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El último trócolo

Las campañas de la FAD jamás disuadieron a nadie de consumir drogas, como todos sabemos, pero tuvo dos o tres hits celebradísimos: el del gusano de la farlopa y el del comecocos pastillero, hoy en día convertidos en memes prodroga clásicos.

Hola. El otro día, caminando por Madrid, perdí el norte y acabé, no sé muy bien cómo ni por qué, en el fantástico y sensacional Mirador por las Víctimas de la Droga, que inauguraron hace poco un concejal popular y una señora de Ciudadanos que va mucho a la peluquería y sale constantemente por la tele. El solidario conjunto arquitectónico es una filfa ridícula, sí; una cosa cutre, fea y mal hecha, también, y eso sin entrar en el concepto: una presunta gilipollez que ha costado casi un millón de euros al erario municipal para que se lo lleve algún primo…

Pero, en fin, ya que estaba allí, me hice uno bastante gordo en recuerdo de las víctimas y por la unidad de los toxicómanos, y me senté entre dos piedras a fumármelo. El espantoso y deleznable monumento no es más que el marco de una pantalla hecho de vigas de hierro mal rematadas para sugerir vaya usted a saber qué metáforas sobre “ese caballo llamado muerte”. El caso es que mi imaginación se disparó entre aquellas dos piedras y se obró el milagro: en el ilusorio pantallón empezaron a proyectarse, una detrás de otra, todas las campañas contra la droga que perpetró la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción desde su fundación en el ya lejano 1986.

¿Se acuerdan de la FAD? Una institución modélica, presidida desde su creación por la reina emérita haciendo de Nancy Reagan y con un Patronato conformado por las veinticinco primeras figuras del ranquin de Forbes España y los presidentes de los principales grupos de comunicación, que se anunciaba como un invencible ariete en la lucha contra el demonio de la droga. Desgraciadamente, hoy vemos este superchiringuito propagandístico como algo absolutamente trasnochado, un dinosaurio fuera de lugar y tiempo, más allá de la puntual alfombra roja para que próceres y patriarcas figuren en los telediarios un día que vaya Doña Letizia (heredera de su archienemiga Doña Sofía en la presidencia de honor) a hacer bultito en un no sé qué solidario.

Sin embargo, la FAD tuvo sus temporadas de esplendor, con el público drogadicto expectante ante cada nuevo anuncio publicitario, que solo producía su declarado efecto de repulsión, rechazo, miedo y sinrazón en las madres más repipis y en los abuelos ya medio idos. Jamás disuadió a nadie de consumir drogas, como todos sabemos, pero tuvo dos o tres hits celebradísimos: el del gusano de la farlopa y el del comecocos pastillero, hoy en día convertidos en memes prodroga clásicos.

Más allá de puntuales logros estupefacientes, las campañas de la FAD abundaron más en momentos de asco-pena, lástima, risión y, sobre todo, de general indiferencia. Desde aquellos primeros y descacharrantes lemas como “Engánchate a la vida” [sic] o “La droga te deja solo, pero solo sin nadie” [sic] hasta sus sonrojantes estertores finales: “No juegues con las drogas” o “Todo tiene un precio”, que parecían salidos de brainstormings afterwork de publicistas enzarpados.

El culmen de la piadosa institución antidroga llegó, en mi opinión de fan irredento, con la campaña “Bad Night”, que se recordará como la maldición de la droga que le cayó al malogrado Álex de la Iglesia por hacer la gracia colaboracionista. Una más que prometedora carrera como cineasta y autor truncada de la noche a la mañana por realizar un anuncio contra la droga con su nueva novia haciendo truculencias en el baño y el sempiterno antediluviano, reaccionario y catolicón mensaje: “¡Te puede tocar a ti!”. Qué pena, Alex, con lo bien que te habías colocado.

Bien entradito el siglo xxi, la FAD abandonó sus inútiles mensajes reaganianos y dedicó sus nuevas campañas a combatir el consumo de alcohol entre la juventud. Hizo de nuevo el ridículo. De hecho, para evitar la desaparición del lucrativo chiringuito drogabusólogo, se ha reconvertido en Fundación FAD Juventud y sigue lanzando periódicamente campañitas, que ya no ven ni sus familiares, sobre un amplio abanico de problemáticas archimanidas, requetesabidas y megainstrumentalizadas: del porno al juego, pasando por la violencia de género. Y es una lástima, porque nos estamos perdiendo maravillosos anuncios con zombies hasta arriba de droga caníbal echando burundanga en el éxtasis líquido de los niños a la salida del colegio a ritmo de Rosalía. Nos han vuelto a dejar solos frente a la droga. Adiós.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #303

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