El aroma ha sido históricamente una de las características más valoradas por los usuarios de cannabis, aunque rara vez se le ha dado el mismo peso que a la potencia psicoactiva. Un estudio publicado en la revista PLOS One, liderado por un equipo de la Universidad Estatal de Oregón, propone cambiar esa tendencia. A partir del análisis de 91 muestras de cannabis y cáñamo, el equipo desarrolló un léxico sensorial de 25 términos y lo validó con un panel de 24 personas expertas en análisis organoléptico.
El objetivo del estudio fue caracterizar el aroma del cogollo sin combustionar, técnica conocida como inflorescencia intacta. Las muestras evaluadas son del mercado regulado en Estados Unidos e incluían tanto variedades ricas en THC como cáñamo con alto contenido en CBD. Las evaluaciones, permitieron identificar qué descriptores aromáticos eran percibidos con mayor frecuencia en cada caso.
Del análisis emergieron cuatro grandes familias de aroma: una primera con notas frutales, bayas y dulces; us. Una segunda con cítricos combinados con matices químicos; una tercera con olores desagradables como vómito o heces, descrita como "quesosa" y una cuarta familia más compleja, con perfiles terrosos, húmedos, de paja, combustible, té negro, madera o frutos secos. Según el estudio, los aromas frutales y extremos del tipo "queso/vómito" fueron más frecuentes en el cáñamo, mientras que las notas terrosas y combustibles aparecieron con más regularidad en variedades ricas en THC.
La investigación también analizó la composición química de las muestras, con especial atención a los terpenos y compuestos sulfurados. Aunque se encontraron patrones químicos claros, el equipo concluyó que los terpenos, por sí solos, no explican completamente la experiencia olfativa. Solo el terpinoleno mostró una relación estable con ciertos descriptores cítricos y químicos. En el cáñamo, además, se detectaron compuestos de azufre poco estudiados, cuya relación con el aroma aún requiere mayor investigación.
El hallazgo central del artículo es que la química del cannabis no basta para explicar su aroma y que reducir la calidad de una flor a su contenido de THC es simplificarlo. En mercados legales, donde el precio tiende a estar correlacionado con la potencia, este enfoque ha incentivado la selección de variedades cada vez más fuertes, a menudo en detrimento de otras cualidades sensoriales. Estudios recientes, además, indican que el THC no predice de forma confiable la experiencia subjetiva positiva, pero sí se asocia con un mayor riesgo de efectos adversos como la psicosis o la hiperémesis.
Al proponer un vocabulario común para describir el aroma del cannabis, este estudio abre una vía para valorar la planta desde criterios más ricos y diversos. Una aproximación sensorial permite poner en el centro el placer, la identidad organoléptica y la experiencia personal, desafiando la lógica de mercado que asocia calidad con concentración. Hacia una política de drogas que reconozca la complejidad del cannabis, no solo sus moléculas más potentes.