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¿Por qué importa tanto por dónde entren? Las vías de administración más comunes para las drogas

Los efectos y riesgos de una sustancia psicoactiva pueden variar mucho según por dónde entre al cuerpo. Por ello, no solo es importante saber bien lo que se toma, cuánto se toma o dónde se toma, sino que también es vital analizar cómo (y por donde) se toma.

Un grupo de jóvenes se reúne un viernes por la tarde en casa de un amigo común. Llevan años conociéndose y quedando para hablar, beber cervezas y fumar cannabis en el parque al salir de clase, pero esa tarde es víspera de vacaciones y les apetece probar algo diferente. Deciden subir a casa para cocinar y probar algo de repostería cannábica: un gran brownie de marihuana. Para la mayoría es la primera vez que comen algo con cannabis, está delicioso, pero pasados unos minutos desde su primer trozo no ocurre nada... Surgen dudas sobre cómo se ha cocinado y la dosis empleada, pero parece que ambos aspectos se han hecho de acuerdo con la receta, usando la cantidad que habitualmente fuman. Acostumbrados a fumar, con cierta impaciencia por sentir algo, piensan que tal vez han tomado poco, o no es lo suficientemente fuerte, así que algunos toman otro trozo más por si acaso, y al cabo de un rato otro... cuando se cumple una hora y media, algunos empiezan a percibir los efectos. Al cabo de tres horas todos notan claramente las consecuencias de haber ingerido una dosis alta de cannabis y entonces se dan cuenta de que se han excedido. Algunos lo llevan bien, otros lo pasan francamente mal, a todos la experiencia les dura varias horas.

Esta historia podría parecer la tétrica crónica amarillista de un artículo destinado a disuadir del consumo de cannabis, pero desgraciadamente es una historia que se ve con cierta frecuencia, y es que no es lo mismo fumar cannabis que comerlo, y esto también es aplicable a todas las demás drogas.

Para que cualquier droga psicoactiva (legal o ilegal) produzca su efecto, es necesario que primero entre en el cuerpo, luego llegue a la sangre, cruce la barrera hematoencefálica que protege al sistema nervioso central, alcanzando el cerebro, donde ejercerá su acción. Es por ello que la vía de administración de una sustancia, es decir, cómo y por donde entra en el cuerpo, va a afectar a muchas variables de consumo como son la biodisponibilidad (el porcentaje de esa sustancia que finalmente llegará a la sangre), la velocidad de inicio de los efectos, su intensidad, potencia y duración, la dosis que se requerirá y, por supuesto, los riesgos que conlleva su uso.

Aunque tenga sus excepciones, un principio básico a tener en cuenta es que las vías que mayor velocidad de efectos ofrecen, suelen ser también las que producen un efecto más intenso y breve, y con mayor potencial adictivo a la larga, mientras que las que tardan más, tienden a producir efectos menos intensos, pero más prolongados en el tiempo, para bien o para mal.

De hecho, existen vías de consumo que acarrean riesgos en sí mismas independientemente de la sustancia que se esté administrando, como es el caso de la vía intravenosa, que además de poder dañar los vasos sanguíneos, o producir dolor, puede suponer infecciones o el contagio de enfermedades cuando no se utiliza material esterilizado.

Aunque casi todas las sustancias pueden administrarse por casi todas las vías, normalmente tienden a popularizarse una o dos por cada sustancia, ya sea por comodidad, eficacia, eficiencia, seguridad o moda. Dicho esto, pasemos a repasar algunas de las más comunes utilizadas en el consumo de drogas, sus particularidades y sus riesgos:

La vía oral:

Esta es la vía más antigua y “natural” de consumo de cualquier sustancia. Consiste en ingerir la sustancia, tragándosela para que llegue al estómago y esperar que su efecto se empiece a notar pasado un tiempo. El cuerpo tiene algunos mecanismos de defensa contra sustancias tóxicas por esta vía, como el vómito o el primer metabolismo hepático, que en algunos casos pueden jugar un papel contraproducente cuando hablamos de drogas.

La biodisponibilidad que se obtiene con esta vía (el porcentaje de la sustancia que finalmente llegará a la sangre frente a toda la que se ingirió) es muy variable y dependerá de factores como la polaridad de la sustancia, su pH, el contenido de alimento en el estómago... pero suele ser alta. La absorción puede empezar en la propia boca, pero la mayor parte de la sustancia se absorberá en el estómago y los intestinos.

Un elemento importante es que, dado que el cuerpo ha evolucionado para utilizar ésta como su vía preferente (y casi única) para alimentarse e hidratarse, los compuestos absorbidos por esta vía pasan por el hígado primero (lo que se conoce como “primer paso hepático”) y esto implica que desde el principio ya empiezan a ser metabolizadas antes de llegar a la sangre, lo que unido a la lentitud de esta vía pude suponer una pérdida de potencia de la sustancia y requerir dosificaciones más altas que por otras rutas. Algunas sustancias pueden necesitar para activarse la metabolización que permite esta vía, como en el caso de las conocidas como prodrogas o profármacos (compuestos que, después de la administración, se metabolizan en un activo farmacológico).

