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Salas de consumo: laboratorios sociales del cannabis legal

Las salas de consumo de cannabis se consolidan como uno de los experimentos más ambiciosos del mercado regulado en Estados Unidos. Son espacios sociales donde se puede usar cannabis de forma legal y acompañada, con promesas de turismo especializado, activación económica local y nuevas formas de ocio.

Lejos de ser simples “zonas para fumar”, estos proyectos exigen inversiones en arquitectura, sistemas de ventilación y filtrado, aislamientos específicos y un diseño pensado para que la experiencia sea confortable. A ello se suma la formación del equipo en dosificación, tiempos de efecto y señales de sobreconsumo, con la idea de trasladar al cannabis parte de la cultura del servicio responsable que la hostelería ha ido construyendo en torno al alcohol, entregando espacios seguros y protegidos.

La realidad regulatoria, sin embargo, está llena de matices. Para 2025, catorce estados y el territorio de las Islas Vírgenes de EE UU permiten algún tipo de consumo en locales autorizados, ya sea a través de cafés sociales, áreas anexas a dispensarios o modelos de “trae tu propio cannabis”. Los requisitos suelen ser exigentes: licencias específicas, separación física entre venta y consumo, verificación estricta de edad y cumplimiento de normas técnicas complejas. En muchos casos se prohíbe el alcohol en estos locales y se obliga a consumir la totalidad del producto dentro del espacio, una regla que, según especialistas, puede empujar al sobreconsumo en lugar de prevenirlo.

Nevada se ha convertido en un caso de estudio. La ley AB341, aprobada en 2021, abrió la puerta a un máximo de 65 licencias de salas de consumo, reservando una parte para proyectos de equidad social. Pero cuatro años después solo una sala opera con licencia estatal en Las Vegas. Entre las causas se repiten el alto nivel de capital exigido, los costes de adecuación de los locales, las ordenanzas municipales restrictivas y las dificultades de la industria para acceder al sistema bancario tradicional. En paralelo, el Sky High Lounge, zona para fumar gestionada por la tribu paiute de Las Vegas, ha logrado posicionarse como referente sin depender de la regulación estatal convencional, en una estrategia que recuerda al desarrollo de los casinos tribales.

California, por su parte, empieza a perfilar un modelo más híbrido. Allí surgen espacios que combinan consumo de cannabis con oferta gastronómica, bebidas sin alcohol y programación cultural estable. Funcionan como una mezcla de club cultural, restaurante y lounge, ampliando la gama de experiencias posibles alrededor del uso adulto. Pese a ello, siguen operando bajo marcos normativos que, en muchos casos, equiparan el cannabis al tabaco y obligan a cumplir estándares estrictos de ventilación, seguros y prevención de riesgos laborales, lo que incrementa de forma notable los costes fijos.

Es imposible no hacer un paralelo con los Clubes Sociales de Cannabis (CSC) en España y salas de consumo propuestas en EE UU, ya que ambos comparten la idea de ser lugares de encuentro que sacan el cannabis de la lógica puramente comercial y lo colocan en una escena más centrada en la cultura y el cuidado mutuo, aunque el primero surja como una respuesta de la sociedad civil y el otro como resultado de un mercado regulado que busca nuevas formas de reinventarse.

Salas de consumo: laboratorios sociales del cannabis legal

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