: los momentos de ketamina en Londres; cataratas aztecas en forma de fractal por todas partes. Bosques oscuros. Desgarré el velo una vez más con una espada de plástico y sentí la brisa del espacio. Descansa en paz, Alvin. Te veré en los valles arcoíris.

¿Y el peor?

Ácido. Tomé acido en una cantera en la Nochevieja del 2003 (o por ahí). Creo que pude patear a un perro hasta matarlo… Pondría de finalista unas galletas de maría cuando tenía catorce años. Desperté en un charco blanco como el color de un folio. Vómito por todas partes. Luego traté de ver un episodio de los Teleñecos… No fue una buena idea. Pero, en fin, sí, la mayor parte del tiempo me gusta fumar o comer hierba. Me ayuda a concentrarme para dibujar y suele ayudarme con mi ansiedad. También fui adicto a los analgésicos por un tiempo. Debería tener cuidado con eso. Amo los analgésicos, especialmente el tramadol. Mantenedlos alejados de mí o me los voy a comer todos para flotar bien arriba en una nube como en el puto Bola de Dragón

Ya que lo mencionas, no me creo eso que has dicho en alguna entrevista de que tu forma de trabajar sea drogarte mucho y despertarte con todo hecho.

Pues la verdad que se parece bastante a cómo lo hago. Cada momento en el que no estoy trabajando es un momento perdido, y me gusta hacerlo bien colocado. Así que los rumores son ciertos.

Contaba el filósofo Bertrand Russell, en Elogio de la ociosidad, una anécdota sobre una aristócrata que se quejaba de que los pobres tuviesen ocio. Decía que los trabajadores no debían tener tiempo libre porque no iban a saber qué hacer. Leyendo tus cómics, ¿no acabas por darle la razón a esta aristócrata?

Pero la clase trabajadora tienen barcos y jacuzzis… Puede que los pobres tengan más tiempo libre pero no tienen ni barcos ni jacuzzis… ¡Quiero dejarme el culo trabajando y después cocerme en el jacuzzi mientras como langosta! Esa vieja parece una privilegiada llorica.

Como casi todo el mundo, he pasado por un par de depresiones y tengo que decirte que Megg’s Depression es una tira que con pocos elementos representa muy bien cómo se siente uno en los peores momentos. ¿Sigues pensando que tu arte es tu terapia?

Oh, desde luego. Probablemente estoy en el momento más feliz del 2016. Sin embargo, este año murieron dos amigos y mi madre está bastante mal, así que ando de vez en cuando absolutamente jodido y todo se me viene encima… Continúo utilizando mi trabajo como una forma de enfrentarme a todo esto. Como es muy absorbente, te permite cerrar de vez en cuando la válvula del fango. Cuando estoy en el estudio el resto de cosas del universo dejan de existir. Nada hay fuera del pequeño cuarto donde trabajo. Ni siquiera los sentimientos. Es bello y puro.

Para acabar, ¿cambiaste ya el colchón lleno de agujeros donde dormías?

De hecho, sí. Enterramos aquel triste colchón en algún vertedero. Ahora estoy casado y mi mujer y yo dormimos en una cama grande y adecuada para adultos de verdad. Ahora soy todo un hombre.

Melancolía

Portada Melancolia

De Simon Hanselmann
Editorial Fulgencio Pimentel
A la venta el 5 de septiembre.
PVP 24 €

Un cómic de Simon Hanselmann...

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