Hay una frase famosa popularizada en lengua española por el filósofo amante de las drogas Antonio Escohotado: “De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país”.
La frase original fue publicada por primera vez en 1991 por Alexander Shulgin, un reconocido químico que dedicó casi toda su vida a la investigación con drogas y dio a luz a numerosas sustancias nuevas de gran potencial psiconáutico y terapéutico —como el 2C-B— y difundió las ventajas de otras hasta entonces desconocidas, como la MDMA.
La frase fue publicada en un libro co-escrito junto a su esposa Anne Shulgin, PIHKAL: Una historia química de amor, una extensa narración de experiencias biográficas, donde se intercala la vida cotidiana y emocional de ambos, con el relato de sus experiencias químicas con drogas. Pero la famosa frase a la que nos referimos no salió de la pluma de ninguno de ellos, sino que llegó a manos del químico Alexander Shulgin a través de una carta enviada por un joven estudiante.
La carta, reproducida por Shulgin en su libro, decía lo siguiente:
“¿No es extraño que las leyes que prohíben el uso de psicofármacos hayan sido tradicionalmente ignoradas? ¡Qué monstruoso ego (¡o estupidez!) el de una persona o un grupo de personas que se creen con el derecho, o la jurisdicción, de vigilar el interior de mi cuerpo o de mi mente!
Es, de hecho, un mal tan monstruoso que, si no fuera tan profundamente triste —¡y trágico!—, podría hasta ser gracioso.
Todas las sociedades deben, al parecer, tener una estructura de leyes, de reglas ordenadas y regulaciones. Solo el anarquista más fanático y acérrimo discutiría ese punto. Pero yo, como ser humano adulto y responsable, nunca concederé el poder a nadie para regular mi elección sobre lo que introduzco en mi cuerpo o sobre dónde voy con mi mente. De la piel para dentro es mi jurisdicción, ¿no es así? Yo elijo lo que puede o no cruzar esa frontera. Aquí yo soy el agente de Aduanas; soy la Guardia Costera. ¡Soy el único gobierno legal y espiritual de este territorio, y solo las leyes que decido promulgar dentro de mí son aplicables!
Ahora bien, si yo fuera culpable de invadir o sabotear ese mismo territorio en otras personas, entonces la ley externa de la Nación tiene todo el derecho —de hecho, la responsabilidad— de procesarme de la manera acordada.
Pero... ¿todo aquello en lo que pienso y dónde enfoco mi conciencia? ¡Las reacciones bioquímicas que elijo causar dentro de los límites territoriales de mi propia piel no están sujetas a las creencias, la moral, las leyes o las preferencias de ninguna otra persona!
Soy un estado soberano y siento que mis fronteras son mucho más sagradas que las fronteras trazadas políticamente de cualquier país.”
Las ideas expresadas por el joven anónimo son, al fin y al cabo, una reivindicación sobre el derecho al propio cuerpo y la propia mente. Una defensa de que las decisiones que tienen que ver con el cuerpo físico y con la mente de una persona solo incumben a la persona que habita —que es— ese cuerpo; que solo corresponde a esa personas el tomarlas y el tener libertad para hacerlo, y que los únicos límites a esa libertad deben ser las decisiones que otras personas toman sobre sus propios cuerpos.
Esta única reivindicación reúne varias luchas por derechos individuales y colectivos que se siguen reclamando, y que pueden parecer separadas e independientes, pero que forman parte de lo mismo. Por ejemplo, la lucha por el derecho a mantener relaciones sexuales con personas de distinto sexo, el derecho a la autodeterminación de género, el derecho a modificar el propio cuerpo, el derecho a relacionarse bajo consideraciones propias, el derecho al aborto o el derecho a consumir drogas; todas ellas son reivindicaciones por el derecho a decidir con libertad sobre el propio cuerpo y la propia mente.
*Un artículo previo que explicaba el origen de la famosa frase popularizada por Escohotado fue publicado en la Cáñamo nº172 por Alejo Alberdi, con el título ‘From the skin inward: el origen del argumento dermatológico’. Puede consultarse aquí.