Nuestros supuestos sistemas democráticos son una estafa. Vamos a ver. Nos han vendido la ilusión de poder escoger libremente, pero las opciones las ponen ellos, los que verdaderamente mueven los hilos del sistema: los banqueros, las petroleras, las farmacéuticas y demás corporaciones multinacionales. Es como tener que escoger entre Coca-Cola y Pepsi; los dos productos representan las aguas negras del imperialismo y cualquier otro refresco de cola es simple jarabe igual de dañino para el cuerpo humano. Así, la política.
Dicho lo anterior, vemos que en Estados Unidos de América existen dos facciones igualmente guerreras que defienden los intereses de los anteriormente mencionados. Los republicanos, que son más rancios y a quienes no les importa el bienestar de su gente, y los demócratas, quienes navegan con una bandera de mayor compasión, pero al final no hay gran diferencia. Para lo que nos compete, el partido demócrata ha estado al frente de la descriminalización de la marihuana.
El líder de la cámara de senadores, Charles E. Schumer, ha dicho que apoya la legalización y, no solo eso, sino el negocio de la marihuana, debido a un “pensamiento evolutivo tanto en su persona como en el país”. Otro político cuyo pensamiento ha evolucionado es el republicano John A. Boehner, quien evolucionó tanto que se unió a la junta directiva de una compañía que se lucra con la marihuana, Acreage Holdings. Los políticos dicen que no es que quieran hacer negocios con el cannabis, sino que no quieren perder sus puestos, ya que cada vez más la población se ha dado cuenta de los beneficios medicinales de la planta y de las mentiras que les fueron inculcadas diciendo que era una droga peligrosa, un trampolín hacia las drogas duras, y otras ideas retrógradas por el estilo. Bill Weld, exgobernador de Massachusetts, que al igual que Boehner condenaba la marihuana, también se unió a la compañía canadiense Acreage Holdings. De acuerdo con el New York Times, entre ambos tienen seiscientas veinticinco mil acciones de la firma, que valen unos tres billones de dólares, suficiente para nueve vidas, y aun así dicen que su posición no tiene nada que ver con los veinte millones que se van a llevar. La lista de hipócritas evolucionados crece; también el exlíder del Senado, Tom Daschle, de Dakota del Sur, y Joseph Crowley, de Nueva York, ambos demócratas, ahora son parte de la junta directiva de Northern Swan Holdings, una firma de inversiones cannábicas.
Millones de personas han sido arrestadas por simple posesión de marihuana, por una idea que nos vendieron por tantos años demonizando todo lo relacionado con la maría, hasta que se les cayó su teatrito de represión. Pero ellos nunca pierden. Mientras hacen dinero, de dos años atrás hasta la fecha en Estados Unidos se ha arrestado a casi un millón de personas por tener mota de acuerdo a la Drug Policy Alliance, casi todos negros y latinos.
Los ganadores de las elecciones tienen en su cabeza el dinero, no las prioridades de la gente. El aumento de los otrora detractores de la marihuana en el negocio verde se debe a que están haciendo su agosto sobre las espaldas de los miembros de las minorías, diezmando su comunidad. Ya habíamos desenmascarado a todos los expolis y políticos canadienses en ediciones pasadas, y vemos que en Estados Unidos la cosa no es diferente.
Hablando de Canadá, ha sido reelecto Justin Trudeau o TrueNot, quien ahora comandará un gobierno minoritario. El liberal ha derrotado al conservador Andrew Sheer, un retrógrado que amenazaba con rescindir las leyes cannábicas. “Tenemos que ver las implicaciones y los riesgos”, había dicho en campaña, así que a pesar de que en Canadá hay millones de rednecks y basuras fascistas de todo tipo, triunfó el statu quo, y Trudeau y sus amigos podrán seguir disfrutando de las creces del negocio de la marihuana legal, a pesar de que estén haciendo un trabajo mediocre, por decirlo de alguna manera. A un año de la legalización, el mercado negro sigue tan rampante como antes, y los que más han sufrido son los dispensarios pequeños o el mercado gris, que habían desafiado las leyes retrogradas para ofrecer un servicio necesario para los habitantes de este país. Los partidos de izquierda apenas figuraron en estas elecciones, el NDP solo consiguió veinticuatro asientos y el partido verde, tres. Los independentistas de Quebec, el Bloc Québécois, consiguieron treinta y cuatro asientos, casi la mitad de la provincia francófona. A pesar de muchas de sus ideas izquierdistas, los del Bloc no son tan progresistas en cuestiones cannábicas.
Sin muchas opciones, los canadienses han tenido que elegir otra vez a Trudeau por miedo a una extrema derecha y miedo a una moderada izquierda. El centro político de Canadá tiene más bien tintes neoliberales, que en nada nos benefician. Basta ver el mercado de la marihuana y sus fallas.