La gran mayoría de las variedades híbridas de cannabis más famosas vienen de Estados Unidos o, como mínimo, contienen genética proveniente de variedades desarrolladas por estadounidenses a partir de plantas autóctonas de la India, el sudeste asiático, África, México y Colombia principalmente. Y sin embargo, en el continente americano no existía la marihuana hace doscientos años. “¿De verdad, estás seguro?”, es la respuesta más habitual cuando explico esta historia.
Casi todos los consumidores de cannabis dan por hecho que su planta predilecta ha crecido siempre en América, al fin y al cabo Bob Marley y los rastafaris son jamaicanos y ellos fuman desde la antigüedad. Y si los mayas y los aztecas se ponían hasta la madre con setas alucinógenas seguro que también se liaban buenos petas. Pues va a ser que no. Ni los pueblos precolombinos conocían el cannabis, ni los rastafaris llevan en Jamaica desde tiempos remotos.
En este artículo, cuando hablamos de indicas y sativas no nos referimos a la tradicional, y errónea, diferenciación entre plantas de hojas anchas y plantas de hojas estrechas, respectivamente. Según el conocimiento botánico actual todas las variedades psicoactivas, tanto de hoja ancha como estrecha, pertenecen a la especie Cannabis indica, junto con las variedades de cáñamo chino, que son de hoja ancha y no psicoactivas pero que también pertenecen a C. indica. Por su parte, Cannabis sativa, engloba a todas las variedades de cáñamo de hoja estrecha así como a las variedades silvestres europeas y americanas, todas no psicoactivas.
El origen del cannabis
El cannabis es originario del norte de Asia Central donde apareció hace, al menos, dos millones de años. La especie ancestral original fue conquistando nuevos territorios y evolucionando de manera distinta en cada zona hasta acabar ramificándose en dos especies principales, Cannabis sativa y Cannabis indica, con varias subespecies. La expansión desde su región de nacimiento se produce por efecto de las glaciaciones que fuerzan a la planta a emigrar a zonas más cálidas. El camino hacia el sur era imposible por la presencia de la cordillera del Himalaya por lo que sólo quedaban dos caminos posibles: el sudeste, en dirección a Asia Oriental, y el sudoeste, hacia el oeste de Asia. En el este de Asia la planta evolucionó hasta convertirse en la psicoactiva Cannabis indica, mientras que las que fueron hacia el oeste dieron lugar a la no psicoactiva Cannabis sativa. Pero el cannabis nunca pudo llegar a América por sus propios medios, los océanos Atlántico y Pacífico constituían barreras infranqueables, por lo que el continente americano no vio la primera planta de cannabis hasta que alguien transportó hasta allí las primeras semillas.
Poco después de llegar al Nuevo Mundo y de reclamarlo en nombre de los Reyes Católicos, los españoles llevaron semillas de cáñamo a América, pero fueron variedades no psicoactivas destinadas a la producción de semillas y fibra para elaborar cuerdas y tejidos. Los cultivos de cáñamo se instalaron desde el siglo XVI principalmente en México y en Chile, donde el clima era más semejante al de la Península Ibérica. Las plantas españolas pertenecían a la especie cultivada tradicionalmente en Europa por su fibra, Cannabis sativa o cáñamo de hoja estrecha (CHE)
Abolición de la esclavitud
Los últimos estudios dejan claro que el cannabis psicoactivo no llegó a América hasta después de 1834, año en el que Gran Bretaña declara ilegal la esclavitud, y decreta la liberación de todos los esclavos en sus colonias de ultramar. La primera consecuencia de este decreto fue la repentina falta de mano de obra en las plantaciones de caña de azúcar de las Indias Occidentales Británicas en el Caribe, siendo algunas de las más importantes Jamaica, Trinidad y Guyana.
El cannabis nunca pudo llegar a América por sus propios medios, los océanos Atlántico y Pacífico constituían barreras infranqueables.
