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¿Por qué son tan adictivos los opiáceos?

Cuando uno corre, come, tiene sexo o tantas otras actividades que liberan procesos placenteros estamos generando el mismo efecto que el de los opiáceos, solo que mucho menos potente.

Cuando uno corre, come, tiene sexo o tantas otras actividades que liberan procesos placenteros estamos generando el mismo efecto que el de los opiáceos, solo que mucho menos potente. Si dejamos de lado el debate de si la palabra adicción es o no adecuada para describir estos procesos, vamos a ver algo de lo que sucede con el uso de opiáceos.

Los opiáceos a veces ayudan a que las células liberen dopamina. Este proceso químico, bastante placentero, crea una “cadena” (digamos) que relaciona el opiáceo con la dopamina y estimula el futuro uso. Esta cadena es capaz de seguir demandando el opiáceo incluso tiempo después de dejar de usarlo.

Cuando se usan ciertos opiáceos también suele reducirse el tiempo de respiración y somnolencia. El organismo se adapta a esa nueva situación con el tiempo y situar el estado “normal” del cuerpo a que se consuma el opiáceo. Este es el motivo, entre otros, de que al dejar la droga lo primero que se sienta es ansiedad pues el organismo se coloca en un estado diferente en el que necesita más oxígeno. 

En algunos casos más extremos el opiáceo daña el auto-control del individuo, lo que lleva a situaciones violentas o de ansiedad cuando no se tiene o dejan de producirle placer. 

[Fuente: High Times]

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