Haciendo memoria, recuerdo que el primer tripi que me comí –allá por 1987– fue un cartón blanco que, además, me subió medio torcidillo. Después, durante muchísimo tiempo, vinieron raciones findesemanales de ohms, yin yangs rojos y demás variedades comerciales, que siempre me sentaron de vicio. Aproximadamente un año más tarde tuve la ocasión de volver a tomar otro cartón blanco –vendido como un doble gota–, que me pegó especialmente fuerte: hablaba trastocando el orden de las sílabas de cada palabra, sin yo quererlo, sin poder evitarlo y dándome cuenta de ello… Los colegas me escuchaban y se quedaban perplejos, dudando de si eran ellos los que, en su cuelgue, no entendían un carajo o si era yo el que me había quedado en la parra.
Internet y el fin de un supuesto mito
Ya en la década del 2000, siendo miembro de Energy Control y participando activa y continuamente en su foro de discusión, vine a saber que lo de los tripis doble gota era un mito. Que los folios de papel secante se sumergen enteros en disoluciones de LSD en lugar de dosificarse gotita a gotita. Yo mismo, en mi labor informativa en los foros, a buen seguro que repetí esta argumentación a la hora de dialogar con otros consumidores que sacaran a colación este tema, en tanto en cuanto me sonó perfectamente convincente. De hecho, a día de hoy, si tecleamos en Google “LSD doble gota”, podemos constatar que su catalogación oficial, general, primordial o como queramos llamarla es la de mito o leyenda urbana.
Veamos, a modo de ejemplo ilustrativo, lo que se comenta al respecto en el foro Cannabis Café:
“La doble gota es un mito, nadie en su sano juicio va echando gotas a los secantes”, CountryJoe
“Por dios, ¿¡de verdad crees que alguien se dedicará a gotear miles de secantes!? ¿¡Y encima dos veces para que sean doble gota!?”, Deskiziado, Anti Todo
“Leyendo este y otros hilos que van sobre lo mismo, te darás cuenta de que, si te venden cartones de doble lo-que-sea, solo se trata de marketing (e ignorancia) de tu camello”, EMC, Adictos a Alma Coca
Si en lugar de Google tecleamos “LSD doble gota” en YouTube, obtendremos más de lo mismo. Ejemplo:
“Imagínate: compras un blotter de cien, una de esas páginas de cien blotters… Ponte a pensar: ¿según tú, los productores van a agarrar un gotero y van a empezar pic-pic, pic-pic, pic-pic…, doble gota a cada papelito? Ufff… Tienes que estar loco. No se hace así. Lo que tenéis que saber es que los papeles enteros, las páginas enteras, se sumergen en la solución de LSD y luego se ponen a secar en un cuarto oscuro. Así que diciéndote esto te debería quedar muy claro que los papeles doble gota no existen… Si oyes a un dealer decir “este es un doble gota”, el dealer ni siquiera sabe, ¿entiendes? La mayoría de dealers no andan leyendo, no se andan informando, solo repiten lo que escuchan, no saben ni cómo se produce”, Vida Random, “Los papeles doble gota: mitos y tonterías”
Un poco de historia
A finales de los años sesenta, el LSD fue prohibido en Estados Unidos, dándose el caso de que las sentencias por posesión y venta se aplicaban en razón del peso del producto. Durante algún tiempo, los camellos continuaron distribuyéndolo en los más variados formatos: comprimidos, cápsulas, terrones de azúcar… Pero con los años el papel secante terminó por imponerse de forma abrumadora como la presentación estándar y predilecta de todos los traficantes. Los motivos son obvios.
Con el declive de la cultura hippy, la mala prensa referente a sus posibles efectos secundarios y los golpes policiales a los grandes distribuidores, desde mediados de los años setenta la popularidad del LSD bajó enteros, y con ella la dosis media y máxima que contenían los tripis en la venta al detalle: entre 1969 y 1975, la dosis máxima de los ajos analizados en Estados Unidos fue de 500 ug; entre 1972 y 1974, de 475 ug; entre 1976 y 1986, de 220 ug… Así hasta bajar a los 80 ug en la década del 2000. La dosis media, por su parte, descendió de los 75 ug a los 50, e incluso menos.
Muy recientemente –apenas los últimos tres o cinco años– parece estar aumentando la presencia de ácidos con concentraciones de 100 ug o superiores (atestiguadas por análisis de organizaciones como Energy Control), debido probablemente a un pequeño resurgir de la cultura psicodélica en algunos ámbitos y a las nuevas vías de distribución de drogas como la Deep Web.
La doble gota por vía de los hechos
Recientemente pedí a uno de mis dealers unos cuantos ajos para unos amigos y para mí. Nos acercamos a verle, puso sobre la mesa un folio de papel secante, sacó un gotero y en quince segundos nos tenía preparados diez tripis. Si le hubiésemos pedido cien, habría tardado apenas un minuto, y si los hubiésemos querido de doble gota, pues dos minutos.
Este mismo dealer en otras ocasiones nos había vendido secantes comerciales de los típicos folios de blotter art, pero esta vez nos dijo que comparativamente las gotas eran más potentes. Así que ¡voilà! En el fondo, como se ha hecho toda la vida… Evidentemente, los grandes distribuidores, los que venden miles y cientos de miles de secantes, no andan dosificándolos en gotas. Ahora bien, en la cadena del narcotráfico, no todos los eslabones manejan esas cantidades, los hay que se mueven en el rango de las centenas y, en esos márgenes, con un gotero, hacer cien, doscientos o quinientos tripis, gota a gota, no es mayor engorro que hacer cien, doscientos o quinientos pollos y medios pollos de farlopa, speed, M, keta o lo que sea. Vamos, el pan nuestro de cada día… Y si hay que hacerlos de doble gota para que sean el doble de potentes, pues se hacen, como, de hecho, se han hecho toda la vida (un pequeño cuadrado de papel secante absorbe sin problema una, dos y tres gotas de LSD…; comprobado por la vía de los hechos). Otra cuestión es que sea esta su presentación más habitual –no es el caso, ciertamente son excepcionales–, pero de ahí a que no existan o a que sean una leyenda urbana o un mito hay un abismo…, de falsedad e ignorancia.