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Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos

Todos los cultivadores de cannabis quieren cosechas buenas y abundantes. La mayoría sabe que hay que abonar las plantas para lograr que los cogollos engorden y produzcan mucha resina. Solo unos pocos conocen los trucos, las claves, para sacar el máximo partido a los fertilizantes. Sigue estas recomendaciones y tus plantas aprovecharán mejor los abonos, obtendrás mejores cosechas y de mayor calidad.

Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
El verdadero secreto de la fertilidad de la tierra son los microorganismos que viven en ella
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos
Once claves para la fertilización: como conseguir los mejores cogollos

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El sol es el principal abono de las plantas: asegúrate de que tienen muchas horas de sol directo cada día.
El sol es el principal abono de las plantas: asegúrate de que tienen muchas horas de sol directo cada día.

Si estás empezando a cultivar, no te compliques demasiado con el abono. Compra un abono de crecimiento y otro de floración de una marca conocida de fertilizantes para cannabis. Mi consejo es que no te líes a comprar un montón de productos estimulantes y aditivos varios. Suelen ser caros y solo merecen la pena cuando ya se tienen bien ajustados los principales parámetros del cultivo. Al iniciarse en el cultivo, es más importante preparar un abono simple pero bien hecho que no añadir demasiadas cosas.

Los factores más importantes en la absorción y eficacia de los fertilizantes no son los elementos minerales en sí, sino las condiciones en que llegan a las raíces: básicamente, la calidad del agua, el pH y la EC.

Cuando preparamos abono para las plantas mezclamos unos mililitros de abono en varios litros de agua, lo que quiere decir que más del 99% de la solución nutriente es agua y los minerales que componen el resto no suponen ni el 0,2%. Por eso es tan importante la calidad del agua que usemos.

"Los factores más importantes en la absorción de los fertilizantes son la calidad del agua, el pH y la EC"

En España, las regiones con agua más dura (mayor cantidad de sales) son las cercanas a la costa mediterránea, mientras que la mitad oeste del país tiene aguas más blandas (menor cantidad de sales). Si tienes un medidor de EC, mide el agua del grifo. Si tiene una EC de menos de 0,4 mS, la puedes usar para regar las plantas tal cual. Si tiene más puedes diluirla mezclándola con agua de lluvia o de un filtro de ósmosis inversa hasta dejarla por debajo de 0,4 de EC. El medidor de EC es un aparato muy práctico para el cultivador, pero si no tienes uno puedes hacerte una idea de la salinidad del agua del grifo poniendo un litro en una sartén y dejándola al fuego hasta que toda el agua se haya evaporado. Si queda una capa blanquecina de sales en el fondo de la sartén, el agua es demasiado salina para cultivar.

El pH mide la acidez o alcalinidad de la solución nutriente. El nivel ideal es entre 5,8 y 6,2, aunque con fijarlo a 6 es suficiente. Siempre hay que ajustarlo después de añadir todos los abonos y aditivos al agua. Cuando el pH es demasiado bajo (pH < 5,5) o demasiado alto (pH > 6,5), algunos nutrientes se insolubilizan y las raíces no pueden absorberlos, por lo que acaban generando carencias nutritivas.

Normalmente abonamos las plantas con elementos minerales simples como el nitrógeno o el fósforo, pero también pueden absorber moléculas más complejas como los aminoácidos y los hidratos de carbono. Los primeros se usan en la fabricación de proteínas, vitaminas, enzimas y alcaloides. Aunque las plantas suelen sintetizarlos ellas mismas, si los reciben en el riego, los pueden usar directamente y se ahorran el trabajo de fabricarlos. Los hidratos de carbono son depósitos de energía que la planta puede usar directamente, energía que se suma a la que ya fabrica mediante la fotosíntesis. En momentos de un gran consumo energético, como en plena floración, cualquier fuente de energía adicional es bien recibida por las plantas. Los carbohidratos ayudan a engordar los cogollos en la fase final de floración, endulzan su sabor e incrementan su peso. Solo hay que tener cuidado de no abusar y añadirlos en exceso, pues pueden favorecer la aparición de bacterias nocivas en la tierra.

Muchos de los productos para engordar los cogollos contienen carbohidratos, aminoácidos, fósforo y potasio, agrupando en una sola botella los principales ingredientes necesarios para lograr grandes cogollos. Si las plantas ya están bien abonadas desde el principio, los estimuladores de floración no logran grandes cambios en el tamaño de la cosecha, aunque pueden mejorar un poco la cosecha. Los resultados suelen ser más llamativos cuando a las plantas les ha faltado mucho abono de floración y, de repente, se les añade un estimulador de floración. Si se hace cuando todavía quedan cuatro o cinco semanas para la cosecha, sí que se verá un cambio bastante drástico, pues los cogollos encontrarán los nutrientes que necesitan para producir flores y resina en cantidad.

"El verdadero secreto de la fertilidad de la tierra son los microorganismos que viven en ella"

El verdadero secreto de la fertilidad de la tierra son los microorganismos que viven en ella. Hay bacterias, hongos, levaduras, lactobacilos, etc. que contribuyen a digerir la materia orgánica del suelo y liberan nutrientes, enzimas y otras sustancias que alimentan a las plantas, estimulan su desarrollo, mantienen a punto su sistema inmunitario y mantienen bajo control la población de microorganismos perjudiciales que podrían dañarlas. No es fácil conservar una población estable de microorganismos beneficiosos en una maceta, especialmente si se usan abonos químicos, que suelen ir matándolos, pero sí se pueden añadir periódicamente para renovar la población del sustrato. Una vez al mes o cada dos semanas debería ser suficiente para que el sustrato siga “vivo”. Se puede añadir un concentrado de microorganismos o, simplemente, esparcir sobre la tierra algún aditivo que ya los contenga, como el humus de lombriz, el compost o el mantillo.

Muchos cultivadores principiantes se impacientan durante la floración al ver que los cogollos no engordan tan rápidamente como querrían y empiezan a añadir distintos aditivos, estimuladores y engordadores de cogollos a la espera del milagro. A menudo es peor el remedio que la enfermedad, y acaban sobrefertilizando las plantas en el peor momento. La floración es un proceso largo, de entre 8 y 12 semanas en la mayoría de las variedades, en el que los cogollos se desarrollan poco a poco pero de manera constante.

En una variedad estándar de 8 a 9 semanas de floración, durante las primeras tres semanas los tallos se alargan y brotan las primeras flores, pero los cogollos aún no están formados. La planta se dedica a crecer y estirarse, creando una estructura donde luego se desarrollarán los cogollos. Las siguientes dos semanas son de producción floral acelerada: miles de cálices nacen por toda la planta, pero los cogollos siguen sin verse realmente densos y gruesos. Tienen resina pero no muchísima, huelen pero moderadamente. A partir de la sexta semana se empieza a ver el potencial de los cogollos pero no alcanzarán su mejor aspecto hasta justo al final, por lo que hay que ser paciente, confiar en la planta y no atosigarla con demasiado abono. Justo en estas dos últimas semanas las plantas apenas necesitan nutrientes, por eso lo mejor es regarlas solo con agua para que consuman los minerales que han ido acumulando en sus tejidos, lo que mejorará mucho el sabor final sin afectar a la cosecha.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #271

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