En Texas podrías pasar seis mesecitos a la sombra, guardado por tener minúsculas cantidades de marihuana. Este es un estado raro, donde conviven vaqueros y petroleros con músicos y artistas. El estado de la estrella solitaria tiene una alta población latina que tiene que lidiar con racistas, y algunos progresistas que tienen que interactuar con los creacionistas. Hay mucha ignorancia y mucho nacionalismo. “En Texas todo es grande”, dicen sus habitantes orgullosamente.
De hecho, prefirieron ser independientes que vivir bajo el gobierno mexicano. Así es, fue un estado independiente durante nueve años, de 1836 a 1845, cuando se unió a los gringos como el estado número veintiocho en aquella época. Antes de pertenecer a México pertenecía a España, el Texas español fue una de las Provincias Internas del Virreinato de Nueva España, desde 1690 hasta 1821.
Texas es el segundo estado más grande de la nación, tanto en tamaño como en población, después de Alaska y California, respectivamente. Ahí viven como treinta millones de almas, y dentro de este estado típicamente ganadero cabría España y media. De todos esos habitantes, casi nueve millones son de origen hispano y el treinta por ciento de los texanos hablan la lengua de Cervantes.
Este estado puritano, en el corazón del cinturón bíblico y callejón de los tornados, tiene once propuestas legislativas para reformar la actual situación de las leyes cannábicas. La más representativa es la House Bill 81, propuesta por el senador José Rodríguez y el congresista Joe Moody, y que ya ha pasado algunas lecturas y aprobaciones en las asambleas legislativas. Bajo esta nueva ley, se propone que ya no se castigue criminalmente por la posesión, sino que se multe con doscientos cincuenta dólares por la posesión de hasta una onza, y si te agarran más de tres veces entonces sí corres peligro de ir a parar al talego. La medida ahora tiene que ir a otra votación con todo el Congreso.
Heather Fazio –directora política de Marijuana Policy Project– ha dicho que esta medida no puede ser vista como un cambio radical en el pensamiento de los texanos, sino como un “cambio moderado en cómo Texas manejará las ofensas legales en los casos de poca posesión de marihuana. Nadie debería ser castigado con un récord criminal de por vida por una simple posesión de una sustancia que es menos dañina que el alcohol”. Fazio también ha hecho referencia al apoyo que tienen los texanos a este tipo de medidas que buscan descriminalizar la yerba. Algunas encuestas muestran entre un cincuenta y ocho y un sesenta por ciento de apoyo, mientras otra da hasta un setenta y cinco por ciento. “Los texanos están de acuerdo en que el castigo por poseer marihuana debe ser una simple multa”, concluyó.
Dos legisladores republicanos han propuesto la Compassionate Use Act, que han introducido tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. El senador Kevin Eltife introdujo la Senate Bill 339, y la congresista Stephanie Klick, la House Bill 892, ambas con el fin de regular la producción y distribución del aceite cannabidol para uso de pacientes con epilepsia y otras condiciones “intratables”.
A pesar de sus buenas intenciones, la gente, en especial los pacientes, están apoyando otra medida medicinal mucho más inclusiva que legalizaría el uso y la posesión de hasta dos onzas y media de marihuana para fines medicinales, así como el cultivo de seis plantas. La medida fue introducida por dos legisladores latinos, la representante Marisa Márquez y el senador José Menéndez. La House Bill 3785 ha recibido un apoyo tremendo de los aficionados al cannabis y los pacientes. El senador ha dicho en conferencia de prensa: “Los doctores, no los políticos, deben determinar qué es lo mejor para los pacientes de Texas; esta es una medicina legítima que puede ayudar a una variedad de personas, desde la abuelita que sufre de cáncer hasta el veterano de guerra que lucha contra un síndrome postraumático después de regresar de la guerra”.