Prince, víctima de la epidemia americana de opiáceos
Entre 1999 y 2014 murieron 165.000 personas por sobredosis de opiáceos en EE. UU. También se había cuadruplicado la venta de analgésicos con receta como el OxyContin, cuyo multimillonario fabricante es ahora obligado por un juez a revelar los secretos comerciales que podrían haber contribuido a expandir esta plaga.
Entre 1999 y 2014 murieron 165.000 personas por sobredosis de opiáceos en EE. UU. También se había cuadruplicado la venta de analgésicos con receta como el OxyContin, cuyo multimillonario fabricante es ahora obligado por un juez a revelar los secretos comerciales que podrían haber contribuido a expandir esta plaga.
Prince había alcanzado el Olimpo con el éxito de la película y el álbum superventas Purple Rain. En su siguiente disco incluiría el hit inmortal “Raspberry Beret”, que sonaba constantemente en la radio y en la MTV en 1985, el año en que la inesperada muerte del galán de Hollywood Rock Hudson despertó a América y al mundo ante una terrible realidad: el SIDA era una enfermedad que podía acabar con cualquiera, no afectaba solo a marginados grupos de riesgo como homosexuales y drogadictos. Para entonces, el maldito síndrome ya se había llevado por delante a unas 20.000 personas. Hoy, la muerte de la superestrella de la música podría jugar un papel similar sobre la opinión pública. La oficina del forense ha confirmado que el genio de la música de Minneapolis falleció accidentalmente, víctima de una sobredosis de fentanilo, un opiáceo sintetizado artificialmente, que Prince consumía aquejado de fuertes dolores en la rodilla y la cadera –de la que se operó en 2010–, tras décadas vibrando en el escenario. Tan solo una semana antes de su muerte, había sufrido otra crisis. Se le halló inconsciente dentro de su avión y se le proporcionó una inyección de naloxona, sustancia habitual en el tratamiento de sobredosis de opioides.
La adicción a estos medicamentos es la primera causa de muerte accidental en EE. UU. y no para de crecer. Entre 2013 y 2014 aumentó un 14%, según datos del Centro de Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), que también reveló que narcóticos como la oxicodona, la hidrocodona y la heroína mataron a más de 28.000 personas en 2014, la cifra más alta registrada hasta entonces. Al menos la mitad de las muertes por sobredosis implicaron opioides con prescripción médica. En 2012, los doctores del país prescribieron 259 millones de recetas a base de opioides; suficientes para que todo adulto de la nación tuviera un frasco lleno. Aunque si se carece de receta, la heroína es un perfecto sustituto contra el dolor y mucho más barato en el mercado negro. El hecho de que muchos de los fallecidos a causa de opioides sean blancos de clase media, vuelve a sacudir conciencias en EE. UU., sobre todo entre quienes durante décadas despreciaron los problemas de la heroína como propios de los negros y la clase baja.
Muchos creen que una de las principales causas de esta tragedia continuada es la receta indiscriminada de analgésicos altamente adictivos como el OxyContin. Esta marca comercial fabricada por la empresa Purdue Pharma fue demandada en 2014 por el estado de Kentucky, donde se calcula que por cada 100 personas se otorgan 128 recetas de opiáceos. A la farmacéutica se le exigían mil millones de dólares por los daños causados por la epidemia de adicciones que a su vez generó una ola de delincuencia. Purdue Pharma cerró el caso pagando al estado 24 millones de dólares. Pero una moción presentada por STAT, un medio de comunicación digital especializado en ciencia, ha permitido que ahora un juez del mismo Kentucky haya decidido llegar hasta el fondo del asunto. Este 12 de junio, la marca deberá hacer públicos sus secretos comerciales, entre los que se incluirían los acuerdos alcanzados y las técnicas de promoción utilizadas con los médicos. Está llamado a declarar el Dr. Richard Sackler, expresidente de Purdue Pharma y cabeza de una de las familias más ricas de Estados Unidos, con un patrimonio neto estimado de 14.000 millones de dólares, según la revista económica Forbes. Además, hay quien le acusa de presionar para que no se produzcan los cambios legislativos que podrían detener la epidemia que asola al país. Es el signo de los tiempos, ya lo cantaba el malogrado artista.
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