Marzo: hora de elegir semillas
Final del invierno y principio de la primavera, marzo es el mes en que el clima empieza a caldearse, la tierra se despierta y las plantas afrontan una nueva temporada. Pero también es el mes de las últimas heladas, de los cambios de tiempo y de las tormentas.
Final del invierno y principio de la primavera, marzo es el mes en que el clima empieza a caldearse, la tierra se despierta y las plantas afrontan una nueva temporada. Pero también es el mes de las últimas heladas, de los cambios de tiempo y de las tormentas. Tras escoger semillas y planificar cultivos, llega la hora de decidir cuándo empezar la plantación. Cada espacio, cada cultivador y cada variedad requieren una respuesta diferente.
Elección de semillas
Nunca fue fácil escoger qué variedad de cannabis cultivar, ni siquiera hace veinte años, cuando aún no había semillas feminizadas ni autoflorecientes. Ya entonces dudábamos entre índicas, sativas o híbridos, pero hoy en día la elección es mucho más compleja. No solo hay cientos de variedades, además hay que decidir qué tipo de semilla, si de floración automática o determinada por el fotoperiodo, si queremos plantas macho o solo hembras...
Las semillas “normales” o “regulares” (como las llaman muchos bancos de semillas), aquellas de las que salen plantas macho y plantas hembra que florecen cuando lo manda el fotoperiodo, ya no son normales. El desarrollo de las semillas feminizadas ha supuesto una ventaja tan obvia para la mayoría de los cultivadores que las semillas no feminizadas han desaparecido de los catálogos de casi todos los bancos, y no suponen más que un pequeño porcentaje del negocio de los pocos que aún las venden. Los principales compradores de este tipo de semillas son cultivadores que quieren hacer sus propios cruces o criadores de bancos en busca de nuevo material genético.
Las semillas feminizadas dominan hasta tal punto el mercado que la mayoría de los nuevos cultivadores no han visto nunca una planta macho. Las principales ventajas de este tipo de semilla son obvias: no se desperdicia espacio ni recursos cultivando machos, se evita tener que sexar las plantas y se elimina el riesgo de que un macho indetectado polinice los cogollos y los llene de semillas. Es cierto que algunas veces, sobre todo cuando el trabajo de crianza de la variedad no ha sido realizado con el debido cuidado, puede aparecer una planta hermafrodita entre las hembras, pero es algo cada vez más raro y casi inexistente en los mejores bancos de semillas.
Las automáticas de pequeño tamaño son imbatibles en rapidez y discreción
Las variedades de floración fotodeterminada, aquellas que florecen en función de la duración de la noche, continúan siendo las preferidas por los cultivadores más sibaritas, puesto que el producto final todavía suele ser de mayor potencia y calidad organoléptica. Además, la gama de efectos, sabores y aromas es mucho más amplia que entre las variedades automáticas.
Las variedades autoflorecientes han ido mejorando notablemente año a año. Con cada nueva generación la potencia aumenta, el aroma se refina y la producción crece, pero todavía no ha llegado al nivel de las mejores variedades de floración fotodeterminada. Aun así, la popularidad de las variedades automáticas no deja de crecer, sobre todo gracias a lo fáciles que resultan de cultivar. Las más rápidas están listas apenas dos meses después de germinar. Las que tardan entre dos y cuatro semanas más alcanzan un mayor tamaño y son capaces de producir una cosecha relativamente abundante.
Cada tipo de semilla tiene una situación en la que resulta ideal. Las automáticas de pequeño tamaño son imbatibles en rapidez y discreción, mientras que las de tamaño mediano o grande permiten cosechar en pleno verano sin renunciar a un producción considerable. Las variedades no autoflorecientes continúan siendo las mejores para quien busque calidad, potencia y producción, tanto en el suelo como en maceta. Las variedades tempranas pueden cultivarse en casi cualquier lugar del país, ya que están listas para la cosecha a finales de septiembre o principios de octubre, pero las variedades sativas más lentas no se cosechan hasta finales de noviembre o diciembre, por lo que necesitan un otoño muy cálido que solo se da en las islas Canarias y en las zonas más meridionales de la costa mediterránea.
