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Tócame, que te mato

En 2017, llegaron a España las primeras informaciones sobre un nuevo cóctel de drogas que estaba causando furor en Estados Unidos: la “muerte gris”. A pesar de que hay motivos razonables para no magnificar y publicitar los casos que aparecen de manera puntual, algunos medios norteamericanos han seguido insistiendo en ello. Así, a principios de febrero una nueva oleada consiguió llegar hasta la prensa de nuestro país, que, en la línea habitual, se limita a traducir los artículos, sin ningún interés por comprobar cuánto de cierto hay en ellos.

–Magia Azul. Es una marca. Cuando tú cortas mi caballo a un 1, 2, 3, 4, 5 %, y sigues llamándola Magia Azul, cometes una violación de marca. ¿Entiendes lo que digo?

–La llamaré Magia Roja, aunque eso no suene tan bien…

–Me importa un carajo cómo la llames. Ponle un collar a la cabrona y llámala Mierda de Perro Azul.

El diálogo es de American Gangster (Ridley Scott, 2007), la película en la que Denzel Washington interpreta a Frank Lucas, un narcotraficante que reventó el mercado neoyorkino de la heroína cuando consiguió saltarse toda la cadena de intermediarios. El nombre que escogió para diferenciar su heroína de la del resto fue Magia Azul y quiso conservar el nombre de su marca.

Si recuerdo ahora este diálogo es porque Muerte Gris no suena mucho mejor que Mierda de Perro Azul. No parece el nombre que uno escogería para colocar su producto en el mercado. Y, en efecto, fue la Oficina de Investigación de Georgia quien bautizó esta nueva “droga de moda”.

Aunque en realidad no se refiere a una nueva droga que haya aparecido en el mercado, sino a una mezcla de drogas ya conocidas anteriormente. Una mezcla de la que ni siquiera existe una misma formulación, ya que, tal y como reconocen los propios investigadores de las diferentes agencias gubernamentales estadounidenses, las proporciones de las sustancias –y las propias sustancias– han ido cambiando desde principios de 2017.

En cualquier caso, algunos medios afirman que habría cuatro drogas protagonistas, todas ellas del tipo opioide. Se enumeran a continuación, ordenadas de menor a mayor potencia: heroína, U-47700, fentanilo y carfentanilo. Y es que ya se sabe: un buen cóctel de drogas debe llevar su toque de heroína; es como el perejil.

Curiosamente, el reclamo que han usado los medios para asegurarse unas cuantas visitas sí se mantiene estable. Lo que este producto le promete al usuario como beneficio único, lo que le permitirá diferenciarse del resto de drogas del mercado y atraer nueva clientela es… que “puede matar con sólo tocarla”. Ideal para esos domingos aburridos en los que uno no encuentra nada que hacer.

En resumen, la que supuestamente se ha convertido en “la droga de moda en Estados Unidos” es en realidad una mezcla improvisada de drogas que ya existían, cuya composición varía en cada nuevo lote, y que, en un alarde de coherencia, se ha denominado “muerte gris” porque puede matar con sólo tocarla y… ¿porque es gris? Ni siquiera eso: algunas de las combinaciones descritas en los medios presentan tonos marrones.

¡Adultera, que algo queda!

Llegados a este punto, nuestro sentido arácnido nos sugiere que quizás estemos ante el enésimo engendro mediático, producido en colaboración con las siempre rigurosas autoridades policiales y administrativas. Revisemos con más detalle los puntos arriba expuestos.

El primer caso de sobredosis mortal tras haber consumido “muerte gris” del que existe constancia se remonta a febrero de 2017. Los científicos de la Oficina de Investigación de Georgia analizaron las drogas encontradas en la escena y detectaron heroína, furanilfentanilo y cocaína. A medida que han ido apareciendo casos, la nueva marca se ha asociado a muchas y muy variadas combinaciones, hasta el punto de que la “muerte gris” parece ser un cajón de sastre en el que puede entrar cualquier heroína adulterada con fentanilo o alguno de sus derivados. Entre los testimonios de usuarios que hemos encontrado, unos pocos consumidores aportan fotos de la “muerte gris” que han pillado. Ya se habían detectado muestras de color grisáceo, tanto de heroína como de fentanilo, así que nos inclinamos por esta hipótesis.

Si bien es posible y probable que se hayan dado casos anecdóticos de combinaciones con la presencia de más opioides sintéticos, eso resulta muy diferente a que, de manera organizada y deliberada, se esté llenando el mercado de una mezcla específica, que habría pasado a convertirse en la droga de moda. Hemos encontrado en foros a gente que también se muestra escéptica: “No se ha vendido nunca ni una sola ‘muerte gris’. Es una combinación de alarmismo y periodistas retrasados”. Pero el más lúcido aparece en esta conversación en Bluelight:

–Manteneos alejados de esa mierda llamada “muerte gris”. Me chuté un poco hace un par de semanas y esa mierda casi me mata. Me desvanecí. ¿Alguien más lo ha hecho? ¿Cuál fue tu experiencia?

