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Los fenidatos: una familia diversa y excéntrica

De manera muy simplificada, se puede hablar de dos tipos principales de estimulantes. Por una parte tenemos los agentes liberadores de dopamina, como la anfetamina o fenmetrazina, y por otra, los inhibidores de la recaptación de dopamina, como la cocaína y la familia de los fenidatos (metilfenidato, etilfenidato, etc.).

De manera muy simplificada, se puede hablar de dos tipos principales de estimulantes. Por una parte tenemos los agentes liberadores de dopamina, como la anfetamina o fenmetrazina, y por otra, los inhibidores de la recaptación de dopamina, como la cocaína y la familia de los fenidatos (metilfenidato, etilfenidato, etc.).

El resultado final de los dos tipos es parecido: un incremento en la concentración de dopamina entre neurona y neurona (el espacio intersináptico). Eso sí, los liberadores de dopamina consiguen este efecto liberando dopamina, como bien nos apunta el nombre, y los inhibidores de la recaptación de dopamina lo hacen impidiendo que la dopamina sobrante se recapte y vuelva a usarse. En este artículo nos centraremos en los estimulantes legales de la familia de los fenidatos, una clase de sustancias poco conocida pero muy presente en nuestra sociedad.

Siguiendo con la analogía de una familia, para considerarse parte de esta un compuesto solo debe tener una estructura química concreta. Aunque tenga adiciones en la posición Ro, R3 o R4, si tiene la estructura que se puede apreciar en la imagen, se considera un fenidato. Si tiene este parecido, se puede asumir que la sustancia será un estimulante con una duración muy variable (según las adiciones) y unos efectos más o menos parecidos a estos: euforia, aumento del deseo sexual y las ganas de hablar, sensación corporal agradable y una mejora en la concentración. Los efectos secundarios incluyen paranoia, tensión en la mandíbula, aumento de la presión arterial y ritmo cardiaco, vasoconstricción e insomnio. Cuanto más grande es la dosis, más efectos secundarios suele tener. Según la sustancia de la que se trate, variará la intensidad de cada efecto concreto. Este artículo dará a conocer tres miembros de la familia: el metilfenidato, el isopropilfenidato y el etilfenidato.

El abuelo aburrido

El pilar de los fenidatos es el metilfenidato (a veces abreviado como MPH). Puede que este nombre resulte familiar, ya que es el compuesto activo del Rubifen, Concerta y Medikinet, fármacos muy populares en el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Como fue sintetizado por primera vez en 1944, los efectos de esta sustancia están extensamente documentados. Su uso a largo plazo puede causar pérdida de peso, ansiedad, insomnio, etc., pero no está contraindicado y no está limitado a un tiempo definido. Se vende en pastillas de 5 miligramos hasta 54 miligramos, y tiene una duración de entre 4 y 6 horas por vía oral.

Comparado con los otros fenidatos, tiene un potencial recreativo menor que el del etilfenidato y mayor que el del isopropilfenidato. Recientemente se ha hablado en los medios del Rubifen como “la cocaína de los pobres”, insinuando que su uso está al alza y es un grave problema. En España es un fenómeno poco común, y estas noticias exageran el tamaño del problema. Cabe destacar que en otros países hay más incidencias de abuso y adicción, siendo Islandia uno de los países con más problemas con el MPH. En un estudio de 108 usuarios intravenosos, 88% de ellos habían consumido metilfenidato en los últimos 30 días, y un 68% de ellos lo describían como su sustancia favorita. Es por eso que para comprarlo se necesita receta médica y está clasificado en la Convención sobre Sustancias Psicotrópicas de la ONU en el mismo grupo que la anfetamina y la morfina.

En resumen, el Rubifen tiene 73 años y es principalmente un estimulante funcional, usado para tratar el TDAH, que no suele salir del ámbito clínico. Sin embargo, merece un respeto, y si te despistas te puede acompañar de juerga y causarte problemas.

Dosis

El hijo empollón

El isopropilfenidato, o IPPH, es muy parecido en estructura al metilfenidato. Como su nombre indica, cambia un metil por un isopropil. Por simple que parezca, esta modificación altera sus efectos y duración de manera notable. No está tan bien estudiado como el MPH, así que se desconocen posibles efectos adversos a largo plazo. Se cree que su metabolización es muy parecida a la del MPH, que el cuerpo transforma en un subproducto conocido como ácido ritalínico. Si es así, las dos sustancias compartirán efectos similares a largo plazo.

Se le podría llamar “el hijo empollón” porque es aún menos recreativo que el metilfenidato, su duración un poco más larga y más selectivo hacia la dopamina que la noradrenalina. Eso de la selectividad no se refiere al examen, sino que el IPPH tiende a incrementar la cantidad de dopamina más que la noradrenalina, cosa que suele significar menos efectos secundarios y más efectos positivos. Además, aunque el isopropilfenidato es un poco más potente por peso que el metilfenidato, tiene la ventaja de que a partir de cierta dosis los efectos llegan a un tope. Esto dificulta su abuso y ha hecho que el IPPH se gane una reputación como estimulante a usar para concentrarse en vez de para divertirse. Actualmente no está fiscalizado en la mayoría de países; con la excepción del Reino Unido y Lituania, en Europa no está penada por ley su posesión. Si no se ha hecho muy popular seguramente es por su similitud al metilfenidato (es decir, no muy recreativo) y por sus efectos relativamente sutiles.

El primo poligonero

Por último tenemos el etilfenidato (EPH para los colegas). Quizás ya has adivinado que donde el EPH tiene un etil, el MPH tiene un metil. Esta es la más diferente de las tres, y tiene un claro potencial recreativo. Aunque por vía oral es menos potente que el metilfenidato, por vía esnifada dura entre 4 y 6 horas y las dosis son mucho menores, siendo entre 5 y 15 miligramos una dosis baja, hasta 30 una dosis normal y más allá una dosis fuerte. Es muy dañino para las membranas mucosas, y puede causar heridas y problemas con el tabique nasal si se esnifa con frecuencia, así que la mayoría de los usuarios intentan evitar esta vía de administración.

Es el familiar más eufórico, y muchos usuarios relatan una tendencia a redosificar, hecho que fomenta la dependencia y que podría explicar el notorio potencial adictivo del EPH. Ninguna de las tres sustancias debería tener el mote de “coca de pobres”, pero desde luego esta es la que más se ajustaría al nombre. La duración es mucho más larga, pero los efectos (sobre todo si se toma esnifada o inyectada) son a veces comparados con los de la cocaína. En países como el Reino Unido tuvieron un problema con el consumo de esta sustancia, principalmente por personas de nivel socioeconómico bajo. De estos usuarios, un alto porcentaje consumían etilfenidato por vía intravenosa en condiciones de salud e higiene inadecuadas y, desafortunadamente, entre julio del 2013 y diciembre del 2014, el etilfenidato contribuyó a la muerte de diecinueve personas, principalmente en el este de Escocia. En la actualidad está fiscalizado en los siguientes países europeos: Reino Unido, Lituania, Alemania, Austria, Polonia, Dinamarca y Suecia.

Así quedan retratados varios miembros de esta familia, los fenidatos, que, sin llegar a ser tan peligrosos ni tener tan mala leche como los Corleone o los Soprano, merecen un respeto y tienen sus puntos fuertes y flojos. Aunque es improbable que alguno de estos compuestos llegue a popularizarse como han hecho otras sustancias, al menos ahora tendrás mejor idea de lo que te espera si alguien te ofrece un fenidato.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #234

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