Llueve en Vancouver, esa lluviecita perene que acompaña a los moradores de la ciudad por más de la mitad del año. En la parte este del centro, cientos de dramas se desenvuelven. En una sucia esquina de sueños rotos yace un tipo sin nombre, apenas recordado, tiene una aguja colgando del brazo por cuya punta aún sale un hilillo rojo que corre por el brazo y se diluye en uno de los charcos que la gente pisa. Una sobredosis más. Tan solo en la primera mitad del año que caduca, más de mil personas murieron en la provincia de la Columbia Británica debido a una ingestión de drogas ilegales, con el fentanilo como principal culpable. Más de ocho mil personas han muerto desde el 2016 por sobredosis. No solo mueren los tirados, los sintecho, los que han sido empujados a la pobreza extrema y a la adicción: mueren las amas de casa, los artistas, los profesionistas, cualquiera que se meta una raya contaminada, muchas veces en la soledad de sus casas, algunas con lujos. El fentanilo no distingue clases sociales y se encuentra en el ochenta y siete por ciento de las fatalidades. Cada día mueren seis o siete personas de promedio, alcanzando ciento cincuenta al mes. Cocaína, metanfetamina, anfetaminas, otros opioides legales y alcohol han sido también detectado en los cócteles letales.
Brian Twaites –un paramédico especialista en soporte de vida avanzado con los Servicios de Emergencia de Salud– ha declarado que los paramédicos responden actualmente a más de veinte mil sobredosis al año, más de cien cada día. Generalmente, aplican cuatro miligramos de Narcan, la droga salvadora de los que se pasan con sus dosis. La naloxona, compuesto activo del Narcan, es un antagonista de los receptores opioides que funciona tanto para la heroína como para la oxicotina y fármacos similares.
El problema es que las drogas callejeras están lejos de ser seguras, ya que todas están contaminadas de alguna forma, muchas con el fentanilo, que causa paros respiratorios. El usuario puede entrar en un sueño profundo del que ya no despierta y, no solo eso, también los consumidores se meten inadvertidamente una variedad de químicos dañinos para el cuerpo. Por eso es tan importante ya una legalización de todas las drogas, para que haya un mayor control de calidad y existan lugares donde los drogadictos puedan probar su material y ver qué tan adulteradas están y que se instalen más centros de rehabilitación y recuperación y, sobre todo, vivienda accesible para todos para que no acaben en la calle.
La ministra de Salud Mental y Addicciones de la provincia de British Columbia, Sheila Malcolmson, ha declarado: “Nuestro gobierno ha estado creando políticas en cuestión de drogas que salvarán vidas, al apoyar el acceso a estupefacientes más seguros, conectando a la población con servicios de salud y para movernos hacia la descriminalización de los usuarios. Haremos todo lo que está a nuestro alcance para salir de esta crisis mortal que envenena a los ciudadanos. Tenemos que tratar esta crisis con el mismo nivel de urgencia con el cual estamos tratando la epidemia del COVID”. La ministra también agregó: “¿Qué estamos haciendo con la crisis del COVID? Escuchamos a los expertos, a los médicos y a los científicos y hacemos lo que nos dicen. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con esta epidemia de drogadicción y escuchamos a los expertos?”.
Lo que más nos atañe en esta publicación es el cannabis y sus usos para casi todo, y uno de esos usos es el que ofrece para ayudar al tratamiento de adicciones de opioides. Algunos estudios han encontrado que la marihuana es buena para combatir el dolor, lo que previene que se usen los painkillers o analgésicos, que son una de las causas principales de las adicciones. Así que el uso de la marihuana como sustituto de los opioides para mitigar el dolor sirve como prevención.
La farmacóloga Yasmin Hurd ha estado investigando cómo el CBD –el compuesto de moda no psicoactivo del cannabis– ayuda a disminuir los antojos y el síndrome de abstinencia; incluso una semana después de la última dosis, los antojos de sus pacientes aún eran pocos, así como cualquier otro tipo de ansiedad. El CBD ha demostrado tener un efecto positivo: se cree modifica la forma en que las células dañadas de los adictos se comunican entre sí. Otros estudios preclínicos también han demostrado los efectos terapéuticos y las propiedades beneficiosas del CBD no solo para los pacientes adictos a los opioides, sino también para otras adicciones como a la cocaína.
Mientras tanto, en Vancouver, los sitios de inyección segura siguen recibiendo adictos para pincharse con menos riesgo de morir, y los hospitales continúan admitiendo pacientes con sobredosis, la inmensa mayoría accidentes por las dosis o por envenenamiento con sustancias adulteradas. Las esperanzas quedan desparramadas sobre la acera fría.