Hace años que en Estados Unidos se gesta la tormenta perfecta: la desmesurada cantidad de opiáceos recetados, el triste estado de la seguridad social y la normalización del consumo de estas sustancias han dado pie a una crisis de salud pública. Las muertes por sobredosis relacionadas con la heroína se han incrementado un 533% del 2002 al 2016. Además, un nuevo fenómeno amenaza con aumentar la cantidad de víctimas de los opiáceos: la aparición de análogos del fentanilo como adulterantes en la heroína. ¿Qué hace que el fentanilo sea tan peligroso? ¿Será España inmune a esta plaga?
Este artículo se centrará en el ocfentanilo, el ciclopropil-fentanilo y el 4-FBF, los tres análogos que hemos detectado en muestras de heroína. Todos los opiáceos interactúan con los receptores opioides de una manera muy parecida a las endorfinas y, como consecuencia, producen efectos parecidos a estas. Por eso no hay mucha diferencia entre los efectos ocasionados por sustancias de esta clase; puede haber diferencias notables en potencia, euforia o analgesia, pero las diferencias en los efectos subjetivos son limitadas. Más adelante se especifican los rasgos característicos de cada análogo, pero por ahora se pueden tratar como uno.
El fentanilo es la estructura en la que se basan estos tres compuestos. Aprobado para uso médico en 1968, es el opioide sintético (un opioide es un compuesto con efectos parecidos a los opiáceos, un opiáceo es todo compuesto analgésico proveniente de la planta del opio), con efectos similares a la morfina o heroína. No obstante, el fentanilo y sus derivados son mucho más potentes que la morfina. Esto se puede apreciar con la siguiente tabla de dosis:
Por vía esnifada, el fentanilo tarda entre 5 y 15 minutos en producir efectos, con una duración total de 1 a 4 horas, mucho menos que la heroína (de 3 a 6 horas). Los efectos son los siguientes:
Los fentanilos tienden a causar más depresión respiratoria que analgesia y euforia, llevando a los usuarios a tomar dosis más altas con objetivo de obtener los efectos deseados, pero arriesgándose a una sobredosis. Sin embargo, la mayor diferencia entre los fentanilos y otros opiáceos es el coste y facilidad de fabricación: para producir morfina o heroína hace falta tener acceso a campos de opio; para producir fentanilos basta con un laboratorio y precursores simples. En los últimos años ha habido un aumento del número de consumidores de opiáceos, pero la producción global de heroína no ha aumentado. No es una gran sorpresa, entonces, que los productores, distribuidores y camellos tiendan cada vez más a adulterar su producto con fentanilos, con el objetivo de hacer durar más su stock. Esto presenta un grave problema: la dosis de los fentanilos es minúscula, y cuando alguien mezcla heroína con fentanilos no suele hacerlo de manera profesional o eficaz. Como consecuencia, la mezcla resultante no está bien distribuida, y se forman zonas con concentraciones letales dentro de un mismo producto. Eso significa que de una misma bolsa un usuario puede tomar una dosis normal o una dosis mortal, según su suerte y la cantidad de fentanilos presente en la dosis que tome.
El fentanilo está fiscalizado a nivel mundial como fármaco, y es un poco difícil de conseguir. El ocfentanilo y ciclopropil-fentanilo no están fiscalizados y son más potentes que el fentanilo, igual que el 4-FBF, compuesto menos potente pero más duradero que el fentanilo. Los tres compuestos son ridículamente baratos y fáciles de conseguir, y por eso están cubriendo el incremento en la demanda de opiáceos. Los usuarios consumidores casi nunca saben si su heroína está adulterada hasta que la prueban, hecho que contribuye a que en el 2016 murieran más de cien personas al día por una sobredosis de opiáceos en Estados Unidos.
De momento, este fenómeno es relativamente raro, y solo un 10% de las muestras de heroína que se han analizado en Energy Control contenían derivados de fentanilo (ninguna de ellas procedente de España). España tiene menos porcentaje de usuarios de heroína que Estados Unidos, y a pesar de ser un país productor de opiáceos para uso médico, no destaca por recetar cantidades desproporcionadas de opiáceos. Como una parte de la producción de los campos de opio se deriva al mercado negro y son pocos los que la consumen, de momento en España no hay razón para sospechar que aparecerán fentanilos como adulterantes. Sin embargo, el día que cualquiera de estos factores cambie, no hay nada que nos haga inmunes a la epidemia de los opiáceos.