–Perdóname por hacer de Capitán Obvio, pero te inyectaste algo llamado “muerte gris” y casi te mueres. ¿Qué esperabas? He hecho prácticamente todo lo que se puede hacer en lo que a drogas se refiere y considero que tengo una actitud bastante liberal sobre el tema, pero creo que me lo pensaría dos veces si alguien me viniera en plan “Eh, ¿te cunde ir a enchufarte un poco de muerte en vena?”. Quiero decir, consideraría una pequeña toma de “luz blanca” o “final pacífico”, pero “muerte gris” suena desalentador. Es como una prostituta que para ofrecer sus servicios empezara diciendo “Tengo hepatitis C”. Siento no agregar nada útil.

El que interviene primero explica en otro mensaje que se lo había comprado a un proveedor habitual, que a su vez también daba por hecho que había pillado el mismo material que siempre. Y es que la inmensa mayoría de usuarios de drogas, incluso los que utilizan vías de administración de mayor riesgo, como puede ser la inyectada, no lo hacen esperando morir tras consumirlas.

Ellos no piden expresamente que la pureza varíe continuamente ni que haya más adulterantes, de la misma forma que quien pide cambio de cincuenta euros en un bar no espera que le devuelvan billetes falsos. Por otra parte, en general los camellos tampoco tienen interés en que su clientela se muera al primer disparo, aunque la búsqueda de una rentabilidad mayor, junto con un desconocimiento específico de lo que se está mezclando, puede conducir a ello. Es por eso por lo que, si alguien pretende consumir heroína, debería poder comprar heroína, en vez de una combinación aleatoria de opioides y otros adulterantes cuya composición varía de un día para otro.

La heroína adulterada con opioides mucho más potentes es una de las grandes bondades de la guerra contra las drogas. Los farmacéuticos no andaban mezclando drogas al azar, ni haciendo experimentos con gaseosa, para luego vender el producto final al público sin saber las consecuencias de su consumo. Aquello cambió en cuanto decidieron sustituir a los farmacéuticos por grupos criminales organizados. A esto se suma lo que se conoce como la “crisis de opioides estadounidense”, que necesitaría de un análisis aparte por falta de espacio.

Muerte al mínimo contacto

En ese clima de histeria generalizada, se ha extendido además la creencia de que el fentanilo y sus derivados son tan tóxicos que pueden matar al mínimo contacto, o incluso por estar cerca de ellos. Esto no es demasiado congruente con que los usuarios empleen dosis más o menos generosas por vía endovenosa o nasal; salvo que ya estuvieran todos muertos, que no ha sucedido. De los numerosos casos de policías hospitalizados o que dijeron sentirse gravemente enfermos tras haberse encontrado con fentanilo durante el transcurso de su trabajo, la más mediática fue la del primero de ellos, Chris Green.

Según explicaba el Dr. Jeremy Faust, “ni el fentanilo ni su primo el superpotente carfentanilo (dos de los opioides más poderosos conocidos por la humanidad) pueden causar efectos clínicamente significativos, ni mucho menos experiencias cercanas a la muerte, por la simple exposición cutánea”. “El fentanilo, aplicado en seco a la piel, no será absorbido. Por alguna razón a las farmacéuticas les costó años desarrollar los parches de fentanilo”, le dijo uno de los expertos a los que preguntó.

Se cree que el clima de alarmismo está provocando ataques de pánico por el efecto nocebo –experimentar los síntomas que creen que derivarían de la exposición a una sustancia tóxica–. No obstante, en una entrevista reciente, Green fue puesto como ejemplo de exposición a la “muerte gris”, cuando en 2017 se habló de fentanilo; y para mayor asombro, la versión que expuso sobre los hechos ocurridos fue sustancialmente diferente, o al menos así la han contado los medios estadounidenses en esta ocasión.

El alarmismo y la invención periodística y policial no han funcionado. Lo que sí ha demostrado efectos positivos en los estados en que se ha implementado, como Ohio, es la reducción de riesgos. En este caso: (1) decretar que quien llame a los servicios de emergencias médicas por sobredosis no pueda ser detenido por posesión y (2) generalizar el uso de Narcan –un espray nasal con naloxona, un antagonista capaz de revertir una sobredosis–, colocándolo en lugares públicos y vendiéndolo en las farmacias sin receta. Así fue cómo consiguieron pasar en un condado de Ohio de 310 a 105 muertos por sobredosis en sólo dos años. Además, sería conveniente promover la creación de espacios de consumo seguro y facilitar el acceso a tratamientos asistidos por medicamentos para la adicción.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #267

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