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Psiquedélicos, ciencia y mística

La cuestión de la mística ha estado siempre muy presente en quienes han explorado la psiquedelia. Quizás la realidad que experimenta alguien bajo los efectos de los psiquedélicos no es algo místico, sino una forma de percibir que se le niega a los sujetos cuando están cotidianamente en lo que podríamos denominar el estado habitual de consciencia.

Nadie duda de la importancia de los estudios con hongos psilocíbicos llevados a cabo en el año 2006 en la Universidad Johns Hopkins, considerados como uno de los puntos de partida del renacimiento actual de las nuevas investigaciones con psiquedélicos. El grupo de científicos, en cuyo núcleo inicial estaban Ronald Griffiths y William Richards, llevó a cabo diversas clases de pruebas y ensayos clínicos utilizando la psilocibina, tras recibir los permisos en el año 2000. Trabajos que hoy son míticos entre los que exploran en este ámbito, considerados por todos los especialistas pioneros en la nueva era de dichos análisis y que han marcado en cierto modo el camino a seguir por otros investigadores del universo psiquedélico.

En el caso de William Richards, se trata de un veterano estudioso del tema que ya había tenido la oportunidad de trabajar con estas sustancias en la década de los años sesenta del siglo pasado. Pertenecía a una época en la que los investigadores hacían ellos mismos sesiones personales con la sustancia. Richards nunca olvidó su primera experiencia con la LSD, abrumadora y totalmente inefable, que siempre catalogó como mística. Su caso no es único. Muchos de los investigadores de su época tuvieron esta clase de experiencias, que no dudaron en definir como místicas. Lo mismo sucedía con sus pacientes, aunque tal vez influidos por sus terapeutas. El caso de Ronald Griffiths es similar, nunca ha ocultado que practica la meditación y está muy interesado por la mística. Fue también el artífice del estudio realizado con líderes religiosos. Dichos investigadores estuvieron también muy influenciados por el erudito de las religiones Huston Smith, que participaría en el mítico experimento del Viernes Santo con Timothy Leary.

Hoy en día, la opinión de la mayoría de quienes investigan en el campo de los enteógenos (Dios dentro de uno) está muy sesgada en este sentido. La cuestión de la mística ha estado siempre muy presente en quienes han explorado la psiquedelia. Ya Terence McKenna tituló uno de sus libros El manjar de los dioses, lo que le costó alguna chanza de Jonathan Ott, que luego no tuvo reparos en participar en la nomenclatura enteógenos con Wasson y Hofmann. Nadie parece dudar, por ejemplo, del posible matrimonio intelectual entre los psiquedélicos y el budismo. Muchas de estas cuestiones pueden remontarse al libro seminal de Aldous Huxley Las puertas de la percepción, y pertenecen al ámbito de lo que el escritor inglés denominaba “filosofía perenne”.

Los que investigan con los psiquedélicos en la Johns Hopkins resaltan que los pacientes mejoran mucho en su sintomatología tras tener estas experiencias místicas.

Consideramos también que es muy buena la nueva tendencia que hace participar en los trabajos con psiquedélicos a investigadores veteranos junto otros más jóvenes, que no formaron parte de la primera ola de la investigación psiquedélica y no están tan viciados con sus premisas, que tal vez deban reconsiderarse en algunos aspectos.

Pero aunque todo lo expuesto hasta ahora es muy loable, ha creado paradójicamente una cierta censura en el campo de estos interesantes estudios. El peso de la Johns Hopkins en este terreno ha hecho que el resto de los investigadores de esta temática, en ocasiones, vean vetados sus artículos en revistas científicas importantes porque no son tan entusiastas con el tema de la mística y no participan de esta suerte de paradigma. Es algo razonable, la mayoría de los científicos parten de las ideas de la Ilustración y son conscientes del daño que la religión hizo a alguno de sus héroes, como Galileo, y no les entusiasma la mística, que consideran algo esotérico y poco científico.

Otros se niegan a considerar como experiencia mística una visión de la realidad que tal vez esté totalmente de acuerdo con las nuevas investigaciones de la física cuántica. Quizás la realidad que experimenta alguien bajo los efectos de los psiquedélicos no es algo místico, sino una forma de percibir que se le niega a los sujetos cuando están cotidianamente en lo que podríamos denominar el estado habitual de consciencia.

Es bueno que en este campo puedan convivir distintos enfoques. Solo faltaría que en un espacio tan vanguardista, que ha luchado tantos años con la cerrazón de todo tipo de nefastas autoridades científicas, políticas y religiosas, ahora se vea dominado por cualquier tipo de dogmatismo, aunque sea de algo que pueda ser tan atractivo como la experiencia mística.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #274

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