Ciudad de México. Marcha Mundial de la Marihuana. 4:20. Avenida Reforma frente al monumento del Ángel de la Independencia. Unas nueve mil setecientas personas están congregadas y parece que todos están fumando mota, pues una gran nube se alza de entre las entrañas de esta gran metrópoli que se consume bajo el sol primaveral. No importa: hay cervezas y todos gritan consignas de libertad. La gente arma porritos a diestra y siniestra. Cuento unos doce mil porros.
Si me preguntan, México está como estaba Canadá hace veinte años: sin tanta represión, en una permisiva zona nebulosa donde el gobierno no puede castigar a todos por consumir cannabis, pero tampoco quiere dejar todo fuera de control. Como en Vancouver en la década de los 2000, en México existen sitios clandestinos donde se puede fumar y adquirir mota, medio tolerados mientras no hagan desmadres o sean demasiado obvios. Existe un mercado gris de productos con CBD y THC. Hay decenas de vendedores en línea con productos traídos de fayuca (‘contrabando’) desde Estados Unidos y Canadá, y productos caseros que van desde los tradicionales pastelillos, pasando por dulces, galletas, gomitas, paletas, aceites, extractos, hasta la flor. La tecnología y, como dice el presidente López Obrador, “las benditas redes sociales” han contribuido a que esta industria explote buscando los resquicios legales en los cuales operar. El actual gobierno, mientras no ha llevado a cabo una legalización como se vislumbraba cuando la anterior secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, apuntaba por ese camino, no ha perseguido a los fumetas, por el contrario, se ha abierto una permisibilidad que solo soñaba en mis tiempos de adolescente. Prueba de ello son los puntos liberados en la ciudad de México, uno frente a la sede del Senado, otro frente a la Corte de Justicia, otro en la glorieta de los Insurgentes, que es una plaza donde paran el metro y el metrobús. Ahí hay un corredor donde se fuma libremente sin que la policía moleste a nadie; también hay otro punto en el bosque de Chapultepec. Cada vez más gente se une para pedir libertad para fumar, como en el pueblo de Tetecala, estado de Morelos, que se ha puesto a la vanguardia del movimiento cannábico en la República mexicana, no solo en el pueblo de Tetecala, que se autoproclamó pueblo agricultor de cannabis, sino en otras comunidades.
El pueblo mágico de Tepoztlán, enclavado a solo cuarenta y cinco minutos de la ciudad de México, se ha vestido de gala recibiendo la Cáñamo Shop Tepoz, un espacio en el que convergen la cultura y la información cannábica con la moda y los últimos gadgets de la industria. Como la tienda hermana de la calle Madero, en el centro de la ciudad de México; este comercio tiene una gran variedad de parafernalia, alimentación cannábica, cosméticos, aceites y productos legales de CBD, así como una sección grow con sustratos y fertilizantes orgánicos y una buena selección de revistas y libros. Este establecimiento es un avance más en la lucha de todos los activistas y consumidores que están bregando para normalizar el consumo medicinal, industrial y recreativo del cannabis. Desde esta trinchera en Tepoztlán, entre Amatlán, Ixcatepec y Huilotepec, se está diseminando la cultura del cannabis como lo ha hecho esta revista durante veinticinco años.
El tren de la legalización es imparable en México como lo fue en Canadá. Cada vez se conquistan más espacios y, como en Estados Unidos, muchos gobiernos locales ya están armando sus propias reglas, como en la ciudad de Oaxaca, donde se puede fumar marihuana en los lugares donde se fuma tabaco.
Es muy pronto para cantar victoria, pues aún sigue habiendo arrestos por “delitos contra la salud” o narcomenudeo, y, dependiendo del lugar, fumar te puede mandar a la cárcel hasta por setenta y dos horas y hacer pagar multas de varios miles de pesos. A pesar de que a nivel federal ya se pueden poseer hasta cinco gramos de flor, los policías siguen amedrentando a la gente, por lo que resulta necesario conocer bien nuestros derechos para que no nos intimiden. Por eso y muchas cosas más, el objetivo primordial continúa siendo la educación en materia de cannabis.