En cuanto a la velocidad de esta vía, también es variable y depende de factores como el contenido en alimento del estómago, pero tiende a ser una vía lenta. Esto implica que la sustancia consumida por vía oral puede tardar muchísimo rato en llegar a la sangre, con el riesgo que eso supone para quien no esté seguro de si ha tomado suficiente dosis, se impaciente y tome más antes de haber notado si era suficiente o no, como en el ejemplo del principio del artículo.

Este fenómeno de re-dosificación por impaciencia que puede acabar en sobre-dosificación es desgraciadamente habitual, sobre todo en personas primerizas cuando consumen por vía oral cannabis (ya sea en forma de brownies, galletas, space cake, aceites, etc), MDMA (ya sea en forma de cristal o pastillas), opio, etc. Frente a esto, es muy importante conocer bien los tiempos de la sustancia, si se está con estómago lleno      o vacío, y esperar a sentir los efectos de la primera dosis antes de decidir si es necesario administrar otra dosis.

Esta lentitud implica también que los efectos de las drogas por esta vía son mucho más prolongados y duraderos que por otras vías, algo importante a tener en cuenta para la planificación del consumo.

Algunas sustancias que suelen consumirse oralmente son: alcohol, cafeína (ya sea en forma de café o bebidas energizantes), LSD, psilocibina (setas mágicas), Ayahuasca, MDMA (en forma de cristal o pastillas), anfetaminas (sobre todo en su uso médico), GHB (éxtasis líquido), cannabis, opio, diversos opioides (morfina, codeína,...) y ketamina, entre otros, de menor popularidad.

La vía nasal:

Esta vía se usa al aspirar una sustancia por la nariz “esnifándola” o insuflándola en forma de polvo seco o mediante un espray nasal atomizador que contiene una disolución de la sustancia.

En contra de la creencia popular, al esnifar la sustancia, esta no “sube directamente al cerebro” sino que se adhiere a las mucosas de dentro de nuestra nariz y es absorbida hacia los vasos sanguíneos que irrigan esa zona, llegando posteriormente al cerebro con la sangre. Además, una parte de lo esnifado también baja por la faringe y acaba llegando al estómago, por lo que siempre hay algo de vía oral en la vía nasal, y esto hace que el porcentaje total absorbido finalmente pueda llegar a ser bastante alto. Por tanto, las sustancias por esta vía pueden ser bastante biodisponibles y conviene tener especial cuidado con las dosis.

La vía nasal es bastante rápida, sintiéndose sus efectos en pocos minutos, y propiciando una intensidad de efecto bastante fuerte, lo que también puede incrementar el riesgo de pasarse de dosis o de desarrollar adicción a la larga.

Esta vía puede resultar muy desagradable en el consumo de algunas sustancias más irritantes como MDMA o 2CB. De hecho, un riesgo muy habitual de esta vía de administración es el daño a las fosas nasales por aspirar sustancias mal pulverizadas, que todavía tengan piedrecitas o de naturaleza química agresiva con las mucosas.

Hay muchas sustancias psicoactivas que se consumen habitualmente por esta vía: cocaína, ketamina, speed (anfetamina), y hasta MDMA, 2CB, 5-MeO-DMT o tabaco (en forma de rapé).

Fotos: Laura Aranda

Vía pulmonar:

Esta vía se utiliza mediante la evaporación del principio activo de la sustancia a través del calor o combustión para luego inhalar ese humo o vapor, llegando a los pulmones y pasando a la sangre a través de los alvéolos pulmonares.

Esta vía puede tener biodisponibilidades algo bajas si hablamos en porcentajes, y no es la vía más eficiente de consumo, pero lo compensa por unos efectos muy rápidos e intensos, ya que la sustancia llega a la sangre y al cerebro muy rápido, en apenas unos segundos, pero también dura poco. Esto puede incrementar bastante el riesgo de adicción de las sustancias consumidas por esta vía.  

 

Un ejemplo de como la biodisponibilidad de esta vía puede variar, viene de la industria tabaquera, que mediante a la adición de determinadas sales de amonio al tabaco consigue que el pH del humo suba y la nicotina del tabaco se absorba mejor, aumentando su concentración en sangre del fumador, incluso en tabacos “light” o que supuestamente contienen menos nicotina, frente a otros sin dichos aditivos.

 

 

Hay varias sustancias psicoactivas que se consumen habitualmente por esta vía, ya sea vaporizadas o mediante a combustión: tabaco, cannabis, DMT, heroína, cocaína en forma de base o “crack”,...

Vía inyectada (parenteral)

Esta vía supone      inyectar la sustancia (normalmente diluida en agua o suero) directamente en el torrente sanguíneo (intravenosa). Es desgraciadamente famosa en nuestra sociedad por haber sido de las más visibles para determinadas drogas en determinadas épocas, como fue el caso de la heroína en los años 80 y 90. En la actualidad la administración de sustancias por esta vía es bastante menos común, aunque se utiliza en algunos contextos recreativos determinados como el del “ChemSex” y siempre ha sido muy utilizada en contextos clínicos.

