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¿Se puede evitar la resaca?: reducción de daños del alcohol

El alcohol, como todas las drogas, tiene sus riesgos y sus efectos indeseados, pero pocas veces nos planteamos seriamente estrategias para reducir sus daños más allá de la abstinencia, que sin duda es la más efectiva de todas. Repasemos las mejores formas de reducir sus daños para, entre otras cosas, mitigar la temida resaca e intentar proteger la salud de quienes deciden consumirlo. 

Llega la primavera y, con ella, el terraceo, los exteriores, los festivales, los días más largos, las bodas…, y nuestro consumo de alcohol vuelve a dispararse. No es nada nuevo y ni nos lo planteamos. Al igual que sucede con muchas personas que, siendo autóctonas de una ciudad, han visitado menos sus monumentos más emblemáticos que el turista extranjero que pasa allí un fin de semana, a veces tendemos a obviar cosas que forman parte de nuestra cotidianeidad, de nuestro día a día, y no nos paramos a pensar en profundidad en todo lo que implican y si estamos haciendo las cosas de la mejor forma posible, para minimizar riesgos. 

Y este es el caso del alcohol: comer con vino, tomar unas cervezas con amigos o unas copas por la noche, beber chupitos cuando las cosas se van de madre..., son acciones que forman parte de la rutina semanal de muchas personas, y damos por sentado que conocemos bien el alcohol porque nos hemos expuesto a él muchas veces y desde hace mucho tiempo. Pero pocas veces nos paramos a pensar bien en ello o a reevaluar sus efectos, sus riesgos o cómo reducir sus daños cuando nos exponemos a él, hasta que llega el día que nos despertamos sin acordarnos de nada, con una terrible resaca, e incluso habiendo hecho alguna estupidez. En esos momentos, el balance beneficio-daño ya no compensa tanto y conviene tomar medidas, que pueden ir desde la reducción de riesgos y daños hasta la abstinencia. 

El alcohol es una de las drogas más antiguas y también de las más presentes en nuestras sociedades occidentales, junto con el café y el tabaco. Tanto es así, que se ha librado del prejuicio (y la prohibición) que afecta a la inmensa mayoría de las sustancias psicoactivas en los últimos siglos, y se sospecha que en esto algo habrá tenido que ver que este líquido incluso esté presente en el sacramento central de la religión que ha acompañado a nuestra cultura durante siglos. Pero miremos un poco más atrás. 

La producción y consumo de bebidas alcohólicas se remonta a los albores de la civilización, con evidencia de cerveza en Mesopotamia alrededor del 4000 aC y vino en Georgia desde el 6000 aC. Las destilaciones más sofisticadas, que permitieron la creación de bebidas con mayor contenido alcohólico como los licores, no se desarrollaron hasta la Edad Media. En diferentes épocas y lugares, el alcohol ha sido tanto venerado como demonizado, lo que refleja la compleja relación que la humanidad ha tenido con estas sustancias. En algunas culturas, las bebidas alcohólicas eran consideradas regalos de los dioses, mientras que en otras se reconocían sus efectos perjudiciales para la salud y la sociedad, llegando a prohibirse en algunos casos, como en la cultura islámica. A lo largo de la historia, la regulación del alcohol ha variado enormemente, desde la celebración y la integración en rituales religiosos y sociales, hasta la prohibición total, como en el caso de la “ley seca” en Estados Unidos en el siglo xx.

Bondades y peligros del alcohol 

Aunque de primeras el alcohol no tenga un sabor agradable (nuestro cuerpo es sabio y nos avisa de que nos estamos tomando algo que está fermentado, es decir, en mal estado), posee una serie de efectos subjetivos deseados y valorados que hacen que su sabor termine por merecernos la pena y hasta lo acabemos disfrutando: euforia, estimulación (con dosis bajas), desinhibición, mayor facilidad para las relaciones sociales, mejora del estado de ánimo, relajación… Y no hay duda de que, si se sigue consumiendo después de milenios, es porque estos efectos suelen darse satisfactoriamente en la mayoría de las ocasiones. 

Pero, como todo en el campo de la psicofarmacología, estos efectos deseados vienen acompañados de un buen saco de riesgos y daños a corto y largo plazo. A corto plazo, el consumo excesivo de alcohol puede llevar a riesgos inmediatos como intoxicación alcohólica, que puede resultar en vómitos, desorientación, coma e incluso la muerte en dosis muy altas. Los accidentes de circulación, la violencia y otras lesiones también están asociados con la embriaguez. A largo plazo, el consumo crónico y excesivo de alcohol puede causar daños importantes en el organismo, incluyendo enfermedades hepáticas como la hepatitis alcohólica y la cirrosis, trastornos cardiovasculares, pancreatitis y varios tipos de cáncer. Tanto es así, que se estima que al año mueren más de tres millones de personas en el mundo a causa del consumo de alcohol. 

