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Psicodélicos y neuroplasticidad para una psiquiatría de precisión

Un artículo publicado en Frontiers in Psychiatry por investigadoras del New York State Psychiatric Institute y la Universidad de Columbia sostiene que la terapia asistida con psicodélicos exige integrar los cambios neuroplásticos y la experiencia subjetiva para orientar mejores resultados clínicos y protocolos más precisos en salud mental.

La propuesta central del texto, indica que la evidencia acumulada sobre la acción serotoninérgica de compuestos como psilocibina, LSD, DMT o mescalina ha mostrado efectos rápidos en conectividad funcional y plasticidad sináptica. Sin embargo, el beneficio terapéutico no se explicaría solo por la farmacología. Las autoras, Ronit Kishon y Yael M. Cycowicz, plantean que la fenomenología del viaje aporta información crítica para personalizar los tratamientos y para entender por qué algunos pacientes mejoran sostenidamente y otros no.

El artículo sugiere ver los psicodélicos como parte de una clase de fármacos capaces de promover cambios estructurales y funcionales en el cerebro en plazos breves. Ese marco, propuesto en la literatura previa, ayuda a interpretar hallazgos consistentes en modelos animales y humanos.

En términos prácticos, el artículo aboga por protocolos que alineen perfiles biológicos, psicológicos y contextuales incorporando variables como trauma, estilo de apego, cultura y soporte social. Esa mirada también interpela los diseños de ensayo que, además de medir síntomas, sean capaces de reconocer cambios en la relación con el malestar, con seguimiento de mediano y largo plazo.

El texto reconoce límites importantes como la consistencia de cambios duraderos en conectividad cerebral aún es dispar, y faltan estudios que relacionen de forma robusta la cualidad de la experiencia con los resultados clínicos. A la vez, la discusión regulatoria y de seguridad sigue abierta: mientras revisiones recientes señalan eficacia a corto plazo en depresión y otros trastornos, también hay llamados a reforzar estándares metodológicos y éticos. En este escenario, la perspectiva invita a salir del falso dilema entre “droga milagrosa” y “peligro” y a construir marcos clínicos y normativos que prioricen la reducción de daños, la evidencia y los derechos de las personas usuarias.

Si la neuroplasticidad abre la puerta, la experiencia vivida parece decidir qué tan lejos llegamos. La psiquiatría de precisión que propone el artículo no es solo tecnológica y para que cumpla su promesa, hará falta investigación con métricas más finas, formación clínica específica y políticas que superen el prohibicionismo, porque sin un entorno seguro y regulado, el potencial terapéutico de los psicodélicos seguirá topándose con viejas barreras.

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