Por esta vía de consumo la biodisponibilidad es total, pues la sustancia al ser inyectada directamente llega a la sangre en su totalidad, por lo que la dosificación es un aspecto de importancia crítica por el riesgo de que se produzcan sobredosis.

A nivel de velocidad es también la vía más rápida, produciendo un efecto casi inmediato y con mucha intensidad (en pocos segundos la sustancia alcanza su efecto máximo), pero precisamente por ser tan rápida la durabilidad posterior de los efectos es menor. Esta velocidad y duración      pueden incrementar mucho el riesgo de adicción de las sustancias consumidas por esta vía.

Si bien es la vía que mayor control ofrece en entornos clínicos, en el ámbito recreativo o de calle conlleva muchos riesgos innecesarios frente a otras vías. Por ejemplo, si el material no es estéril, puede conllevar el contagio de enfermedades entre quienes lo utilicen. El contagio de VIH o la hepatitis es frecuente entre quienes no utilizan materiales estériles y los comparten.

Algunas sustancias que a veces se consumen por vía parenteral fuera del ámbito clínico son: Heroína, metanfetamina, cocaína,...

Vía tópica (transdérmica o percutánea):

Consiste en la aplicación de la sustancia en la piel en forma de ungüento      o parche, para que sea absorbida y acabe llegando a la sangre.

Esta vía solo funciona para determinadas sustancias, y en general es muy poco utilizada para drogas psicoactivas ilegales, pero es más común en drogas farmacéuticas, como por ejemplo los parches de nicotina para la abstinencia al tabaco o los de      fentanilo en el tratamiento del dolor oncológico o los cuidados paliativos. En general, es una vía lenta pero que permite una administración continua y constante, aunque su dosificación es compleja, y puede producir irritaciones en la piel.

Existe el mito de que esta vía puede usarse fácilmente para producir sumisiones químicas que faciliten cometer delitos, o incluso que es común intoxicarse accidentalmente, pero no es tan fácil. Por ejemplo, se especula mucho acerca de sobredosis de opiáceos por contacto con la piel o, incluso, si la primera experiencia de LSD por parte de Albert Hofmann el 16 de abril de 1943 (previa a la del 19 de abril, a la postre conocido como día de la bicicleta) fue un caso de absorción tópica accidental, algo que parece muy improbable.

Otro ejemplo del uso tradicional de esta vía lo encontramos en la edad media, cuando se pensaba que las brujas (mujeres sabias y conocedoras de la botánica que fueron estigmatizadas, acusadas de todo tipo de males y perseguidas por la inquisición) volaban sobre escobas usando su magia. Pero como nos explicó el gran Antonio Escohotado en su monumental Historia General de las Drogas, había parte de realidad en este mito: la escoba no era más que un instrumento que usaban para administrarse una sustancia psicoactiva, pues usaban el palo para untarse los jugos del estramonio, la mandrágora y la belladona en la vagina u otras zonas de piel fina e irrigada, lo que permitía que se absorbieran, llegando a su sangre y luego a su cerebro, y provocándoles así alucinaciones que les hacían sentir que volaban subidas a sus escobas.

Vía sublingual o bucal:

Se coloca la sustancia debajo de la lengua y se mantiene ahí mientras es absorbida a los capilares que irrigan esta zona. Esta vía suele ser previa a la vía oral, pero actúa de manera diferente y muy eficaz, ya que se aprovecha de zonas de la boca con mucho riego sanguíneo, para acelerar la absorción del compuesto y evitar el primer paso de la sustancia por el hígado que supone la vía oral convencional.

Algunas sustancias psicoactivas que a veces se consumen por esta vía: las benzodiacepinas (ansiolíticos), el tabaco de mascar, la LSD, el aceite de cannabis...

Vía rectal:

Esta vía se utiliza mediante      la introducción de la sustancia en el recto a través del ano, como si se tratase de un supositorio, o diluida en un líquido, lo que se conoce como un enema.

No es una vía muy habitual para drogas psicoactivas, pero sí que se utiliza con algunas como es el caso del opio, ya que reduce las náuseas que pueden producirse por vía oral. Algunas personas también han experimentado con enemas de sustancias estimulantes.

Una de las principales ventajas (y riesgos) es que la absorción de la sustancia es alta y más rápida que por vía oral. Además, se evita que pase primero por el hígado como sucede en la vía oral, por lo que un mayor porcentaje de la sustancia llega a la sangre, y se previenen nauseas.

No obstante, su elevada absorción hace que deba poner espacial atención en la dosificación, además de que algunas sustancias pueden resultar irritantes para esa zona.

En conclusión, aunque casi todas las sustancias pueden administrarse por casi todas las vías, cada una de ellas tiene sus particularidades y sus riesgos específicos, por lo que normalmente tienden a popularizarse una o dos vías, ya sea por comodidad, eficacia, seguridad o moda. Siempre es muy importante conocer las características de cada vía para, si se va a consumir, elegir siempre la más adecuada y de menor riesgo, teniendo un mejor control de todas las variables que pueden modificarse por      la vía de consumo (dosis, velocidad, duración, intensidad de efectos,... ), ya que la misma sustancia puede comportarse de forma muy diferente según por dónde entre.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #296

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