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Autocultura, salud prohibida

Creí por mucho tiempo que vivíamos en una realidad muy vulnerable, pero la verdad es que vivimos en un mundo paralelo a la realidad: después de más de treinta años seguimos con una política global de drogas destinada al fracaso y que empeora cada vez más.

Con la ilegalización del cannabis, sin ninguna base científica, se han ocasionado graves consecuencias para todo el mundo, consecuencias penales y de estigmatización social, pero la consecuencia más grave ha sido la de dificultar el avance científico y la investigación de los usos medicinales.

Todo tiene un punto de inicio, con el caso de Charlotte Figi se derribaron los mitos en torno al cannabis; la pequeña pasó de sufrir sesenta convulsiones diarias a cero, las crisis que padecía quedaron anuladas definitivamente desde la administración de las primeras dosis de cannabis medicinal; ahora la pequeña es activa, social y juguetona.

En muchos países creen en la medicina natural, en las plantas sagradas, pero sobre todo creen en la libre elección; la salud es un derecho de todos, es una cuestión de derechos humanos.

¿Por qué seguir poniéndonos en manos de personas con las mentes cerradas y sus medicamentos tal y como la antigua escuela les enseñó? ¿Por qué no actualizar las mentes, pensamientos, conocimientos y creencias tal y como todo se actualiza diariamente? ¿Por qué no buscar alternativas para que todos podamos llegar a tener una vida digna?

Cuando nace nuestra hija, en julio del 2012, la naturaleza de la vida nos la manda con crisis de ausencias, una enfermedad también conocida como petit mal o ausencias típicas. Se trata de un tipo de convulsión generalizada que se caracteriza por breves episodios de alteración del estado de conciencia o ausencias; en el encefalograma se detecta una actividad anormal.

Y uno se pregunta: ¿por qué a mí?, ¿por qué a mi hija? Y de repente sientes que el mundo te cae encima, el sol deja de brillar y las palabras dejan de tener sentido. Sin saber qué hacer, maldices a todo el mundo y quieres desaparecer… Pero con el tiempo, el conocimiento, la experiencia y sobre todo el amor, uno se pregunta por qué no a mí si la solución está en nuestras manos y en la forma de culturizar las mentes.

Tuvimos que medicarla por muchos años, probar distintos medicamentos y diferentes dosis, seguir una estructura de vida en la que debes encajar, seguir normas y prohibiciones que te toca asumir porque formamos parte de la sociedad; callando y entregando la salud de nuestra hija a una estructura, según todos, correcta, siguiendo las políticas de estado porque el cannabis medicinal en Bolivia es ilegal; más de la mitad de la población no conoce ese tipo de aplicaciones, y sobre todo para algunos, el cannabis medicinal es un tema de drogadicción, tal y como lo determinan unos valores que se nos imponen desde el día en el que somos concebidos.

Con el transcurso de los años terminamos el tratamiento, exactamente en mayo del 2016 y, como dicen todos, exitosamente; no volvió a sufrir ninguna convulsión y estamos agradecidos. El último consejo médico fue el de estar atentos a cualquier cambio hormonal porque podría volver a sufrir una crisis. Pero ¿y las consecuencias, las contraindicaciones de cada medicina, el daño que conlleva tomar medicamentos?... La vista, los dientes, el hígado y todos los daños internos que las medicinas provocan, pese a que curen lo primordial, van generando nuevas dolencias. ¿Quién las cura? Volvemos a medicarnos. Y es el cuento de nunca acabar, porque la finalidad es mantenernos enfermos; de lo contrario, no consumes medicinas.

¿Qué sucede con la libre elección de dar, hacer, querer y brindar? Las necesidades no pueden esperar a cambios ni a leyes ni a estudios clínicos; el dolor ya existe, los sufrimientos aumentan, las personas mueren cada día.

Las leyes bolivianas no acompañan a las madres ni a los familiares, pero sí los acompañan el derecho a la salud, el derecho a una mejor calidad de vida y, sobre todo, el derecho a producir la mejor medicina para nuestros hijos y familiares que sufren alguna patología.

Está comprobado que la medicina cannábica calma el dolor, disminuye el número de convulsiones y, en definitiva, mejora la calidad de vida en enfermedades como el VIH o el cáncer. El uso del cannabis medicinal funciona de verdad: sirve la planta entera, con todos su componentes, en función de la patología de cada paciente.

Una de las más grandes enfermedades del mundo es el prejuicio. Eduquemos a la gente, culturicemos mentes y tendremos la medicina.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #236

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