Los propietarios de las plantaciones intentaron llevar trabajadores europeos pero no fueron capaces de conseguir suficientes debido a las enfermedades tropicales y las duras condiciones de trabajo. El azúcar era el auténtico oro blanco de la época y su cultivo y producción generaban enormes beneficios que estaban en peligro por la falta de mano de obra. La solución de los británicos fue legalizar en 1844 la emigración desde la India hacia el Caribe. A los jornaleros les ofrecían un contrato de trabajador no abonado, lo que se traducía en que la empresa les pagaba el viaje en barco a cambio de cinco años de trabajo en los que tenían cubierto el alojamiento, el vestido y la alimentación pero no cobraban un sueldo. Pasado este tiempo, podían decidir si querían seguir trabajando en la colonia o preferían volver a la India, en ese caso también tenían la vuelta pagada.
Se cree que fueron algunos de estos campesinos hindúes los que llevaron las primeras semillas de marihuana psicoactiva al Nuevo Mundo. Eran, lógicamente, semillas de la especie Cannabis indica que es la que se cultivaba en la India y que era psicoactiva. No sólo llevaron las semillas, también el conocimiento de cómo cultivar y producir ganja, es decir, marihuana sin semillas. Eran variedades de marihuana de hoja estrecha (MHE). Las plantas recién llegadas se fueron adaptando progresivamente a las condiciones climáticas americanas. Además, aunque es probable que en los primeros años las nuevas variedades se conservaran más o menos puras, conforme se fueron llevando por otros territorios, y sobre todo, cuando dieron el salto de las islas caribeñas al continente, con toda seguridad se hibridaron en mayor o menor medida con las plantas de cáñamo no psicoactivo que habían llevado los colonos españoles y que se plantaban extensamente para producir fibra.
Las variedades psicoactivas que se consideran autóctonas en los países latinoamericanos derivan en su totalidad de las semillas de Cannabis indica traídas por los jornaleros venidos de India pero más o menos mezcladas con el Cannabis sativa español. Los dos principales países tradicionalmente productores de marihuana en Latinoamérica son Colombia y México. Las variedades colombianas, con su característica forma de abeto, más bajas y oscuras se parecen mucho más a las variedades clásicas de la India porque en Colombia no se cultivaba cáñamo español ya el clima no era tan propicio y eso evitó que las genéticas se mezclaran. Las variedades mexicanas, por el contrario, son más altas, desgarbadas y de color más claro ya que, al tener México grandes plantaciones de cáñamo, las genéticas índicas caribeñas no permanecieron puras mucho tiempo y en seguida se hibridaron.
La llegada a Estados Unidos
El cultivo de las nuevas variedades psicoactivas se fue extendiendo poco a poco hacia el norte y el sur desde las colonias británicas en el Caribe. Hacia 1915 aparecen las primeras referencias en Estados Unidos a plantaciones de Cannabis indica. En aquellos años no existía ninguna ley que limitase o impidiese su cultivo, el cannabis no estaba fiscalizado y era completamente legal. Fue a partir de 1937 cuando empiezan a aparecer las primeras leyes prohibicionistas, en concreto la Marihuana Tax Act. Con el indisimulado objetivo de reducir su consumo, obligaba a todos los productores y vendedores de cannabis a inscribirse en un registro y pagar impuestos especiales. La opinión publica, muy dirigida desde algunos medios de comunicación sensacionalistas que asociaban el uso del cannabis por los mexicanos y los negros con la criminalidad y la violencia sexual, fue mostrándose cada vez más contraria al cannabis y, sobre todo, tras la Segunda Guerra Mundial se endurecieron las leyes obligando a los cultivadores a desarrollar su labor en la clandestinidad.
La persecución legal que sufrían los productores en Estados Unidos derivó en la sustitución de la marihuana nacional por la importación desde países tradicionalmente productores en los que se podía cultivar mas o menos legalmente. Desde 1960 el consumo de cannabis se va popularizando cada vez más entre los jóvenes americanos y algo después también entre la juventud europea lo que estimula aún más la importación.
