He sabido con tristeza de tu suicidio. No tuve la suerte de conocerte personalmente, pero seguía la pista de tus andanzas desde 2020, cuando tuneaste una furgoneta Ford Transit para convertirla en la primera sala de consumo supervisada de Reino Unido, una sala móvil por los alrededores de Glasgow, con jeringuillas limpias para un consumo higiénico, naloxona preparada para revertir sobredosis y una atención informada y amable. Consumidores acostumbrados a los callejones y al desprecio de las miradas ajenas encontraban en tus cuidados, y en la taza de té y la barrita Mars de chocolate y caramelo que solías ofrecerles, un trato humano que restablecía su dignidad. ¿Quién era ese valiente que desafiaba con imaginación las políticas de drogas del Reino Unido?
Tu plan se concretó en febrero de 2020, después de asistir con rabia a una conferencia del Gobierno escocés sobre muertes por drogas celebrada en Glasgow, un día antes de que el Gobierno británico celebrara otra sobre el mismo tema, también en Glasgow. En lugar de ponerse de acuerdo y sumar esfuerzos, las administraciones –en manos de políticos que actuaban en beneficio de sus ambiciones partidistas–, competían entre sí. Decidiste hacer algo. Viajaste hasta Copenhague para reunirte con activistas que habían puesto en marcha, desafiando la ley, una sala de consumo móvil en 2011, propiciando un cambio en la legislación que permitió crear una red de salas de consumo supervisado en Dinamarca con servicios de análisis de drogas, disposición de jeringuillas, escáneres de venas que facilitan la inyección o antibióticos para tratar las infecciones. A tu vuelta de aquel inspirador viaje, aplicando los conocimientos que atesoraste durante la larga década que te habías dedicado al márquetin y a la venta, abriste un crowdfunding para comprar y adecuar la furgoneta como sala móvil de inyección segura. El primer donante fuiste tú, con 500 libras que pusiste de tu bolsillo; en una semana habías recaudado 2000 más. Como dicen los expertos en la nueva publicidad, el márquetin de hoy empieza ayer. Porque lo que los viejos explicarían como pasar la gorra antes de actuar te sirvió como un primer golpe de efecto mediático que agitó el debate sobre la necesidad de adoptar políticas de reducción de riesgos y daños y no seguir insistiendo en la senda criminal de la prohibición de las drogas. Además de comenzar tu campaña antiprohibicionista, la recolecta reunió el dinero necesario para tunear una Ford Transit, a la que apodaste “El Tanque”, y ponerla a rodar en septiembre de aquel año 2020.
En un mundo lleno de cobardes, las decisiones valientes salen caras. Conocido tu plan no tardaron en despedirte de tu empleo como trabajador social especializado en VIH para la organización benéfica Waverley Care. No sería la primera vez, ni la última, ni la más dolorosa, en que comprobarías en tus propias carnes, la dificultad que tienen las instituciones y las organizaciones para incluir en sus estructuras a los activistas que más hacen por la causa. Porque, ¿acaso no iba Peter, con su sala de consumo supervisado, a frenar los contagios del VIH entre otros beneficios sanitarios para una población estigmatizada?
Momentos escogidos de los últimos años en la vida de Peter Krykant. Arriba, como conferenciante en congresos y jornadas sobre reducción de riesgos y daños; y con su hijo pequeño, en abril de 2021, durante la campaña electoral como candidato independiente al Parlamento escocés. Sobre estas líneas, posando y explicando las funciones de su sala móvil de consumo supervisado.
Y casi a la vez que el despido llegó el Covid, pero ni siquiera una pandemia mundial pudo con tu iniciativa. Es más, como estabas a pie de calle, comprobaste como los sin techo consumidores de drogas que pasaban para intercambiar sus jeringuillas por otras nuevas en Abbey Paharmacy, Trongate, iban necesitando más ayuda conforme se reducían los servicios de atención por el confinamiento. Escocia no es un lugar cualquiera en lo que a drogas se refiere, es desde hace años el país con la mayor tasa de mortalidad por estupefacientes de Europa, y el record, con 1339 muertos, se alcanzó precisamente en ese año 2020. La sala móvil de consumo seguro que montaste ese año ahorró sin duda algunas muertes más. Un millar de inyecciones de crack y de heroína se supervisaron en los ocho meses que el Tanque –sustituido más tarde por una ambulancia amarilla con mayores prestaciones– estuvo patrullando por Glasgow, y nueve fueron las sobredosis que conseguiste revertir.
