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Hojas que comen: el truco definitivo para aumentar la absorción de nutrientes

La fertilización foliar es muy adecuada para plantas en crecimiento.
La fertilización foliar es muy adecuada para plantas en crecimiento.

Pocos cultivadores piensan en las hojas de sus plantas de cannabis como un camino alternativo a las raíces para hacer llegar los nutrientes a su destino. Y, sin embargo, la fertilización foliar es una de las técnicas más efectivas para hacer un aporte extra de nutrientes a nuestras plantas. No solo las raíces tienen capacidad de captar los minerales disueltos en el agua; todas las partes aéreas de la planta también pueden hacerlo, especialmente las hojas, por su gran superficie.

Las plantas conservan algunas capacidades que vienen desde muy antiguo, por ejemplo, pueden aprovechar cantidades de dióxido de carbono (CO2) mucho mayores de las que hay normalmente en la atmósfera. Esto viene de hace cientos de millones de años, cuando la concentración de dióxido de carbono era mucho más alta que en la actualidad, y las plantas no han perdido la capacidad de aprovecharlo. Del mismo modo, las primeras especies de plantas vivían en el mar y absorbían los nutrientes minerales directamente a través de sus tejidos.

La nutrición de las plantas por la vía foliar es muy útil en ciertas situaciones. Por ejemplo, las plantas con raíces enfermas encuentran muchas dificultades para absorber nutrientes pero pueden nutrirse pulverizando las hojas mientras solucionan los problemas radiculares. También se puede utilizar en épocas de gran consumo de nutrientes, cuando las raíces no son capaces de absorber todos los que hacen falta; esto ocurre con bastante frecuencia cuando las plantas se han hecho proporcionalmente demasiado grandes para las macetas en las que viven. En esta situación, la fertilización foliar puede marcar la diferencia entre una planta sana y una planta con deficiencias minerales.

¿Cuándo conviene abonar las hojas?

Nutrición para plantas débiles o convalecientes. Siempre que hay enfermedades en las raíces como infecciones, parásitos o desajustes en las condiciones de pH y salinidad, se reduce la capacidad de trabajo del sistema radicular, lo que suele generar debilidad en las plantas y carencias que dificultan su recuperación. Por ejemplo, en primaveras frías y lluviosas, las macetas permanecen húmedas durante muchos días y abonar implica aumentar esa excesiva humedad; sin embargo, la fertilización foliar permite nutrir las plantas y, al mismo tiempo, dejar que la tierra se siga secando. Aunque la fertilización foliar ayuda, no es posible aportar todos los nutrientes necesarios por esta vía. Si queremos buenos resultados, es imprescindible que las plantas también desarrollen un buen sistema radicular.

"Hasta el noventa por ciento de los nutrientes pulverizados sobre las hojas son absorbidos por los tejidos y utilizados por la planta"

Permite convivir con sustratos problemáticos, como aquellos que, por su elevado pH, dificultan enormemente la absorción de ciertos minerales como el hierro. En zonas de aguas duras y alcalinas, el pH de la tierra va subiendo progresivamente conforme avanza la temporada de cultivo, y poco a poco el hierro que hay en la tierra se va volviendo insoluble y deja de estar disponible para las raíces. Se puede añadir hierro quelatado al agua de riego para solucionarlo, pero también se puede pulverizar un suplemento de hierro sobre las hojas, que lo absorben enseguida. Lo mismo ocurre cuando se han ido acumulando sales en la tierra y el nivel de EC aumenta hasta tal punto que las raíces tienen muchos problemas para conseguir captar los nutrientes. Es posible reducir la salinidad de la tierra por medio de riegos abundantes con agua blanca y con pocas sales, pero el proceso lleva tiempo y, mientras tanto, las deficiencias nutritivas avanzan. Si cuando lavamos la tierra para desalinizarla pulverizamos abono sobre las plantas, las deficiencias minerales se irán solucionando a la vez que se reducirán las sales acumuladas en la tierra y las plantas retomarán antes el crecimiento.

Se aprovecha mejor el abono, ya que hasta el noventa por ciento de los nutrientes pulverizados sobre las hojas son absorbidos por los tejidos y utilizados por la planta. Frente a esto, solo el diez por ciento de los nutrientes aportados al sustrato acaban siendo realmente captados por las raíces.

En función de las cantidades utilizadas de cada nutriente, tradicionalmente se dividen en primarios (nitrógeno, fósforo y potasio, de los que hacen falta grandes cantidades), secundarios (calcio, magnesio y azufre, que se consumen en cantidades medias) y micronutrientes (hierro, zinc, cobre, manganeso, molibdeno y boro, que se usan en pequeñas cantidades). La fertilización de estos últimos se realiza perfectamente por vía foliar. Con los nutrientes primarios y secundarios resulta más adecuado usar ambos sistemas a la vez –aplicación radicular y foliar–, para maximizar la absorción.