Cada vez hay más cultivadores que siembran algunas plantas autoflorecientes junto a su plantación principal de variedades tradicionales no autoflorecientes. Plantan todas a la vez en mayo y cosechan las automáticas en julio y agosto, cuando el resto de las variedades están empezando a florecer. De este modo tienen cogollos frescos para consumir durante el verano, mientras esperan la maduración de la cosecha principal.
Siembra en marzo
La siembra en marzo tiene varios inconvenientes: los días aún no son demasiado largos y todavía hay noches frías. Con pocas horas de luz y temperaturas bajas, el crecimiento de las plantas es lento, lo que las vuelve más vulnerables al ataque de las plagas y alarga innecesariamente el ciclo de vida. Si se siembran las semillas en abril, las temperaturas más cálidas y los días más largos aceleran el desarrollo de las plantas, que alcanzan e incluso superan en altura a las que germinaron en marzo.
El mayor peligro de sembrar demasiado pronto las semillas es que se pongan a florecer a las pocas semanas de germinar. Es necesario recordar que el fotoperiodo natural de primavera es muy parecido al de otoño, que es cuando las plantas florecen de forma natural. El uno de marzo, las noches duran unas doce horas y media; el 30 de abril, algo más de diez horas. Hay muchas variedades de cannabis capaces de florecer con noches de entre diez y doce horas. Una vez las plantas tienen tres o cuatro semanas de vida, si el fotoperiodo es adecuado, empiezan a florecer. Hay dos formas de evitarlo. La primera y más sencilla es no plantar hasta mediados de abril, así cuando tengan un mes de vida las noches ya serán más cortas y no las harán florecer. La segunda técnica se emplea cuando el cultivador insiste en germinar pronto por alguna razón. Basta con interrumpir la noche encendiendo una bombilla durante unos minutos y se impide la floración. Puede ser una bombilla normal y basta con 15 minutos. Solo hay que hacerlo mientras las noches son de más de diez horas, lo que sucede aproximadamente hasta finales de abril; luego se pueden dejar bajo el fotoperiodo natural sin miedo a que florezcan.
Protección del frío
Las temperaturas en marzo pueden ser bastante bajas, sobre todo por la noche. Cuando esto sucede el crecimiento de las plantas se ralentiza o incluso se detiene. Es recomendable proteger las pequeñas plántulas de las inclemencias del tiempo, especialmente de las heladas y las tormentas de viento o granizo. La semillas recién germinadas son muy delicadas; una lluvia fuerte puede tumbarlas, pero una granizada acabará con ellas casi con toda seguridad. Se pueden proteger metiéndolas en casa por las noches o colocándolas dentro de un pequeño invernadero, al menos hasta que tengan dos o tres semanas de vida y alrededor de un palmo de altura. Una vez que el tallo alcanza medio centímetro de grosor, las plantas ya no son tan delicadas y pueden aguantar algo más de viento y lluvia sin partirse, pero siguen siendo muy vulnerables al granizo.
No coloques las macetas directamente sobre el suelo, protege las raíces de las temperaturas extremas aislándolas mediante una plancha de corcho, un palé de madera o cualquier otro material que sirva para elevarlas y separarlas del suelo. Otro buen sistema es meter cada maceta dentro de otra mayor. La cámara de aire que queda entre ambas actúa como aislante.
Cultivo en macetas
Las plantas que crecen en macetas disponen de una cantidad de tierra limitada. Si se hacen demasiado grandes durante la fase de crecimiento, su sistema radicular no será capaz de absorber todos los nutrientes necesarios para que florezca al máximo una planta tan grande. Cuanto antes se siembren las semillas, mayor será la maceta final que se necesitará.
Uno de los errores más habituales entre los cultivadores es sembrar demasiado pronto en macetas no lo suficientemente grandes, y acabar con plantas gigantes pero con cogollos pequeños en la punta de las ramas. Sembrando las plantas tarde, en mayo o junio, la fase de crecimiento se acorta, por lo que no se hacen tan altas. Pero gracias a la cantidad de sol y las buenas temperaturas se desarrollan fuertes y vigorosas, con un joven sistema de raíces capaz de convertir cada rama en un gran cogollo.
Un amigo tiene una regla para saber qué tamaño de maceta usar según en qué mes se germinen las plantas. “En marzo, cien litros; en abril, ochenta; en mayo, cuarenta; en junio, treinta”. Él cultiva siempre en macetas, planta en un patio protegido del viento, muy soleado y bastante cálido, por lo que se le hacen muy grandes. Otros espacios de cultivo algo más modestos pueden tolerar macetas ligeramente menores.