Salías en la prensa y resultabas convincente cuando hablabas de reducción de riesgos en primera persona, sin omitir tus años de adicción ni los años en que también fuiste un sintecho. Las autoridades toleraban tus actividades, lo que no impidió que en octubre de 2020 fueses acusado de obstruir a los policías que intentaban registrar tu furgoneta, un episodio más que fue seguido por los medios, ampliando la difusión del debate. Al final retiraron los cargos, y supongo que tú mismo darías por cumplida esa etapa de la misión cuando, en mayo de 2021, aparcaste la sala móvil y te presentaste como candidato independiente al Parlamento escocés. En uno de los vídeos que The Guardian grabó cuando cubría tu campaña sale tu hijo pequeño dirigiéndose a los votantes: “Tengo tres razones por las que deberían votar a mi padre: porque es honesto, fiable y escucha las sugerencias de la gente”. De haber salido diputado, el debate sobre las políticas de drogas habría tenido un buen representante del antiprohibicionismo, un luchador en favor de la libertad y contra la desigualdad, por una sociedad que sustituya la represión por los cuidados y respete los derechos de las personas que usan drogas.
Tu biografía es el relato de un superviviente. Algunos periodistas, no sé si tú mismo en vida, relacionaban tu infancia de niño desprotegido en el pueblo de Maddiston, allá por los ochenta del siglo pasado, con tus tempranas adicciones. Sufriste abusos sexuales, dejaste la escuela antes de conseguir el título, empezaste a consumir drogas con once años y con 17 te inyectabas heroína y dormías en la calle. Saliste de ese agujero y trabajaste de vendedor durante más de una década, antes de formarte para trabajar en ayudar a personas con problemas de abuso de drogas. Te casaste, tuviste dos hijos. Si los “Doce pasos” –el programa que desarrollaron Alcohólicos Anónimos para dejar la bebida y que se usa para otras adicciones–, te habían ayudado a dejar las drogas, conocer los argumentos antiprohibicionistas te hicieron cuestionar las políticas represivas y también la abstinencia radical que practicaste durante años. Conociste a militantes que luchaban no contra las drogas, sino contra la prohibición y contra el estigma, en defensa de la libertad personal y del derecho a experimentar con drogas. En tu perfil de Facebook aún luce en la cabecera una imagen con el lema “Las drogas no están prohibidas porque sean peligrosas. Las drogas son peligrosas porque están prohibidas”.
De todo eso me habría gustado preguntarte. Aquí en España no es tan enconado el debate entre los partidarios de la abstinencia radical y los que defendemos que es no solo posible, sino también deseable, un uso razonable de las sustancias. Pero en Reino Unido la discusión está muy polarizada. Te habría preguntado por ello, ahora que tu muerte se ha interpretado –por parte de aquellos que quieren demostrar a toda costa que las drogas son malas– como un ejemplo de que el consumo lleva al extravío. Según me cuentan, tu suicidio ha dado mucho que hablar y algunos lo explican como la consecuencia de lo que sucede cuando te apartas del camino de la abstinencia.
Peter en una calle de Barcelona, con su falda escocesa y una camiseta de la cooperativa Metzineres, donde puede leerse en inglés: “Las mujeres tomamos drogas, asúmelo”
Habías alcanzado notoriedad, hasta la primera ministra Nicola Sturgeon te había recibido en 2021. Incluso te habían hecho caso y ahí estaba The Thistle, la primera sala de consumo de drogas legal del Reino Unido, abierta en enero de este año en Glasgow. Sin tus acciones de desobediencia civil, sin tu Tanque, todos tienen claro que no habría sido posible. Y, sin embargo, una vez conseguido ese objetivo, tu vida se iba a pique. Te habías separado de la madre de tus dos hijos, profesora de psicología en la universidad y opuesta a tu deriva antiprohibicionista. Te habías echado una novia en Barcelona y, sí, habías vuelto a consumir, sin por ello dejar de atender tu trabajo en Cranstoun, una organización no gubernamental y sin ánimo de lucro que trabaja por la reducción de daños y ayuda a las personas y a las comunidades que han sufrido por la guerra contra las drogas.
