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Genialidades sin importancia

Gloria Fuertes e Itziar Mínguez

Gloria Fuertes (1917-1998) e Itziar Mínguez (1972) fueron contemporáneas durante dieciséis años. La vasca reconoce a la madrileña como una de sus referentes. Ambas poetas cultivan el aforismo con humor e inteligencia crítica. Fuertes reunió los suyos en un volumen póstumo cuyo título, Glorierías, evoca las composiciones de su paisano y guía Gómez de la Serna. Aunque escritos en verso –ella los llama “mini poemas”–, nos hemos tomado la libertad de transcribirlos en prosa, seguros de que la autora de Poeta de guardia (1968) nos habría autorizado. Curtida en la dura experiencia de la larga posguerra española, su esperanza no ha dejado de ser contagiosa. Las doce primeras y lacónicas proposiciones seleccionadas aquí llevan su firma y no han perdido actualidad. Las otras doce, proceden del libro Puntadas sin hilo (2024), de la ganadora del Premio Bergamín de aforismos 2020.

Hay que ser muy listo para hacerse el tonto.

La patria no es una bandera ni una pistola. La patria es un niño que nos mira.

El animal pensante es el único que entierra a sus muertos y mata a sus vivos.

El pacifismo se nos ha quedado antiguo. Ahora somos antimilitaristas.

Cuando me dejó, me dije: Prefiero este fin de pena que una pena sin fin.

Nunca nos morimos la víspera.

Se puede ser honrado sin ser de izquierdas, pero no se puede ser de izquierdas sin ser honrado.

Aquí me tenéis en paz saboreando la realidad hecha sueño, ante la imposibilidad de hacer del sueño realidad.

No hay nada peor que la gente peor ni nada mejor que la mejor gente.

El hombre crece cuando se agacha a jugar con un niño.

Mientras estés a mi lado nunca te faltará un filete de ternura con patatas.

Sigo insistiendo en la difícil facilidad.

Nunca dejamos de reescribir el pasado.

Los mejores aforismos están basados en las peores experiencias.

El pasado es la materia prima del futuro.

Lo bueno de lo peor es que solo puede ir a mejor.

Dantesco, quijotesco, platónico, maquiavélico. Ni premios, ni estatuas ni calles con tu nombre, no hay nada más ilustre que convertirte en adjetivo.

Los refranes son la tía abuela del aforismo.

El aforismo ha de ser obvio, pero sin que se note.

Hay personas tan discretas que acaban convirtiéndose en el centro de atención.

Todos nos escondemos con la esperanza de que alguien nos encuentre.

Con la edad se aprende que con la edad no se aprende.

El poema se hace, pero poeta se nace.

Quedarse sin palabras ya es decir algo

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #333

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