La metanfetamina entre las armas de guerra del nazismo
El libro El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich habla sobre la relación entre nazismo y la metanfetamina.
Sale a la venta el libro del periodista alemán Norman Ohler El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich. Esta investigación historiográfica pretende recopilar toda la información existente sobre la relación entre el nazismo y la metanfetamina.
“Aunque los nazis se las dieran de sanos y llevaran a cabo, con pompa propagandística y penas draconianas, una política antidroga ideológicamente bien apuntalada, durante el gobierno de Hitler hubo una sustancia especialmente pérfida, especialmente potente y adictiva que se convirtió en un producto de consumo popular” señala Ohler. El metanfetamina fue utilizado durante la Segunda Guerra Mundial como estimulante para las tropas. Se distribuía en pastillas de la marca Pervitin que no necesitaba ningún tipo de receta para comprarse y se recomendaba a las tropas su uso para combatir la fatiga, el sueño e inhibir algunos mecanismos como el miedo. El premio Nobel Heinrich Böll que peleó junto a la Wehrmacht habla en numerosas ocasiones de cómo utilizaba la droga durante la campaña de 1940 –la primera fase de la guerra, cuando los Alemanes avanzaban imparables por toda Europa.
La tesis de Ohler (o del periodista que la recoge) va un poco más allá y parece culpar la metanfetamina de la hipnosis colectiva del nazismo: “Alemania se enganchó al nacionalsocialismo con un embriagado cóctel de propaganda y principio farmacológico activo.” La hipótesis es, cuanto menos, arriesgada. Si los nazis llegaron al poder y se mantuvieron es poco probable que fuese por una especie de éxtasis colectivo producto de las drogas. Más bien, como han señalado algunos historiadores, el nazismo también logra convencer por su programa y porque las democracias occidentales liberales están en un profundo estado de crisis y no logran dar respuesta a los problemas de sus ciudadanos. En la República de Weimar, tanto Nacional Socialismo como Comunismo tienen el respaldo una gran parte de la población. Cuando Hindenburg, el Canciller alemán, cede su puesto a Hitler es, entre otras cosas, porque prefiere malo conocido a que los comunistas ganen las elecciones.
Hitler se convirtió en un adicto al metanfetamina según asegura Ohler. El mayor miedo del Führer era el cansancio. Cuando la guerra se puso en su contra, redujo sus horas de sueño mediante el tratamiento de drogas del doctor Theodore Morell.
El doctor de Hitler llamaba al Führer el "paciente A". Durante 1943 Hitler comenzó a recibir dosis de Eukodal, una mezcla de cocaína y morfina. “Hitler seguiría siendo intocable sólo si nadie sabía qué era lo que se escondía, real y literalmente en su interior”, escribe el autor del libro. Comentario, por cierto, totalmente sensacionalista, pues a nadie se le escapa que el uso de las drogas tenía un menor estigma social de lo que tiene en estos momentos y no creo que a nadie le importase demasiado las aficiones de Adolfo.
Olvida Ohler, además, que el metanfetamina fue utilizado también por las tropas aliadas, excepto las estadounidense, para los mismos propósitos que los nazis: mantener la moral, erradicar la fatiga y unos soldados atentos. La Royal Air Force Británica también abusó considerablemente del metanfetamina 72 millones de dosis, según los registros de la guerra. Los japoneses también la utilizaban. En el ejército de EE.UU comenzó a tomarse durante la Guerra de Corea.
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