Según leo en el obituario de The Guardian, para algunos, tu contribución a la creación de The Thistle “había quedado relegada para dar paso a voces más convencionales”. También señalan la posibilidad de que tu “vulnerabilidad haya sido explotada por aquellos que deseaban aprovechar la emoción de tu experiencia vital para sus campañas”. ¿Se aprovecharon de ti, Peter? Yo, en la distancia, no dejo de ver el habitual olvido hacia los activistas cuando los objetivos de la lucha se consiguen. Abren una sala de consumo seguro gracias a tu lucha, pero en ella no hay sitio para ti. Es una vergüenza, una injusticia y un despilfarro que las instituciones desperdicien el talento de gente como tú. Seguramente les parecerías demasiado radical, al fin y al cabo, la guerra contra las drogas continúa y ellos, con sus policías, sus tribunales y sus parlamentos forman parte de los que nos persiguen.
He sabido que tus últimos meses fueron difíciles, que tu salud mental, con tus viejos fantasmas y el cansancio de estos años de exposición pública, empezaba a resquebrajarse. Supe que te habías quedado sin trabajo y que habías pedido dinero por Facebook para poder ir a la Conferencia Internacional sobre Reducción de daños en Bogotá, donde tenías la esperanza de encontrar un empleo en alguna de las organizaciones participantes. Supe que tu exmujer, con la excusa de que habías vuelto a drogarte, te impedía ver a tus hijos. Supe también que habías llevado a cabo varios intentos de suicidio.
Al conocer tu muerte, muchos han lamentado la pérdida. Aamer Anwar, el abogado que te defendió cuando fuiste detenido en 2020, te describió como “un ejército de un solo hombre, con la misión de salvar vidas”. Añadió que desde niño estuviste atormentado por tus demonios, pero que también eras “un hombre hermoso, amable y valiente”. Ronnie Cowan, exdiputado del SNP, te recordó diciendo que “Peter Krykant se atrevió a ir donde ningún político se atrevía. Con mucha valentía, entusiasmo y tenacidad predicó con el ejemplo. Mientras nosotros hablábamos y la gente moría, Peter actuaba. Me sentí orgulloso de apoyar su sala de consumo supervisado y solo lamento no haber podido hacer más”. Así mismo, el diputado Patrick Harvie, copresidente de los Verdes escoceses dijo sobre tu muerte: “Todos estamos profundamente entristecidos por la noticia del fallecimiento de Peter. Todos los miembros del Partido Verde Escocés estamos pensando en su familia y amigos en estos momentos tan difíciles. Peter fue un incansable defensor de un enfoque más justo y compasivo para tratar el abuso de drogas y la adicción, y su campaña ha dejado un legado muy importante en la primera sala de consumo seguro del Reino Unido, situada en Glasgow”. También el actual Primer Ministro de Escocia, John Swinney, te rindió homenaje: “Su poderosa voz en la reforma de la política de drogas, en particular su incansable trabajo para crear salas de consumo seguro, deja un importante legado que será recordado”.
Tu amigo Juan Fernández Ochoa, de la IDPC (International Drug Policy Consortium), resumió con tino tu lucha radical por la reducción de daños: “En un mundo en el que muchos miran para otro lado y siguen adelante, Peter se involucró. Convirtió su propio dolor en un puente para conectar con los demás, para sanar, sí, porque la sanación siempre es colectiva, pero también para desafiar las condiciones que están en el origen del daño y el dolor. Peter era un reduccionista del daño en toda la extensión de la palabra. Creía en satisfacer las necesidades inmediatas de las personas, pero entendía que esto tenía que ir de la mano de la lucha por el cambio estructural”.
Tras tu muerte lamenté no haberte entrevistado, sentí que era una pena que los lectores de Cáñamo no hubieran sabido de tus aventuras. Sé que han pasado cuatro meses desde que te fuiste y que este obituario llega tarde. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de darte cobijo en estas páginas.