Algunos minerales como el magnesio se absorben mucho mejor por vía foliar que radicular, hasta cien veces mejor. La carencia de magnesio es bastante habitual en cultivos de interior y resulta muy efectivo pulverizar un suplemento de magnesio por vía foliar para paliar la carencia sin tener que añadir más al agua de riego, algo que a veces provoca una carencia de calcio.

En épocas de mucha hambre. La fertilización foliar permite aumentar la absorción total de nutrientes en aquellas fases del ciclo de cultivo en que hacen falta en mayor cantidad y las raíces no son capaces de absorber tantos como podrían usar. En esos momentos suelen hacer uso de los nutrientes que tienen almacenados en los tejidos, y por eso se ponen amarillas las hojas más viejas, pues la planta coge los nutrientes que contienen y los lleva a los lugares donde le hacen falta, básicamente a las puntas de las ramas y los cogollos, donde se produce la mayor parte del crecimiento. Esta pérdida de hojas reduce en parte la capacidad fotosintética de la planta, pero se puede minimizar añadiendo nutrientes foliarmente para compensar en parte el déficit nutritivo. Si se fertilizan foliarmente plantas en floración, conviene lavar los restos que puedan quedar sobre las hojas pulverizando con agua pura un par de horas después. La fertilización foliar de los cogollos debe hacerse teniendo en cuenta que no deben permanecer mojados mucho rato, pues se podría potenciar la aparición de hongos como la botritis. Hay que emplear una botella pulverizadora de alta calidad que pueda producir una nube de gotas pequeñas en pulverización; en general, cuanto más pequeñas sean las gotas, mejor, ya que penetrarán con más facilidad en todos los rincones. Es importante no pulverizar una solución nutritiva muy concentrada, puesto que aumenta el riesgo de producir quemaduras en las hojas. Las plantas agradecen una lluvia nutritiva suave, que no produzca estrés en los tejidos.

Nutrientes adecuados para fertilizar foliarmente

Nutriente

Tiempo para absorber el 50%

Nitrógeno

0,5-2 horas

Fósforo

5-10 días

Potasio

10-24 horas

Calcio

1-2 días

Magnesio

2-5 horas

Azufre

8 días

Zinc

1-2 días

Manganeso

1-2 días

Hierro

10-20 días

Molibdeno

10-20 días

Trucos para mejorar la absorción foliar

"No se debe fumigar cuando a las plantas les da el sol o mientras están encendidas las luces de cultivo"

La absorción de agua y nutrientes a través de las hojas de las plantas depende de varios factores. La temperatura, la concentración de nutrientes en la solución pulverizada, el momento del día, el estado de hidratación de la planta o la humedad ambiental influyen en dicha absorción.

El pH ideal de la solución a pulverizar es entre 5 y 6, para maximizar la absorción. Además de ajustar el pH, conviene utilizar abonos con nutrientes quelatados que se pueden absorber dentro de un rango de pH más amplio. Es recomendable, asimismo, añadir a la solución nutritiva unas gotas de jabón líquido o de un producto humectante específico para agricultura para ayudar a reducir la tensión superficial del agua y facilitar su penetración por toda la superficie foliar de la planta.

La absorción de nutrientes es mayor cuanto más concentrada es la solución nutritiva, pero hay que tener cuidado porque también es mayor la probabilidad de producir quemaduras en las hojas. La recomendación general cuando no se sabe si la concentración es excesiva es hacer una prueba sobre una rama y esperar un día. Si la rama fumigada no muestra daños, se procede a fumigar el resto.

Después de fumigar, el líquido se va evaporando lentamente y mientras lo hace la concentración de nutrientes va aumentando. Cuanto más baja es la humedad ambiental, más rápido sucede esta evaporación. Por eso en climas muy secos conviene usar concentraciones de nutrientes más bajas que en climas húmedos.

No se debe fumigar cuando a las plantas les da el sol o mientras están encendidas las luces de cultivo, pues las gotas de agua actúan como lupas que concentran la luz y pueden favorecer la aparición de quemaduras foliares. Aconsejo fumigar al atardecer para que las plantas permanezcan mojadas más tiempo, ya que la absorción solo tiene lugar mientras no se han secado. Si las plantas están creciendo no es problema que permanezcan mojadas unas horas, pero, en floración, puede aumentar el riesgo de que aparezcan hongos y puede ser más conveniente fumigarlas a primera hora de la mañana, antes de que les dé el sol, para que se sequen más rápido.

Las altas temperaturas y la humedad ambiental muy baja provocan el cierre de los estomas de la planta, que se protege de la deshidratación y dificulta la absorción de nutrientes. En cambio, el clima húmedo y fresco favorece la efectividad de la fertilización foliar.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #266

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