Además, el alcoholismo puede llevar a dependencia del alcohol, trastornos psiquiátricos como depresión y ansiedad, y problemas sociales como el deterioro de las relaciones personales, problemas laborales y económicos. El impacto del consumo de alcohol en la salud es complejo y depende de múltiples factores, incluyendo la cantidad y frecuencia del consumo, la genética del individuo y la presencia de otras condiciones médicas.

¿Qué es la resaca y cómo reducirla?

¿Se puede evitar la resaca?: reducción de daños del alcohol

La resaca del alcohol, conocida científicamente como veisalgia, es ese desagradable conjunto de síntomas que se experimentan al día siguiente de haber consumido alcohol. Estos síntomas pueden incluir dolor de cabeza, náuseas, sed intensa, fatiga, sensibilidad a la luz y al sonido, mareos y una sensación general de malestar. El origen de la resaca es multifactorial, pero sobre todo es una combinación de deshidratación, irritación gastrointestinal, mal descanso y toxicidad orgánica (de la que hablo más adelante), que tienden a agravarse con la edad del bebedor y otros factores como la dosis de alcohol, el tipo de bebida, etc. 

Obviamente, no consumir alcohol es la forma más segura y eficaz de no exponerse a sus riesgos y daños (resaca incluida), de hecho, es la única forma infalible, pero siendo realistas no es la opción elegida por muchas personas en muchas ocasiones ni tiene por qué serlo, y esto no implica que estemos inevitablemente condenados a sufrirla en toda su crudeza, porque existen varias estrategias que, sin llegar a eliminarla totalmente (cosa que es imposible), pueden ayudar a mitigarla. Veamos, a continuación, las cinco más importantes. 

- Qué, cuándo, cuánto y cómo: como diría el famoso alquimista Paracelso, “La dosis hace el veneno”, pues es muy importante la cantidad de alcohol ingerida, y cuanta menos cantidad y menor frecuencia, mejor para la salud. Pero no solo es eso, también hay que tener en cuenta la velocidad a la que bebamos, si el estómago está lleno o vacío (mejor que no esté vacío), si la bebida tiene burbujas que aceleren su absorción, la concentración del alcohol y su calidad. 

Alcoholes destilados de mayor graduación (whisky, vodka, ginebra, ron) tienen más alcohol que los fermentados (cerveza, vino, vermut), pero también debemos considerar que a igual cantidad de alcohol las bebidas tienden a producir más resaca cuantos más congéneres tienen. Los congéneres son sustancias químicas que se producen durante el proceso de fermentación y envejecimiento de las bebidas alcohólicas, y acompañan al alcohol. Estos compuestos pueden contribuir al sabor, aroma y color de la bebida, pero también pueden intensificar los síntomas de la resaca. De hecho, el GHB, más conocido como éxtasis líquido, es un congénere natural que está presente en pequeñas cantidades en el vino y la cerveza. 

Por ejemplo, las bebidas oscuras (como bourbon, whisky, coñac, tequila oscuro y vino tinto) tienen altos niveles de congéneres, especialmente metanol, furfural y acetaldehído, que pueden contribuir a una resaca más severa. En cambio, las bebidas claras (vodka y ginebra) tienen menos congéneres en comparación con las bebidas oscuras; el vodka, en particular, tiene una cantidad muy baja de estos compuestos, lo que podría resultar en resacas menos severas. 

Por tanto, lo ideal en términos de resaca sería tomar poca cantidad de alcohol, beberlo sin prisa, sin tener el estómago vacío, evitando las burbujas y usando alcoholes que tengan bajas concentraciones de congéneres. 

- Hidratación: cuando bebemos, el alcohol inhibe la producción de la hormona antidiurética (HAD), que es la responsable de regular y mantener los líquidos corporales. Por ello, el alcohol hace que los riñones expulsen más agua y nos deshidratemos más rápido, además de hacer creer a nuestro paladar que estamos hidratándonos mucho porque hay líquido entrando en nuestro organismo. 

Ante esto, existe una técnica, bautizada jocosamente como “el rompeolas”, que consiste en alternar bebidas alcohólicas con bebidas no alcohólicas (idealmente, agua o bebidas con sales minerales tipo Aquarius), y que no es rara de ver a partir de determinadas edades en bodas y otros eventos largos. Idealmente, esta técnica concluiría con uno o dos vasos de agua al finalizar la fiesta. 