Cultivo en el suelo
No conviene germinar las semillas de cannabis directamente en el suelo. En los primeros días y semanas de vida, las plántulas son extremadamente delicadas y pueden morir muy fácilmente si les cae una lluvia fuerte o una granizada o se encuentran en el camino de caracoles, babosas, conejos, saltamontes y otros herbívoros. Teniendo en cuenta que los bancos de semillas cobran varios euros por cada semilla, no parece sensato enterrarlas en el suelo y dejarlas sin vigilancia. Hay que escoger macetas de un litro y llenarlas con un buen sustrato Light Mix, que no esté excesivamente prefertilizado. Sembraremos una semilla en cada maceta y las mantendremos en ellas hasta que tengan unos 20 centímetros. A ser posible, hay que colocar las macetas en un lugar cálido y muy soleado y proteger las plantas de las inclemencias del tiempo, sobre todo tormentas fuertes o heladas. Si las macetas están situadas en el suelo, no hay que olvidarse de los caracoles, ya que suben por las macetas sin ningún problema; lo mejor es esparcir algún cebo granulado anticaracoles a su alrededor.
Aunque no deberemos trasplantar todavía las plantas al suelo, podemos ir arando la tierra, eliminando malas hierbas y preparando cada punto de plantación. Hay que excavar la tierra apelmazada para soltarla y airearla: las raíces crecen con mayor facilidad en un sustrato ligero y suelto que en uno denso y compacto. Si la textura no es adecuada las plantas crecerán mal. A veces supone más trabajo arreglar el suelo que sustituirlo. Cavaremos un agujero grande para cada planta, al menos de 60 u 80 centímetros de profundidad y 60 o 100 centímetros de diámetro, y lo llenaremos de sustrato comercial solo o mezclado con la tierra original y otros acondicionadores como compost, estiércol, perlita, vermiculita, turba, etc. Es recomendable acondicionar los puntos de plantación y regarlos unas semanas antes de realizar los trasplantes para que la tierra repose y los microorganismos que contiene se reproduzcan y empiecen a generar fertilidad y a liberar nutrientes.
Cultivo de guerrilla
En guerrilla el camuflaje lo es todo. Marzo es el mes perfecto para estimular toda la vegetación que rodea al lugar de plantación. Abona ligeramente con fertilizantes granulados de liberación lenta los arbustos de la zona inmediata a las plantas, así como las zonas de paso donde se estén empezando a marcar caminos.
Varía con frecuencia la ruta por donde se llega hasta las plantas de guerrilla para no crear un sendero. Si un grupo de campestres domingueros se encuentra un sendero, lo más probable es que lo siga y se encuentre con las plantas. Tengo un amigo guerrillero que dice que nadie se arrastra sin una buena razón, así que a sus cultivos siempre se entra a gatas por un túnel creado en un frondoso arbusto o en un zarzal. Solo alguien que ya sepa que las plantas están ahí y quiera robarlas se metería en un lugar así; todo los domingueros despistados darán la vuelta antes de mancharse de barro o pincharse con las zarzas.
La producción de un cultivo de guerrilla tiene que ver, sobre todo, con la cantidad de sol que reciben las plantas y el agua de que disponen. En España las plantas tienen sol de sobra durante el verano, pero la falta de agua sí es un problema en muchas regiones. Salvo que las plantas crezcan en una región muy lluviosa, necesitarán riegos periódicos y hay que prever cómo realizarlos. No es práctico ni seguro tener que visitar las plantas a diario cargado con grandes garrafas de agua. Resulta mucho más discreto instalar un riego por goteo alimentado por una larga manguera enterrada o cubierta por el mantillo del bosque, que nos permite regar las plantas sin llamar la atención.
En los grow shops venden polímeros en polvo para mezclar con la tierra y que aumentan la capacidad del suelo de retener agua y reducen su evaporación. Añadiendo polímeros al sustrato de la guerrilla se logra que el agua de riego se aproveche mejor y dure más, por lo que las plantas necesitan riegos más espaciados y menos abundantes. También ahorra agua cubrir la tierra con una capa de mulch o mantillo, ya que reduce la evaporación de agua del suelo.