Existe la leyenda de que Albert Hofmann, el descubridor de la LSD, solía tomar microdosis de dicha sustancia y esto le llevó a tener una vida armónica y plena hasta los ciento dos años. Sin embargo, no hay constancia clara de que fuera así.
Independientemente de estas anécdotas, las microdosis de psiquedélicos se están poniendo de moda. Se suele utilizar la LSD o la psilocibina a dosis muy pequeñas, cuyos efectos son prácticamente imperceptibles. Se dice que las microdosis son muy utilizadas en el campo profesional, en el mundillo de Silicon Valley, a guisa de sustituto de los fármacos clásicos como antidepresivos y ansiolíticos.
El que volvió a reintroducir el concepto de microdosis fue James Fadiman, autor del libro Guía del explorador psiquedélico. Este planteó un ciclo de tres días y estableció algunas premisas para el uso de microdosis de LSD. El libro contenía casos anecdóticos de los beneficios de las microdosis, hablando de mejoras en las relaciones, en la concentración y en la capacidad de trabajo. La primera revista importante que se hizo eco del tema fue Rolling Stone; a partir de este artículo pionero han aparecido más de mil en revistas de todo tipo.
Existen pocos trabajos científicos sobre el tema. Podríamos hablar solo de cuatro de ellos dignos de considerarse estudios serios. Todos recogen ciertos beneficios, aunque las evidencias científicas son muy pobres. Posiblemente, el más serio y científico sea el de Yanakieva y colaboradores, un estudio de doble ciego con buenos controles, aunque prácticamente solo analiza la percepción, no ocupándose en demasía de temas emocionales o de un supuesto bienestar fruto de las microdosis.
El tema de las microdosis se enmarca en el nuevo interés y renacimiento del estudio de los psiquedélicos en terapia. Existe una importante documentación sobre los estudios llevados a cabo en los años sesenta del siglo pasado en el que se trabajó a fondo la terapia psiquedélica en dos ámbitos: la de dosis elevadas de la terapia denominada propiamente psiquedélica, siendo uno de sus representantes Stanislav Grof, y la de dosis bajas, superiores a las microdosis, en la terapia psicolítica.
Sigue habiendo polémica sobre el uso de psiquedélicos en terapia. Mientras algunos advierten de los riesgos del uso de dichas sustancias, muchos estudios han demostrado que no son adictivas y que en muchas personas tienen efectos positivos para su bienestar psicológico y en algunos casos son una suerte de antídoto frente al suicidio. Se ha demostrado su eficacia en el tratamiento del alcoholismo y últimamente del tabaquismo, por citar solo algunos de los aspectos que se están investigando.
Considerando esto, da la sensación de que las microdosis no presenten peligros, pero hemos de tener en cuenta que los pisquedélicos se suelen tomar con poca frecuencia y las microdosis podrían considerarse un uso crónico de estas sustancias, del que desconocemos sus posibles consecuencias a largo plazo.
Una crítica que se ha hecho al universo de las microdosis es que suelen utilizarse para adaptarse a los patrones sociales más convencionales: para producir más y tener más capacidad de trabajo. Parece haberse olvidado la época en que la ingesta de psiquedélicos estaba ligada a la contracultura y a las ansias de cambios sociales, que no se basaban necesariamente en el consumo y en trabajar más.
Un uso intermedio debería pasar por el renacimiento de la terapia psicolítica, que tuvo mucho éxito en el tratamiento de diversos tipos de trastornos mentales y sería un excelente sustituto a las medicaciones psiquiátricas de uso represivo que se siguen utilizando en la actualidad.
Pese a la prohibición que se produjo en la década de los años setenta, existieron terapeutas psicolíticos que siguieron trabajando, por ejemplo, en Checoslovaquia, con muy buenos resultados. Sería interesante volver a rescatar este tipo de trabajos psicoterapéuticos, que aunque más exitosos que las terapias clásicas psiquiátricas y sus nefastos fármacos, no recibieron ningún tipo de publicidad por no interesar el uso de psiquedélicos a la industria farmacéutica, algo que parece estar cambiando en la actualidad.
Habrá que esperar un tiempo para certificar los resultados del uso de microdosis en la salud mental de las personas.
Parece que va a menguar el uso de dosis elevadas, y los viajes heroicos, para ir pasando a una automedicación de vuelo corto. En cierto modo acabamos en el viejo debate teológico entre la salvación y la salud. En esto fue muy preclaro Nietzsche cuando dijo que en el siglo venidero abandonaríamos la búsqueda de salvación espiritual en pos de la salud a secas.