La metadona es un opiáceo creado por el hombre para paliar los dolores fuertes como los producidos por el cáncer. La metadona o dolofina surgió de un laboratorio alemán a finales de la segunda guerra mundial debido a la escasez de morfina. Es una droga que también se utiliza para que los usuarios de otros opiáceos más letales como la heroína y el fentanilo vayan dejando la adicción de forma gradual evitando los efectos secundarios, como el síndrome de abstinencia. En otras palabras, la metadona es un fármaco que ayuda en la desintoxicación y debe ser utilizado en esta pandemia de opioides.
En Vancouver, en el epicentro de la epidemia del fentanilo, se encuentra Insite, un centro de inyección segura que también cuenta con programas de desintoxicación que utilizan la metadona. Insite abrió sus puertas en el 2003 como primer dispensario de inyección de drogas supervisado y aprobado en Norteamérica gracias a Health Canada. Está comprobado que ha salvado miles de vidas y ahorra al gobierno millones de dólares en atención médica cada año.
Como con todas las prohibiciones, que el gobierno restringa una cosa no significa que vaya a desaparecer, al contrario, las drogas duras nunca van a desaparecer; basta ver lo que sucedió con la prohibición del alcohol. La heroína no es la excepción y, en ausencia de heroína provista médicamente en un ambiente seguro, estos desafortunados individuos continuarán buscando fuentes ilegales de drogas, potencialmente impuras o con sustancias aún más peligrosas como el fentalino, y se las inyectarán en circunstancias frecuentemente inseguras.
La Dra. Eugenia Oviedo-Joekes, profesora de la Universidad de Columbia Británica que trabajó en un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, probablemente la publicación médica más prestigiosa del mundo, lo expone de esta manera. “El tratamiento de asistencia con opioides tiene un papel pequeño, pero muy importante, en el sistema de tratamiento de la adicción. No pretende ser un tratamiento de primera línea; está destinado a continuar la atención de las personas a las que no podemos llegar con lo que está disponible”.
A pesar de que el tratamiento con metadona ya tiene veinte años en Norteamérica y un poco más en Europa, aún no está siendo utilizado tan frecuentemente como se debería y, aunque mitiga el dolor y es más seguro para los usuarios, no llega a todos los adictos ni tiene la capacidad para atender a tan gran número de personas enganchadas.
Muchos estudios canadienses y europeos han documentado que sirve mucho y sí marca una diferencia en la sociedad: hay menos crimen, los pacientes ven una mejora en su salud física y mental al grado de poder volver a trabajar, se ahorra dinero en las finanzas públicas y no solo hay mayor integración social, sino que se salvan vidas.
Gabor Maté es un médico, profesor y escritor canadiense especializado en el estudio y el tratamiento de las adicciones. Este experto opina que todo proviene de traumas tempranos aunados a factores sociales y culturales: “Las adicciones siempre se originan en la infelicidad, aunque esté oculta. Las drogas son anestésicos emocionales; adormecen el dolor. La pregunta nunca es ¿por qué la adicción? sino ¿por qué el dolor? La respuesta, siempre la misma, está garabateada con cruda elocuencia en la pared de la habitación de mi paciente Anna en el Hotel Portland en el corazón del Downtown Eastside de Vancouver: ‘A cualquier lugar al que fui, no me querían’. Y eso tiene un gran impacto. La metadona evita el tormento de la abstinencia de opiáceos, pero a diferencia de la heroína no crea un subidón para los usuarios regulares. La esencia de ese subidón la expresó mejor una trabajadora sexual de veintisiete años: ‘La primera vez que consumí heroína –dijo– sentí como un cálido y suave abrazo’. En una frase resumió los antojos psicológicos y químicos que hacen que algunas personas sean vulnerables a la dependencia de sustancias –sostiene Gabor Maté, y continúa–: ¿Qué los hace vulnerables? Ni las predisposiciones fisiológicas ni las fallas morales individuales explican las adicciones a las drogas. La vulnerabilidad química y emocional son productos de la experiencia de vida, según la investigación actual del cerebro y la psicología del desarrollo”.
Parafraseando a la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias de Estados Unidos, la metadona se puede administrar en forma de píldora, líquida u obleas. Se utiliza no solo para prevenir la abstinencia, sino también para bloquear los efectos de los analgésicos opiáceos, como la morfina, la codeína, la oxicodona y otros semisintéticos. Aunque el tratamiento debe ser recetado por un médico, no es una cura para los problemas de adicción. No obstante, se considera muy eficaz durante el proceso de tratamiento y rehabilitación como parte de un programa de tratamiento integral. Una herramienta que debe ser más utilizada.