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¿Qué tiene de cierto la leyenda del "Santa" psicodélico?

Con la llegada de las fiestas navideñas, vuelve a circular en redes la idea de que la figura de Santa Claus está estrechamente relacionado con consumo del hongo Amanita muscaria. Una nota reciente del medio británico leafie revisa el origen de ese relato y concluye que, más que una historia documentada, se trata de una suma de paralelismos atractivos.

La “teoría del Santa psicodélico” suele presentarse como un guion irrefutable: el rojo y blanco del traje, los regalos bajo el abeto, los renos “voladores” como pruebas de su estrecha vinculación con el consumo de hongos Amanita muscaria. Sin embargo y como señala el artículo de Leafie es un grupo de afirmaciones que reaparece cada diciembre, impulsado por el deseo de encontrar un origen enteógeno a la Navidad.

Uno de los puntos más citados en esa narrativa es el supuesto rol de los noaiddit (especialistas rituales del pueblo sámi) en la recolección y entrega de Amanita muscaria durante el solsticio de invierno. Sin embargo y según precisó hace alguno años National Geographic esta vinculación ha sido criticada por personas sámi como una lectura romantizada y estereotipada de su cultura, ya que existe escasa evidencia de que los noaiddit usaran el hongo en sus rituales y que muchas reconstrucciones modernas mezclan costumbres de regiones distintas del Ártico sin demostrar continuidad histórica.

Además y pese a que la población sámi existe hoy y cuenta con instituciones culturales visibles, el relato “Santa–Amanita” rara vez aparece respaldado por documentación producida desde esas comunidades o por registros históricos verificables. Dicho de otro modo, la historia circula, pero su rastro documental es débil.

Otra grieta del mito aparece cuando se revisa el origen del Santa contemporáneo. La iconografía popular no nace en un bosque boreal, sino en la cultura impresa del siglo XIX. Un artículo de Smithsonian Magazine explica cómo el ilustrador Thomas Nast consolidó la imagen moderna de Santa Claus en Harper’s Weekly durante la década de 1860, con dibujos que fijaron rasgos hoy familiares (barba, vientre, renos, saco de regalos) y que incluso cumplieron funciones políticas en el contexto de la Guerra Civil estadounidense. Esa cronología no invalida cualquier antecedente folclórico europeo, pero sí complica la idea de un origen “directo” y único en torno a un hongo.

La Amanita muscaria carga con una larga lista de atribuciones espectaculares como la hipótesis del etnomicólogo R. Gordon Wasson, quien propuso en 1968 que el Soma védico podría haber sido este hongo, una idea influyente en cultura psicodélica, pero lejos del consenso académico. Un artículo en la revista Ancient Science of Life (1987) resume que la identificación de Soma no está resuelta de manera unánime y señala que la propuesta fue criticada en la literatura especializada.

Algo similar ocurre con la creencia de que guerreros nórdicos consumían Amanita muscaria para “ir berserk” (volverse loco). La revisión histórica Fungi, Folklore, and Fairyland rastrea esa idea a una especulación concreta: el texto de 1784 del profesor sueco Samuel Ödman, construido a partir de reportes sobre el uso siberiano del hongo. Más recientemente, el etnobotánico Karsten Fatur (Journal of Ethnopharmacology, 2019) discute el mito y plantea que, según la evidencia disponible, Hyoscyamus niger (beleño) calza mejor que la Amanita muscaria con lo que describen las fuentes sobre el estado berserker.

La tentación de leer la Navidad en clave psicodélica es comprensible, ya que nos ofrece un relato alternativo y provocador. Pero cuando una explicación depende casi por completo de analogías (colores, formas, símbolos) y no de documentos, testimonios rastreables o estudios sólidos, deja de ser historia y pasa a ser folclore contemporáneo. El hongo Amanita muscaria tiene una biografía fascinante y quizá lo más honesto sea disfrutar la historia como mito, sin exigirle que sea prueba.

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