- El acetaldehído y los suplementos antioxidantes: para eliminar el alcohol (etanol), nuestro cuerpo lleva a cabo una serie de reacciones químicas que lo descomponen. Así, el etanol es metabolizado principalmente por la enzima alcohol deshidrogenasa (ADH), que lo convierte en acetaldehído, un compuesto tóxico y carcinógeno. El acetaldehído es luego rápidamente convertido en acetato por otra enzima, la acetaldehído deshidrogenasa (ALDH). Finalmente, el acetato se descompone en dióxido de carbono y agua, que el cuerpo puede eliminar.

Este acetaldehído, que se produce como paso intermedio temporal, es muy dañino para órganos del cuerpo como el cerebro o el hígado, ya que produce un gran estrés oxidativo, y es en gran medida responsable de esa resaca posterior. Afortunadamente, dentro del cuerpo también tenemos una defensa contra esa sustancia tóxica: un potente antioxidante llamado glutatión, pero que desgraciadamente se agota rápidamente y además vamos teniendo menos disponible con la edad (uno de los motivos por los cuales tenemos peores resacas). 

No podemos tomar este glutatión directamente en una pastilla para reducir el daño del acetaldehído, porque este antioxidante se absorbe muy mal por vía oral, pero sí que podemos tomar sustancias que facilitan la producción interna de glutatión, su regeneración o directamente ayudan a reducir el daño del acetaldehído. 

La más popular de esas sustancias es la N-acetilcisteína, también conocida como NAC, que es de venta libre y en el cuerpo actúa como un precursor del glutatión, demostrando reducir la toxicidad del alcohol en animales (en humanos apenas se ha investigado para este uso). Otras serían la vitamina C, la vitamina E, las vitaminas del grupo B, el selenio y el zinc (algunas de estas sustancias sí se han estudiado en humanos con resultados favorables). Por tanto, si asumimos que todavía hay cierta incertidumbre en humanos pero que en cualquier caso no se trata de sustancias peligrosas o caras, no es mala idea tomar unos 600 mg de NAC al inicio de la noche y a la mitad, combinándolo con un multivitamínico que contenga vitaminas C, E, B, selenio y zinc (y no tenga cafeína). Muchas personas que hacen esto y el rompeolas suelen reportar mejores resacas, pero no debemos descartar que pueda deberse a otros factores. 

- Descanso y recuperación: descansar bien es fundamental para reducir la resaca, pero no es nada fácil si consideramos que las noches de borrachera suelen terminar muy tarde, que además el alcohol reduce la calidad del sueño y que a veces hay estimulantes (como la cafeína de la coca-cola) que pueden estorbar sobremanera. 

Ante esto, conviene maximizar todo aquello que pueda ayudar a dormir y a recuperarse mejor, cosas como comer algo ligero, bajar bien la persiana para forzar la oscuridad, hidratarse adecuadamente (sin pasarse), lavarse los dientes, no acostarse con la ropa puesta... Y, si no es demasiado tarde (no está próximo el amanecer), una dosis de melatonina puede ayudar a descansar, además de servir como antioxidante adicional.

- Pasando la resaca: cuando ya ha aparecido la resaca, poco se puede hacer más allá de intentar aliviarla. La mayoría de los remedios caseros para la resaca no son más que tiritas más o menos efectivas para intentar tapar sus síntomas, pero eso no quiere decir que no haya algunas que funcionen.  Por ejemplo, evitar los ruidos fuertes o la luz intensa si hay dolor de cabeza, usar analgésicos suaves (dado que el alcohol habrá dañado el hígado, es mejor evitar el paracetamol), darse una ducha, hidratarse bien y, sobre todo, tomárselo con calma y filosofía.

Eso sí, se debe evitar a toda costa beber alcohol como forma de escapar de la resaca, pues aunque mucha gente lo haga y hasta exista una expresión en inglés para definir esta técnica (hair of the dog, que proviene de la frase completa hair of the dog that bit you), es una forma bastante dañina de capear la resaca y que, probablemente, hará que esta llegue más tarde pero con más fuerza. 

Es muy importante no perder de vista que si llega el día en el que, por resacas u otros motivos, dejase de compensar beber alcohol, la abstinencia será siempre la solución más eficaz y la única cien por cien garantizada, pero sin olvidar que, si en ese punto ya se tiene un consumo problemático o diario, dejarlo debe ser un proceso supervisado médicamente.

Referencias

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #316

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