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Las microdosis, ¿práctica revolucionaria o placebo?

Sea verdad o no, tenemos la percepción de que la gente que trabaja en Silicon Valley son de los más inteligentes, emprendedores y atrevidos del mundo laboral. Ahí, cerca de San Francisco, hace unos meses se popularizó una práctica que supuestamente incrementa dramáticamente la productividad, inteligencia, concentración, etc., de todo aquel que participa. Consiste en consumir minúsculas dosis de psicodélicos, normalmente LSD, para mejorar el rendimiento del cerebro. Vamos a explorar la ciencia (si es que la hay) tras este peculiar fenómeno. 

Silicon Valley es el epicentro de la práctica de las microdosis, seguramente porque muy cerca de ahí y en toda California es donde en los años sesenta nació el fenómeno del LSD fuera de los ámbitos científicos. Fueron los hippies los que trajeron el LSD a las masas, fomentando así una era mágica de música, paz, amor y fiestas legendarias, como Woodstock. Es un hecho aceptado que un detonante de este creativo periodo fue el consumo de LSD y otros psicodélicos. Pero donde los hippies de antaño consumían dosis de LSD de cerca de los cien microgramos (una dosis media para efectos recreativos), con las microdosis las cantidades son mucho más bajas. El objetivo es beneficiarse de las mejoras y cambios cognitivos de esta sustancia sin notar ninguno de los efectos alucinógenos o confusos. 

La base de esta práctica tiene, en teoría, cierta lógica. Sabemos que los psicodélicos estimulan e interactúan con un tipo de receptor en el cerebro llamado 5-HT2A (descifrado: receptor serotonérgico, subfamilia 2, subtipo A). Además, sabemos que este receptor tiene un rol en la memoria y el aprendizaje, y que cuando este receptor se estimula pasan una serie de cosas:


●    Incremento de los niveles de hormonas como la oxitocina (afecta al estado anímico, facilita la confianza y afecto, etc.). 
●    Aumento en la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (estimula el crecimiento y creación de conexiones neuronales). 
●    Incremento en la transmisión del glutamato (neurotransmisor involucrado en tareas como el aprendizaje y la memoria). 
●    Alteraciones en la comunicación entre diferentes áreas del cerebro, fomentando la creación de conexiones neuronales atípicas. 

De estas, la más relevante es la última. Se cree que estas alteraciones provocan cambios en la “red neuronal por defecto”, una especie de sistema de autopistas que conecta las diferentes partes del cerebro que más solemos usar. Esta red está más activa cuando estamos despiertos pero sin estar centrados en una cosa concreta (daydreaming). Se sabe que esta red tiene mucho que ver con nuestra percepción del “yo” y que se activa cuando pensamos en otra gente, recordamos el pasado o pensamos en el futuro. Parece ser que gran parte de la acción terapéutica que se ha observado en el uso de psicodélicos proviene de este mecanismo de acción, y se está investigando en profundidad en estudios científicos. 

No es nada sorprendente que los defensores de las microdosis se aferren también a este mecanismo como justificación pseudocientífica de su eficacia, argumentando que ayudan a entrar en “estados de flujo”. Definen un estado de flujo con ejemplos: un conductor de rally que pilla todas las curvas sin esfuerzo, un actor transformado en su personaje, un profesor que cautiva completamente la atención de sus estudiantes, etc. Es pseudocientífica no por ser poco creíble, sino porque se suele omitir el detalle más importante: toda la información descrita en el parágrafo previo viene de estudios con dosis medias o altas de psicodélicos (en el caso del LSD, unos cien microgramos). Para las microdosis, la cantidad recomendada oscila entre diez y veinte microgramos (entre una decena y una quinta parte del típico secante). A estas dosis no existen estudios que evalúen sus efectos, y se desconoce si los cambios que provocan dosis medias también ocurren con estas cantidades. Asimismo, una dosis tan baja prácticamente asegura que no notaremos efectos pronunciados, y parece ser que su uso no supone mucho riesgo. 

Actualmente este fenómeno se ha extendido más allá de Silicon Valley, y mucha gente se aventura a probarlo y contar su experiencia. A falta de información científica, es posible formar una opinión sobre la eficacia de las microdosis a través de las anécdotas y relatos de cientos de personas; siempre teniendo en mente que el que pone el esfuerzo de relatar su experiencia y/o participar en foros donde se habla de microdosis seguramente tiene una opinión sesgada respecto a los posibles efectos. Como veremos, mucha gente que prueba las microdosis no las toma a diario (el objetivo es dejar tiempo entre dosis y dosis para que el cerebro se adapte al cambio). Podemos referirnos en primer lugar a un artículo de M. Tabu publicado en IFLScience, donde relata su experiencia tomando diez microgramos cada tres días durante un mes, lo cual es el régimen más típico. M. Tabu se somete a una serie de test cognitivos a lo largo del mes y, aunque no nota prácticamente ningún cambio en su estado anímico ni otros efectos notables, los resultados de los test indican una mejora. Según el TTCT (test basado en completar dibujos a partir de una línea), su creatividad mejora, y según el POMS y BDI (los test que evalúan nivel de depresión y estado anímico general), su estrés, confusión y fatiga disminuyen. La conclusión final es “aunque mis resultados están por las nubes, yo me siento igual”. 

Como contraste tenemos a Diane, que relata su experiencia en el Financial Times con la misma dosis y frecuencia. Ella asegura que mejora su productividad, creatividad, atención y la manera en que se relaciona con los demás, haciéndola más empática. Para ella, los efectos son claramente notables. También hay gente que asegura que un régimen de microdosis les ayuda, además de a mejorar su rendimiento laboral, a mejorar su carácter y psique. Así lo relata Chantelle, entrevistada en el mismo artículo: “Era casi como ser mi propio terapeuta. Incluso cuando no he tomado una microdosis en semanas, mi estado anímico se ha mantenido extremadamente estable”. Cabe remarcar que los efectos de los psicodélicos en personas con enfermedades mentales son impredecibles y la combinación suele estar contraindicada. 

Aunque no hay estudios formales, el psicólogo James Fadiman lleva décadas recopilando respuestas individuales y anecdóticas, habiendo amasado información proporcionada por más de mil ochocientos individuos, muchos de los cuales le mandan actualizaciones mensuales hablando de ventajas y desventajas con las que se han topado. De momento no hay suficiente información objetiva para demostrar la eficacia o inutilidad de las microdosis de psicodélicos como LSD. No obstante, los reports principalmente positivos de miles de personas son más que suficientes para justificar la investigación de este fenómeno. Quien sabe, si resulta ser efectivo, puede que en un futuro no tan lejano trabajemos todos de forma extraproductiva, inteligente y concentrada. Ese día, ¿cuál será el siguiente truco usado para destacar entre la multitud? 
 

Fotos: Laura Aranda

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #247

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