Se cree que fueron estos campesinos hindúes los que llevaron las primeras semillas de marihuana psicoactiva al Nuevo Mundo.
El mercado negro estadounidense se llena de marihuana mayoritariamente mexicana y colombiana aunque también llegaba de otros lugares más lejanos como Tailandia o India. Los consumidores prueban a plantar las semillas que encuentran en los cogollos de importación y ven que crecen bien pero no todas florecen a tiempo. En general, en los estados del sur como California y Florida las variedades mexicanas están listas para la cosecha a principios de otoño, cuando aún no ha llegado el frío pero no en los estados más al norte. Por su parte, las plantas de países más ecuatoriales como Tailandia o Colombia no llegan a madurar correctamente pues el mal tiempo aparece antes de que terminen la floración. A finales de los años sesenta y principios de los setenta algunos aficionados empiezan a cruzar distintas variedades entre sí, mezclando las plantas de cosecha más temprana pero menor potencia con las de floración más lenta pero mayor psicoactividad con el objetivo de lograr variedades que se pudieran cultivar en todo el país y que tuvieran suficiente potencia. Un ejemplo de estos cruce es la Haze que aunque hoy en día nos parece una planta tardía, entonces, comparándola con las plantas originales ecuatoriales, era bastante más rápida.
Al principio, los cultivadores no tenían ni idea de cómo debían cuidar las plantaciones ni de cómo producir cogollos sinsemilla. No eliminaban los machos por lo que todos los cogollos estaban completamente llenos de semillas. Poco a poco van aprendiendo la técnica y mejoran la calidad y la productividad.
Marihuana de hoja ancha
En la década de 1970 llegan a Estados Unidos unas plantas desconocidas hasta el momento y provenientes de la cordillera del Hindu Kush, básicamente de Afganistán, aunque también de Pakistán y el norte de la India. Por lo general las traen hippies que vuelven de sus viajes por el mundo. Son plantas de una subespecie llamada Cannabis indica spp. afghanica, tradicionalmente empleadas para la producción de hachís por lo que tienen una gran cantidad de resina y cogollos gruesos y densos mucho más pesados que los de las variedades ecuatoriales. Además son plantas de menor tamaño que las de Marihuana de Hoja Estrecha conocidas hasta el momento y de maduración temprana por lo que enseguida llamaron la atención de los criadores que decidieron empezar a cruzarlas con sus propias variedades.
Los primeros bancos de semillas que ya habían aparecido en California empezaron a vender estos híbridos. Los cruces de las variedades ya conocidas de hoja estrecha con las nuevas afganas de hoja ancha iban a cambiar completamente el mundo cannábico y se iban a convertir en las variedades de referencia en la segunda mitad del siglo XX. Bastaba con hibridar una afgana con cualquier planta ecuatorial para que la variedad resultante fuera más potente que la afgana, más rápida que la ecuatorial y, en general, con más vigor que cualquiera de los dos parentales.
Los cruces entre MHE y MHA permitieron desarrollar las variedades de poca altura y gran productividad idóneas para el cultivo de interior y que se iban a convertir en las protagonistas absolutas durante las dos últimas décadas del siglo cuando la dureza de la prohibición forzaría a los cultivadores comerciales a refugiarse en el interior de las casas por seguridad.
Desde mediados de los años ochenta, algunos de los mejores criadores de semillas americanos se hartaron de la clandestinidad y la creciente persecución y se mudaron a Holanda, donde se toleraba el cannabis, llevando consigo sus variedades. De este modo, las dos especies cannábicas que llegaron a América por separado regresaban al Viejo Mundo combinadas en un nuevo tipo de plantas con características intermedias pero capaces de crecer en casi cualquier latitud.
Hoy en día, la legalización llevada a cabo en varios estados como Colorado o California ha vuelto a convertir a Estados Unidos en punta de lanza de la crianza cannábica. Las variedades más codiciadas hoy en día son de nuevo norteamericanas; plantas como Girl Scout Cookies, Mendocino Purple Kush, Gorilla Glue o Blueberry Headband.